Acuicultura sustentable: el gobierno avanza en un acuerdo con China

Cautelosamente, por la sensibilidad ambiental despierta en un numeroso sector de nuestros compatriotas -ver la reciente prohibición a las salmoneras en Tierra del Fuego- el Gobierno argentino trabaja en un ambicioso proyecto para desarrollar al sector acuícola local, de manera sostenida y sustentable, que podría generar ingresos por, al menos, unos u$s1.800 millones al año. Con China como socio estratégico en materia de transferencia tecnológica, entre otros ítems.

El consumo mundial per cápita de productos de la pesca y la acuicultura alcanzó recientemente un nuevo récord, de 20,5 kg por año. “Y debería continuar haciéndolo en la próxima década, con una acuicultura más sostenible y una pesca mejor gestionada, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

Actualmente China es el principal productor acuícola del planeta con alrededor de 53 millones de toneladas al año, luego de haber llevado adelante una revolución productiva en los últimos 40 años. En este contexto, Argentina busca un diálogo saludable con aquellos países que son potencia productiva en el rubro porque quiere desarrollar al sector pero sostenida y sustentablemente. Para ello, recientemente mantuvimos un fructífero encuentro con el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja, para ultimar detalles de cooperación e intercambio de información para promover y fomentar el sector”, detalló el director nacional de Acuicultura, Guillermo Abdala.

Así, el encuentro virtual en el que también participaron el subsecretario de Pesca y Acuiculturas, Carlos Liberman, junto a su par de Promoción e Inversiones de la Cancillería, Pablo Sívori, se enmarca en unas serie de acciones que está llevando adelante el Gobierno para poner en valor a un sector que prácticamente no esté explotado en la Argentina y que, afirman, podría convertirse en un fuerte generador de divisas en el mediano plazo.

“Argentina es el octavo país más extenso del mundo con un enorme potencial para crecer en el cultivo de diversas especies de peces. En el mundo, la explicación del balance de cuál de los sectores aporta más a la producción, entre pesca y acuicultura gana la acuicultura. El 54% de las proteínas acuáticas de consumo proviene de la acuicultura, no de la pesca. Mientras tanto, localmente, el 99,2% de las divisas del sector provienen de la pesca y representan unos u$s1.800 millones al año. Entonces, con el desarrollo acuícola local podríamos aspirar, al menos, generar ingresos por otros u$s1.800 millones”, explica Abdala.

Sobre la validez de estas cuentas, AgendAR da opinión al final.

Por lo pronto, se espera que en las próximas semanas se realice un nuevo encuentro para comenzar a delinear aspectos técnicos de colaboración con China y en paralelo el Gobierno presentará formalmente el Programa Nacional de Desarrollo de la Acuicultura Sustentable bajo la ley marco 27.231.

“Por primera vez en la historia se está poniendo en valor a la Dirección Nacional de Acuicultura en un marco de estrategia de política sectorial. Es decir, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura le confiere el lugar de jerarquía que merece el sector. Además, se implementó la ley 27.231, que se denomina justamente Ley de Desarrollo Sustentable del Sector Acuícola. Es fundamental que se entienda que buscamos que el sector crezca pero siempre bajo estrictas normas ambientales, entre otros aspectos clave”, cierra Abdala.

Nota de AgendAR:

Respecto del razonamiento matemático del Dr. Abdala, creemos que son cuentas en el aire. Comparándonos con el resto del planeta, es cierto, hay una desproporción enorme entre el considerable PBI oficial pesquero argentino y nuestro escueto PBI de acuicultura. Pero hasta ahora, las causas de esto vienen siendo más bien geográficas.

La acuicultura marina en nuestro país choca con el obstáculo de una línea costera con pocas bahías, rías y caletas cerradas que defiendan del viento, del oleaje y de las cada vez más frecuentes sudestadas, o de las tempestades estivales del SudOeste, las jaulas flotantes de cría de peces. Tal vez el Dr. Abdala tenga el modo de lograr una costa más escotada.

