Decisiones nucleares, antes del viaje a China

Dr. Carlos Aráoz, ex gerente de combustibles de la CNEA y experto en ciencia de materiales

PRÓXIMAS DECISIONES SOBRE GENERACIÓN NUCLEOELECTRICA Y SOBRE COMBUSTIBLES

12-04-2021

Carlos Araoz

            En la próxima misión a China nuestras autoridades podrían tratar, entre otros temas, la oferta china de una central nuclear tipo Hualong-1 de 1180 Mwe a instalarse en Atucha, Lima, provincia de Buenos Aires. La nueva planta se añadiría a un parque nucleoeléctrico formado por Atucha-I de 360Mwe, Embalse (en Córdoba) de 680 Mwe) y Atucha-II de 750 Mwe. Las tratativas se iniciaron hace ya dos gobiernos. Hubo manifiesto interés chino y repetidas solicitudes del lado de ellos por una decisión.

La muy difícil situación que atraviesa nuestro país puede llevar a  decisiones impuestas por el corto plazo. Sin embargo, tales decisiones deberían ajustarse a nuestras políticas de largo plazo, aplicadas en su momento en cada una de las tres centrales hoy en operación. De lo contrario estaríamos inutilizando medio siglo de esfuerzos tecnológicos, con lo que nos costaron como inversión y con todo lo que nos hicieron ganar como desarrolladores de tecnología propia.

Sabemos que la Hualong-1, el tipo de central que nos ofrece China, por ser de uranio enriquecido, no cumplirá en política nuclear con el paradigma de total independencia en materia de suministro local de combustible. Sabemos también que la compra de una central “llave en mano” hará difícil la participación de nuestra industria, y ése siempre fue el otro paradigma.

Hay un interés chino de tipo netamente comercial y geopolítico en que compremos su Hualong-1: somos el país más prestigioso de la región en términos de desarrollo nuclear, un posible trampolín hacia el resto de Latinoamérica. Pero también debe haber un interés argentino: que el proyecto de combustibles permita, dentro de un plan de largo plazo, el mantener capacidades de generación nucleoeléctrica independiente. Estará en la habilidad negociadora de la próxima misión argentina y sus responsabilidades acercar las posiciones de las partes.

Como consecuencia de la falta de una licitación China se mueve cómoda, sin competencia, y trata de hacer su mejor negocio. Así, para la fabricación nacional de los elementos combustibles, la propuesta china presentada por la Nuclear Energy Industry Corporation (CNEIC) desde 2018 exige que firmemos un acuerdo de licencia y transferencia de tecnología. Además de presentar un modelo de contrato típicamente comercial, lo que se ofrece normalmente a países sin desarrollo alguno en la materia, resulta caro: vale decenas de millones de dólares imposibles de justificar, amén de restricciones comerciales para su uso.

Recipiente de presión de la Hualong-1 que empezó operaciones en Fuqing en 2020.

            Nada de esto es aceptable para Argentina. Nuestro país desarrolló sus primeros combustibles nucleares de reactor en 1958. Actualmente fabrica libremente los combustibles de sus tres centrales activas sin haber pagado jamás una patente.

Debemos tener presente que la decisión de compra que responda a las circunstancias actuales afectará varios gobiernos sucesivos: la obra estaría terminada en unos ocho años, luego vienen los pagos y mientras no tengamos capacidad de enriquecimiento dependeremos de que  alguien nos suministre el uranio enriquecido para mantener esos 1180 Mwe disponibles para la red eléctrica,

Podríamos terminar la dependencia en un futuro si se toma la decisión de una fuerte inversión en desarrollar centrífugas para enriquecer uranio, y luego para instalar una planta industrial. El proyecto es estratégico por naturaleza y requeriría de una continuidad presupuestaria y firmeza diplomática mantenida a lo largo de varios gobiernos. No ha sido lo típico en nuestra historia reciente.

Brasil, el ejemplo regional en la materia, comenzó hace décadas su  proyecto de desarrollo de enriquecimiento con centrífugas y tiene finalmente su instalación comercial operando en Resende. Brasil logró eso porque su programa de enriquecimiento tuvo continuidad bajo protección política y presupuestaria de la Marina, deseosa de desarrollar propulsión nuclear para sus submarinos, como el SBN Almirante Alvaro Alberto.

