Investigadores de la Universidad Nacional de Salta y el CONICET desarrollaron un método para medir la carga viral aérea de SARS-CoV-2 en hospitales y evaluar el riesgo de contagio para el personal de salud.
A más de seis meses de decretada la cuarentena en la Argentina, hay algunas medidas básicas para reducir el riesgo de contraer coronavirus que son bien conocidas, como lavarse frecuentemente las manos, usar barbijo y evitar reuniones, sobre todo en espacios cerrados. Este último punto es un verdadero desafío para hospitales y centros de salud, donde si bien se aplican protocolos para cuidar al personal y a los pacientes que necesitan ser atendidos por otras afecciones, cuando las urgencias y el cansancio se multiplican, los insumos escasean y el sistema está al borde de la saturación, los riesgos de contagio aumentan.
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A la investigadora le surgió la inquietud sobre la posibilidad de que haya transmisión de COVID-19 por aire al poco tiempo de que la pandemia arribara al país. Conversó con colegas de Singapur, donde había realizado su posdoctorado, y le contaron que estaban tomando muestras en hospitales porque habían observado indicios de transmisión aérea.
“Al principio, la OMS aseguraba que las vías de transmisión eran por contacto con una superficie contaminada o por microgotas (de entre 5 y 10 micrómetros), pero no hacía énfasis en la transmisión por aerosoles (gotas más pequeñas que quedan suspendidas en el aire). Por eso, decidimos presentar un proyecto para indagar qué pasaba acá”, cuenta Cruz.
Así fue que se presentaron a la convocatoria del “Programa de Articulación y Fortalecimiento Federal de las Capacidades en Ciencia y Tecnología COVID-19”, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, y obtuvieron un subsidio de $ 950.000. Para poner en práctica el desarrollo, Cruz se contactó con el médico Ricardo León de la Fuente, jefe de Terapia Intensiva del Hospital Papa Francisco y centro de referencia para casos de COVID en la ciudad de Salta, quien puso a disposición las instalaciones del hospital y otros edificios reconvertidos al cuidado de los pacientes, como el Centro de Convenciones, hoteles y una escuela aledaña al hospital.
El método desarrollado por los investigadores consiste en un dispositivo concentrador de aire que se coloca en el ambiente a monitorear y funciona como un “succionador” de microorganismos. El caudal y tiempo de muestreo depende del tamaño de la habitación, pero puede ser de unas tres o cuatro horas. Las partículas microbianas quedan retenidas en una membrana que es como una gelatina que tiene la función de filtrar. Luego, en el laboratorio, eso se coloca en una solución para extraer los ácidos nucleicos y pasar a la determinación a través de una qPCR (reacción en cadena de la polimerasa cuantitativa).
“Es la misma técnica que se usa para hacer los diagnósticos de COVID-19, solo que aplicada a otro tipo de muestra. La diferencia es que, en el diagnóstico de personas, el resultado solo dice detectable o no detectable, no da la concentración. Nosotros diseñamos un sistema para poder cuantificar y conocer la carga viral aérea. A partir de aplicar modelos matemáticos y probabilísticos, podemos saber cuál es el riesgo de que una persona se infecte en determinada situación y de esa manera tomar medidas preventivas”, explica la investigadora.
Algunos lugares a monitorear pueden ser las unidades de terapia intensiva, los baños, las salas comunes, el sector de lavandería y el espacio donde los trabajadores de salud se cambian los equipos de protección personal (EPP). “Las medidas a tomar dependerán de cada situación. Por ejemplo, en el sector de lavandería, si detectamos que existe un efecto de re-suspensión de partículas virales, habrá que aplicar una desinfección sobre la cama antes de retirar las sábanas. También queremos probarlo en los espacios donde se aplica el tratamiento de ibuprofeno inhalado, que está aprobado en Salta. Hay médicos que no quieren usarlo porque genera muchos aerosoles. Si detectamos una importante carga viral, habrá que someter al paciente a otro tipo de aislamiento para evitar riesgos”, señala Cruz.
En cuanto a las dificultades para llevar a cabo el desarrollo, la ingeniera cuenta que lo más difícil fue elegir el dispositivo para tomar las muestras. Si bien hay varias opciones, muchos presentaban diversos inconvenientes. Algunos ocupaban demasiado espacio, un factor muy preciado si se tiene en cuenta que a esta altura, en Salta, ya debieron instalar carpas afuera de las instalaciones hospitalarias para aumentar la capacidad. Otro problema era que algunos dispositivos concentraban la muestra en un líquido. Esto representaba un riesgo porque, en caso de algún accidente en el traslado del equipo, el líquido se dispersaría fácilmente, por lo que finalmente optaron por un dispositivo con membrana gelificada. También evaluaron su uso para otras afecciones, de manera que la capacidad desarrollada tuviera utilidad en el futuro.
El financiamiento llegó a principios de septiembre y pudieron comprar el equipo a mediados del mes (que representó más de la mitad del subsidio). Como la provincia está atravesando un pico de contagios, los investigadores decidieron realizar algunos ensayos básicos de calibración y comenzar a utilizarlo lo antes posible, mientras continúan su puesta a punto. Esta semana realizaron los primeros muestreos: “En los próximos días, seguiremos tomando muestras y analizando los resultados. Estamos en estrecho contacto con el personal del hospital y todos están dispuestos a aplicar las medidas que sean necesarias para reducir los riesgos”, finalizó Cruz.