Malos vientos para la energía eólica (Cuando sólo el viento es nacional)

La Nueva (Provincia), el tradicional diario de la zona de Bahía Blanca, lanzó una documentada alarma sobre la situación de los parques eólicos, de los que ya una apreciable cantidad está paralizada, por la dificultad de importar repuestos.

Le pedimos a Daniel Arias, que ha escrito mucho en AgendAR sobre energías renovables, que analizara el tema. Y así lo hace, a continuación de esta nota.

Sólo agregamos que es una historia que se ha repetido una y otra vez en Argentina. Gobiernos que reciben en algún momento una «lluvia de inversiones» (endeudamiento financiero), Macri, Menem, Juárez Celman, se embarcan en proyectos, buenos o malos, pero que no prevén la participación de la industria nacional. Todo importado (en este caso, menos el viento). Cuando los dólares se van… los argentinos cargamos con el muerto.

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«Si hay un mercado que creció en los últimos años, de manera contundente y sostenida, ese es el de las energías alternativas. En especial, la producción de electricidad a partir de aerogeneradores eólicos; es decir, el aprovechamiento del viento convirtiendo su energía cinética en eléctrica.

Sin embargo, luego de una gran etapa de instalación de parques, la situación se ha vuelto cada día más complicada.

En nuestro país hay cerca de 800 molinos, con capacidad instalada de 3.000 MW, de los cuales se estima que hay alrededor de 50 con problemas técnicos; algunos detenidos hace meses, por las dificultades que encuentran las empresas para importar insumos y repuestos, por falta de divisas y por complejidades burocráticas.

“Es algo increíble. Se están parando importaciones que permitirían generar energía equivalente a veinte veces lo que cuesta el insumo que se restringe, una energía que hay que reemplazar por combustibles más caros”, comentaron empresarios del sector consultados por La Nueva (Provincia).

“Pareciera que ningún funcionario tiene esa mirada integral de lo que ocurre; nadie hace estas cuentas”, agregaron.

Las energías renovables en general —eólica, solar— crecieron a pasos agigantados y, en cuatro años, pasaron de generar el 2,5 % de la demanda de electricidad, en el año 2018, al 14 % en 2021.

Bahía Blanca —y su región— han sido de los sitios del país donde más se ha visto el crecimiento de este sistema, atento a una serie de ventajas que ofrece, entre ellas, claro, un viento por demás adecuado.

Sin embargo, el sistema se ha topado en estos meses con un gran inconveniente: las restricciones que encuentran las empresas al acceso de divisas.

No es la falta de viento lo que está restringiendo la generación de energía eólica sino la falta de dólares, situación que toma más relevancia en el contexto de crisis energética producida por la falta de gas.

Por esta situación, la Cámara Eólica Argentina (CEA) envió una carta al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, con copia al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; al secretario de Energía, Darío Martínez y a la titular de la AFIP, Mercedes Marcó de Pont, alertando sobre esta situación.

La cantidad de destinatarios que tiene la carta se debe a las varias —y variadas— barreras burocráticas que deben vencer las empresa para importar, ya que cada ventanilla impone una restricción cambiaria, agravada por la imposición del Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI) y de la Capacidad Económica Financiera (CEF).

El problema pasa por la imposibilidad de ingresar al país los repuestos necesarios para que ningún molino deje de funcionar. Por eso la realidad del sector es preocupante y la CEA registra —al menos— 50 aerogeneradores parados, incapaces de producir electricidad.

Consultado por este medio respecto si algunos de esos molinos se ubican en nuestra zona, el gerente general de la entidad, Héctor Ruiz Moreno, indicó que prefería no individualizarlos para no exponer a alguna empresa en particular, ya que el problema alcanza a las veinte compañías que integran la CEA y son las encargadas de generar el 70 % de la energía eólica del país.

Mencionó —de todas maneras— que “si esos inconvenientes no se subsanan, la cantidad de aerogeneradores detenidos aumentará”, más allá de reconocer que “algunas empresas van resolviendo los inconvenientes, invirtiendo tiempo y esfuerzos que podrían evitarse”.

El sector eólico importa más del 60 % de bienes e insumos.

