(La 1ra, 2da, y 3ra partes de este artículo están aquí, aquí, y aquí)
Sea por “soft power” o directamente por hardware, EEUU nunca deja de ser el propietario real de las armas complejas que te vendió y te cobró. El Ministro de Defensa de Malasia, Mahatir Mohammad, se lo dijo el 20 de mayo de este año a la cadena qatarí Al-Jazeera (ver aquí): si la Malasian Royal Air Force trata de usar sus cazas F-18 contra un estado con el cual Washington no autoriza guerras, los aparatos sencillamente no obedecen.
Las computadoras de misión tienen código cerrado, y están microcableadas de modo que sólo se las pueda reprogramar en EEUU. De modo que, como admite Mahatir, los F-18 de su flota son impresionantes, pero sólo sirven para desfiles aéreos.
El ministro malasio dice también que sus cazas rusos MiG-29 y Su-30 jamás tuvieron ese problema, y que por eso ahora que tienen sus añitos está interesado en reemplazarlos por MiG-35 y el Su-57, la generación siguiente: tienen código abierto. Los rusos también lo dejan elegir el armamento misilístico o las actualizaciones que se le dé la gana a Malasia, incluidos municiones y misiles de la OTAN.
Es bueno saber esto de fuente autorizada. Lamentablemente para nosotros, los rusos ahora sólo tienen cazas bimotores, unos monstruos muy temibles y en los de 5ta generación, bastante invisibles al radar, pero todos ellos muy caros de mantener.
Mahatir sospecha, taimado, que los aliados de EEUU que usan armamento avanzado estadounidense saben que no son libres de usarlo como les parezca, pero para no parecer totalmente idiotas, se hacen los idiotas. Compatriotas, si alguna vez nos atacan los 53 F-16 chilenos, resultado de 4 compras sucesivas, aparatos que desde 2002 nuestros foristas más babosos viven envidiándole a la FACH, eso difícilmente ocurra sin acuerdo de Washington. ¿Queremos pagar como duques por aparatos con esas restricciones? Como dice Sancho Panza: “Con su pan se los coman”. Cada vez me gusta más el logotipo Industria Argentina.
Los Saab Gripen comprados por la República Checa, tan letalmente utilitarios
Suecia ya nos dijo que nos olvidáramos del mejor monomotor occidental, el Saab Gripen, muy exitoso. Está lleno de aviónica inglesa de BAE y la turbina es una Volvo fabricada bajo licencia de General Electric. Brasil, que tras mucha sarasa de un caza UNASUR se cortó solo y fabrica el Gripen bajo licencia sueca (y a U$ 120 millones cada uno), también nos echó flit. Sigan participando. Gracias: a ese precio, ni ahí.
Si EEUU, con tal de que no compremos Pakistaní-Chino nos ofreciera sus F-16 viejos o nuevos, directamente o por terceros, y supiéramos a ciencia cierta que sus computadoras tienen código libre y están limpias de interdicciones decididas a la vera del río Potomac, no vale la pena subrayar cómo vendrán de destripados. Sin radar AESA o misiles de capacidad BVR (Beyond Visual Range), y tampoco que la hora de vuelo por esas unidades de desfile no bajará de U$ 7000, más o menos el doble de la del JF-17 chino-pakistaní.
Igual, eso no va a suceder: los F-16 en Argentina, con o sin instrucciones subhipnóticas yanquis, encarecerían la custodia militar de las Malvinas por Inglaterra: en Port Stanley, la paisanada kelper se sentiría traicionada por EEUU, y también que ya no alcanza con 4 viejos Eurofighter Typhoon de la RAF para dormir sin frazada. ¿Acaso somos malos piratas informáticos?
Y es que hablando de piratería, incluso los chinos, coreanos, taiwaneses, españoles y otros que le compran licencias de pesca a Stanley sentirían miedito de meterse de noche a extraer 250.000 toneladas de recursos pesqueros del Mar Argentino, incluida su Zona Económica Exclusiva.
Todo rearme argentino, aunque tibio, pondría en estado de ansiedad a los isleños, que exigirían que Whitehall gaste más plata para que, con la venta de 1887 licencias de pesca sobre NUESTRAS aguas y sólo a España, puedan seguir siendo los sudamericanos más ricos del planeta, con un PBI per capita de U$ 70.800/año. Las islas le cuestan caras a esas otras islas, las del Reino Unido, donde el PBI per capita es de sólo U$ 35.200. Y EEUU no quiere confundir ni fundir a Whitehall, a su representante en zona.
El impactante J-10 C chino, que no se exporta. Lamentablemente…
En fin, que no tenemos más remedio que hacer cola en Islamabad o en Beijing (ya nos aclararán adónde) y sentarnos a negociar. Por supuesto, cuando nos atiendan en Beijing, conviene apuntar más alto: en lugar del JF-17, codiseñado por China y Pakistán exclusivamente para exportación, pidamos un J-10, que los chinos o no logran vender, o más bien se reservan para uso propio.
El J.10 es también monomotor, pero con ala delta y canard, más pulsudo y veloz que el JF-17, y con mayor capacidad de carga útil. Amén de lo cual, es bellísimo… y extrañamente familiar. Es una fotocopia del Lavi israelí, caza que la IAI intentó construir en los ’80, hasta que EEUU les dijo que se olvidaran. Claro, competía con el F-16, entonces novedoso, y el aparato israelí era claramente más liviano, veloz, ágil, barato y capaz.
Uno de los 3 Lavi israelíes que se llegó a fabricar antes de que EEUU detuviera en seco el programa. Si no es por las escarapelas, uno diría que es un Chengdu J10. Obviamente, Israel le vendió los planos a China. Ninguna de las 3 partes lo admite.
