El CAREM: su presente, su pasado y su futuro

Sol Pedre, gerenta del proyecto Central Argentina de Elementos Modulares (CAREM), habla con Matías Alonso sobre el avance en su construcción, cómo trabajan en el desarrollo de proveedores, los esfuerzos por lograr la mayor cantidad de componentes nacionales y los desafíos de poner en marcha el primer reactor de potencia de diseño argentino.

A continuación, Daniel Arias, que sigue el proyecto desde 1984, nos cuenta su historia y propone un primer destino para el CAREM comercial.

ooooo

El área nuclear es una rara excepción en el desarrollo de tecnología en la Argentina. El 31 de mayo, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) cumplió 72 años desde su creación por un decreto del presidente Perón. En todos esos años, este sector fue atravesado por políticas que lo favorecieron y otras que lo desfinanciaron, pero la institución logró sostener proyectos de largo plazo y ha sido el germen del desarrollo tecnología para centrales nucleares y también de empresas como INVAP, que se ha expandido a las áreas de desarrollo de satélites y radares, entre otras.

A mediados de la década de los 80, los investigadores de la CNEA presentaron una idea por entonces novedosa: en lugar de hacer reactores cada vez más grandes y potentes, ¿por qué no hacer reactores pequeños, que puedan ser instalados en zonas remotas y construidos de manera modular? Esa idea prendió en el mundo y, con el resurgimiento de la necesidad de contar con energía nuclear en muchos países, debido a que no emite gases de efecto invernadero y permiten un abastecimiento constante de energía, varios países se lanzaron a diseñar sus propios reactores pequeños y modulares.

El CAREM hizo punta en iniciar su construcción, en el año 2014, pero los retrasos en la obra –en parte por demoras propias del desarrollo de un prototipo pero también por el desfinanciamiento que sufrió durante el gobierno de Macri– le han hecho perder terreno frente a sus pares de otros países. Aún así, todavía tiene un gran potencial para ser utilizado y también exportado.

Febrero de 2019. Hormigonado de la losa del nivel cero de la contención del reactor, uno de los hitos más relevantes del proceso constructivo del edificio de la Central Nuclear.

-¿Cómo está hoy la construcción del CAREM?

-Estamos avanzando bien con el hormigonado pero todavía no lo terminamos. La obra civil está en un 72 por ciento. En enero de este año volvimos al hormigonado que se había paralizado durante la cuarentena y el gobierno anterior. En junio del año pasado hicimos un contrato para que una empresa recupere la obra que había dejado Techint y todos los meses estamos mejorando la cantidad de hormigón, se está avanzando muy bien. Eso en cuanto a la obra civil. En lo nuclear, estamos terminando la finalización de componentes. Hace varios años que estamos con el recipiente de presión y varios de los elementos internos. En Combustibles Nucleares Argentinos (Conuar) estamos terminando el generador de vapor, porque es bastante especial y necesitábamos saber si era fabricable. Estamos avanzando bastante con contratos para lanzar la fabricación de muchos de los componentes estáticos calificados con Conuar y otras empresas a través de IMPSA. Y en los componentes no calificados también estamos trabajando mucho con ADIMRA. Este año probablemente saquemos las órdenes de compra del 50% de los equipos calificados y el 13 o 14% de los no calificados.

-¿Por qué es tan complejo el generador de vapor?

-El CAREM tiene 12 generadores de vapor con un diseño integrado dentro del recipiente de presión y de una forma helicoidal muy particular. Es complicado porque son 52 tubitos de un centímetro de diámetro y 30 metros de largo que hay que enhebrar en seis camisas. Firmamos un primer contrato con CONUAR para hacer el primer generador de vapor, el preserie, para terminar la construcción y hacer todos los ensayos de tolerancia y requerimientos mecánicos. Si todo sale bien haremos la orden de compra por los 12 generadores de vapor y uno más para hacer pruebas afuera. Eso va muy bien y probablemente este mes o el que viene terminen de armarlo y podamos hacer la orden de compra en septiembre u octubre.

Vista aérea del edificio del reactor, en la etapa previa al hormigonado de la contención donde estará ubicado el Recipiente de Presión del prototipo CAREM.

-Originalmente se pensaba que podría llegar a modo crítico en 2024. ¿Se puede llegar a esa fecha? ¿Qué problemas hubo que retrasaron la construcción?