Aquí en Argentina la CNEA ha sido y seguirá siendo responsable de todos los aspectos del combustible nuclear para reactores nacionales de potencia e investigación. Esto incluye desde  prospección geológica para determinar reservas de uranio, minería, y las tareas de investigación, desarrollo tecnológico y fabricación necesarios para asegurar el suministro a nuestros reactores. A esto debemos agregar el planeamiento a largo plazo, comercialización, acuerdos nacionales e internacionales, etc.

Desde su nacimiento en 1950 y hasta 1994, por tratarse de una institución estratégica, la CNEA dependía directamente de presidencia de la Nación, situación que desde aquel año cambió varias veces. Durante el período presidencial 2015-2019 y con el evidente propósito político de disminuir la jerarquía de la CNEA en la organización del Estado, el organismo fué a depender de una subsecretaría y las negociaciones con China en materia de combustibles fueron pasadas a Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA).

Esta empresa, responsable de la instalación y operación de las centrales, nunca desarrolló ni fabricó un combustible. Sin embargo, se encarga hoy de la negociación y aceptó hacerlo sobre la base de la oferta china, que la CNEA rechaza. Se solicita a las actuales autoridades que, vistos sus efectos, pongan las cosas en su lugar a la brevedad. Zapatero a tus zapatos.

Considerando que haya urgencia y se formalice ahora la compra de la central, propongo que con la firma del contrato se haya acordado que el combustible nacional (debidamente calificado por el proveedor) integre parte del primer núcleo, y que no haya pago por derechos para nuestra  fabricación.  Esta transferencia de tecnología debe entenderse incluida en el precio  de la central, como ya fue el caso con AECL proveedora de Embalse, y de SIEMENS, proveedora de las Atuchas I y II.

También debe estipularse que el acuerdo para combustibles se trate mas adelante porque no hay  urgencia pero si fuerte controversia entre las partes e incluso distintas posiciones chinas entre la empresa CNEIC y la CAEA (China Atomic Energy Authority), el organismo gubernamental chino de mayor jerarquía en el área nuclear. Además, el armado de la mesa de negociación para tratar los numerosos proyectos de inversión (que incluye la central Hualong-1) no es la adecuada para el tema combustibles. En esa mesa los objetivos de  un “Joint Venture” para desarrollo conjunto y de largo plazo de capacidades no tienen cabida.

Fabricación de vainas de aleación de circonio para elementos combustibles (EC) de centrales nucleares en CONUAR SA, “joint venture” de la CNEA y Pérez Companc con planta ubicada en el Centro Atómico Ezeiza. CONUAR fabrica los EC de todas nuestras centrales, y además exporta componentes.

            Una base necesaria para esta negociación quedó establecida en el “Acuerdo entre CNEA y la Autoridad China de Energía Nuclear de la República Popular China (CAEA)”. Fue firmado el 4 de febrero 2015 luego de duras discusiones entre la presidenta de la CNEA, Lic. Norma Boero, y la autoridad china mencionada, la CAEA.

Éste es un acuerdo entre iguales, como ha sido norma con nuestros proveedores anteriores de centrales, y ha sido totalmente ignorado por NA-SA y por la CNEIC en la discusión de la propuesta actual, a pesar de que lo firmado en 2015 sigue en plena vigencia legal. Parece que llegado el momento de la verdad prevalecen los intereses comerciales sobre las declamadas expresiones de cooperación, solidaridad, interés común, etc.

La generación nucleoeléctrica contiene dos negocios principales y de diferentes características pero similar magnitud. Uno es la instalación de la planta, y el otro, el suministro del combustible durante los años de operación. Si la Argentina no toma a su cargo el negocio de instalar una central de uranio enriquecido de más de 1000 MWe es porque no tiene capacidad ni financiación para afrontarlo. En cambio, para el negocio de combustibles está preparada, y éste negocio debe seguir siendo argentino.

