Se trata de dos países distintos, que apelaron a diferentes vacunas para inmunizar a su población. Bahréin, la de Sinopharm, Israel, la de Pfizer. Pero ambos tienen común que su población es pequeña, sus recursos sanitarios son muy buenos, y llevaron adelante decididas y bien organizadas campañas de inoculación.
Hay otra similitud: ambos enfrentan un brusco resurgimiento del coronavirus.
¿Conclusiones? Se confirma algo que ya sabíamos: las distintas vacunas en uso masivo en el mundo muestran eficacia –en la gran mayoría de los casos– en disminuir las internaciones y las muertes. Pero no evitan los contagios, ni eliminan por completo los riesgos, especialmente para las personas de edad avanzada o con comorbilidades.
También nos recuerda que todavía nos falta mucho por conocer de la dinámica de esta pandemia.