Una represa milenaria en la Puna catamarqueña

Ducto de Salida y cámara de aquietamiento del sistema de riego

Lo que hoy es un desierto, en el pasado era un paisaje agrícola. En territorios que siguen siendo hostiles para la subsistencia, las sociedades de hace miles de años habían desarrollado tecnologías para hacer sustentable la vida en la Puna.

El sistema hidráulico descubierto por el equipo de arqueología del proyecto Miriguaca demuestra la existencia de diversas redes de riego con diferentes escalas de uso y magnitudes.

El descubrimiento fue posible a través del estudio de imágenes satelitales que revelaron trazados que llamó la atención al equipo dirigido actualmente por la arqueóloga Lorena Grana. Ya en el terreno, los trazados resultaron ser canales de riego, y en una zona donde los trazos convergían, la excavación reveló una represa.

El estanque se enclava en la mitad de la red de riego, a 5 kilómetros del río Miriguaca, de un recorrido total de 10 kilómetros hasta el fin de los campos de cultivo. Para Lorena Grana, esto significa que el propósito con que acumulaban el agua, era para recuperar el caudal. “Posiblemente iban perdiendo el caudal por filtración o evaporación, entonces lo que hicieron fue poner el estanque para poder recuperar el caudal. Claramente lo que están mostrando es un conocimiento muy acabado del manejo del agua y del manejo de las pendientes, porque los canales son simplemente cavados en la tierra. Y lo que nos sorprende es cómo con simples tecnologías los agricultores del pasado pudieron dar soluciones a las limitaciones como es la escasez de agua en una zona tan desértica, y el manejo de las pendientes”, detalló la arqueóloga.

La represa consiste en una construcción muy sencilla, un semicírculo de tierra. Las excavaciones permitieron entender que se compone de un estanque de al menos 370 metros cúbicos y un ducto de salida construido con piedras lajas. El marco de salida tiene una forma trapezoidal y el extremo final del ducto está construido como una pequeña cámara de aquietamiento, para controlar la velocidad de la salida del agua. La función de la cámara es frenar el agua cuando sale de la represa para evitar la erosión de los canales.

Las técnicas de construcción se basaron en aprovechar la pendiente natural del terreno para acumular el agua, luego hicieron un montículo de tierra para contener el agua, y el ducto de salida lo hicieron con piedras talladas y acomodadas.

Según Grana, uno de los análisis más complejos en este tipo de estructura es conocer en qué momento se construyó. La datación se realiza a través de un análisis por radiocarbono, con el cual se puede determinar la edad de materiales hasta 50.000 años de antigüedad. Pero en el país no se realiza. Por lo que una datación con este sistema se ha hecho insostenible entre la pandemia y la crisis económica.

Grana explicó que otro recurso que tienen los arqueólogos para fechar, es tener en cuenta el contexto en que se encuentra el hallazgo y los materiales del entorno. A partir de esto se estima que la red de riego y la represa fue usada en los últimos 1000 años, incluso podría ser anterior al periodo incaico. Además, las vasijas encontradas en la excavación, permiten determinar que la población tenía contacto con otras poblaciones de Belén.

Para Grana, una de las importancias del hallazgo es que muestra “los fuertes conocimientos que tenían estos campesinos del pasado para el manejo del paisaje. Lo sorprendente no es tanto la represa en sí, sino estos conocimientos acabados que le permitieron generar oasis agrícolas en una zona tan desértica. El momento de uso, era igual de árido a los actuales, y pudieron, con tecnologías muy sencillas, generar grandes extensiones de cultivo”, concluyó.

El equipo que viene trabajando en la zona desde 2006, ha revelado 21 sitios arqueológicos hasta el momento que datan de los últimos 4000 años.

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