Diferente sería el caso de que nuestra próxima central fuera de tipo CANDU con uranio natural, negocio en el cual estamos más que preparados para que tanto la central como sus combustible sean nacionales. La falta de financiación, en este caso, no es un obstáculo terminal: la inversión se puede hacer con proveedores únicamente nacionales y en pesos. Varios  especialistas han informado sobre el tema. No es un debate que haya terminado.

Además de no haberse fijado condiciones para caso chino mediante una licitación, Argentina como compradora de la central hoy no está haciendo valer la autoridad implícita en ese rol. Pero, como escribió el anterior presidente (y poeta) de China, Deng Xiaoping, “esconde tu fuerza, espera tu tiempo”.

“Pellets” o pastillas de cerámica de dióxido de uranio, en este caso enriquecido a grado central, que rellenan los tubos de circaloy de los elementos combustibles.

ooooo

La opinión de AgendAR sobre este tema:

El Dr. Aráoz, junto con Jorge Sabato, estuvo involucrado en el combustible de nuestro primer reactor nuclear (el RA-1) en 1958, y en la transferencia de la tecnología de su fabricación a la firma de ingeniería Degussa, de la República Federal Alemana, aquel mismo año. Y en 1984 fue cofundador de CONUAR. No hay mayores autoridades en Argentina con igual experiencia acumulada en combustibles nucleares.

Aráoz es uno de los responsables de que la Argentina jamás haya pagado una patente al respecto, causa por la cual además hoy el país puede exportar componentes para elementos combustibles sin infringir patentes. Todos sus desarrollos al respecto son soberanos y pertenecen a la CNEA, es decir al pueblo argentino.

Creemos que Aráoz tiene razón en que la Argentina debe negociar los combustibles de la Hualong-1 por vía separada de la construcción de la central en sí. De iniciarse hoy a la mañana esa obra, tendría 6 años para llegar a un acuerdo conveniente para la Argentina con CNEIC, mientras la central avanza construida por CNNC, la China National Nuclear Corporation, empresa madre, y todavía tendrá 3 o 4 años más de gracia hasta que la Hualong-1 deba recambiar 1/3 de su primer núcleo de combustibles.

Deben ser dos negociaciones y dos contratos. Y no se pueden firmar concesiones injustificables en el contrato de combustibles: ya éramos expertos en el tema cuando China puso crítica su primera central nucleoeléctrica, en 1991. Y lo que se firme será largamente vinculante: una Hualong-1 tiene una vida útil de 60 años.

Finalmente, también es cierto que ésta debe ser una negociación de la CNEA y no de NA-SA. Para algo la CNEA tiene 200 expertos en combustibles, gracias a lo cual hoy exporta componentes metálicos para centrales a la India, e INVAP pudo vender reactores a Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita y Holanda.

NA-SA no sabe de combustibles y desde 2018 no es un tema que le interese. Ésta firma llegó a tener un vuelo tecnológico enorme bajo la dirección del Ing. José Luis Antúnez. Pero con otra dirección muy distinta y tras echar en 2018 a sus expertos de la Unidad de Gestión (los que terminaron Atucha II y retubaron Embalse), volvió al perfil con que la creó el presidente Carlos Menem: el de una operadora. Mientras la central funcione y venda energía, NA-SA cobra. Su relación con las centrales retrogradó a ser la de un taxista con su automóvil: no pretende diseñarlo, y menos que menos fabricar su combustible.

Todo operador puro es un importador natural: ¿qué central le conviene más? Una que venga resuelta “llave en mano”, como viene un auto desde la concesionaria. Aunque en el caso de la Hualong-1, de excelente estirpe técnica pero todavía poco testeada en la rugosa realidad, lo de “resuelta” es más bien una expresión de deseos.

La CNEA tiene otro historial: siempre se involucró en cada aspecto de la investigación y desarrollo de componentes de las 3 centrales que adquirió y construyó, empezando por el principal, el combustible. Hizo eso porque su objetivo último era (y sigue siendo) la total autonomía tecnológica en reactores, centrales, combustibles, fabricación de radioisótopos médicos e industriales y demás tecnologías nucleares. ¿Para qué tanta autonomía? Para transferir ese “know how” a la industria nacional, y para su exportación.