Para que el Banco Central de la República Argentina les otorgue dólares a las empresas, éstas tienen que aprobar el Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones, instrumento de la AFIP que “prioriza los controles y la gestión de riesgo sobre las mercaderías”, y cumplir con la capacidad económica financiera.

El problema es que, al momento de las licitaciones, las empresas crearon subsidiarias para presentarse, las cuales no cumplen con las nuevas exigencias y no pueden comprar los productos necesarios.

La CEA señala que, en la Aduana, están frenados desde hace meses repuestos para un aerogenerador con potencia instalada de 3,6 MW. El valor de los mismos es de 15.000 dólares, pero la energía perdida exige aportar 385.000 dólares para compensar los 5.512 KW/h que se dejaron de producir con los molinos.

La falta de dólares es, además, un gran problema.

“Tenemos facturas adeudadas de varios meses que no podemos pagar por no tener acceso a los dólares. Algunos aerogeneradores exigen estudios específicos, como las radiografías de palas, que no los podemos hacer, y tenemos que dejarlos fuera de servicio”, explicaron.

También hay complicaciones con las empresas navieras. Como el Banco Central restringió la posibilidad del pago a término, atienden a otros mercados y a las compañías locales les cuesta conseguir quien les entregue la mercadería.

La carta

La crisis se agudizó con la Comunicación 7030 del Banco Central, con efectos en las importaciones para la industria eólica.

La CEA explicó que la situación se traslada a toda la cadena de valor del sector, particularmente a quienes fabrican y desarrollan componentes nacionales (torres, insumos eléctricos, logística y servicios) que ven frenada su expansión y el mantenimiento de las fuentes de trabajo si los desarrolladores y tecnólogos no pueden encarar sus proyectos con normalidad.

Las restricciones y requerimientos para las empresas que deban acceder al Mercado Único y Libre de Cambios han producido un profundo desarreglo, que no sólo entorpece la instalación de los parques, sino también su operación y  mantenimiento.

Los procesos burocráticos obstaculizan aún más la posibilidad de llevar a cabo las importaciones y pagarlas, a través de procesos que se suman a las restricciones como concretamente son el SIMI y el CEF.
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“No desconocemos las dificultades por las que atraviesa el país en su macroeconomía. Y por esa razón hacemos los esfuerzos posibles, porque es nuestro sector el que hará posible que la Argentina cumpla con sus compromisos de París y COP 26 de Glasgow en materia de cuidado ambiental a través de la sustitución de los combustibles fósiles”, se indicó.

Por último, la CEA plantea conformar una mesa de trabajo y ayuda para tratar los problemas, encontrar soluciones de coyuntura y hacer propuestas para resolver la situación y ayudar al crecimiento del sector eólico.

Generación paralizada

Desde fines del siglo XX, dos generaciones de parques eólicos dan cuenta del desarrollo alcanzado en nuestro país.

Con el inicio del siguiente siglo, la mayoría de los parques de primera generación quedaron inoperantes por los inconvenientes técnicos y los obstáculos financieros y regulatorios, fruto de la fluctuación político-económica del país.

El parque eólico instalado en el año 1990 en la localidad de Río Mayo, en la provincia de Chubut, con 4 turbinas de origen alemán, abrió la primera generación de parques que se concretó entre 1990 y 2008.

Un ejemplo local pionero es el parque instalado por la Cooperativa Eléctrica de Punta Alta (CEPA), con tres equipos que pueden verse en la intersección de las rutas nacional N° 3 y provincial N° 249.

La CEPA se puso en contacto con la consultora alemana DECON y gestionó, con el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Alemania, la adquisición de tres equipos Bonus, de 600 kW cada uno.

El ministerio alemán subsidió el 65 % de los equipos, la construcción y la conexión a la red y un vecino de Punta Alta puso a disposición el espacio necesario para su instalación.

A fines de 1998 quedó inaugurado el Parque Eólico Centenario.

A pesar de un mantenimiento regular, el desgaste provocó cada vez mayores desperfectos en motores, engranajes y cableado de los molinos.

La crisis de 2001 y la partida del país de empresas del rubro de eólico agravaron la situación y obligó a importar repuestos. Aparecieron, además, inconvenientes en la Dirección General de Aduanas que retrasaban el ingreso y la entrega de productos.

