Qué pasará cuando estemos vacunados. Lecciones de la experiencia israelí

No vamos a poder expulsar al Covid-19 del planeta, pero tal vez cuando un porcentaje alto de humanos esté vacunado los números pinten parecidos a los de Israel hoy. Allí ya hay un 51% de vacunados con el doble pinchazo, único caso, hasta ahora, en el mundo. Lector, se va a sorprender de cómo cambia el panorama.

Un primer informe de Maccabi, una de las 4 prepagas autorizadas por el Ministerio de Salud israelí, tomó datos de inicialmente 523.000 socios vacunados a partir de la primera semana de la 2da dosis y los midió contra la performance de 628.000 socios no vacunados.

Del grupo vacunado, sólo hubo 544 contagiados luego de la segunda dosis, lo que corresponde al 0,1%. 15 de ellos requirieron de hospitalización, 8 con síntomas leves, 3 con moderados y 4 con agudos. Ninguno murió.

Como grupo control, Maccabi usó los datos de otros 628.000 socios no vacunados, de los cuales 18.245 se infectaron durante la investigación. En un primer cálculo, Maccabi determinó que la eficacia real de la vacuna era del 93%. Téngase en cuenta, además, que en Israel ya empezaba a circular las variantes B.1.1.7 “británica” y B.1.351 “sudafricana”, más contagiosas y patogénicas.

Hay más detalles impresionantes. En febrero, ya el 84% de los israelíes mayores de 70 tenían las dos dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech, pero sólo el 10% de la población bajo los 50 años estaba en la misma condición.

Maccabi comparó también el uso de respirador, un recurso de terapia intensiva exclusivo de paciente muy comprometidos, entre los vacunados sub 70 y los no vacunados sub-50. Resulta que entre los primeros, cayó un 67%, mientras que entre los segundos, subió (explicación posible: las nuevas cepas). El punto de inflexión de ambas curvas está en diciembre.

A partir de ese mes, sucedieron tres cosas:

  • El 20 de diciembre los mayores de 70 empezaron a recibir su primera dosis
  • Ese mes hubo un agravamiento de la pandemia, debido a la intercurrencia de las cepas virales británica y sudafricana
  • El 8 de enero se decretó una cuarentena muy estricta, que puede haber “pisado” los números de quienes tuvieron que llegar a respirador.

Yaniv Erlich, profesor de biología computacional del Centro Interdisciplinario del laboratorio My Heritage, en Herzliya, busca ver si la vacunación masiva logra encontrar “el Santo Grial” en este tipo de campañas: ¿corta el contagio?

Para ello, Erlich viene midiendo al azar y a ciegas la carga viral de hisopados de nariz y garganta de distintos grupos etarios en todo el país. Hasta ahora, encontró que a partir de los 60 años, la franja donde la vacuna ya está muy instalada, la carga empezó a bajar abruptamente a partir de las últimas dos semanas de enero, mientras que la de los ciudadanos de entre 40 y 50 años (todavía poco vacunados) se mantiene estable.

Los resultados de Ehrlich son preliminares, pero apuntan a que incluso un enfermo (sintomático o no), se vuelve menos contagioso al descender su carga viral en garganta y nariz. Es lógico, con este virus que uno se contagia fundamentalmente por inhalación de los aerosoles emitidos por la respiración de otros.

Éste fue el comentario al respecto tuiteado el 1ro de febrero, cuando la campaña ya iba cobrando carrera, por Eran Segal, experto en “Big Data” del Instituto Científico Weizmann en Rehovot: “Lo decimos con precaución: empezó la magia”.

Si lo dice un informático de alto nivel, la magia tal vez es que se entienda algo. Pero las curvas y gráficos de Segal son clarísimos. Si quiere ver cómo se derrumba esta pandemia de mierda bajo los martillazos de una “blitzkrieg” vacunatoria como no hay otra en el planeta, entre los ciudadanos de 60 o más, Segal midió un 35% menos de contagios, un 30% menos de hospitalizaciones y un 20% de enfermedad severas. Y aunque son cifras de las últimas dos semanas de enero (las de fines de febrero, que no tengo en detalle, son probablemente mejores), todavía dan para aplaudir de pie.

La magia, para bajarla a números más de hoy, es ésta: si Ud. recibió la vacuna completa, sus chances de entrar con IRAG secundario a Covid-19 a un hospital son 43 veces menores que las que Ud. tuvo en 2016 (por dar un año gripal bravo) de terminar allí por un IRAG gripal. Repito: 43 veces menos. Y va de nuevo: 43.

La Pfizer es una vacuna muy cara y difícil de conseguir. La magia de Israel consistió en comprarlas entre U$ 49 y 56 la dosis, según las fuentes sean Maccabi o Clalit (otra de las 4 ONGs prepagas autorizadas por la salud pública israelí).