El negocio de la CNEA es la generación y venta de conocimiento, no de electricidad. Nunca fue una empresa. Sin embargo fue madre de muchas empresas, entre ellas las citadas INVAP y CONUAR, sus dos mayores éxitos.

En 1988, en ocasión de una reunión del Organismo Internacional de Energía Atómica, intentamos explicarle a un ingeniero nuclear español por qué ellos, con 18 centrales operativas, no eran un país nuclear, pero nosotros, entonces con sólo 2, sí. No lo entendió. Por supuesto, no era fácil creernos. Sin embargo España hoy no es el primer exportador de reactores nucleares de investigación. La Argentina sí.

En 3 años de publicar las diferentes posturas que animan la gran interna nuclear argentina, AgendAR fue siempre sabatiana, partidaria de la autonomía tecnológica.

Por eso vemos con poco entusiasmo la compra “llave en mano” de una central gigante que nos obligará a pagar U$ 2500 millones durante la construcción, y luego U$ 8000 millones más intereses durante 20 años de operación. Con la indiferencia crónica de las autoridades energéticas argentinas para todo lo que no sea petróleo y gas, esto dejará a la CNEA sin aire para asuntos críticos, como ser:

  • Rescatar de la ruina su Planta Industrial de Agua Pesada, la mayor del mundo en su tipo, y esencial para abastecer las Atuchas I y II y Embalse. Permitir su pérdida es perder el autoabastecimiento, la posición de exportador, y tirar a la basura medio siglo de investigación, desarrollo e inversión en centrales de uranio natural.
  • Construir al menos otra central de uranio natural totalmente argentina.
  • Desarrollar centrífugas para instalar una planta INDUSTRIAL de enriquecimiento de uranio de suficiente escala para alimentar sus propios proyectos de reactores y centrales.
  • Y entre esos proyectos, priorizar la terminación del reactor multipropósito RA-10 de Ezeiza, la central nucleoeléctrica compacta CAREM prototipo de 32 MW, obra prácticamente abandonada en 2018, y el avance del CAREM industrial de 480 MW y cuatro módulos, en estado vegetativo de diseño desde aquel año.

Obviamente, nos importa que la futura planta de enriquecimiento argentina tenga suficiente escala como para alimentar también la Hualong-1. Y creemos que la CNEA debe salir del Ministerio de Energía, donde sencillamente no la entienden, y depender de la Jefatura de Gabinete. O volver a su sitio natural en el tótem del estado entre 1950 y 1994: el Poder Ejecutivo Nacional. Y desde allí, volver a decidir el rumbo tecnológico del área nuclear.

Aráoz insiste en tener independencia de diseño de las partes metálicas del combustible nuclear. Cree poder convencer a China de que sus centrales Hualong-1 se venderán mejor si hay un oferente de combustibles de alternativa, que lo ponga a salvo de desabastecimiento punitorio. Habida cuenta de que China tiene conflictos limítrofes con 17 estados vecinos a la vez y bastantes otros a distancia, la suya es un propuesta inteligente. Si algún argentino inteligente la lleva a Beijing, tal vez allí la entiendan.

Nosotros mismos estaríamos encantados de que hubiera otros oferentes de combustible para la Hualong-1. No nos referimos a los complejos haces de tubos, separadores y tapones metálicos de circaloy, aleación de suyo infernalmente compleja de dominar. Estamos hablando del uranio enriquecido que va adentro de las vainas, transformados en durísimas pastillas cerámicas negras, como las que muestra la foto.

Las pastillas las sabemos fabricar desde 1982, pero con dióxido de uranio natural, que es el mismo que sale de la mina pero transformado por varios procesos químicos y físicos. Las pastillas que usamos en las Atuchas I y II y en Embalse son de uranio natural, con sólo un 0,71% del isótopo físil, el 235. El uranio enriquecido al 4,45% en isótopo 235 no existe en la naturaleza ni crece en los árboles y sólo lo pueden proveer China, EEUU, Rusia, Inglaterra, Holanda, Francia, la India, Pakistán y Japón… si quieren.

