El lunes 24 de agosto el Ministerio de Defensa anunció que empieza el desarrollo del Malvina IA-100, un avión de entrenamiento primario para pilotos militares apto para múltiples usos civiles. Es la primera máquina diseñada en 4 décadas por la vieja Fábrica Militar de Aviones, hoy FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones). Es bonita, vuela bien y puede verla en este video.
Esta escueta novedad esconde otra mayor: el fondo de jubilaciones militares de las tres armas, o IAF, financia el Malvina con un “capital semilla” de U$ 2,5 millones. Esto fue inmediatamente objetado por Mariano de Vedia desde el diario La Nación. Como el viejo diario de los Mitre cumple 150 años sin haber sido un minuto “la trinchera de los jubilados”, ponemos la lupa sobre el tema.
Colega de Vedia, no es la primera vez que los emprendimientos tecnológicos argentinos se financian con cajas jubilatorias. Parte de los 36.500 km. de tendido de la REFEFO (Red Federal de Fibra Óptica) y los satélites de telecomunicaciones ARSAT 1 Y 2 se hicieron con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES. Próximamente, lo mismo para el ARSAT 3.
De modo que si Ud. expresa su descontento ante ello y lo pueden leer hasta en Katmandú, la paradoja es que lo hace gracias a una infraestructura de telecomunicaciones en la que el estado nacional fondeó mis varias décadas de aportes jubilatorios. Tranquilo, no pienso cobrarle.
Le confieso que mis aportes los prefiero puestos ahí, en redes y fierros concretos y generando actividad, en lugar de perdidos en las intraducibles bicicletas de los bancos. Soy otra víctima del prejuicio keynesiano según el cual si mi país trabaja, yo, jubilado, cobro (algo).
Si quiebra, es más difícil.
Un avioncito bastante lógico
El Malvina de producción todavía no existe, pero ya tiene 12 proveedores argentinos de aviopartes en Mendoza, Santa Fe, Córdoba y provincia de Buenos Aires, los detallados arriba.
El modelo de demostración tecnológico sí existe, desde 2016: es algo más angosto que el de pre-serie, tiene tren fijo en lugar de retráctil y 60 HP menos en la motorización. Sin embargo, preanuncia bien al avión final. Fue enteramente hecho de materiales compuestos y resuelto en tiempo récord para los usos históricos de esta vieja planta aeronáutica, que en su artículo Ud. acaba de llamar “burocrática”.
Eso pese a que en 2015 el avión pasó de cálculos iniciales a pista de despegue en 18 meses. Es un primer caso desde 1927, cuando el presidente Marcelo T. de Alvear la fundó.
Igual, el IA100 sólo llegó a 5 vuelos de ensayo en 2016. Si a esta altura de las cosas no se lo homologó y no vemos 30 o 40 desplegados y trabajando como aulas con alas, es porque aquel mismo año la administración macrista de FAdeA (la “no burocrática”, tal vez), canceló el proyecto y mandó a pérdida los gastos.
Este avión costará U$ 650 mil. Con lo que pagó el país por cada uno de los 9 Grob G-120 PT alemanes comprados por FAdeA como avión escuela inicial (la FAA los alquila), se fabrican casi 4 Malvinas. Y sin embargo, ambos aparatos tienen el mismo y modesto objetivo: que el cadete aeronáutico cumpla sus primeras 40 a 100 horas de práctica con instructor, e incorpore las nociones elementales de chequeos de pre-vuelo, uso de la radio, carreteo, despegue, aterrizaje, maniobras en altura, emergencias, navegación, vuelo diurno y nocturno, visual y por instrumentos, exploración de límites técnicos (como el vuelo lento y la pérdida), y obviamente la acrobacia aérea.
Esto último es indispensable, no “para show”. No sólo prepara para el combate aéreo a los futuros pilotos de caza o de ataque a tierra: las maniobras acrobáticas salvan vidas civiles cuando “suceden cosas” (para lo cual basta volar en aparatos no comerciales) y hay que rescatar el avión de estamparse contra el planeta.
