La nueva cepa del coronavirus SARS-CoV-2 que avanzó a gran velocidad en el sur de Inglaterra, llevó a imponer una cuarentena estricta y dejará a los habitantes de esa región sin festejos de Navidad, puso a virólogos de todo el mundo en pie de alerta. También en la Argentina, la tienen bajo su lupa.
Aunque todavía hay muchas preguntas sin respuesta, según los datos difundidos por el equipo que asesora al primer ministro británico, Boris Johnson, esta variante (denominada B.1.1.7) se transmite un 70% más rápido que la conocida y ya es responsable del 62% de los nuevos casos confirmados de Covid-19. Sin embargo, los datos con los que se cuenta hasta ahora no permiten afirmar que produzca cuadros más graves o mayor mortalidad.
(Ayer, el ministro de Salud británico, Matt Hancock, afirmó que la nueva cepa del coronavirus que registra el país en esta segunda ola está «fuera de control». Así justificó el confinamiento de Londres y parte de Inglaterra.)
Esta cepa presenta 23 mutaciones (o «erratas» en las 30.000 letras que componen el texto genético del microorganismo); específicamente, en la proteína S del virus, que se encuentra en la corona y se une a los receptores celulares para permitirle el ingreso a las células del anfitrión. Esta proteína es también la que utiliza la mayoría de las vacunas en desarrollo para promover la respuesta inmune.
Los científicos todavía no pudieron establecer dónde se originó. «Es muy difícil saberlo, principalmente por lo distante y divergente que es con respecto a las secuencias disponibles relacionadas (este linaje tiene 14 variantes), lo que las agrupa lejos de otros virus descriptos -explica Humberto Debat, virólogo del INTA.
«Por otro lado, los virus más similares a esta variante detectados hasta el momento corresponden a aislamientos de Inglaterra, Gales y Escocia, por lo que el origen podría ser en el mismo Reino Unido. Es importante destacar que ese país secuenció el 45% de todos los virus SARS-CoV-2 disponibles en el planeta (126.000 de los 274.000 totales), por lo que podría haber sesgos muestrales que distorsionen los árboles evolutivos (es decir, que se parezca a otros virus de Gran Bretaña porque casi todo lo secuenciado es de allí)».
Todos los virus mutan y la B.1.1.7 no es la primera variante detectada en el SARS-CoV-2. A poco del comienzo de la pandemia, emergió otra llamada D614G, que aumentaba moderadamente la transmisibilidad. En el verano nórdico surgió otra en España que se expandió al resto de Europa. En noviembre, Dinamarca ordenó sacrificar millones de visones tras detectar en 12 seres humanos la Y453F, que se había extendido por las granjas de cría de esos animales y que estos habían adquirido de sus cuidadores. La que preocupa más en este momento es la que ocasionó un brote en Sudáfrica, llamada 501.V2. «Se está dando algo similar a lo del Reino Unido -comenta Debat-: una variante muy distinta que de pronto aumentó drásticamente la prevalencia. Tiene algunas mutaciones en común con la británica, aunque de origen independiente».
Casos importados
Para Debat, la Argentina no está a salvo del ingreso de la B.1.1.7. «Aunque en Gran Bretaña se movieron rápidamente ordenando aislamiento total y diversos gobiernos restringieron el ingreso de personas provenientes de esa zona, la nueva variante surgió a finales de septiembre y tuvo tiempo de diseminarse por Europa y, eventualmente, por el resto del mundo. Ya se detectó un caso importado de Gran Bretaña en Australia, y a medida que se secuencie más, aparecerán otros. Probablemente esté circulando mucho, solo que no la estamos viendo». (También se detectó en Italia, en un viajero recientemente llegado de Londres).
Por su parte, la viróloga Andrea Gamarnik, investigadora del Conicet en el Instituto Leloir, subraya que todavía hay que seguir estudiándola. «Los virus de ARN mutan y mucho; si hay mutaciones que aparecen con más frecuencia puede haber muchas explicaciones: desde un evento al azar hasta un mayor adaptación del virus. En este último caso, puede que el virus infecte más, se transmita más o no. No sabemos. Sí es importante secuenciar los que circulan en distintos países y registrar los cambios para hacer estudios más específicos. Por ejemplo, una de las mutaciones que apareció es en el dominio de unión al receptor RBD de la proteína spike (S) y se está estudiando qué impacto tiene en su función. Es difícil dar una respuesta porque no se sabe. Hay que analizar qué pasa con cada variante en cada lugar. Seguro que hay mutaciones en otros lugares que no se secuenciaron y que no conocemos».
Como sea, dada la alta incidencia de Covid-19 que se registra en estos momentos en el hemisferio Norte, en aras del «principio precautorio», hay quienes piden que se tomen medidas ya mismo para no volver a ingresar casos importados, y menos con la nueva variante. «Habría que cerrar los vuelos desde el Reino Unido lo antes posible, como ya hicieron Bélgica e Italia -reclama Roberto Etchenique, químico analítico de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA-. Incluso si fuera una falsa alarma, habría que contactar a todos los que vinieron en los últimos 10 a 15 días desde allí y detectar a sus contactos estrechos sintomáticos o asintomáticos, para aislarlos».
El sociólogo de la UBA, Daniel Feierstein, coincide: «Vuelve a ocurrir lo mismo que en febrero: no se sabe, hay dudas, pero el costo de la medida no es muy alto y la pérdida puede ser enorme».
Todos los especialistas consultados coincidieron en que es poco probable que mutaciones aisladas afecten la eficacia de las vacunas, porque estas generan protección contra muchos lugares de la proteína S. «Es temprano para saberlo -dice Juan Pablo Jaworski, también del INTA-. Falta ‘correr’ muestras de individuos vacunados contra esta variante para ver cuánto cae la neutralización y a partir de allí sacar conclusiones».
El riesgo, entonces, hace que valga la pena seguir de cerca estos hallazgos.