La curva de contagios en Argentina, la «segunda ola» en Europa

Frente a los números de la pandemia en nuestro país que conocimos ayer 14 de octubre -931.967 contagios, total de muertos 24.922, quienes superaron la enfermedad 751.146, de acuerdo a los registros oficiales- en AgendAR nos pareció adecuado mirarlos en el contexto de esta crónica reciente sobre lo que está sucediendo en los países europeos. Después de todo, los argentinos siempre hemos mirado, tal vez demasiado pendientes, lo que pasa en Europa.

Nuestra idea no es refugiarnos en el consuelo de tontos, el mal de muchos. Creemos que puede ayudarnos a ver nuestro problema en contexto, para evaluar las medidas tomadas y, más importante, las medidas a tomar. Damos nuestra posición en el tema al final.

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«Los mapas de Europa que indican las zonas de alto contagio de coronavirus comienzan a tomar de nuevo tonalidades oscuras, mientras los gobiernos buscan soluciones para evitar una nueva ronda de confinamientos totales, incluso implementando medidas impopulares como el cierre de escuelas, bares y gimnasios.

La República Checa, Bélgica y Holanda se unieron a España como los principales focos de infección en el continente durante el repunte actual de COVID-19. Rusia y muchas otras naciones siguen la misma perturbadora tendencia. Francia ha declarado toque de queda en París y otras regiones, y reimpondrá un estado de emergencia sanitaria, lo que facilita la aplicación de controles adicionales en caso de ser necesarios.

A grandes rasgos, los centros médicos están mejor preparados que durante la primera oleada de la pandemia. Pero muchos profesionales de la salud están frustrados por lo que perciben como un inefectivo liderazgo de las autoridades, que han intentado proteger la salud pública y al mismo tiempo ayudar a las castigadas economías.

Las naciones europeas, e incluso regiones dentro de los propios países, están aplicando estrategias completamente contrastantes. En un área, los bares se consideran focos de contagio, mientras que del otro lado de la frontera o en los límites de la ciudad, son las escuelas las que se perciben como caldos de cultivo.

A continuación una mirada a los principales aspectos del virus en Europa:

La República Checa optó por cerrar escuelas el miércoles a fin de reducir una tasa acumulada de 521 infecciones por cada 100.000 habitantes durante los últimos 14 días, la más elevada de Europa.

«Me disculpo con los directores de escuelas. Me disculpo con los padres de familia por la incertidumbre permanente. Pero es necesario hacerlo y hacerlo rápido», dijo el ministro de Educación checo, Robert Plaga.

La impopular medida fue necesaria para evitar un colapso en el sistema de salud, dijo el ministro de Salud Roman Prymula durante un discurso a nivel nacional el martes, que fue visto por casi la tercera parte del país.

Prymula dijo que el número de maestros y empleados de educación infectados se ha disparado desde septiembre, hasta sumar 4.500 casos, que es incluso mayor a la cifra del personal de salud que ha enfermado por el virus. Los estudiantes representan el 16% de las infecciones, más que cualquier otro grupo, dijo el funcionario.

El número de pacientes hospitalizados se ha duplicado en dos semanas y el ministro del Interior Jan Hamacek advirtió que los hospitales podrían llegar a su máxima capacidad a finales de octubre.

Irlanda del Norte también se enfocó en el sistema educativo al presentar el miércoles las restricciones más estrictas contra el COVID-19 en todo el Reino Unido, ordenando el cierre de escuelas por dos semanas y el cierre de bares y restaurantes por un mes.

En la región de Granada, en España, las autoridades ordenaron que todas las clases a nivel universitario se lleven a cabo exclusivamente online, mientras que la vida nocturna no sufrió cambios.

«Me entristece profundamente que se valoren más los bares que la formación universitaria», dijo Pilar Aranda, rectora de la Universidad de Granada, en declaraciones al diario El País. «Dejan abiertos los bares y cierran las aulas, los seminarios, los laboratorios y las bibliotecas».