Los israelíes se pusieron de la nuca (en los ’80 eran mucho más rebeldes que hoy), y la cosa se discutió a gritos en el gabinete, donde tras días de sesiones agotadoras se aceptó cajonear el proyecto Lavi por escasos dos votos. La Fuerza Aérea Israelí tuvo que comprar el F-16 (al que le cambió todo, casi por venganza), la Israeli Aircraft Industries tuvo que echar a 20.000 personas, y este país se mentalizó para escaparse de su pesadísimo aliado hacia el futuro: la guerra electrónica, la vigilancia, el espionaje y la seguridad informáticas… y los drones.
¿Cómo terminó el Lavi fabricado, con apenas un cambio de escarapelas, por Chengdu Aircraft y con nombre de dragón? En Tel Aviv y en Beijing niegan toda transferencia de tecnología, y en Washington por una vez les toca hacerse los idiotas a los autodenominados americanos. Si desde 1975 han logrado fabricar más de 4500 F-16 y se los pudieron vender a 26 países, fue gracias a la «cortesía» de Israel, que retiró del mercado mundial su propio caza.
Pero el J-10 C contemporáneo está lleno de secretos tecnológicos ulteriores a los ’80, que no le das a un país que el día de mañana te traiciona y le entrega tu avión a los técnicos yanquis, categoría que nos comprende, por nuestro exceso demográfico de viudas de Lockheed. De modo que entiéndase que pedir el J-10C es una causa perdida y la intención es conseguir el mejor JF-17 posible con las mejores condiciones posibles.
Y el JF-17, que viene probando ser muy bueno y cuya hora de vuelo vale LA MITAD de la del F-16, lo quiero sobre todo para fabricarlo. Volarlo es a lo sumo una consecuencia de fabricarlo. Usarlo en otra cosa que desfiles sería un fracaso político, pero obviamente las computadoras de vuelo y de misión están entre las cosas que exigiremos fabricar aquí.
¿Por qué usarlo fuera de desfile o entrenamiento sería un fracaso político? Porque el sentido último de las armas es no tener que usarlas. El J17 es un caza excelente para tener en cantidades limitadas y así disminuir el riesgo de vivir en desarme aeronáutico unilateral, mientras voy desarrollando una aviación 2.0, cada vez más robótica, propia y exportable. El riesgo de nuestro desarme unilateral desde 1982 es creciente, en un país que desde aquel año vino perdiendo territorios insulares y marinos por 1,6 millones de km2, y en peligro de perder territorios continentales. Somos una tremenda tentación.
Tengo 66 años y no creo que vaya a ver cómo Inglaterra (en realidad, los EEUU) nos devuelve las Malvinas: antes se congelará el infierno, como dicen los gringos. Pero espero que mi hijo no tenga que pelear tras la pérdida de Tierra del Fuego, mientras nuestro país trata desesperadamente de parar un avance chileno por la Meseta Central de Santa Cruz.
Creo que eso podría ocurrir dentro de 2 décadas, cuando venza el Tratado Antártico y tengamos que encarar negociaciones jodidas con gente jodida que maneja bien los hilos de la política sudamericana, caso en el cual Whitehall, si Washington concuerda, bien podría decidir empujar a Chile a una blitzkrieg patagónica. Está dentro de los usos y costumbres. ¿O acaso en 1931 la Standard Oil de New Jersey no hizo que la dictadura de turno en Bolivia ocupara militarmente el puerto fluvial paraguayo de Masamaklay, para tener una salida hacia el Paraná y el Atlántico de «su» petróleo en Tarija? Esa guerra, la del Chaco, terminó como empezó, con ambos países exhaustos, y 100.000 muertos.
Sudamérica es un barrio bravo y de paz precaria. Los territorios que cada república reclama como suyos y son del vecino, sumados, dan más o menos la mitad de la superficie del subcontinente. Por lo cual, y sin desmedro de mi antimilitarismo político, creo en una Argentina militarmente capaz. Esto se puede lograr no tanto con fuerzas armadas enormes y caras, sino tecnológicamente capacitadas y apoyadas en una industria propia de armamento. Industria que ya tuvimos y perdimos, y de la cual salieron nuestra industria qúimica, nuestra siderúrgica, nuestra electrónica, nuestra metalmecánica, y siguen las firmas. Y que además genere -porque ya lo hizo en el pasado- trabajo bien pago y de alta capacitación, y exportaciones, amén del prestigio y el “soft power” diplomáticos que adquiere quien tiene buenos fierros para vender. Industria de defensa aquí es defensa de la industria.
Mi modo de encarar los temas militares, como se ve, es espantosamente civil y pacífico, y trata de no caer en la bobera ingenua. Es lo que aprendí de 35 años de interacción con nuestro programa tecnológico más exitoso: el nuclear. Que pese a haber estado fundacionalmente y hasta 1983 bajo la égida de la Marina, no ha producido jamás una bomba, pero sí muchas exportaciones, prestigio, y la certeza de que no conviene empujarnos a la desesperación porque no tenemos ganas de hacer bombas, aunque sabemos bien cómo hacerlas y con qué. Dicho esto a riesgo de pelearme con el 90% de los visitantes asiduos de los foros de armas, cuyas nociones científicas, geopolíticas y de manejo de la ortografía son raíz cúbica de su intensidad patriótica y su vehemencia bélica.
Por último, algunas sugerencias. Si el JF-17 lo vamos a fabricar en buena medida aquí (eso espero, puedo equivocarme), metámosle mano al diseño. Siguen algunas ideas.
¿Concluirá? Sí, mañana
Daniel E. Arias