Intensivistas: el drama de la última cama y el desgaste acumulado de los profesionales

Los monitores a los que están conectados los pacientes de terapia intensiva del Hospital Dr. Alberto Balestrini de La Matanza - Crédito: Hernán Zenten

Unos tres mil especialistas trabajan en el área de cuidados intensivos en nuestro país, entre médicos, kinesiólogos y enfermeros. Y se sienten desanimados.

El porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva que amenaza con acercarse a 100 (o que en algunos lugares ya llegó), se anuncia diariamente desde hace meses: es parte del combo de números (junto con los casos positivos y la cantidad de personas fallecidas) que informan sobre la pandemia. Pero, ¿qué implica para quienes trabajan dentro de las terapias que el porcentaje de camas ocupadas se acerque a 100?
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Lo vivimos muy intensamente. Hay mucha incertidumbre en el equipo. Hay una necesidad de que afloje y se termine. Algunos tienen hasta negación: ‘No, otra vez’. Lo que más nos carga es la incertidumbre de hasta cuándo seguimos. Hay un límite claro que es tanto físico como psíquico: estamos todos desbordados”. La que le pone humanidad a las estadísticas es Rosana Gregori, médica intensivista que trabaja desde 2008 en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Muñiz.
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Gregori cuenta que esta situación es algo que los profesionales intensivistas (que incluye a médicos pero también a otros profesionales, como enfermeros, kinesiólogos, nutricionistas, asistentes sociales) trabajan con el equipo de salud mental de su hospital. Ella, a su vez, lo trabaja con su terapeuta de siempre.
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“Hay poca alarma o hay una negación de las personas. Parece que hace falta mostrar que realmente estamos en una situación límite”, resume Gregori.
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Mónica Capalbo también es médica intensivista. Tiene 40 años de experiencia, ya está retirada y es parte del Comité de Bioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI). Desde ese lugar, trabaja en el equipo de soporte emocional que busca contener a los intensivistas de distintos puntos del país.
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“El contexto es muy desesperante. Nosotras buscamos dar este apoyo desde el año pasado, cuando no había el colapso de hoy en las UTI. Ahora tenés que agregar el agotamiento que vienen acumulando tras casi un año y medio con esta mecánica”, cuenta.
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Intensivistas y pacientes aislados
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“Más allá de que a uno le afecta muy cercanamente el tema de la gravedad de los pacientes y la eventual muerte, te sentís muy solo frente a esta situación. Primero desde lo físico. En una terapia solemos encontrar el soporte entre intensivistas. Charlas cotidianas que ahora están limitadas por los cuidados sanitarios. Cuando te relajás, ahora tenés que cuidarte de cómo te sacás las cosas, con quién te juntás. O no podés sentarte a compartir un almuerzo o un café en el pasillo”, describe Capalbo.
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La médica, quien se desempeñó principalmente en el Hospital Dr. J. M. Penna porteño, suma otro factor de estrés: “No poder tener contacto presencial con los familiares o que ellos no puedan ver a los pacientes crea una carga afectiva para los trabajadores muchísimo mayor. No estamos acostumbrados. En general, sobre todo en pacientes internados mucho tiempo, conocés a toda la familia, porque todos los días salís a dar informes a la misma gente. Brindar estos informes telefónicamente no puede ser más frío”.
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Gregori es una de las que tiene la tarea de dar estos informes. Y coincide: “Es una lejanía importante con la familia: estamos habituados a hablar cara a cara”.  
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“La familia deja al paciente y se lo aisla y no lo ve más. Nos angustia que el paciente esté aislado, que su familia no pueda verlo, por eso tenemos los protocolos de visita. Eso nos alivia la carga. También nos ayuda que la familia lo vea al menos por videollamada”, añade.
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Maridel Canteli, psicoanalista, miembro de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis y fundadora del Comité de Bioética de la SATI, cuenta que la idea de ofrecer un servicio de soporte emocional nació en el inicio de la pandemia, al percibir cómo esta afectaría a los intensivistas.
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Se trata de un servicio que funciona para los intensivistas miembros del SATI, y que es brindado por Canteli, Mariana Pedace (también psicóloga) y Capalbo. “Aclaramos muy bien que no es una psicoterapia. Es una atención en crisis: se brinda escucha, atención, orientación. Y se deriva a quienes, a nuestro criterio, lo requieren”.
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