Manuel Belgrano

Esta nota, muy breve, ya la publicamos el año pasado, también el 20 de junio. Nos gustaba pensar que conmemorábamos 250 años de su nacimiento, y no 200 de su muerte. Este año coincide con el Día del Padre, y es apropiado, porque fue, sin dudas, uno de los Padres de la Patria.

En cualquier caso, Belgrano merece que lo tengamos presente, no sólo en los aniversarios. Porque desde 1794, cuando el Rey crea el Consulado de Buenos Aires y lo nombra Primer Secretario (Perpetuo), participó hasta su muerte en 1820 en todas las luchas políticas y militares de un mundo que moría y una nación que nacía.

Y en todo ese tiempo nunca se corrompió; nunca se aprovechó del poder para su beneficio personal o para su ambición de gloria, que, hijo de su siglo, la tenía.

Una de sus facetas, una muy importante, debe servir como inspiración de AgendAR. Porque aunque tomó las armas y libró batallas por la independencia e integridad de su Patria, fue ante todo alguien que estudió y trabajó para su desarrollo y la prosperidad de sus ciudadanos.

Es un lugar común decir que fue influenciado por los fisiócratas, y es cierto que leyó a Quesneay, como a Colbert y a Genovesi. Pero no repitió las lecciones de otros, sino que trató de pensarlas para las necesidades de su pueblo. Vale la pena repetir una de sus frases más conocidas:

Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no solo darles nueva forma, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas.

Y vale la pena tratar de que se cumpla.