Liverpool, en el norte de Inglaterra, se convirtió el miércoles en la primera ciudad en la que entraron en vigor las restricciones gubernamentales más estrictas contempladas en un sistema de tres niveles que obliga al cierre de tabernas y bares que no vendan alimentos.

Las inminentes restricciones causaron caóticos festejos la noche del martes en Liverpool, donde los bebedores salieron a las calles a bailar y provocar a la policía mientras las tabernas cerraban. Las imágenes de las concentraciones inundaron las redes sociales, incluyendo un video en el que se ve a una multitud golpeando un vehículo policial.

«Esas imágenes avergüenzan a nuestra ciudad, es inaceptable atacar a nuestros valientes policías», dijo el alcalde de Liverpool, Joe Anderson, en un tuit. «Nuestro servicio de salud está al límite, 300 hospitalizados y 30 muertos en una semana. Ignorar estos hechos es el motivo por el que estamos en la fase 3 de las medidas.

Además, se prohibieron las reuniones sociales en interiores con personas que vivan en otra casa, y se les recomendó a los habitantes no salir de la zona. Las medidas serán revisadas regularmente, pero podrían prolongarse hasta por seis meses.

Paul Brant, del ayuntamiento de Liverpool, dijo a la BBC que alrededor del 90% de las camas en los pabellones de cuidados intensivos y atención crítica están ocupadas.

Las unidades de terapia intensiva en Bélgica alcanzarán su máxima capacidad a mediados de noviembre si no se hace algo por reducir los contagios, de acuerdo con las autoridades de salud.

Bélgica es el segundo país más afectado de Europa con 429 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Todos los indicadores del virus han empeorado en las últimas semanas, mientras que el número de hospitalizaciones y fallecimientos relacionados con el virus va en aumento.

La semana pasada, Bélgica implementó toques de queda locales y ordenó el cierre de bares en Bruselas durante al menos un mes.

Rusia, con la cuarta mayor cantidad de casos confirmados a nivel mundial: más de 1,3 millones, ha reportado más de 10.000 nuevos casos por 11 días en fila. Las 14.231 nuevas infecciones reportadas el miércoles son la cifra más alta desde el inicio de la pandemia.

Rusia levantó la mayoría de sus restricciones durante el verano. A pesar del deterioro de la situación, las autoridades rusas han descartado la posibilidad de un segundo cierre y no han implementado medidas restrictivas adicionales.

Autoridades de Moscú han instado a los ancianos a permanecer aislados y extendieron las vacaciones escolares una semana. Los alumnos del 6to al 11er grado de la capital ahora tomarán clases en línea durante dos semanas.

«Los estudiantes de mayor edad son más susceptibles al riesgo de contraer el coronavirus», dijo el alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin. «Representan dos terceras partes de los menores infectados».

España se convirtió este miércoles en el primer país de la Unión Europea en rebasar los 900.000 casos. Alemania rebasó las 5.000 nuevas infecciones diarias por primera vez desde mediados de abril, mientras que Suiza reportó un nuevo récord de contagios confirmados por día, principalmente entre adultos jóvenes.

El papa Francisco se disculpó el miércoles con sus feligreses por no poder salir a saludarlos y estrechar su mano luego del repunte de infecciones en Italia y el Vaticano, lo que ha desatado nuevas restricciones.

Con 83 años de edad y sin parte de un pulmón, el papa encaja en la descripción de alto riesgo de complicaciones por COVID-19.

Aun así, se ha mostrado renuente a portar mascarilla, y el miércoles nuevamente apareció con el rostro descubierto, a pesar de que muchos en su séquito y todos los miembros de la Guardia Suiza utilizaban barbijo.

«Me gustaría bajar como siempre y acercarme a ustedes y saludarlos, pero con estas nuevas restricciones, lo mejor es mantener la distancia», dijo a la multitud.»

