Expertos mundiales en vacunología y epidemiología analizan el escenario que viene con las vacunas.
En unas semanas, cuando se anuncien los resultados de la fase 3 de varias vacunas que en tiempo récord ya están en el tramo final de su desarrollo, la ciencia le dará a la humanidad una herramienta valiosa para combatir al nuevo coronavirus. ¿Será suficiente para terminar con la pandemia?
Desde que se notificó el primer brote, el 31 de diciembre pasado en Wuhan, China, 214 laboratorios de distintos países comenzaron a trabajar en vacunas y 500 hospitales, a ensayar posibles terapias.
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Algunos retomaron investigaciones que tenían sobre los coronavirus SARS-CoV y MERS-CoV, que –al igual que el SARS-CoV-2, el coronavirus nuevo, responsable de esta pandemia– provocan síndromes respiratorios agudos. Por eso pudieron avanzar rápido, en menos tiempo del que demandaría usualmente un desarrollo común, que podría demorar hasta 10 años. Otros experimentaron con nuevas tecnologías que demandan menos tiempo de elaboración.
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“Los tiempos se acortaron de un modo excepcional porque la situación de pandemia es única, por presión de la población y también de los gobiernos, pero ninguna vacuna se aplicará si antes no cumplió con la fase 3 y fue aprobada”, explica Emilio Malchiodi, director del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (UBA-Conicet).
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Hoy existen 45 vacunas, basadas en distintas plataformas (es decir, el modo en que están hechas), que se encuentran en etapas clínicas, de ensayos en humanos; 11 están en fase 3 (la última antes de solicitar una aprobación); y 6 de ellas: la de Oxford/AstraZeneca, la rusa Sputnik V, las chinas Sinopharm y CanSino Biologics, la de la empresa estadounidense Pfizer asociada con la alemana BioNtech y la china Fosum Pharma, y la de Moderna, de los Estados Unidos, son candidatas para completar su última fase hacia fin de año o en principio de 2021.
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“No vamos a tener vacunas suficientes para todos en 2021, ni siquiera para todos los individuos de alto riesgo.”
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“Están avanzadas, y tres de ellas –la rusa Sputnik V, la de Pfizer/BioNtech/Fosum Pharma y la de Moderna– dieron hace unos días resultados preliminares alentadores, de entre 90 y 95 por ciento de eficacia, pero no van a estar listas para aplicarse enseguida. Si sus resultados finales son buenos, iniciarán otro paso: pedir las aprobaciones a organismos de regulación internacionales y locales. En nuestro país, la Administración Nacional de Medicamentos , Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT). Eso es parte de un protocolo ineludible”, dice Malchiodi.
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Después vienen otras etapas complejas: fabricación (la mayoría propone dos dosis), distribución y aplicación. Un operativo que, por el volumen de personas a vacunar, miles de millones, nunca se hizo en la historia.
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“No vamos a tener vacunas suficientes para todos en 2021, ni siquiera para todas las personas con alto riesgo de formas graves de Covid-19 o riesgo ocupacional. Por eso, grupos de expertos en vacunas, salud pública y ética están elaborando recomendaciones para que los gobiernos maximicen los beneficios de la vacunación y la contención de la pandemia. En 2021, y hasta que se logre una inmunidad razonable, debemos mantener las medidas de protección”, comenta Carlos Alberto Guzmán, un referente global en vacunología, jefe de Investigación en Vacunas del Centro de Estudios de Enfermedades Infecciosas Helmholz, en Alemania.
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“Las vacunas, aún con el nivel de eficacia esperado, no pondrán fin a la pandemia”, asegura Gregory Poland, director de Investigación de Vacunas de Mayo Clinic, en los Estados Unidos.
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Y plantea dos escenarios: “Si nos sorprenden gratamente y resultan ser muy efectivas y logran proteger a un porcentaje muy alto de la población, podremos empezar a manejar esto. Pero si eso no sucede, continuaremos con tapabocas y tendremos que esperar a la segunda generación de vacunas”, advierte.
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¿Rápidas y seguras?
La seguridad, las procedencias, la rapidez de su fabricación. Varios elementos crean dudas sobre las primeras vacunas que saldrán a enfrentar al coronavirus. A eso, además, hay que pasarle el tamiz de las comunicaciones contradictorias de autoridades sanitarias. Entonces: ¿Es segura la rusa? ¿Las nuevas, basadas en ARNm, son mejores? ¿No les faltarán más pruebas? ¿Serán obligatorias?
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A grandes rasgos, lo que tienen en común estas vacunas es que buscan enseñar al sistema inmune a reconocer al nuevo coronavirus y, con distintas estrategias y mecanismos (en eso se diferencian), frenarlo. Y ese objetivo requiere un proceso y un tiempo. ¿Su aceleración conlleva riesgos?
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“Los tiempos están siendo acortados y eso genera ciertos riesgos inevitables, como lo ha dicho bien claro la European Federation of Pharmaceutical Industries and Associations en sus notificaciones. Ese es el argumento esgrimido para pedir inmunidad (legal) contra procesos civiles o una indemnización si eso ocurriese”, comenta Guzmán.