En la primera década de 2000 dos de los equipos quedaron inoperantes y el tercero fue detenido antes de que se rompiera.

CEPA buscó obtener subsidios y ayuda externa para costear las reparaciones pero, pese a los numerosos intentos, los aerogeneradores dejaron de operar.

En números

—La energía eólica es el aprovechamiento de la energía cinética del viento para transformarla, a través de aerogeneradores, en eléctrica.

—Por su carácter renovable es inagotable, no contaminante y de gran potencial de explotación.

—La Argentina cuenta con uno de los mejores vientos en cuanto a velocidad y persistencia y posee tierras para emplazar parques.

—El sector creció con la promulgación de la Ley del Régimen de Fomento Nacional para el uso de Fuentes Renovables de Energía, que permitió sentar las bases para su desarrollo.

—El pasado 1 de marzo se registraron dos marcas históricas, estableciendo un récord de aportes de generación eólica y solar, con 3.670 MW.

—El citado día 1, el 25.96 % de la demanda de energía eléctrica fue abastecida por fuentes renovables. De ese porcentaje, el 70,34 % provino del sector eólico; el 22 % del fotovoltaico; el 4,56 % del hidráulico y el  3,1 % de las bioenergías.

—En el año 2021 la energía renovable cubrió —en promedio— el 13 % del abastecimiento eléctrico del país.

¿Dónde está Bahía Blanca?

La ciudad de Bahía Blanca es señalada —por la Cámara Eólica Argentina— como una región estratégica para el desarrollo de parques eólicos, en razón de sus condiciones inmejorables gracias a la calidad de sus vientos, la cercanía al puerto y la conectividad.

De los 1.176 MW de potencia eólica de la provincia de Buenos Aires, el 20 % le corresponde a Bahía Blanca.

Según estudios de la UNS, la velocidad del viento —a 80 metros de altura— está entre 29 y 36 kilómetros por hora, lo cual genera factores de capacidad —energía anual que puede producir— de entre 35 % al 45 %.

Esto se considera excelente, teniendo en cuenta que, a nivel mundial, son aceptables factores mayores al 20 %.

Otros puntos favorables de la ciudad son su puerto, lo que permite el acceso del equipamiento de grandes dimensiones y la Zona Franca con depósitos adecuados.

La conectividad eléctrica es otro atractivo, con líneas de alta tensión y estaciones transformadoras apropiadas para la evacuación de la energía generada, al igual que los recursos humanos, con universidades nacionales y centros de capacitación para aportar el recurso humano calificado que se requiere.

En la zona cercana a nuestra ciudad se cuenta con 11 parques eólicos, con un total de 140 aerogeneradores.

El análisis de AgendAR:

Nuestra lectura de la situación es que el gran desembarco de equipos eólicos en el período de Macri fue eso, un desembarco, y un negoción financiero sin ribetes industriales. Que pagaremos muy caro.

El modus operandi fue simple. Se crean compañías operadoras sin capitales para que ganen licitaciones que excluyen todo intento de fabricación local, se importan equipos enteros sin componentes nacionales, salvo la torre en algunos casos. Y luego, cuando estos se empiezan a romper, hay que hacerles mantenimiento. Pero los repuestos no son gratis, como el viento. Y vienen de afuera. Y cuestan en dólares. Y los dólares no cuestan como en 2016, cuando se lanzaron con bombos y platillos los planes RenovAR 1, 2 y 3. Cuestan más.

Conclusión, 50 molinos parados. Dentro de poco, van a ser casi todos. ¿O acaso no pasó lo mismo a escala micro y local, con el parque eólico Ing. Morán de la Cooperativa de Servicios de Comodoro Rivadavia? Con el 1 a 1 de Menem, los equipos daneses se compraron a precios muy razonables. Luego se rompieron. Más tarde se rompió la convertibilidad, y el dólar quedó entre 3 y 4 veces más caro, y andá a conseguir un repuesto. De tanto estar parados y deteriorándose, algunos molinos empezaron a derrumbarse, porque el viento sigue costando lo mismo: nada. Pero es bastante brutal, y desgraciadamente es el único componente argentino.

