Investigadores de distintas universidades nacionales evalúan cuáles son las mejores estrategias para que el virus no llegue a animales en hábitats silvestres. Buscan evitar la formación de nuevos reservorios que compliquen el control epidemiológico de la actual pandemia.
A más de un año del inicio de este fenómeno global, y con una campaña de vacunación sin precedentes, la comunidad científica advierte que, para prevenir mayores complicaciones epidemiológicas, proteger a la fauna silvestre del virus resulta una tarea fundamental.
“En entornos ambientales alterados, algunos virus pueden atravesar la barrera entre especies dando lugar a la aparición de nuevos patógenos, muchos de ellos dañinos para los seres humanos”, explicó la investigadora de CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA) de la UBA e integrante de la Unidad Coronavirus, Marcela Orozco.
Desde el año pasado, la experta coopera con investigadores de distintos institutos bajo este consorcio que busca detectar la presencia del SARS-CoV-2 en distintas especies animales domésticas y en cautiverio, y elaborar protocolos para reducir el riesgo de contagio en contextos de manejo o de contacto con ganado y con fauna silvestre en libertad.
“En la fauna silvestre se podrían establecer nuevos reservorios virales lejos de su foco de origen, y ahí tendríamos otra complicación en las estrategias de control de la pandemia. El punto es estar un paso antes para prevenir este escenario, porque, cuando suceda, va a ser demasiado tarde”, expresó la investigadora.
Tras la huella del COVID-19
Hasta el momento, la hipótesis más fuerte sobre el origen del SARS-CoV-2 ubica a los murciélagos como posible reservorio original, pero sugiere la existencia de un hospedador intermediario entre éstos y las poblaciones de humanos que luego amplificaron el contagio al circular por el mercado de Wuhan, China.
Según el último informe de la OMS, entre las posibles especies que pudieron ser intermediarias se encuentran la civeta y el tejón turón chino, vinculadas a la transmisión del SARS en el año 2003; pero también el pangolín, el mapache, el conejo y animales domésticos como los perros y los gatos.
Desde principios del 2020, el humano pasó a ser el principal reservorio y agente de transmisión del coronavirus, pero el ciclo parece no cortarse ahí. Ya el año pasado, se demostró que los perros y los gatos son susceptibles de contagio y que incluso, en un contexto experimental, los gatos pueden contagiarse entre sí.
Los casos se fueron replicando, también, en otros animales en cautiverio. Así, el virus llegó a tigres, leones y primates confinados en distintos zoológicos alrededor del mundo, que muy posiblemente se infectaron por contacto estrecho con humanos portadores del SARS-CoV-2. En Argentina, el virus no solo fue hallado en animales domésticos, sino que también alcanzó a un ejemplar de puma que se encuentra en cautiverio.
Para Orozco, el caso más emblemático fue el del contagio de los visones mantenidos en criaderos para producción de pieles en los Países Bajos. “Estos animales, criados en cantidades gigantescas en entornos artificiales, son muy susceptibles al virus. De hecho, el virus se ha expandido y ha mutado en estas poblaciones de visones, generando una variante que se ha introducido y propagado entre los humanos de distintos países de Europa”, subrayó.
En ese sentido, la investigadora enfatiza que el devenir del control epidemiológico depende, también, de cómo se dé el contacto con otras especies y sus entornos, y eso lleva a repensar las formas de producción. Por ejemplo, el hecho de que los visones se conviertan en reservorio llevó a la matanza de millones de ejemplares de esta especie.
Los ejemplos anteriores responden a casos de contagio de animales –salvajes y domésticos- en cautiverio, pero otra de las preocupaciones de la comunidad científica es la fauna silvestre en libertad.
Hasta el momento, se reportaron 11 casos de serología positiva para SARS-CoV-2 en visones que se hallaban en libertad en Utah, Estados Unidos, pero según un estudio del US Department of Agriculture (USDA) Wildlife Services, recientemente publicado en la revista científica Emerging Infectious Diseases, se trataba de visones criados en cautiverio que escaparon de granjas productivas.
No obstante, los investigadores alertaron que,si se da una interacción entre esos visones infectados y ejemplares de visones u otros animales silvestres de la misma región, aumentan las posibilidades de que el virus se disperse y se establezca en esos ambientes naturales. De esa manera, la posibilidad de control y mitigación se reduce.
“Para que se dé un salto zoonótico (conocido como spillover en inglés) –desarrolló Orozco-, tiene que haber una combinación perfecta de distintos factores: altas cargas virales en el ambiente, eventos de contacto estrecho, y hospedadores infectados también con altas cargas del patógeno”. Sin embargo, la investigadora señaló que, en contextos silvestres, esto es difícil de monitorear, por lo que la prevención se vuelve fundamental.
Uno de los últimos trabajos del equipo en el que participa Orozco se ocupó de categorizar las diversas estrategias a tomar para manipular o entrar en contacto con distintas especies de la fauna silvestre según sus rasgos de susceptibilidad al virus, entre otros parámetros. Se trata de lineamientos para investigadores, rescatistas, guardaparques y todas aquellas personas que, por algún motivo, deban mantener un contacto estrecho con fauna silvestre.
El trabajo, del que participan investigadores de distintas universidades, el ministerio de Ciencia, de Ambiente y de Salud, y el SENASA, fue recientemente reconocido por la cartera de Ciencia gracias a su labor denodada en un aspecto del manejo de la pandemia sumamente relevante para evitar daños a la biodiversidad y a la salud pública.
“Cuando ocurrió la epidemia de SARS en 2003, una gran cantidad de investigadores comenzó a estudiar precisamente los reservorios de coronavirus en los murciélagos y, gracias a esas investigaciones, hoy hay muchas puntas sobre las que pararse para empezar a investigar los orígenes del virus. Lo que buscamos es eso: anticiparse para poder prevenir y actuar a tiempo”, concluyó Orozco.