Esta nota fue preparada por Karel Janicek y Joseph Wilson, de Associated Press, y publicada en Argentina por Clarín.

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Empecemos por descartar, para enfocar con claridad lo que sucede entre nosotros, la tontería tantas veces repetida de «la cuarentena más larga del mundo». La cuarentena estricta duró en nuestro país aproximadamente 60 días: desde el 20 de marzo de este año, todo abril y parte de mayo. Y tengamos presente que una cuarentena estricta no significa «total». Es imposible, aquí y en la China: deben seguir en circulación quienes reparten alimentos, medicamentos, combustibles, el personal de salud, las fuerzas de seguridad…

Y en Argentina, como en la mayor parte del mundo, las tareas rurales -y el transporte vinculado- no se interrumpieron.

Aún así, con esos límites de sentido común, esa cuarentena fue, en su medida, exitosa. Logró aparentemente demorar los «picos» tempranos de contagios que asolaron a la mayoría de los países de nuestra región -con la excepción de Paraguay y Uruguay- y permitió preparar mejor el sistema sanitario en la mayor parte del país.

Ese éxito temporal tuvo, sin embargo, consecuencias negativas. Hizo pensar a muchos, también en el gobierno, que el «modelo argentino» de manejo de la pandemia era el adecuado. Y congeló las respuestas oficiales, y la imaginación de los responsables, en un modelo de «aislamiento obligatorio» que se ha mostrado insostenible en el tiempo.

Porque no se sostiene: los números de contagios que citamos al principio son una evidencia indiscutible. Todavía -fruto probablemente de esa inicial cuarentena- los números de muertes por millón son significativamente más bajos que en otros países de América del Sur. Pero esa diferencia está disminuyendo.

Sugiero que pongamos en su lugar, menor, la influencia de la «grieta», que domina y oscurece el debate político. Un sector de la oposición trata de capitalizar el fastidio de los ciudadanos con las restricciones que siguen en vigencia. Tal como en EE.UU. y Brasil lo hace el oficialismo. Nada nuevo, lamentablemente, en las sociedades modernas.

Pero ese no es el factor decisivo. Nuestros compatriotas -salvo grupúsculos- no enfrentan las restricciones tan belicosamente como sucede en algunos países europeos (los bebedores ingleses y los juerguistas italianos, por ejemplo). Simplemente, las pasan por alto. Por necesidad, por irresponsabilidad, por cansancio…

(Hace pocos días publicamos en AgendAR un estudio sociológico de Semán y Wilkis sobre los motivos de esta extendida desobediencia. Es una lectura útil).

Cualquiera que se moleste en ver lo que sucede en las aglomeraciones urbanas, en las autopistas argentinas, se dará cuenta que un porcentaje muy alto de la población ignora esas restricciones vigentes. «La cuarentena no existe», como reconoció el presidente (¿en un momento de descuido?).

Y tratar de volverla a poner en vigor -salvo en algunos rubros o en algunas localidades pequeñas- es imposible. El Estado argentino no cuenta con los medios de coerción para eso. Sería necesario reimponer el servicio militar, para contar, en algunos meses, con centenares de miles de jóvenes con una disciplina rígida y sin contacto con sus familias.

En realidad, creemos que buscar una solución completa y satisfactoria es un camino engañoso, hasta que lleguen las vacunas (que también representarán nuevos y complicados problemas). Asimismo, hay que descartar las frases que la política ha convertido en clichés, como el de «aislar a los contagiados y a sus contactos cercanos» ¿Dónde encerramos a algunos cientos de miles de personas?

Es necesario volver a usar la imaginación para buscar respuestas puntuales y paliativos. Y enfrentar el hecho que los argentinos vamos a seguir conviviendo en estos meses con este virus, con confinamientos parciales y con rebrotes. Como en Europa. Como en el resto del mundo.

A. B. F.