Para Fernando Peirano, titular de la Agencia I+D+i del MinCyT, la respuesta y la capacidad innovadora del sistema científico y tecnológico argentino fue la responsable de que el sistema sanitario no colapsara, y puede -y debe- tener un papel fundamental en la pospandemia.
La pandemia fue un suceso inesperado y, como a todo el mundo, sorprendió a los argentinos. Pese a eso, Fernando Peirano -economista, actual titular de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) de la órbita del Ministerio de Ciencia – piensa que la irrupción del COVID-19 no nos ha descolocado.
¿Por qué? Porque la respuesta del sistema científico apenas la pandemia se desató, dice, fue inmediata: acudieron a la convocatoria del Ministerio desde las biociencias hasta las ciencias sociales para presentar más de 200 proyectos, de los cuales la Agencia que dirige evaluó y aprobó 84, lo que dio como resultado, entre muchas otras cosas, productos como los famosos barbijos con nanotecnología que una pyme de La Matanza desarrolló y produjo con la colaboración de la UNSAM, tests rápidos de COVID y tests de antígenos de producción local que estuvieron listos en apenas dos meses, suero equino hiperinmune, entre otros.
Peirano citó varios ejemplos en donde el factor común fue la acción articulada entre el sistema científico y las pymes, sin obviar la adquisición de la capacidad de fabricar localmente vacunas y sustituir importaciones de insumos imprescindibles como jeringas o hisopos de uso sanitario que, aunque parezca mentira, ya no se estaban fabricando más en la Argentina.
Esa respuesta, sostuvo, no fue casual, sino el resultado de una política de Estado de apoyo al sistema científico y técnico que se mantuvo por una década, pese a que durante los años del macrismo la actitud fue otra. Pero no alcanza simplemente con un mayor financiamiento para el sector de la innovación: es necesaria una política de articulación entre sectores donde -reconoció sin embargo- la mayoría del trabajo está por hacerse.
Peirano dialogó el jueves 22 de julio con los más de 60 participantes del webinario «Conocimiento y desarrollo», realizado por la Comisión de Innovación, Ciencia y Tecnología del Instituto Antonio Cafiero y conducido por Bruno de Alto, director del área de Gestión Ambiental de ACUMAR. Estuvieron presentes también, entre otros, el docente de la UNO y ex diputado nacional Alberto Briozzo, referente de la Red de Adecuación Ambiental de ACUMAR, y el ingeniero Carlos Gianella, director de la comisión organizadora del encuentro.
«Emprendedor», palabra tan vapuleada
La figura del emprendedor tecnológico es hoy el gran paradigma de una mitología sobre la salvación individual y la fórmula para el progreso y la riqueza. Pero esa mitología suele ocultar algunas realidades, como la precarización laboral (cuyos cultores ven el trabajo freelance como «una virtud») y el hecho de que ningún proyecto de innovación prospera sin una política de incentivos.
«El emprendedor no es el que nada en contra de la corriente, el que tiene una idea innovadora y disruptiva que va en contra de todo lo que se hace», aseguró Peirano: «Es el que integra diferentes elementos que están presentes en la sociedad, y es en ese sentido que una política de Estado debe apoyar los emprendimientos innovadores de las empresas de base tecnológica».
España, con una población similar a la de Argentina, tiene 11 veces más pymes que participan en diferentes procesos de innovación tecnológica. Aquí apenas el 1% de las pymes innovan en ese sentido, «y sólo una de cada mil se encuentra realizando un proyecto de I+D«, dijo Peirano.
«La Agencia I+D+i del MinCyT tiene actualmente, sin embargo, unos 8000 proyectos en carpeta, lo cual representa «mucho trabajo, pero también mucho desorden», lo que requiere dinamizar las estructuras organizativas para que sean más funcionales a esos procesos de articulación.
«La Argentina –dice Peyrano– es un país de campeones invisibles a los que tenemos que rescatar. Tenemos que lograr que recurran a pedir ayuda a un centro de investigación o a una universidad, para pasar del conocimiento por curiosidad al conocimiento por necesidad y poder resolver los problemas de la sociedad».
Los caminos posibles para el desarrollo
Fue la crisis provocada por la pandemia la que llevó, por ejemplo, a poner la atención en una empresa de Córdoba «Tecme» que fabricaba respiradores de uso médico y los exportaba a Alemania. La decisión de apoyarla e incrementar su productividad fue lo que permitió, según Peirano, poder instalar más unidades de terapia intensiva y evitar que el sistema de salud argentino colapse.
«Habíamos hecho un trabajo conceptual previo con la plataforma electoral en 2019, que fue más allá de lo electoral en el sentido de reeditar el contrato entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, pero hoy hasta en las calles se palpa que tener ciencia y tecnología es un beneficio no sólo para los que trabajan en el sector, sino para toda la Argentina».
Peirano reconoció, sin embargo, que no alcanzará con las soluciones implementadas «en la pandemia y en el posmacrismo» para salir de la crisis provocada por la pandemia, cuyas consecuencias finales, «como sucede con una inundación, sólo se ven cuando bajan las aguas».
«Tenemos recursos naturales, tradición productiva y una plataforma universitaria muy dinámica, pero ninguna de estas piezas basta por sí sola para ser una locomotora del desarrollo productivo basado en la ciencia y la tecnología», admitió.
No obstante, todo el mundo tiene que redefinirse tras la pandemia, no sólo la Argentina. Hay algunas certezas: la panacea de la producción «just-in-time» global, donde cada nación aporta a una industria globalizada según sus ventajas competitivas, ya se ha quedado sin fundamento. También la idea de que el mercado por sí solo es capaz de distribuir más equitativamente el desarrollo. Innovar y articular sectores -no en clave proteccionista, aclara, sino en clave proactiva- será una necesidad.
Por un lado, propone acercarse a esa innovación «invisible» que no está en contacto con el sistema de ciencia y tecnología, «porque indudablemente las pymes han tenido que innovar para sobrevivir a la pandemia, pero no tienen la espalda financiera» ni el asesoramiento profesional que les permita embarcarse en un proyecto de I+D.
Luego, indicó que hay sectores como el de la industria alimentaria -que es la principal en la Argentina- o el de la salud, que tienen un gran potencial para la innovación de base tecnológica.
«Hay que vincular la innovación con la inversión. Es necesario que la inversión no sea solamente para recuperar lo que ya teníamos. Pero para eso -remarcó Peirano- tiene que haber actores que vayan más allá de la empresa». El trabajo por hacer, ahora a gran escala, es la construcción de esas redes de actores que pongan en acción «las capacidades innovadoras que cada uno tiene y que no puede desplegar por separado.»