El ciudadano de a pie en EEUU las paga (vía gobierno) a U$ 39, y por eso sólo el 6% de los autodenominados americanos están vacunados, contra el 51% de los israelíes, que entre los mayores de 55 se vuelve un 95%. Ni Pfizer ni el gobierno estadounidense han dicho nada al respecto. Y es que ni uno ni otro se ocupan mucho de la salud pública.

Como admiten los hombres justos y piadosos: “Hay un mundo mejor, pero es carísimo”.

Israel puede ser un buen modelo miniaturizado del mundo futuro, tal vez el de 2023 o 2024, cuando la escasez de vacunas quizás no sea ya el mayor problema y tampoco los cuellos de botella logísticos, pero de todos modos queden en pie dos obstáculos para vacunar a todo el mundo:

  • Una parte del mundo no tiene cómo pagar o gestionar su vacunación.
  • Otra parte del mundo no se quiere vacunar en absoluto.

El Ministerio de Salud Palestino, con sede en la Orilla Occidental del Jordán, compró vacunas a fabricantes más baratos que Pfizer (todos lo son). Por ahora, la plata les dio para 10.000 Sputnik-V a distribuir entre los 5 millones de habitantes de los territorios militarmente ocupados desde 1967, que comprenden también la Franja de Gaza.

Con tan pocas dosis, fuera de los médicos de hospital y los pacientes transplantados, la población palestina deberá arreglárselas con el fondo COVAX dirigido por la Organización Mundial de la Salud, una suerte de “Dios te ayude” largo de generosidad y de plazos pero corto de vacunas. Su punto a favor: acepta diversos dioses, incluso únicos.

El otro punto flojo de la campaña israelí son los “haredim” locales, judíos ortodoxos ultrarreligiosos. Sólo el 22% aceptó vacunarse.

Pero el distanciamiento social además les resulta imposible porque los haredim son mayormente pobres: cada mujer tiene 6,6 hijos en promedio y por ende viven con doble hacinamiento: doméstico y urbanístico, en barrios y ciudades de traza muy cerrada. Además, están los constantes rituales que definen su identidad: rezo comunal, baños comunales, grandes fiestas y ceremonias bajo techo, con oración, canto o baile vigorosos. En la situación infectológica actual, son eventos perfectos de supercontagio.

Por eso, aunque son el 12% de la población, los haredim israelíes suministran el 28% de los casos de Covid-19 del país, y han llegado al 40% en momentos pico. Esto le aseguró al resto de la población más secular, una alta circulación comunitaria del virus SARS CoV2 desde marzo de 2020 hasta que terció la vacunación. El grado de conflicto político entre los haredim y los israelíes seculares, que es fundacional y empezó con el siglo XX, en 2020 llegó por primera vez a la violencia.

En las callejuelas de Bnei Brak, municipalidad haredi al Sur de Tel Aviv de 210.000 habitantes pero con al menos 75.000 portadores, la Policía acordonó la ciudad, cerró los templos, baños comunales, seminarios y “yeshivas” (escuelas talmúdicas). Trató de imponer el toque de queda, en medio de tremendos enfrentamientos callejeros. Fue el momento de aparición de algunos rabinos negociadores que instaron a sus fieles a aceptar la fórmula de Pfizer, el tapabocas y otras nuevas cargas, pese a que no figuran en el Talmud.

Una foto difícil: un joven haredi recibe la primera dosis en Bnei Brak

            Pero el éxito en ese frente es escaso: ¿cómo hace un estado democrático para vacunar por la fuerza al 12% de sus ciudadanos, sin dejar de ser democrático? ¿Y dado que la pura fuerza tampoco logra gran cosa, cómo hace para convencer a los líderes comunitarios de esa minoría?

Como el SARS CoV2 resulta más letal para hombres y viejos, y los rabinos haredi más prestigiosos caen en ambas categorías, en 2020 protagonizaron una moridera tremenda. Esto al estado israelí le genera un nuevo problema de interlocutores: nunca hubo una pirámide de mando única en el rabinato haredi con la cual negociar, pero ahora el liderazgo está más fragmentado que renovado.

Otra foto impensable: un haredi preso por desacatar la cuarentena en Jerusalem

            Son algo más que anécdotas de color. Ponen en su marco el intento de un gobierno de coalición muy desgastado de vacunar a toda una población muy pequeña, pero con islas de resistencia casi intratable. Y va subrayado con triple línea roja: lo que se logró en Israel –y recién empieza- es impresionante.

En Argentina podríamos llegar a eso y más. Pero sin pagar U$ 56 la doble dosis de vacuna. Por el contrario, cobrando. En los siguientes capítulos explicamos cómo y por qué.

(Continuará)

Daniel E. Arias

(La segunda parte de este artículo está aquí)