En un mundo ideal, los cadetes pasarían del Malvina al IA-63 Pampa, que es un jet chiquito y subsónico mucho más exigente y complejo, y de ahí a un avión supersónico de combate multirrol… que no tenemos.
En el mundo real, mientras el Malvina no se fabrique, los cadetes tienen problemas.
Los 9 Grob “de iniciación” son remisos a salir de sus hangares, en tierra, en lugar de volar 200 horas/año según lo prometido a fecha de compra. No están ahí por malos –de eso, nada- sino por alemanes, caros, complejos y de altísimo mantenimiento para una Fuerza Aérea pobre como la FAA. Y eso se debe mayormente a su motorización, una planta turbohélice Rolls Royce de 456 HP más compleja y cara de mantener que un coro de “prime donne”. Por eso, un Grob G-120 TP cuesta U$ 2,5 M.
Cuando la Fuerza Aérea vio que a los cadetes sin volar y los Grob bostezando a espera de repuestos, se bandeó para el otro wing y se compró 8 Tecnam Sierra sumamente baratos (ignoro a qué precio cerró, pero costaban U$ 150.000 en 2010).
El cockpit del Sierra es tan chico que no permite volar con casco, y el avión está motorizado con el Rótax 912 pistonero. Bueno para el avioncito experimental o el ultraliviano de un piloto deportivo de fines de semana, pero esos no son aparatos profesionales. Mire, Mariano, los Rótax necesitan servicios cada 50, 100 y 500 horas de vuelo, y una recorrida total a las 1500. En cuanto a la célula del Sierra (conjunto del fuselaje y las alas) no es acrobática (como sí lo es la del Grob). El Sierra no nació para zamarrearlo por el cielo.
En cambio la célula de materiales compuestos del Malvina se banca destratos tan horribles como la del Grob (al que se parece no poco), pero tiene la motorización correcta para un avión escuela: un Lycoming de 240 HP sólido como un yunque, de gran cilindrada y baja compresión, poco propenso a plantadas y que da 3000 horas de vuelo continuas entre mantenimientos.
Por eso la Luftwaffe alemana y la Royal Canadian Air Force usan el Grob 120 A con ESTE motor para entrenamiento primario (cuesta U$ 1 M). Ecuador, en cambio, compró el mismo modelo sobremotorizado que nosotros, el 120 PT de U$ 2,5 M. ¿Y adivine qué cadetes vuelan más horas por año, los alemanes y los canadienses, o nosotros, los sudacas? ¿Ud., Mariano, cree que se aprende a manejar mejor con un Lamborghini?
Como podrá ver, colega de Vedia, teniendo a su disposición la 2da mayor fábrica aeronáutica de la región (y de la cual fue fundadora y propietaria), nuestra Fuerza Aérea desde 1956 le tomó gusto a comprar importado, sin mirar precios ni remilgos por la coherencia: ¿cómo se estandariza el mantenimiento de los 9 Grob con el de los 8 Sierra? Respuesta: no hay modo. Son manuales, prácticas de taller y un pañol de repuestos totalmente diferentes.
Un Malvina es estructuralmente tan fornido como un Grob 120 A, con su célula esculpida en fibra de vidrio y de carbono, que dura al menos 10.000 horas y tal vez 15.000; amén del mismo robusto motor y similar aviónica. Pero nuestro avioncito tiene el plus de la fabricación y mantenimiento nacionales, costar en pesos y venderse a U$ 350.000 menos por unidad. Eso lo hace exportable.
Creo que debería revisar las versiones que le cuentan. Ud. escribe: «Incluso, durante el gobierno anterior hubo un prototipo que voló deficientemente. Esta inversión no va a dar ganancias, sino gastos», advirtieron a LA NACION”. Fin de cita.
“Advirtieron”, sujeto tácito. ¡Alto periodismo, Mariano! ¿Algún Barón Rojo da la cara por esas afirmaciones? El demostrador tecnológico del Malvina voló 5 veces en 2016, y habrá sumado 2 horas en el aire hasta que la conducción entrante a FAdeA lo bajó de un dedazo, pese a que el avión no mostraba problemas, o quizás por eso. Es lo que se ve en los videos.
