La reunión del Papa Francisco con el Gran Ayatollah Al-Sistani

En el Islam no hay una iglesia, en el sentido en que la institución existe en las distintas vertientes del cristianismo. Lo que se encuentra en la religión musulmana es el reconocimiento, por la comunidad de los fieles, de la sabiduría y autoridad espiritual de hombres muy versados en el Corán y en las tradiciones. Sin embargo, en la vertiente chiita del islamismo -en especial en la dominante en Irán e Irak- esa jerarquía está más formalizada, y ejerce una autoridad mayor sobre la comunidad.

Por eso -y por el papel clave que esa región tiene en la geopolítica actual (en realidad, que ha tenido desde hace unos 6.000 años)- nos parece oportuno reproducir esta entrevista de la periodista Elisabetta Piqué a un experto del Pontificio Instituto de Estudios Árabes Islámicos que asesora al Papa.

ooooo

BAGDAD.- ¿Quién es el ayatollah Sayyid Ali al-Husayni al-Sistani y por qué es tan importante su encuentro con el papa Francisco en la ciudad santa chiita de Najaf, uno de los momentos más significativos de su viaje a Irak?

De 90 años, Al-Sistani es una suerte de papa de los chiitas, rama del Islam que se diferencia de la sunnita (mayoritaria en el mundo) y que venera al imam Alí, primo y yerno de Mahoma, cuya tumba se encuentra en Najaf, tercer lugar de peregrinación después de la Meca y Medina. Es un líder de gran autoridad moral, inmensamente popular y de enorme influencia en todo el mundo chiita más allá de las fronteras de Irak. Algunos hasta podrían decir que es el verdadero hombre al frente de Irak, país cuyos gobiernos y fuerzas armadas aparecen demasiado débiles e incapaces de defender la soberanía nacional.

En su encuentro con Francisco, le dijo que los cristianos de Irak deben “vivir en paz y en seguridad” y beneficiarse de “todos los derechos constitucionales”.

Frágil y silencioso, Al-Sistani es una figura clave de la política iraquí y símbolo viviente de un Islam chiita moderado y muy distinto del de la teocracia política impuesta por la revolución islámica de 1979 en Irán.

No aparece en público, recibe muy pocas visitas y emite los sermones de las oraciones de los viernes a través de uno de sus representantes. Nacido el 4 de agosto de 1930 en Mashad, Irán, es un hombre de paz, tanto es así que algunos lo consideran el Nelson Mandela si no del mundo árabe, al menos del mundo chiita.

Un cartel de promoción de la reunión entre el Papa y Al-Sistani

“Es una figura enormemente respetada. Y desde el momento en que Saddam Hussein fue derrocado, fue el mayor defensor de la democracia de Irak, de las elecciones democráticas, de la paz y del rechazo a la venganza”, explica Chris Clohessey, sacerdote sudafricano experto en chiismo del Pontificio Instituto de Estudios Árabes Islámicos.

”Yo lo veo casi como un Nelson Mandela del mundo árabe, o al menos del mundo chiita, porque tiene la misma idea de que la venganza no nos ayuda, así que es inútil la represalia, sino que hay que buscar otros caminos. Al-Sistani es una especie de Mandela porque llamaba a los chiitas a no tomar represalias cuando el régimen del partido Baath de Saddam Hussein los reprimía, porque no valía la pena. En el primer período post-Saddam alentaba a la gente a ir a votar. Incluso alentó especialmente a las mujeres y hasta hizo una fatwa [sentencia] especial para decirles a las mujeres: deben ir a votar, es su deber”, evocó.

Al-Sistani también tuvo un rol crucial en la derrota del grupo terrorista Estado Islámico –sunnita-, que de 2014 a 2017 ocupó dos tercios de Irak, provocando desplazamientos internos, barbarie, muerte y destrucción. El gran ayatollah llamó a los iraquíes a unirse en su contra.

“En la lucha contra EI, la voz de Al-Sistani se levantó muy fuerte: ‘tenemos que derrotar a EI’. Además exhortaba a los chiitas a no tomar represalias cuando había ataques contra lugares chiitas, diciéndoles que ‘no es tu vecino sunnita el que te está atacando, son grupos radicales, no tomes represalias’. En esto creo que fue realmente extraordinario y por eso, reitero, lo considero un Nelson Mandela”, precisó.

Clohessey también explica que en el mundo chiita hay dos “escuelas”, como si se tratara de Oxford y Cambridge: la escuela de Najaf, cuyo líder es Al-Sistani y la de Qom en Irán.

En los últimos años, cuando la población iraquí salió a la calle para protestar masivamente contra la corrupción y el desastre económico, Al-Sistani invitó a los manifestantes y a la policía a mantener la calma y no recurrir a la violencia. Además, pidió la renuncia del gobierno y una reforma electoral, que sucesivamente se dieron.

Después del homicidio del general Qassem Soleimani en Bagdad el 3 de enero de 2020 (decidido por el ex presidente estadounidense Donald Trump), respaldó el fin de la injerencias externas en Irak.

Clohessey destacó la importancia entre el encuentro entre lo que algunos llaman el “papa de los chiitas” y el “papa católico”, que comparten un modo de vida austero y de bajo perfil.

“Aunque vienen de dos mundos muy distintos, el papa Francisco y Al-Sistani tienen muchas cosas en común. Los dos son hombres que llegaron a la conclusión fundamental de la urgencia de la paz, no pedacitos de paz, sino de una verdadera paz, basada en la justicia”.

Además, resaltó su importancia teniendo en cuenta la relación que el Papa tejió con el jeque Ahmed al-Tayeb, de la Universidad de Al-Azhar, figura clave del mundo sunnita (que representa cerca del 80% de los musulmanes), con quien firmó un Documento sobre la Hermandad en Abu Dhabi en febrero de 2019, que luego le inspiró la encíclica Fratelli Tutti.

“El encuentro con Al-Sistani cierra la segunda parte del abrazo al mundo musulmán, porque el papa Francisco está diciendo ‘estoy abrazando a todos los musulmanes’, no sólo a un grupo y pienso que esto va a ser muy bien recibido en todo el mundo”, concluye Clohessey.

VIALa Nación