Quizás se pueda llegar a eso excavando indentaciones costeras como el pequeño puerto pesquero que se intentó construir al sur de Caleta Olivia en los ’90. Modificar la geografía cuesta plata y no se está condenado al éxito:  ese puerto tiene severos problemas de rellenamiento con sedimentos con cada evento de «mar de fondo».

En las rías patagónicas como las de Puerto Deseado o San Julián, las corrientes de marea llegan a 7 nudos (no hay jaulas que resistan eso) y la intermitencia mareológica implica 12 horas diarias de agua marina relativamente límpida y 12 de agua proveniente del fondo de las rías, más turbia, llena de sedimentos arcillosos y de menor salinidad.

¿Cuáles son las especies cultivables que pueden prosperar en ese medio? Es una pregunta real, ignoramos la respuesta.

En el Canal del Beagle, por ahora está cerrada la posibilidad legal de estos emprendimientos.

En cuanto a las aguas interiores, ponernos a la par del mundo en acuicultura choca un poco con el problema de que no tenemos TANTAS aguas interiores. Somos un país árido en el casi 70% de su superficie. La Provincia de Buenos Aires tiene dos sistemas de lagunas saladas encadenadas, las del Este (donde está la de Chascomús) y las del Oeste (de la cual las más conocidas son Guaminí y Epecuén). En éstas, las oscilaciones de salinidad pueden ser brutales.

En Chascomús y desde fines del siglo pasado, el Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH), unidad local del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), viene investigando diversos sistemas intensivos y semi-intensivos de acuicultura con la colaboración de JICA (Japan International Cooperation Agency).

El proyecto de bandera fue la cría del pejerrey (Odonthestes bonariensis), especie de gran demanda en Japón, y que por ser local tolera bien las rápidas diferencias de salinidad y turbidez del ambiente lagunero, que es muy dinámico y está muy influenciado por los ciclos de seca de inundación del cambio climático. Ahí en la UNSAM hay varias décadas de conocimiento experimental almacenado. Lo que no pintó jamás en más de 20 años es capital de riesgo deseoso de iniciar una producción local exportable, pese a que el comprador (Japón) es prácticamente seguro.

La gran amenaza para los pejerreyes en las Encadenadas del Este es una especie importada: son las carpas doradas (Cyprinus carpio), que algún menguado decidió cultivar en Córdoba en los años ’70 y se le escaparon. Han colonizado toda la cuenca del Río Salado, que se conecta intermitentemente con las lagunas en cada temporada de inundación.

Se han vuelto salvajes, no tienen predadores locales, y tampoco límite de crecimiento: se han pescado algunas de más de 30 kg., y alguna también de 50 kg. Se comen todo, pejerreyes incluidos. Va a ser difícil tenerlas lejos de los criaderos, salvo que la idea vuelva a ser criar carpas. Y no es mala. Su carne no es apreciada en absoluto por los pescadores o consumidores locales. Pero en China sucede lo contrario.

Hay más lagunas y lagos en zonas de baja densidad poblacional en la Pampa Húmeda y la Estepa Patagónica cuyo potencial debe explorarse científicamente. Las objeciones ecologistas están a la vista: los peces cultivados terminan escapándose de sus encierros, y al carecer de predadores locales, son buenos colonizadores, y por eso han invadido todas las pequeñas cuencas hídricas locales.

Se entiende que las zonas donde todavía existe el turismo de pesca, o está empezando nuevamente a pintar, gracias a la caída del peso, la población local no quiera saber nada de la instalación de granjas de cultivo intensivo. Los dólares les entran solos, y no en pequeña cantidad.

Una «apertura de tranquera» de 24 horas junto a algún arroyo o lago con buenos salmónidos en Tierra del Fuego a los visitantes estadounidenses, europeos y asiáticos llegó a costarles U$ 500 la noche, y sin alojamiento: los gringos tenían que venirse con las carpas. Donde algunos economistas con ciertas limitaciones ven simple fanatismo ecologista, en realidad, y sin rascar demasiado, aparecen conflictos de interés entre industrias difícilmente compatibles.

