Para ser precisos, fueron dirigentes de la principal oposición al gobierno nacional, Juntos por el Cambio, quienes tomaron la bandera del «retorno a las aulas» ya en el año anterior. El Ejecutivo, tras dudas y un prolongado análisis, se decidió por autorizar las clases presenciales, con protocolos de seguridad y de acuerdo a las circunstancias de cada provincia.
Aún hoy, a más de un mes del comienzo de las clases, muchas personas -un porcentaje importante, según distintas encuestas- están en desacuerdo con esas medidas. Pero las autoridades nacionales y de la Ciudad de Buenos Aires muestran estadísticas triunfalistas. Sin embargo, hay algunas señales ominosas en el horizonte cercano.
El 17 de este mes se cumplió un mes desde el inicio paulatino del ciclo lectivo en forma presencial en la Ciudad de Buenos Aires. A modo de balance, el gobierno porteño difundió los primeros datos oficiales que procuran disipar la presunción de la escuela como foco de contagios: tan solo se infectó el 0,17% de los alumnos y docentes.
En total, entre escuelas públicas y privadas, retomaron la presencialidad 700.518 personas, que incluye a estudiantes, docentes, directivos y personal no docente. Entre todos ellos, hasta ese momento se registraron 1.215 contagios, que incluyen los casos detectados en los (escasos) testeos para docentes desde antes de la vuelta a clases.
El 60% de los hisopados positivos fue en el personal educativo, y el 40% restante fue en los chicos. Resultó necesario aislar preventivamente a 494 burbujas, lo que representa el 1,09%.
“De estos casos que se aislaron preventivamente por contacto dentro de la misma burbuja se positivizaron luego solo el 0,017%”, informaron desde la cartera educativa, desde donde también destacaron el alto nivel de presentismo de los alumnos (89%).
“Este primer mes fue muy emocionante y desafiante para todos. Después de mucho tiempo con clases remotas, los chicos y chicas pudieron volver a sus aulas. Esto generó un impacto muy positivo tanto en lo social como en los aprendizajes. Vamos a seguir en esta dirección para ir ganando espacios de presencialidad, siempre que la situación epidemiológica nos lo permita”, fue la conclusión de la ministra de Educación de C.A.B.A., Soledad Acuña.
Por su parte, el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, había declarado a Télam que hay un «balance positivo» a casi un mes de lograr el objetivo del regreso a las clases presenciales en todo el territorio argentino, y aseguró como «una buena señal» que solo el 1% de los casos sospechosos por coronavirus en escuelas porteñas hayan dado positivo.
«Creo que es un balance positivo, a casi un mes de lograr el objetivo del regreso a la presencialidad en todo el territorio argentino, con la aplicación de los protocolos, aunque sabemos que es una escuela distinta a la que queremos, pero es lo que nos permite dar un regreso escalonado y sostenerlo».
Pero hay un hecho nuevo y ominoso en el horizonte. Coincidente con el retorno a las aulas -aunque nada indica que estén vinculados- comenzó un ascenso paulatino del número de contagios registrados en todo el país. Las hipótesis más probables del motivo apuntan al ingreso de nuevas cepas del virus, más contagiosas, desde el exterior.
El hecho es que -aunque los alumnos corren un riesgo mucho menor que los adultos mayores de contraer la pandemias en sus formas más graves- pueden contagiarse y contagiar tanto como sus mayores. Esto cabe también, por supuesto, para los docentes y el personal auxiliar.
Justamente este jueves El País, de España, decía -con ese tremendismo que los diarios europeos usan para referirse a lo que sucede en Latinoamérica «Las nefastas consecuencias de no cerrar las aulas durante la pandemia en Nicaragua. La decisión del Gobierno de mantener las clases presenciales ha tenido un impacto negativo en la calidad de la educación y en la salud de alumnos y docentes…«.
Y la propia agencia francesa de noticias, France24, había avisado el jueves anterior «Expertos piden reevaluar la política de apertura de colegios en Francia«.
Para aportar a la polémica, señalamos que el estudioso Daniel Feierstein sugirió que encuestas realizadas por la Universidad Nacional de Quilmes mostraban que, aunque una mayoría de los ciudadanos estuvieran de acuerdo con determinadas precauciones de la pandemia, al mismo tiempo pensaban que «la gente estaba cansada» y que los que pensaban como ellos eran menos.
Como sea, la decisión fue tomada. A esta altura, sólo cabe esperar que los hechos no demuestren que fue una decisión equivocada.