Por las condiciones licitatorias, brutalmente esquinadas en favor de las operadoras de los planes RenovAR, la electricidad que los parques paralizados no produzcan se va a terminar pagando igual, por las buenas o cuando los inversores presenten los contratos en tribunales no necesariamente argentinos. Hay hasta un fondo estatal previsto para esa contingencia, que se llama sugestivamente FODER. Qué bien que nos abrocharon.

Gran diferencia con Brasil, para no ir demasiado lejos. Uno de los equipos más vendidos en Argentina, el Vestas V150 de 4,2 MWe, se produce íntegramente en Ceará, Brasil. Es majestuoso: con sus palas de casi 74 metros, llega a 250 metros de altura. Y lo único danés del equipo es la ingeniería, y está transferida a Brasil. ¿Se imagina la cadena de valor agregado local que se creó para poder fabricar esa majestuosa maravilla? Bueno, aquí no se hizo nada de eso. Pero se creó cantidad de trabajo en Dinamarca, quién lo duda.

El gobierno brasileño tuvo una política bastante clara para desarrollar los parques eólicos que hoy tachonan la larguísima costa atlántica brasileña, privilegiada -como casi todo litoral marítimo- por la constancia de su régimen de vientos. No un gobierno sino sucesivos gobiernos, y desde épocas de Cardozo, dijeron lo mismo: los fabricantes extranjeros de turbinas van a tener ventajas y promociones, pero deben fabricar sus equipos íntegramente en Brasil. Punto.

Lo que sucede en Brasil es que la electricidad se vende en moneda local, y el mantenimiento y las reparaciones se hacen en moneda local. No hay que hacer ninguna presentación burocrática ante la aduana brasileña, ni ante 4 o 5 ministerios, para conseguir dólares para agenciarse de un repuesto de Vestas, ni traerlo desde la lejana Dinamarca. Se compra en el mercado brasileño.

A fecha de hoy Brasil tiene 777 parques eólicos en operaciones, que suman un total de 9.042 turbinas, todas de producción local. En capacidad instalada, ya son 21,03 gigavatios. Generan -según las cámaras del ramo- suficiente electricidad como para iluminar 28,8 millones de hogares.

Eso es un slogan frecuente entre los eólicos: el viento es un recurso no sólo intermitente sino impredecible, y los 28,8 millones de hogares referidos consumen electricidad a demanda, no a cuenta. Pero no hay duda de que con factores de carga altos y mantenimiento constante, 21,03 gigavatios eólicos instalados en el país han ahorrado muchísima agua en los embalses hidroeléctricos, el recurso clave de la red de potencia brasileña, durante las dramáticas sequías de 2020 y 2021.

Lo que nos entusiasma en AgenAR de la energía eólica es justamente su capacidad de crear trabajo calificado. Subrayamos: MUY calificado. La fabricación de las decenas de miles de componentes de una turbina grande, incluído el tren de transmisión y las palas, incluye maquinado de precisión, aleaciones especiales, materiales dopados con tierras raras para los componentes magnéticos, y sobre todo la fabricación de las palas capa sobre capa de telas de fibra de vidrio o de carbono, que es absolutamente artesanal y además abre camino a otros dos negocios nacionales: la fabricación de cascos navales de plásticos reforzados, y la de aviopartes.

Es todo lo que aquí se tiró a la basura con la libre importación de 3000 MW de equipos sin mancharse las manos con fabricación local. Lo dicho, un negoción financiero de señoritos. La queja porque la maldita burocracia del estado impide el acceso a los dólares necesarios para importar repuestos es parte del «show business», está prevista.

El negocio industrial genuino era fabricar todo aquí, y en pesos. ¿O acaso no tenemos una capacidad ociosa importante en las industrias metalmecánica, naval y aeronáutica? ¿O acaso no tenemos recursos humanos capacitados y ociosos?

Según el organismo de «Market Intelligence» de la GWEC, o Global Wind Energy Council, el mundo ya ostenta 751 GW instalados, y esa industria generó 1,2 millones de puestos de trabajo directos. En 2020, las estadísticas del GWEC para los principales países con fabricación local de turbinas eran éstas: China tenía 550,000 trabajadores en el ramo, Brasil 260.000, EEUU 115.000, y la India 63.000.

Daniel E. Arias

VIALa Nueva