Después de siete meses con las escuelas cerradas, el 13 de octubre volvieron los primeros alumnos de sexto año a los colegios técnicos de la Ciudad. En los días sucesivos se sumaron los estudiantes de los últimos años de las escuelas primarias y medias. Recién un mes después, el Gobierno porteño habilitó el regreso de todos los estudiantes, desde jardín maternal hasta adultos, a partir del lunes 9 de noviembre.
Claro que no fue un regreso normal. En realidad, ni siquiera se trató de clases presenciales. Por la realidad epidemiológica que afrontaba en octubre, con los casos en una curva descendente pero todavía con circulación comunitaria, la ciudad solo estaba en condiciones de desarrollar actividades de revinculación, encuentros recreativos y lecciones de apoyo al aire en formato burbuja. Es decir, un docente con no más de nueve estudiantes. Siempre el mismo docente con los mismos estudiantes para que no haya interacción entre los distintos grupos.
El ministerio de Educación porteño puso a disposición los pedidos de licencia con motivo de COVID-19 durante el año pasado. Los datos muestran que entre octubre y diciembre, el período en el que estuvieron abiertas las escuelas, las licencias disminuyeron al compás de la evolución de la pandemia en la Ciudad. La curva porteña refleja el piso de contagios en los primeros días de diciembre y después un rebrote paulatino hasta los casi 1.500 casos diarios que registra hoy.
Según los registros oficiales, entre los 46.627 docentes porteños del sector público, 727 solicitaron licencia por coronavirus. Si bien no estuvieron en las aulas, los maestros sí siguieron dando clases virtuales y entregando los bolsones de comida. Por lo cual, también podían pedir una licencia.
“El número de licencias solicitadas por coronavirus fue bajísimo. Una mirada rápida puede indicar que fue gracias a que no hubo clases presenciales, pero si observamos la evolución de las licencias todo el año, podemos ver que no existe correlación alguna entre el regreso a instancias presenciales y el aumento de casos de contagio entre docentes”, señaló Manuel Vidal, subsecretario de Carrera Docente.
Solo el 1,56% de los docentes porteños se pidió una licencia por COVID-19 durante 2020. El pico de los registros coincidió con el punto más álgido de la pandemia en la Ciudad de Buenos Aires: entre agosto y septiembre, cuando todavía las escuelas seguían cerradas. En cambio, la apertura educativa no parece haber influido en la tasa de contagios entre los maestros.
“La curva de contagios siguió el mismo comportamiento que en el resto de la sociedad”.
“Lo que certifican los datos es que la vuelta a la presencialidad no es riesgosa cuando se lleva a cabo con los cuidados y los protocolos pertinentes. Cumpliendo pautas claras, las escuelas de la Ciudad son espacios seguros para que los chicos y sus docentes puedan encontrarse”, advirtió Vidal, que reconoció que la asistencia de alumnos entre octubre y diciembre no fue masiva por “lo restrictivo de los protocolos”.
La Ciudad de Buenos Aires tiene previsto iniciar el ciclo lectivo 2021 el miércoles 17 de febrero. El ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, ha dicho: “Las medidas restrictivas pueden convivir con el inicio de las clases presenciales”. Pero será necesario saber qué pasa con el aumento de los contagios diarios en la Ciudad que informamos en otra nota de hoy.