La vacuna de la compañía biotecnológica estadounidense Novavax contra el COVID-19 entró en la fase final de los ensayos clínicos, que se llevarán a cabo en Gran Bretaña, un país especialmente rigoreado por esta pandemia. El objetivo es incluir a 10.000 participantes de entre 18 y 84 años de edad.
Es la vacuna número 11 que llega a este nivel (fase 3) y merece un análisis por tener la misma base tecnológica que otra vacuna que desarrolla una universidad argentina. Claro que con distinto nivel de fondeo…
Novavax es un fabricante nuevo, sin experiencia en vacunas, que justamente por nuevo fue muy a lo conservador y seguro: una fórmula hecha únicamente de antígenos, es decir proteínas virales irritantes pero sin capacidad codificante alguna.
Es el tipo de vacuna que una agencia regulatoria aprueba de inmediato si los números de efectividad y seguridad dan bien: no hay virus recombinantes como vectores, no hay material genético codificante. Casi todas las vacunas de la historia son así, una sopa de antígenos virales. Pero hay que elegirlos bien.
Hay que decirlo una vez más, es una plataforma sensata y conceptualmente muy parecida a la de la vacuna de la UNSAM, Universidad Nacional de San Martín, desarrollada por el equipo de la Dra. Juliana Cassataro. Sólo que este equipo argentino viene trabajando con una partida del CONICET de U$ 100.000, y en cambio la fórmula de Novavax recibió U$ 1.600 millones de parte del presidente Trump, a través del programa «Warp Speed».
La logística es muy simple: como casi toda vacuna de antígenos, hay que mantenerla entre 2 y 8 grados sobre cero. Aparentemente la Novavax levanta una respuesta importante con una sola dosis, como se vio en la fase 2.
El fabricante principal, lejos de estar en territorio estadounidense, va a ser una empresa de la India con capacidad de fabricar 2.000 millones de dosis por año a precios de entre U$ 4 y U$ 7 cada una, o menores.
En cuanto a los trials de fase 3 de Novavax, tiene la particularidad de que va a incluir una cuarta parte de gente considerada «grupo de riesgo»: mayores de 65 años y minorías étnicas pobres. Si se combina este dato con el país de fabricación y la logística sencilla, queda bastante claro que es una vacuna barata y diseñada para funcionar el mundo REAL.
Por último, el trial inglés se reserva 400 voluntarios sanos para recibir la vacuna antiCovid con una antigripal, de modo de analizar si se producen interacciones desfavorables al suministrarse juntas. Es un modo inteligente de apuntar a una vacuna doble para darse a principios del otoño boreal, suponiendo (con bastante lógica) que el SARS-CoV-2 va a estar circulando algunos años, en lugar de desvanecerse mágicamente cuando disminuya la frecuencia de contagios.
Daniel E. Arias