El anuncio conjunto del gobierno argentino y los directivos de Fortescue Future Industries de una inversión de hasta 8.400 millones de dólares para producir hidrógeno usando energías renovables en la provincia de Río Negro, ha sido la noticia económica de la semana. Posiblemente, también de los últimos 20 años.
Era inevitable que, a menos de dos semanas de elecciones legislativas, desde medios opositores se planteen dudas. También dentro del oficialismo algunos sectores mantienen, en privado, reservas sobre esta inversión extranjera que no da detalles, hasta ahora, de la participación local.
Pero, más allá de la política, expertos que conocen el mercado de la energía, la «economía del hidrógeno», y la Patagonia Norte están haciendo preguntas puntuales que necesitan respuesta: ¿es creíble una inversión de esa magnitud, en una región que sólo aportaría vientos fuertes y una mano de obra con conocimientos técnicos y experiencia, para producir un elemento que todavía no tiene, en el mundo, un mercado que justifique esa inversión?
En AgendAR trataremos de empezar a esbozar las respuestas:
Ante todo, corresponde señalar que, como dice la Agencia Internacional de Energía «el suministro de hidrógeno a usuarios industriales es un negocio importante en todo el mundo. La demanda de hidrógeno, que se ha multiplicado por más de tres desde 1975, sigue aumentando».
Pero, el hidrógeno (incoloro) actualmente se obtiene casi en su totalidad a partir de combustibles fósiles. Y el 6% del gas natural mundial y el 2% del carbón mundial se destinan a la producción de hidrógeno.
Como consecuencia, la producción de hidrógeno es responsable de emisiones de CO2 de alrededor de 830 millones de toneladas de dióxido de carbono por año, equivalente a las emisiones de CO2 de Gran Bretaña e Indonesia juntas.
¿Qué es el hidrógeno «verde», entonces? Se llama así al que se obtiene en plantas impulsadas por energía renovable (eólica) que catalizan el agua -puede ser de mar, aunque esto encarece el proceso-, separándola en hidrógeno y oxígeno. Instalar ese tipo de plantas requiere una inversión gigantesca, pero producen el gas sin emitir dióxido de carbono en absoluto.
El hidrógeno no es exactamente un combustible, sino un «vector energético». Pero eso no hace diferencia a los fines prácticos. Volvemos a las palabras de la A. E. I. «Es liviano, almacenable, denso en energía y no produce emisiones libres de contaminantes o gases de efecto invernadero.
Pero, para que el hidrógeno haga una contribución significativa a las transiciones de energía limpia, debe ser adoptado en sectores donde está casi completamente ausente, como el transporte, los edificios y la generación de energía».
Entonces, el hidrógeno puede ser, como dicen sus entusiastas, el «combustible del futuro» limpio, seguro y asequible. Pero la pregunta es válida: ¿es racional contemplar inversiones que se deben calcular en miles de millones de dólares para producir algo que hoy no tiene un mercado que lo justifique?
Para dar una respuesta, en AgendAR deberíamos encarar un estudio que contemple todas las variables: los requerimientos técnicos -algunos aún no resueltos satisfactoriamente, como el almacenaje del hidrógeno-, la amortización de las instalaciones, el costo de la financiación a plazos no menores a 20 años, el estudio -a futuro- de los posibles mercados…
Sucede que la realidad, siempre impertinente, ya está dando respuestas: esas inversiones ya se están haciendo. Argentina no es la precursora, ni siquiera en la América del Sur. Vamos ahora los datos de la B.B.C.:
«Los líderes son:.
Australia
La nación más grande de Oceanía lidera los planes de producción de este nuevo combustible limpio con propuestas para construir 5 megaproyectos en su territorio, gracias a sus enormes recursos de energía renovable, en particular la eólica y solar.
El proyecto más grande -del país y del mundo- es el Asian Renewable Energy Hub, en Pilbara, Australia Occidental, donde se planea construir una serie de plantas con electrolizadores con una capacidad total de 14GW.
Se prevé que el proyecto de US$ 36.000 millones esté listo para 2027-28.
Los otros cuatro proyectos (dos en Australia Occidental y dos en Queensland, en el este) están todavía en la fase inicial de planificación, pero, de aprobarse, sumarían otros 13.1GW.
Por todo esto, algunos están llamando a Australia «la Arabia Saudita del hidrógeno verde».
Países Bajos
La petrolera anglo-neerlandesa Shell lidera junto con otros desarrolladores el proyecto NortH2 en el Puerto de Ems, en el norte de Países Bajos, que prevé la construcción de al menos 10GW de eletrolizadores.
