Un análisis sobre la importancia de generar una articulación virtuosa entre el Estado, la ciencia y el sector privado, que contribuya a dejar atrás los recurrentes escenarios de inestabilidad en la Argentina.
Hace ya dos meses, el economista Juan Manuel Telechea se refería a un desarrollo que también tratamos en AgendAR: La creación de un fondo por el gobierno de la provincia de Santa Fe y Bioceres para fomentar nuevas empresas de biotechología. Reproducimos esta nota porque la convocatoria sigue abierta, pero, sobre todo, porque va más allá del hecho puntual y lo muestra como un ejemplo del enfoque que es necesario tomar para superar el desaliento argentino.
«El SF500, el fondo creado por Bioceres en conjunto con el gobierno de Santa Fe para apoyar a emprendedores de base científico tecnológica, abrió la etapa de postulación de proyectos para el programa. Fue en el marco de un evento del que participaron 300 personas, entre ellas importantes funcionarios y empresarios vinculados con el ámbito de la ciencia.
En los últimos tiempos dejamos de hablar de desarrollo económico. Bajo la lógica (o la excusa) de que sin una economía estable resulta muy difícil que haya un impulso productivo, nos enfocamos cada vez más en la inflación o en el dólar y cada vez menos en los distintos sectores estratégicos que deberíamos promover.
Esto, a su vez, le dio un muy buen argumento a la corriente más extremista del ambientalismo que, amparándose en dicha falta de crecimiento, propone directamente prohibir muchas de estas actividades económicas.
Dado que, luego de cambios de gobiernos y de políticas públicas, la solución a la inestabilidad no parece que vaya a venir por el lado de la gestión macroeconómica, quizás es un buen momento para dejar de lado esas discusiones y ver si, en realidad, la salida no puede venir directamente desde lo productivo. Más específicamente, de la articulación entre el Estado, la ciencia y el sector privado.
Pero, para llegar a eso, necesitamos primero repasar algunos conceptos teóricos que atañen a la microeconomía y que son fundamentales para ver hacia dónde apuntamos. Hoy está más que claro que ninguna empresa, por más innovadora y pujante que sea, puede crecer por sí sola. Dicho de otra manera, si agarramos a cualquiera de las grandes empresas -del sector que sea- y analizamos su evolución, veremos que para alcanzar ese estado de madurez necesitaron distintos tipos de ayuda estatal (financiera, tributaria, legal, etc.) o se apoyaron sobre innovaciones que llevaron a cabo otras empresas u organismos científicos para potenciar su producto.
Esto está retratado a la perfección en el ya famoso libro El Estado Emprendedor, de Mariana Mazucatto, donde muestra que buena parte de la tecnología de un iPhone (internet, el GPS, la pantalla táctil, entre otras) fue desarrollada o impulsada por agencias del Estado.
Digamos que el punto de fondo es que el Estado, por su tamaño y capacidad de financiamiento, puede hacer ese tipo de inversiones y asumir el riesgo, mientras que la empresa privada luego se apalanca sobre eso para lograr un mejor producto (y un mayor beneficio).
Pero esto solo explica una parte del éxito. Nos está faltando entender cómo las empresas crecen y por qué algunas (en ciertos sectores) lo hacen y otras no. Ahí aparecen los distintos tipos de externalidades positivas. Esto sucede cuando la producción de una empresa tiene un impacto positivo indirecto sobre otra. Los ejemplos más frecuentes, que son precisamente los que más nos interesan, son las innovaciones. Cuando una empresa mejora su producto, automáticamente eso beneficia a todas aquellas que lo utilizan como insumo.
Pero esto no solo sucede hacia dentro de una cadena, sino que puede darse con empresas en rubros muy diferentes o directamente que lleven a la creación de nuevos productos. Por ejemplo, el avance en los teléfonos celulares mejoró la productividad de las empresas de logística, pero también es lo que posibilitó la creación de nuevos servicios digitales de todo tipo (financieros, de transporte, de compraventa, entre otros).
Asimismo, esto nos permite entender por qué en muchos casos ciertas innovaciones se producen en un país y no en otro. Por detrás, hay años de desarrollo y de especialización en determinadas áreas que son la base para el surgimiento de dicha innovación. Por ejemplo, no es casualidad que Argentina tenga dos premios Nobel de medicina y uno de química y que dos de los inventos más reconocidos sean el bypass o la jeringa descartable.
En suma, el crecimiento y desarrollo de las empresas implica una sinergia entre el sector privado, el Estado y la capacidad de innovación. Además, este es un proceso acumulativo en el tiempo, donde los sectores de mayor productividad hacen más probable que haya innovaciones vinculadas con dichos rubros.
Esto es precisamente lo que está impulsando Bioceres (empresa argentina líder en biotecnología agropecuaria) con su programa “SF500”. El nombre del programa simboliza el origen, Santa Fe, y el objetivo: contribuir al nacimiento y crecimiento de 500 proyectos innovadores en los próximos 10 años. Potenciales startups relacionadas con la biotecnología, en particular proyectos vinculados con la medicina traslacional, la neutralidad del carbono, los biomateriales y los alimentos funcionales. Es decir, proyectos que además de tener un gran impacto productivo buscan reducir la contaminación ambiental.
Para tener una idea de a lo que apuntan, los primeros cuatro proyectos seleccionados para su financiamiento son: Wonder, que consiste en crear un biocuero gracias a la reproducción de hongos a partir del orujo, un residuo de la industria vitivinícola; Onco-liq, que está desarrollando una tecnología para la detección temprana del cáncer de mama a partir de los microRNAs; Dharma Biosciences, que busca acercar soluciones para la regeneración del cartílago de rodilla y eventualmente curar la artrosis; y Biota Life, iniciativa que prevé acercar tratamientos personalizados para distintas afecciones de la piel;.
«Desde SF500 vivimos la evolución y el desarrollo en términos de simbiosis y colaboración, no en términos de competencia y selección. Por eso públicos y privados nos unimos para invertir y formar parte de las soluciones. El modelo es asociarnos al emprendedor. Si le va bien, ganamos todos. Si le va mal, perdemos todos. Además, creemos que es la forma más eficaz para impulsar un gran proceso de transformación donde la biotecnología sea un factor clave de desarrollo del país en las próximas décadas», nos contó Francisco Buchara, director del SF500.
El objetivo principal de Bioceres es funcionar como un “acelerador de proyectos”, aportando su experiencia y sus servicios en aquellos puntos donde por lo general se presentan los mayores obstáculos para el crecimiento de estas startups (armado de plan de inversiones y modelo de negocio, consultoría regulatoria y legal, mentoría, conexión con ecosistemas y apoyo para realizar roadshows, entre otros). La convocatoria seguirá abierta hasta junio y quienes califiquen podrán acceder a los aportes monetarios y la asistencia técnica necesaria para escalar su iniciativa.»
Juan Manuel Telechea