Lo único que podemos decir en favor de la industria turística es obvia, incluso para esos economistas: es local, ergo, los dólares mayormente entran y se quedan aquí. No creemos que con China nos vaya tan bien en ese sentido. Ya se sabe, el que país que vende commodities, en general pierde en los términos de intercambio: exporta toneladas baratas e importa toneladas caras. Y máxime cuando la cadena de comercialización te la arman y te la manejan los propios compradores. ¿O acaso nos fue tan bien con los frigoríficos ingleses, allá por los años ’30 y ’40?

Como nota al pie, con las costas marinas libradas a uso turístico no hay contaminación de aguas con comida para peces encerrados, ni con sus deyecciones, ni invasiones de parásitos de los peces encerrados que se abusan de tener a sus víctimas tan juntas, apretadas e inmóviles. Las enfermedades del encierro impactan tanto sobre las ganancias como sobre la biota y la química el lugar: son formas de vida que antes no estaban, y frecuentemente microbiológicas e invasivas, y hay otro problema: el agua de las zonas de cría suele estar llena de antibióticos. Pero con su sistema ultraintensivo de cría de volátiles y porcinos, los antibióticos ya forman parte de la dieta china.

El subsecretario Abdala tal vez tenga ideas acerca de cómo cultivar en nuestros ríos, pero justamente por ser un país mayormente árido, la Argentina sólo tiene 4 ríos de verdadera importancia: el Paraná, con entre 12.000 m3 y 16.000 m3/segundo de caudal, el Uruguay, con 4.000 m3/seg., el Negro, con 800 m3/seg., y el Santa Cruz, con otros tantos. Los que quieran añadir el Colorado y el Chubut son libres de hacerlo, pero verdaderamente son de poco módulo y muy variables en caudal. El Negro y el Santa Cruz están regulados por enormes lagos de deshielo en sus cabeceras andinas, de modo que si bien tienen ciclos anuales de estiaje y de avenida, son relativamente estables.

Aguas abajo de sus nacientes, e incluso en los embalses artificiales que se han construido sobre la alta cuenca del Negro, y de los que hoy están en obra sobre el Santa Cruz, no habrá objeciones a la acuicultura. No es zona turística.

Pero todo intento de cría industrial e intensiva en los lagos andinopatagónicos NATURALES corre peligro de terminar como terminó la de Tierra del Fuego. La industria turística receptiva local en esos sitios ya cumple 90 años, gana plata y recibirá a los chinos barriendo tobillos como los defensores ingleses a Maradona en México ’86. Y no es improbable que lo atajen.

Hasta hace unos años había quienes juraban que el Paraná y el Uruguay eran de lo más estables, con sus inmensas altas cuencas en las que prácticamente cabe Europa. Pero ahora, que se puede caminar por el fondo de ambos debido a un evento Niña que ya cursa su segundo año, tal vez los asertivos estén menos seguros. No digo que estos ríos, ya industrializados de sobra por el tránsito de barcos y la descarga cloacal e industrial de las ciudades ribereñas, sean inútiles para acuicultura. No habrá turistas de lejanías que se espanten: nunca los hubo.

Pero no quedan muy claros los cómos y los adóndes. En el Uruguay el tránsito es menor, pero en el Paraná, con tanto ir y venir de chatas cargadas de soja, cultivar peces sería como criar gallinas en la Avenida 9 de Julio. Imposible, no es. Fácil, tampoco.

Somos un portal industrialista y a favor de la marca IA, Industria Argentina. Como tal, apreciamos todo intento de desarrollar empleo y valor agregado local, pero no a costa de industrias que ya tenemos y son nuestras, de capitales nacionales, y que generan empleo calificado. Nos parece excelente que tengamos más acuicultura. Pero la geografía pone límites absolutos, las industrias preexistentes -la turística- empiezan a poner los suyos, y son límites más relativos… pero ahí están.

Los números que maneja el subsecretario para que nos pongamos automáticamente a la par del mundo en acuicultura están un poco dibujados en el aire.

Daniel E. Arias

VIAÁmbito