YPF se desprende de una de las piezas arquitectónicas más destacadas de la ciudad de Buenos Aires, famosa por ser diseñada por el mundialmente conocido arquitecto argentino César Pelli. Y esta noticia menor de una gran empresa, dispara una reflexión de AgendAR sobre los cambios en nuestra vida que la pandemia ha provocado. O simplemente aceleró.
«La petrolera estatal YPF pondrá en venta su Torre, verdadera pieza insignia de Puerto Madero y sede de la compañía desde el año 2008. La información habla de ejecutar la operación ni bien se alcance una oferta con el valor esperado.
La decisión se enmarca en la estrategia de la petrolera de concentrar sus recursos en el «core«del negocio, la produccion de energia (y financiar con los recursos parte del plan de trabajo), pero también apunta a engrosar la política de austeridad y gestión eficiente que la firma que conduce Sergio Affronti parece haber adoptado en esta etapa.
Se busca así mitigar con ingresos adicionales un periodo sumamente difícil para todo el sector de los hidrocarburos pero particularmente para la compañía que, en el tercer trimestre informo mejores resultados pero que, de todas formas registraba un rojo de u$s 1.637 millones. Y eso que ha sido autorizada a subir el precio de los combustibles.
Un cálculo rápido para esta operación podría arrojar una cifra cercana a los u$s 400 millones para aquél que quiera (y tenga los recursos) para quedarse con esta pieza arquitectónica, verdadero ícono del barrio de Puerto Madero por ser proyecto de uno de los arquitectos argentinos más reconocidos a nivel mundial como fue César Pelli, fallecido en 2019.
Se trata de una torre de 160 metros, 33 pisos y 3 subsuelos que desde su concepción buscó tener, según la descripción de los profesionales, “diferentes percepciones visuales”, donde uno de los gestos arquitectónicos más reconocibles es una intersección de volumen ubicado en su planta baja, entre un cuadrado de lados curvos rotado 45 grados, apuntando uno de sus vértices hacia el centro de la ciudad, con un triángulo, también de lados curvos, con una de sus puntas señalado hacia el río y evocando a la proa de un barco.
Al margen de numerosos detalles, la fachada también resulta icónica porque presenta, con una mayor transparencia en el sector correspondiente, un jardín de invierno con árboles que se ubica entre los pisos 26 y 31 tomando la altura de estos 5 niveles, siendo esta otra de las características diferenciales del edificio.
Hace algunas semanas, fue la propia compañía la que confirmó la venta de un edificio que tenia en el centro porteño por u$s 30 millones. Se trata de la Torre Blanca, situada en Tucuman 744, fue adquirida por la estatal AYSA, que hasta ese momento alquilaba ese mismo espacio.»
Reflexión de AgendAR:
En realidad, ya está en el título: ¿Quiénes comprarán edificios de oficinas? ¿Qué empresa invertirá en estructuras que la pandemia, y el teletrabajo, están haciendo obsoletas?
La primera observación que surge ya está en la nota: la decadencia de los edificios de oficina es parte de la transformación que ha impulsado la pandemia de covid-19 en función de las posibilidades que ha generado el trabajo remoto y de lo oneroso de mantener estructuras de importantes dimensiones.
Pero se puede ir más lejos con la imaginación: el microcentro de Buenos Aires, el centro y el sur de Manhattan, las anchos bulevares de Miami, … gran parte de todas las grandes ciudades modernas son… edificios de oficinas. Rascacielos orgullosos, o largas manzanas de altura uniforme, como las diagonales Norte y Sur de nuestra capital.
Ya se iban vaciando, lentamente. Los alquileres altos, la predilección de quienes trabajaban en ellas por estar cerca de sus casas con algo de aire y luz, hacían que las empresas mudaran sus oficinas a las afueras. Pero el covid aceleró todo.
Y los grandes edificios de oficinas permanecen cerrados y muertos. El microcentro de Buenos Aires hace pensar en Pompeya y Herculano… con ratas.
Una vez que logremos impedir que Rodríguez Larreta levante una barrera de edificios entre la ciudad y el río -si lo conseguimos- habrá que pensar que hacemos con los edificios de oficinas vacíos. ¿Convertirlos en una atracción turística?