-El programa que tenemos hoy habla de 2027. Hay que tener en cuenta que hay varias cosas muy importantes para terminar el programa. Una son los pendientes de ingeniería porque es el primer reactor de potencia de diseño argentino y plantea desafíos tecnológicos para el país y para el mundo. Es de los primeros reactores de este tipo, entonces hay cosas de ingeniería que hay que terminar de afinar todavía. La segunda cuestión tiene que ver con la capacidad de fabricación local que tenemos y estamos hablando mucho con ADIMRA sobre eso. Obviamente, el objetivo de esto es generar la mayor cantidad de componentes nacionales: queremos un 70% de integración nacional y es un objetivo muy alto, porque, por ejemplo, la electrónica se importa prácticamente toda. Pero haremos una gran proporción con los componentes metalmecánicos. En la Argentina hay dos empresas que tienen la estampa para hacer cosas calificadas, que son IMPSA y CONUAR, y también hay un conjunto de empresas que pueden hacer cosas calificadas con el sello de IMPSA o fabricar cosas no calificadas pero que tienen que tener una calidad importante. Para darse una idea, hay que fabricar 220 componentes de distintos tamaños. Entonces, hay que ver qué capacidad de respuesta tiene la industria argentina. También pasaron los cuatro años de Macri y la pandemia: hubo un recorte salarial muy grande en la CNEA y perdimos muchos ingenieros y técnicos, y eso también tuvo efecto en las empresas nacionales. IMPSA estuvo al borde de la quiebra y eso hizo que se retrasara muchísimo el recipiente de presión. De todas maneras, hoy en día estamos pensando la puesta en marcha para 2027, y seguramente será una puesta en marcha larga porque hay que hacer la prueba de todos los sistemas que son innovadores antes de poner el núcleo. Se llevará a temperatura y presión de trabajo con otro método que no sea nuclear y se probarán todos los sistemas antes de poner la parte nuclear.

-¿Parte del proyecto CAREM es poder desarrollar proveedores para poder producirlo después en serie?

-Totalmente, el tema de los proveedores es muy importante. Uno de los sentidos de la industria nuclear, la razón de ser del desarrollo tecnológico nuclear, es desarrollar los proveedores metalmecánicos lo más posible, la ingeniería misma, o la programación e integración de la electrónica, todo ese tipo de tareas. Ahí se puede ver el trabajo que hacemos con ADIMRA y la unidad del sector nuclear en su conjunto. El trabajo también es con NASA y tampoco es el único proyecto nuclear que hay. Ahora se viene la extensión de vida de Atucha I, que ya tiene 48 años de operación y es un montón de trabajo para la Argentina, el almacenamiento en seco de los combustibles gastados y el proyecto nacional CANDU, que no tiene financiamiento pero es una línea que tanto la dirección de NASA como la CNEA quieren continuar, porque es en la que mayor desarrollo autónomo tenemos. Y el desarrollo de los combustibles cuando se pueda hacer Atucha III.

“El programa habla de 2027. Hay varias cosas muy importantes para terminar. Una son los pendientes de ingeniería porque es el primer reactor de potencia de diseño argentino y plantea desafíos tecnológicos para el país y el mundo”; señala Sol Pedre.

-Parte de los combustibles del CAREM son de uranio enriquecido. Si quisiéramos vender un CAREM al exterior se debería poder hacer el ciclo completo del combustible. ¿Hay capacidad para hacer el enriquecimiento a nivel industrial?

-Una cosa es hacer el combustible y otra es enriquecer uranio. Para enriquecer uranio CNEA tiene proyectos y se tiene el objetivo de enriquecer uranio a escala industrial. Hoy en día no tenemos esa capacidad pero sí a nivel planta piloto en Pilcaniyeu, que se puso en producción nuevamente durante el gobierno de Cristina Fernández. Eso nos permite estar en un club muy reducido de países a los cuales nos pueden vender uranio enriquecido. Tenés que demostrar que podés hacerlo vos para que te vendan uranio enriquecido. Todo el resto del combustible se desarrolla en la Argentina.

-Claro, pero habría que ver si le venden a la Argentina uranio enriquecido para el país que sea su cliente, ¿no?

-Es un problema y tenemos que trabajar para poder enriquecer uranio de manera industrial. Brasil tiene una planta de enriquecimiento de uranio y habría que ver una posibilidad de acuerdo con ellos. Lamentablemente, el uranio natural se importa, no estamos haciendo minería de uranio en la Argentina pese a que tenemos las líneas, tenemos la capacidad y es otro de los temas que debemos trabajar para poder cerrar el ciclo del combustible. También producimos los combustibles de los reactores de investigación que son con uranio enriquecido, e INVAP los exporta. Es fundamental trabajar en la línea de enriquecimiento de uranio y tener toda la capacidad. El desarrollo que tenemos es muy importante y, en particular para el CAREM, el combustible se desarrolló en la CNEA y esa tecnología se transfirió a CONUAR, y prácticamente están todas las pastillas de combustible fabricadas. La importancia de poder producir el combustible desde el punto de vista de la independencia que nos da y también en la posibilidad de poder exportarlo abre todo un camino de posibilidades. El CAREM es un reactor de potencia y la idea es poder vender reactores pero hay un montón de otras cosas que también se pueden comercializar del reactor, como los servicios de ingeniería. Una de nuestras fortalezas son los equipos de ingeniería que desarrollamos en el proceso. Es importante, para entender los retrasos, recordar todos los años del menemismo y lo que generaron. En 2006 se decidió reflotar el proyecto y en 2009 empezó el financiamiento. Los equipos no existían y tampoco los edificios para que trabajen. Fueron diez años de formar gente que hoy en día somos los que estamos liderando el proyecto, sobre todo jóvenes, porque hay una brecha generacional. De 45 años de edad para arriba hay pocos en la CNEA. Yo tengo 41 y la mayoría de quienes están liderando el proyecto tienen entre 35 y 40 años.