Dicho por un pésimo ex piloto, aunque mirón (yo): ese avioncito vuela bárbaro, de Vedia: tiene muy baja carga alar, 96 kg. por m2 de máxima. Eso se nota en la elegancia livianita, casi alegre, de sus despegues y aterrizajes, ¡y con ese motor de apenas 180 HP!
Ya soy muy canoso para disfrazarme de cadete, pero ¡cómo le echaría mano al prototipo con 240 HP! ¡Qué no haría! Con su escueta envergadura, el Malvina parece hecho para tirar unos toneles relampagueantes: tiene bien concentrada su masa alrededor de su eje fuselar.
No sugiero que Ud., Mariano, deba volver q rendir Física o tenga que interpretar planos, pero ¿no debería al menos mirar los videos de vuelo antes de reproducir gansadas de terceros tan anónimos? ¿O tal vez son de autor?
Un repaso rapidito, colega. Los largueros principales de ala al Malvina le permiten 6 g positivas y 3 negativas. Si Ud. pesara 80 kg., Mariano, con 6 g en una salida de picada su cuerpo llegaría a 480 kg y su cabeza pesaría 48 kg. sobre sus pobres cervicales. Sin un traje “G” que se infle para comprimir su abdomen y piernas, la sangre bajaría en alegre cascada por sus venas desde su cerebro hasta sus pies, y no sería improbable que tenga un instante de“visión túnel” y luego se desmaye.
Y sin embargo, los cadetes deberán poder hacer eso varias veces por día sin que las raíces alares se rompan, aunque en esa salida de picada estén cargándolas con 8100 kg., Mariano, es decir 6 veces su peso, el del avión, el del combustible y el mío (ya me anoto para ser su instructor, si algún irresponsable lo permite: va a ser un placer).
Pero desmáyese tranquilo, amigo. Para romper las alas de este avión, para “hacerlas aplaudir”, se necesitan 9 g positivas. En prueba estática, habría que apoyar las alas sobre 2 caballetes forzudos y aplastar el fuselaje bajo un peso equivalente al de 5 camionetas VW Amarok hasta escuchar “crunch”.
Lo diseñaron tan fuerte para que fuera acrobático, pero sin embargo es muy liviano: 964 kg. de peso vacío. Ésa es la belleza de los “composites”, y éste es nuestro primer avión “esculpido” en fibra de vidrio y de carbono. Un “first timer” para la fábrica. Era hora. Hace 40 años que los compuestos están sustituyendo al duraluminio en aeronáutica.
Ud. dirá que añadir un tercer modelo en discordia a nuestro ya incoherente equipamiento de instrucción básica sería agravar el caos. Pretendo probarle que el Malvina da más bien para eliminar el caos de raíz. Y no tanto por sus ventajas aeronáuticas, económicas y docentes.
Lo único revolucionario de este avioncito tan clásico, tan básico y tan convencional es su financiación inicial, que vincula su fabricación a las jubilaciones militares. Es lo que más me gusta.
Aterricemos para hacer números.
Números en tierra
Vista lateral del IA-100 Malvina: los “winglets” en punta de ala no son “de estilo”: mitigan vórtices que restan energía cinética.
Los U$ 2,5 millones que pone el IAF, la caja compensatoria de los militares jubilados, representan el 5% de su capital en giro, dice Ud. Añade que ese instituto tiene un 30% de su cartera colocada en préstamos personales y un 15% en hipotecarios. De modo que ya ve, el Malvina no le cambia mayormente el centro de gravedad al IAF.
Justamente, yo me propondría cambiarle ese centro radicalmente, y no por hacer virtud de la pura necesidad. La idea podría inaugurar un modo de legítimo y transparente de adquisición de equipamiento tecnológico militar. Aplicado en otros casos con criterio y sistematicidad, tal vez de aquí a 10 años nos podría sacar un poco del estado de indefensión tecnológica aguda, y además generar trabajo industrial calificado para alejar la recesión.
