El ingeniero franco-español Tomás Pueyo se volvió viral con su teoría de la danza y el martillo para aplicar la cuarentena. Dice que hoy sólo se puede mitigar el virus.
En marzo de este año, Tomás Pueyo empezó a escribir en las redes sociales algunas reflexiones sobre la por entonces reciente pandemia de coronavirus y cómo frenarla. La reacción a sus comentarios fue tal que siguió el consejo de sus amigos, y acomodó esas ideas en un posteo que publicó en Medium. Tuvo una enorme repercusión y el segundo, “El martillo y la danza”, tuvo 40 millones de vistas. “Es loco, porque no soy experto en epidemiología ni doctor en medicina. Pero esto habla del hecho de que hoy, con Internet, cualquiera puede acceder a los datos y a los medios para distribuirlos”, reflexiona Pueyo.
Este franco-español de 38 años es ingeniero, empresario y escritor. La viralización de su teoría de la danza y el martillo lo convirtió en referente, speaker y consultor de gobiernos. En Argentina también se tomaron en cuenta estos principios para establecer la estrategia de gestión de las cuarentenas. La teoría propone, primero, aplanar el pico de contagios con medidas duras de distanciamiento social (el martillo), para luego controlar la evolución según el riesgo (la danza) e ir recuperando la vida cotidiana.
Hoy, 10 meses después de los primeros casos de coronavirus en el mundo, Pueyo cree que hay cosas que cambiaron, pero otras no tanto: por ejemplo, la diferencia entre los países desarrollados, que pudieron mantener una baja prevalencia, y los países en desarrollo, que no lo lograron. “Vemos que tenemos que forzar a los gobiernos a hacer pruebas, aislamientos y cierre de fronteras imponiendo controles de manera más activa que hacer solo un lockdown (cuarentena estricta)”, explicó en un panel en el Roche Press Day.
En este encuentro virtual, especialistas internacionales analizaron los desafíos y enseñanzas para la gestión de la salud en Latinoamérica en la pandemia y más allá de ella, cómo sus consecuencias impactan en las enfermedades no transmisibles y cómo las soluciones digitales y la participación ciudadana pueden mejorar los sistemas sanitarios.
Pueyo contesta el reportaje de la periodista argentina Adriana Santagati:
—Argentina aplicó una cuarentena temprana y, siete meses después, estamos entre los países con más casos. ¿Qué falló?
—Argentina hizo mucho de lo que se sabía en ese momento. Cerró el país para entender rápidamente que es lo que pasaba, y al principio tuvo bastante éxito, pese a todo. En la mayoría de las ciudades del país no había casos. Pero lo que paso al principio, específicamente en Buenos Aires, es que hubo focos en barrios más pobres que no se pararon y luego de ahí salieron a las zonas colindantes. Es un problema al que no se había enfrentado el mundo hasta ese momento, quizás el país que estuvo más cerca fue Singapur, que tuvo un brote muy fuerte a finales de marzo, en los barrios más pobres donde había mucha gente junta y por ende es muy difícil controlar el virus.
–¿Qué se debería haber hecho?
–Lo que falló es que lo que se supo hacer bien en Buenos Aires no se aplicó lo suficientemente rápido en Buenos Aires. En el barrio 31 y en Quilmes (NdR: se refiere a Villa Azul) se cerró el barrio, se traía la comida y se testeaba a todo el mundo, y en esos barrios se paró. Pero ese aprendizaje no se utilizó lo suficientemente rápido en el resto. Lo segundo es que una vez que ya está descontrolado y a pesar de aplicar un martillo no eres capaz de controlarlo, hay que darse cuenta de que si algo no funciona seguir usándolo no va a ayudar. Una de las claves del martillo no era solamente parar la epidemia, sino aprender y saber qué hacer. Si el martillo no está funcionando, mantenerlo aplicado es durísimo para la economía. Y eso no se tiene que hacer.
—¿Habría que haber flexibilizado antes esa cuarentena y haber pasado a una danza en otras condiciones?
-Absolutamente. Pasar a la danza cuanto antes. Hay muchas medidas que se pueden tomar. El barbijo se tomó bastante bien, pero el testeo y rastreo de contactos no estuvo al mismo nivel, tengo entendido. Otro punto es que también Argentina tuvo mala suerte porque justo empezaba el invierno y la gente se queda más en casa y esa es muy mala receta para el coronavirus: estás encerrado, no hay aireación buena y hay muchas más infecciones. Eso es una oportunidad que está viniendo para Argentina, porque a medida que el tiempo mejore se puede enfocar en tener todo lo que se pueda de actividad al aire libre. Eso, con las otras medidas, sí puede parar el virus. Lo que no se puede hacer es mantener un martillo tanto tiempo porque es demasiado caro.
The Hammer and the Dance (El martillo y la danza), el escrito que Tomás Pueyo publicó el 19 de marzo y se volvió viral y motivo de consulta de líderes de todo el mundo.
—Hablando con los resultados puestos… ¿en qué momento se debería haber flexibilizado el martillo?
—Es una posición muy difícil para un gobierno tomar esas decisiones, y lógicamente sé menos del caso especifico de Argentina que el gobierno, pero te puedo decir que inicialmente el martillo —por lo que se vio en China— tendría que haber tenido éxito a las siete semanas. Si a las siete semanas ves que no has sido capaz de pararlo, tienes que replantearte la estrategia.
—Mencionaste los testeos. ¿La falta de más testeos fue una de las fallas?
—Sin duda. La tasa de posibilidad de Argentina es altísima, llegó al 60%. Una positividad del 60% significa que no tenemos ni idea de los casos que hay. Es difícil, porque faltaban reactivos en ese momento. Si no tienes testeo, el rastreo de contactos, aislamiento y cuarentena se vuelven imposibles.
—¿Y qué es lo que habría que hacer ahora, que nos acercamos al millón de casos y superamos los 25.000 muertos?
—(Piensa y calcula en voz alta) Muy probablemente haya más de un millón de casos en Argentina, esos son los oficiales. Personalmente, lo que diría es que va a ser imposible suprimirlo. Es posible que el verano ayude, pero todo lo que puedes hacer es mitigarlo. Y mitigarlo de la manera menos costosa posible. Todas las partes de la economía que sean las más costosas para cerrar, hay que evitarlas todo lo que se pueda. Como las escuelas: es extremadamente costoso mantenerlas cerradas. Si se hace inteligentemente, hay que abrirlas.
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Desde AgendAR tenemos que señalar que en el Ministerio de Salud de Israel no piensan lo mismo. Pero es cierto que el de las escuelas es uno de los temas donde hay afirmaciones más contradictorias.
En cualquier caso, la dificultad para aplicar estas medidas que recomienda en nuestro país son principalmente su extensión, su carácter federal y el transporte por carretera de los insumos esenciales.