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Y cita algunos ejemplos de lo que podría pasar: “Ese acortamiento de tiempos provocaría, tal vez, no poder detectar efectos adversos tardíos o que requieran algún tipo de concomitancia. Tampoco vamos a saber la duración de la respuesta de protección. El riesgo potencial podría ser mayor para tecnologías nuevas que nunca se utilizaron para ninguna otra vacuna”, detalla.
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Un enigma ruso
“La vacuna rusa se basa en una idea única e interesante, pero que aún no ha sido ampliamente probada, por lo que no tenemos ningún dato sobre su eficacia o seguridad. No sabemos qué sucede cuando se administra a un gran número de personas. No estoy a favor de pensar que podría ser obligatoria, no debería serlo esta o ninguna otra. Hay que esperar los resultados completos de la fase tres”, sentencia Poland, de Mayo Clinic.
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Kirill Dmitriev, CEO del Fondo Ruso de Inversión Directa, organismo que financia el desarrollo de esa vacuna, sin embargo, se anima a picar en punta. “Nuestra ventaja clave es que nos basamos en adenovirus humanos, una tecnología ya probada. Estamos confiados; en mi caso, mi familia, mi mujer y mis padres, ya fueron vacunados. Y la Argentina será uno de los primeros países en ser protegidos”, dice, como para despejar las dudas que se instalaron cuando el 2 de noviembre el gobierno argentino anunció que compraría 25 millones de dosis sin haber visto aún resultados de la fase 3.
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Denis Logunov, director adjunto del Centro Nacional de Investigación en Epidemiología y Microbiología Gamaleya, donde nació la Sputnik, también quiere un voto de confianza. Comenta que en diciembre se publicarían esos esperados resultados en la revista médica The Lancet. Y cuenta detalles de la vacuna que vendría al país.
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“La vacuna que llegará a la Argentina será elaborada, mediante la transferencia de nuestra tecnología, en India, Corea del Sur y China, con nuestra supervisión y protocolos. En nuestro país planeamos hacer de 5 a 6 millones de dosis por mes durante el año que viene. Y también estamos dispuestos, si la Argentina lo desea, a que ustedes la produzcan en su territorio”, dice.
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Sobre la inmunidad que permitiría alcanzar, sólo comenta que espera que “sea muy duradera”.
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Otro obstáculo en el camino hacia el fin de la pandemia es la inmunidad. ¿Qué porcentaje de la población debería estar inmunizada para que el coronavirus perdiera fuerza (si es que no lo hace antes naturalmente)?
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“Si las vacunas que están en última fase de desarrollo son exitosas, aproximadamente entre un 60 y 70 por ciento de la población mundial debería inmunizarse para garantizar el fin de la pandemia”, calcula Soumya Swaminathan, científica jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Ese sería el porcentaje ideal, pero el objetivo para 2021 es alcanzar por lo menos un 20 por ciento”, agrega su colega Kate O’Brien, directora del departamento de Inmunización de la OMS.
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“Hay que tener en cuenta que no sabemos cuánto va a durar la protección de las primeras vacunas. Se asume que va a ser por lo menos uno o dos años, pero no hay certeza: no hubo tiempo durante el desarrollo clínico para evaluarlo. En el peor escenario, habría que producir vacuna para inmunizar a los que no fueron inmunizados y vacunas para refrescar la inmunidad de los que se vacunaron en el primer año”, comenta Guzmán.
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Para Poland, también es un problema no contar aún datos certeros: “No tenemos datos de durabilidad. En 2021, los estudios recopilarán datos de eficacia. ¿Qué sucederá en el otoño o el invierno siguientes? No lo sabremos hasta que lleguemos a 2021 y a 2022. Mi sentido común indica que si estas vacunas resultan ser seguras y eficaces, será en los años 2022-2023 cuando finalmente podremos lograr dominar esta pandemia. Y eso es porque creo que vamos a descubrir que vamos a necesitar dosis de refuerzo”.
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¿Se vienen más olas?
Miguela Caniza es directora del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Investigación pediátrica St. Jude, de los Estados Unidos, y una entusiasta de las prospectivas.
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“Hay que enfrentar esta pandemia con información. A nivel personal, uno debe saber cuál es su verdadero nivel de riesgo frente a Covid-19 y actuar en consecuencia. Y a nivel global, continuar elaborando modelos que nos permitan vislumbrar qué se puede esperar y prepararnos”, dice, y comparte datos vitales, especialmente sobre Sudamérica.
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“Según estudios publicados en Science, en este año, debido a la alta transmisibilidad del virus (incluso por aire en espacios cerrados), existe una alta probabilidad de continuar la infección de individuos susceptibles. Además, no se conoce completamente la duración de la inmunidad y las personas pueden tener segundas infecciones. Por eso se predice más de una ola de brotes de Covid-19 en cualquier región, incluida Sudamérica, a menos que exista una vacuna eficaz y antivirales efectivos. Por ahora no tenemos estas intervenciones farmacológicas implementadas, de modo que seguiremos teniendo brotes durante los próximos 3 a 4 años”, detalla.
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Como pediatra, asume que “la salud del niño sano ya está resentida por la pandemia” y recomienda que no se descuiden los calendarios de vacunación.
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“Millones de niños no recibieron sus vacunas pediátricas en este 2020, y las consecuencias las veremos recién en los próximos años”, revela Guzmán. Otra razón más para preguntarse cuándo termina esto.
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