El objetivo es tener 1GW para 2027 y 4GW para 2030, utilizando energía eólica offshore.
A mediados de este año se completará el estudio de viabilidad del proyecto, cuyo costo no ha sido divulgado.
El hidrógeno generado planea utilizarse para potencial la industria pesada tanto en Países Bajos como en Alemania.
Alemania
Los alemanes también planean sus propios proyectos de hidrógeno verde en territorio nacional. El más grande es el de AquaVentus, en la pequeña isla de Heligoland, en el mar del Norte.
El plan es construir allí 10GW de capacidad para 2035.
Un consorcio de 27 empresas, instituciones de investigación y organizaciones -incluyendo a Shell- impulsan el proyecto, que utilizará los poderosos vientos de la región como fuente energética.
Un segundo proyecto más pequeño se planea en Rostock, en la costa norte alemana, donde un consorcio liderado por la energética local RWE prevé la construcción de otro 1GW de energía verde.
China
El gigante asiático es el principal productor mundial de hidrógeno, pero hasta ahora ha usado hidrocarburos para generar casi toda esa energía.
No obstante, el país está dando sus primeros pasos en el mercado del hidrógeno verde con la construcción de un megaproyecto en la región autónoma de Mongolia Interior, en el norte del país.
El proyecto es liderado por la empresa de servicios públicos estatal Beijing Jingneng, que invertirá US$ 3.000 millones para generar 5GW a partir de la energía eólica y solar.
Se prevé que el proyecto esté listo este año.
Arabia Saudita
El país árabe con mayores reservas de petróleo también planea incursionar en el mercado del hidrógeno verde, con el llamado Helios Green Fuels Project.
Estará ubicado en la futurista «ciudad inteligente» de NEOM, emplazada a orillas del mar Rojo, en la provincia de Tabuk, en el noroeste del país.
Se ve prevé que el proyecto de US$ 5.000 millones instale 4GW de electrolizadores para 2025.
El país sudamericano, considerado una de las mecas de la energía solar, fue el primero en la región en presentar una «Estrategia nacional de hidrógeno verde», en noviembre de 2020.
Y también es el único latinoamericano (hasta ahora) con dos proyectos en desarrollo: HyEx, de la energética francesa Engie y la empresa chilena de servicios mineros Enaex, y Highly Innovative Fuels (HIF), de AME, Enap, Enel Green Power, Porsche y Siemens Energy.*
El primero, basado en Antofagasta, en el norte de Chile, utilizará energía solar para potenciar electrolizadores de 1.6GW. El hidrógeno verde se utilizará en la minería.
Una prueba piloto inicial prevé instalar 16MW para 2024.
El proyecto HIF, en la punta opuesta de Chile, en la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, usará energía eólica para generar e-combustibles en base a hidrógeno verde.
Según información de la empresa AME, «el piloto usará un electrolizador de 1,25 MW y en las fases comerciales será superior a 1GW».
El ministro de Energía chileno, Juan Carlos Jobet, señaló que el país no solo buscar generar hidrógeno verde para cumplir con su objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, sino que incluso aspira a poder exportar este combustible limpio en el futuro.
«Si hacemos las cosas bien, la industria del hidrógeno verde en Chile puede ser tan importante como la minería, el sector forestal o como fueron alguna vez los salmones», señaló en declaraciones a la revista Electricidad.»
Algunas palabras de cautela:
Aún sin tener acceso a los libros del Grupo Fortescue, y por ende a sus análisis financieros, podemos asegurar que ni ellos ni nadie pondrá un dólar, dólar estadounidense o dólar australiano, sin que esté asegurada la libre disponibilidad de las utilidades que obtenga.
El gobierno argentino deberá analizar con cuidado, entonces, las condiciones de la inversión y también el «modelo de negocios» del inversor. Asimismo, tiene que poner en la balanza, por supuesto, la posibilidad de impulsar en la árida meseta patagónica un proyecto de transformación de estas dimensiones.
En realidad, toda la «economía del hidrógeno» es una apuesta al futuro. Y algunas veces se hicieron en Argentina estas apuestas.
En cuanto al presente, quiero concluir con una referencia a otra noticia publicada en AgendAR que hizo este editor en las redes sociales: «Esta nota informa, entre otras cosas, que en 10 meses de 2021, las exportaciones del agro liquidaron u$s 28.086,92 millones. Más de tres veces la mega inversión anunciada ayer. Creo que es necesario repensar la relación con el agro».
Abel B. Fernández