Para no delirar, póngale que en una década se llega a que la mitad de esta caja compensatoria esté apalancada en 3 o 4 sistemas de armas interesantes y bien escogidos, como algunos de los que exportan con éxito Brasil, Sudáfrica, Finlandia, Suecia, la República Checa o Australia. No pido mucho: un fusil de asalto que sustituya al FAL, un sistema aéreo robótico como el SARA, un cañón interesante como nuestro SOFMA de 155 mm pero autoportante y automatizado, nuestros radares móviles de INVAP y obviamente este avión…
Este tipo de financiación cambiaría las reglas de juego. Toda vez que aterricen marcianos en FAdeA, en Fabricaciones Militares o en CINAR para suspender un buen proyecto propio, y lo hagan en colusión con una cúpula ávida de gastar chequera en importaciones absurdas, tales preclaros pastores de hombres (al decir homérico) estarían no sólo dejando sin armas a La Patria, que es buenaza y jamás pega codazos. No señor, estarían jorobándole las jubilaciones a todos los militares en ejercicio en las tres fuerzas armadas. Ahí si me imagino codazos y también rodillazos. A Ud. se le incendiaría el teléfono debido a la indignación castrense. Nada nuevo en su diario, creo, pero las causas serían las opuestas.
¿No sería un modo perfecto de terminar con nuestro viejo y perverso sistema de adquisición de armamento? Es el mismo que hizo que en 1956 el brigadier Heriberto Ahrens, ¡y por teléfono!, le ordenara al Ing. Guillot suspender la fabricación en Córdoba de 100 Pulqui II. Aquel año el Pulqui II todavía era, junto con el MiG 15 y el Sabre F-86D, uno de los 3 mejores cazas a reacción del mundo.
¿No sería la ocasión de liquidar esa mentalidad colonizada, compradora y chatarrera que en 1982 nos mandó a combatir a la Task Force con aviones de la década del ’50, mayormente sin radar, carentes hasta de una antena que avisara a nuestros bravos pilotos cuando estaban siendo iluminados por un radar británico de tiro?
Contra lo que creen muchos y muy honestos militares argentinos, no fue la democracia lo que puso a nuestro país en su actual estado de indefensión aguda. En su visión, creo que esquinada, cuando el gobierno nacional es de “progres”, desarma a los militares como si eso evitara golpes, y si es de CEOs de derecha modernosa, gobierna con la Gendarmería y desarma a los militares por ahorro.
La realidad es lamentablemente más compleja y fétida. Dejar de fabricar armamento para comprar chatarra descartada por la OTAN e Israel es una costumbre de nuestras Fuerzas Armadas desde que terminó la 2da Guerra Mundial, es anterior a la existencia al pacto del Atlántico Norte y del mencionado país. Y sin democracia pero también con ella, quienes viven decidiendo algunas importaciones insólitas son o han sido altos jefes militares. Una compra grande y se jubilan.
Sin embargo, la vida te da sorpresas. Si en los ’90 alguien me decía que un gobierno del mismo partido que produjo a Carlos Menem iba a apalancar parte de mi jubilación de civil en satélites, reactores nucleares y fibra óptica, habría rebuznado de risa.
Pero ups, sucedió: muy para mi sorpresa el presidente Néstor Kirchner lo hizo. Por eso ahora le pido más peras al olmo, aunque sea otro olmo distinto. Y le pido que el IA100 Malvina y su original financiación inicial no sean un simple cisne negro, un “freak event” producto de la necesidad. Pido que esto sea un método.
Dudo de que esta idea tenga suficiente fuerza para contrarrestar los efectos políticos de la globalización. Ésta ha logrado que parte de nuestra dirigencia política piense en la Argentina más como un lugar que un país, y suponga que tener un estado fuerte, Fuerzas Armadas equipadas, una industria de armamento propia (e incluso una industria), sean lujos estúpidos, cosas de viejos.
En AgendAR creemos que no son lujos sino necesidades. Y que volver a fabricar –y acaso a exportar- aviones argentinos nos hace un poco más país.
Daniel E. Arias