Ana Franchi y los tiempos del CONICET en modo pandemia

Con la sorpresa del nuevo coronavirus, el CONICET, el organismo central de la ciencia nacional, encaminó recursos humanos para dar respuestas sanitarias en tiempos récord. Ante las quejas que vuelven por la escasez de fondos para la ciencia, empezamos con este reportaje a la presidenta del organismo, Ana Franchi.

No estaba en los planes. Ni en los planes del Ministerio de Ciencia ni en los planes de ningún municipio, de ninguna provincia. Ni, por supuesto, del gobierno nacional. Todas las gestiones gubernamentales detuvieron gran parte de su planificación y se rindieron a la gran necesidad del momento: paliar la situación impuesta por la COVID-19.

A los tres meses de un arranque intenso, con el entusiasmo del resurgir  Ministerio, la pandemia impactó en la actividad científica, como en todas las otras. Y el CONICET, a cargo de la química Ana Franchi, fue arrastrado igualmente desde el entusiasmo por revertir una herencia problemática al nervio por enfrentar una situación desconocida.

Si bien a mediados de marzo los laboratorios y oficinas del CONICET ya estaban casi vacíos de personal, ASPO mediante, no tardaron en activarse varios proyectos de investigación en todo el país que aspiraban a colaborar con la situación sanitaria, en una vuelta de rosca inédita que impuso todo un desafío para la comunidad científica y para las autoridades de la institución, eje de la ciencia y la tecnología nacional.

– ¿Cómo definiría a este CONICET inmerso en la pandemia?

– Además de todas las dificultades que se nos plantean porque no se puede trabajar en los laboratorios ni en ningún otro de los diversos lugares de trabajo, creo que lo distintivo es la respuesta de la comunidad científica a esta pandemia, la cantidad de grupos de investigación que se han puesto a trabajar en posibles herramientas para enfrentarla. Y es una respuesta a un incentivo, a una invitación del Ministerio, de la Agencia y del CONICET, que conformaron la Unidad Coronavirus. Y la respuesta fue inmediata y fructífera porque ya tenemos kits de detección, tenemos posibles terapéuticas, tenemos cientistas sociales viendo cómo enfrentar la crisis. En medio de los problemas que todos y cada uno estamos enfrentando, es una respuesta a la comunidad poder resolver problemas con una gran generosidad.

– En muchos casos, la demanda de soluciones no es acorde a los tiempos que requiere el desarrollo de conocimiento científico o a la puesta a punto de procesos de transferencia. ¿Considera que existe un dilema entre la exigencia y las posibilidades reales de los aportes?

– Hay una demanda de la comunidad, a nivel mundial, de que la ciencia resuelva los problemas, sin tomar en cuenta los tiempos de la ciencia. Vos fijate lo que tarda normalmente en desarrollarse una vacuna. Si se logra una vacuna en poquito más de un año eso sería algo inusual, para atacar un problema que también es inusual. Pero hay una demanda que es insólita porque en los últimos diez, quince años, los científicos y científicas empezamos a lograr que la gente nos empiece a conocer y a tener buena imagen de nuestro trabajo pero esta demanda de “cuándo, cuándo, cuándo”, si bien es interesante porque se advierte la función de los investigadores e investigadoras, a veces puede dar la idea de que estamos fracasando. A veces, además de la ansiedad de la gente, cómo se transmiten las noticias es bravo… Y eso a la gente la desespera.

– ¿Qué respuesta se puede dar frente a la intensidad de la demanda, que muchas veces está asociada a malentendidos y a cuestiones relacionadas con la comunicación?

– Lo concreto es que muchas veces los tiempos, los procesos, no son entendidos. La comunidad científica está abocada a todo tipo de terapéutica, está trabajando aceleradamente y se ha puesto financiamiento. Nosotros creamos esa unidad de fake news que ya encontró más de cien noticias falsas y considero que es un servicio muy útil.

– De las políticas previstas en el inicio de la gestión del CONICET, ¿cuáles pudieron concretarse o comenzaron a articularse?