Hay una fábula encantadora, según la cual el uranio enriquecido es una “commodity” de libre acceso en un mercado libre, no un material dual, difícil de generar y estratégico, monopolizado por un club interesado en seguir siendo minúsculo y todopoderoso desde los ‘50. Hay gente inteligente que dice esto sin sonrojarse.

Hay una segunda fábula, ancilar de la primera. Dice que con el banco de combustible enriquecido “grado central” que abrió el 17 de Octubre de 2019 el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en Ulba, Oskemen, Kazajstán, y que contiene 90 toneladas de hexafluoruro de uranio (entre 2 y 3 años de consumo de una central grande), cualquier usuario debería dormir sin frazada. El OIEA proveerá.  Si le firmás todo papel que te tire sobre la mesa, obviamente. Olvidate de desarrollos como agua pesada o enriquecimiento, si lo hacés. Olvidate de competir. Olvidate de exportar.

La palabras definitivas sobre este asunto se las dejo a un físico que estuvo a cargo de las relaciones internacionales de la CNEA, Gabriel Barceló, y un diplomático argentino de fuste formado en la DIGAN, la Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme en sus tiempos fundacionales, Gustavo Ainchil. Barceló observa que el reglamento del banco de uranio enriquecido permite que éste te niegue el suministro si un único miembro de la Junta de Gobernadores del OIEA te considera «proliferador».

A partir de sus primeros éxitos técnicos en enriquecimiento por centrifugación, Brasil se bancó ese adjetivo durante unos 25 años. Claramente, de haberlo pedido en su momento, el Banco de Kazajstán no le hubiera dado ni un gramo de enriquecido. A eso, añadió, sagaz, Ainchil, en ocasión de un debate sobre el tema en el Centro Atómico Bariloche, que para que un país emergente con un programa nuclear independiente reciba enriquecido, los directivos del banco de la OIEA deberían ser angelitos. Y no lo son.

Brasil podría suministrarnos algo de enriquecido. De hecho, Brasil fue el origen del primer núcleo del CAREM prototipo, que duerme esperando la inauguración (sin fecha). Pero las instalaciones brasileñas de enriquecimiento en Resende, Río de Janeiro, se construyeron desde los ’80 bajo el amparo de la Marina y contra las tremendas presiones diplomáticas de los EEUU. Y aunque son muy avanzadas, no alcanzan a satisfacer el consumo de las únicas dos centrales locales activas, Angra I y II.

¿Por qué la CNEA viene tratando desde hace 71 años tener independencia plena y total en materia de combustibles nucleares? ¿Por qué eligió la vía del uranio natural? Para minimizar presiones, aunque de todos modos debimos sufrirlas en nuestra capacidad de fabricación de agua pesada. El uranio natural no es reactivo sin estar rodeado de agua pesada o de grafito, y la CNEA nunca quiso meter grafito en un reactor o central, porque es incendiable. Para el caso, ver accidentes de Windscale, Reino Unido, 1957, y Chernobyl, URSS, 1986.

Ergo, aquí tuvo que ser agua pesada sí o sí. Construir la PIAP fue una batalla política de dos décadas. Evitar su segundo intento de cierre, dictaminado en 2018 por el gobierno anterior y continuado por el actual, tal vez nos tome otra.

¿Por qué ahora estamos obligados no sólo a defender la PIAP sino también a luchar por una planta de enriquecimiento industrial? Porque si no hacemos lo primero, medio siglo de inversión en tecnología de uranio natural irá a parar a la basura. Y si no hacemos lo segundo, el proyecto CAREM, por el que venimos luchando “ab initio”, no tendrá futuro alguno en el mercado mundial. ¿Quién le va a comprar una central nucleoeléctrica a un país que no puede siquiera garantizar el combustible?

Peor aún, si no nos garantizamos el autoconsumo en uranio enriquecido al 4,45%, ahora que nos estamos atando una Hualong-1 bien grandota al cuello, al primer diferendo diplomático serio con China (sea por pesca, por petróleo, por navegación del Paraná o de ultramar, por trenes, por patentes biotecnológicas o simplemente por deuda), Atucha III podría quedarse sin combustible.

Y entonces serían 1150 MWe parados, es decir alrededor de cuatro millones de hogares argentinos sin luz.