– Nosotros llegamos el 11 de diciembre y fuimos directo a algunas de las cosas que teníamos en la cabeza que eran indispensables, como el aumento del estipendio de becas, el aumento en la cantidad de ingresos, empezar a incrementar los subsidios. Teníamos un montón de asignaturas pendientes. Tres meses después de haber asumido, no solo empezó el aislamiento y la imposibilidad de trabajar sino que también el Estado comenzó a destinar sus recursos en la población para disminuir el impacto de la situación actual. Esto no significa que no se haya invertido. Solo en becas, se aumentaron los estipendios, más las prórrogas, nos dieron dos mil millones de pesos más de presupuesto. Y, por supuesto, recibimos presupuesto asociado a los proyectos COVID-19, otros casi mil millones. Muchas de las cosas que teníamos en la cabeza no se pudieron cumplir todavía.

– Lo novedoso de esta crisis sanitaria fue que el sistema científico nacional fue convocado a trabajar sobre un tema particular. En general, las políticas públicas históricas en ciencia y tecnología sostienen la dirección opuesta, centrada en los intereses de los investigadores y las investigadoras. ¿Puede que esta situación abra otros caminos de interacción entre el conocimiento y las políticas públicas?

– Poco antes de que comenzara la pandemia se había hecho la convocatoria del proyecto “Argentina contra el hambre”, que hizo el Ministerio, y hubo cerca de mil presentaciones. Es un tema sobre el que, cuando esto afloje, nos vamos a poner a trabajar. Lo que nos enseña esta pandemia es que nos demostramos, como comunidad científica, que lo podíamos hacer, que podemos enfocarnos en un tema que requiere dedicación, esfuerzo y una demanda de llegar rápido a resultados. Por otro lado, le demostramos a la gente que tenía una comunidad científica disponible. Todo esto es algo que veníamos diciendo durante el gobierno anterior, cuando nos desfinanciaron, nos maltrataron. Recalcábamos que acá tiene que haber un sistema fuerte porque nunca sabemos qué puede venir. Para el año que viene, de los 800 ingresos que están previstos, tenemos 400 temas abiertos y 400 en temas más enfocados. Creemos que la investigación en temas abiertos es fundamental. La Argentina tiene un desarrollo muy importante y por eso tenemos una comunidad científica preparada. No es que juntamos investigadores y los pusimos a trabajar en esto. Hubo una formación previa muy importante. Eso hizo posible que un grupo como el de Andrea Gamarnik, que trabajaba en dengue, pudiera correrse y sacar el kit de anticuerpos en solo 45 días. Entonces, por supuesto que hay que mantener los temas abiertos, pero enfocarse en temas concretos que hacen a problemas que pueda tener el país, una provincia, un municipio, para nosotros es muy importante y es la idea del Ministerio.

– También este contexto enterró la falsa oposición “ciencia básica-ciencia aplicada”, y los perniciosos motes “ciencia útil” y “ciencia inútil” de los últimos años.

– Sin dudas. Acá, científicos de los que muchos llaman «básicos» pudieron tranquilamente pasarse a sacar un producto que ayuda a resolver un problema. Esto es perfectamente posible, pasar de un tema abierto a un tema aplicado. Me parece que todo esto ha demostrado también muchas falacias. Queda demostrado que a la ciencia hay que financiarla, que tenemos que tener un sistema fuerte, con buenos recursos humanos. Quedó probado que los problemas se enfocan desde distintos ángulos para poder responderlos. La pandemia hizo acelerar cosas que venían pasando. El teletrabajo venía avanzado. El tema de las nuevas formas de comunicación, también. El deseo de los jóvenes que estaban interesados en trabajar en cosas muy concretas, en un producto, y que, incluso, se iban del sistema para trabajar en la industria. Eso ya estaba. Y creo que ahora se demostró que también existe esa posibilidad dentro del sistema científico. Y que todo esto va a abrir muchas mentes y nuevos caminos.

– El origen de la pandemia, relacionado con el avance de la frontera agropecuaria y la destrucción de los ambientes naturales, vuelve a poner a la agenda ambiental como prioritaria en todas las actividades humanas. ¿Cómo podrá articular esa demanda el CONICET?

– El ministerio se llamaba Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva pero ahora se quitó la palabra “productiva” porque se piensa que estamos hablando de innovación productiva, social y ambiental, no solo productiva. Esos son tres ejes y por supuesto que hay un montón de temas ambientales para discutir con seriedad. Nosotros, desde CONICET, podemos trabajar en esos temas, en temas sociales como empleo, trabajo remoto, un montón de situaciones distintas. Estamos en plena relación con el Ministerio de Ambiente, van a aparecer temas y se van a tratar con seriedad.»

VIANexCiencia - Armando Doria