-Hace poco tiempo hubo una visita de representantes de Estados Unidos que dijeron que estaban interesados en trabajar en conjunto en el proyecto CAREM. ¿Consideran que es conveniente? ¿En qué aspecto podrían hacer aportes?

-Estados Unidos tiene su propio reactor pequeño y tiene una política muy fuerte de desarrollar este tipo de reactores. El más avanzado es el NuScale, que es un reactor de agua liviana y uranio enriquecido. Tiene licencia aprobada en Estados Unidos y están con una política comercial muy agresiva, sobre todo para países de Europa del Este. A partir de la guerra entre Rusia y Ucrania el discurso empezó a cambiar en Estados Unidos y está muy basado en la seguridad nacional, lo que es entendible. Cuando uno piensa en el sector nuclear, y también en la Argentina, es un tema muy vinculado con la soberanía, con la geopolítica, no se lo puede ver solamente como un desarrollo tecnológico industrial. No creo que la intención estadounidense sea realmente colaborar con nuestro proyecto, no hubo ninguna oferta de colaboración, ni financiamiento, ellos tienen sus diseños y creo que los dichos tienen que ver con lo que se publicó en los diarios, de que no vayamos con China y la central Hualong. Me parece que no tiene que ver con un interés real de querer trabajar en conjunto con nuestro diseño. Nosotros queremos avanzar de manera independiente y soberana para tener un reactor de potencia. Es un salto cualitativo para el sector nuclear y se abren un montón de posibilidades para poder tener instalados en nuestro territorio reactores de diseño propio.

Maqueta del edificio completo donde se alojará el prototipo del reactor nuclear CAREM con sus dependencias asociadas.

-¿Adónde sería ideal instalar un CAREM?

-Hay una cuestión que es la licencia social. Hoy estamos haciendo el prototipo en Lima porque están Atucha I y Atucha II, y es adonde más nos pueden ayudar con las pruebas. Pero la realidad es que si uno piensa dónde serviría, podría pensarse en Córdoba, que ya tiene Embalse pero también hay ciudades que están más alejadas, tienen requerimientos energéticos y es difícil llevarles la energía. Hay lugares adonde está la demanda energética pero además no solo sirven para producir energía eléctrica, sino que también se puede pensar en, por ejemplo. calentar agua para procesos industriales. Casos como ALUAR, que son empresas que tienen un alto consumo energético y además de energía eléctrica también necesitan agua caliente para procesos. También están las comunidades aisladas: por ejemplo, Villa La Angostura es hermosa pero queman gasoil porque no están conectados a la red eléctrica. Para ese tipo de ciudades va perfecto, el tema es que hay que dar un debate y tener una política amplia sobre que la energía nuclear es parte de la transición para descarbonizar la matriz energética y que una sociedad tenga la energía para desarrollarse y no destruya el ambiente en el camino, y que se complementa muy bien con las energías renovables. En particular, pienso que en nuestro país se agrega una línea más y es que el sector nuclear en la Argentina genera trabajo de calidad con altos estándares de tecnología y un altísimo valor agregado, por lo que tiene mucho sentido seguir impulsando este tipo de tecnología. Realmente creo que el CAREM está en un momento adecuado y en el lugar justo. No es posible pensar en una transición energética solamente con energía solar o eólica simplemente porque no son energías de base, son intermitentes.

-De todas formas no son tan flexibles, no se pueden acelerar y frenar a lo largo de un día.

-El CAREM es un poquito más flexible porque permite no tener módulos tan grandes. Además, lo que puede hacer también y se está estudiando para este tipo de reactores es poder usar la energía que te sobra para producir hidrógeno. Entonces, durante ese tiempo entregás menos a la red porque con el excedente estás produciendo hidrógeno y, como ya tenés agua caliente, lo puede hacer de manera más eficiente que solo con electrólisis. Cuando los molinos de viento o los paneles solares dejan de producir se puede usar el hidrógeno que almacenaste. Hay muchos proyectos de este estilo.

-¿La estatización de IMPSA impactó en el proyecto CAREM?

Definitivamente. Para nosotros es fundamental que eso haya sucedido. Si IMPSA iba a la quiebra, que además venía de pelear unos años muy difíciles, más allá de las complicaciones técnicas que tiene la fabricación del recipiente de presión, no había otro lugar en la Argentina adonde se pudiera hacer ese componente ni otros. Fabricar el recipiente de presión es tan complejo que nosotros tenemos inspectores de manera constante, hay que chequear cosas todo el tiempo y tener un seguimiento muy fluido del proceso, y si fuera un proveedor en otro país sería imposible. El recipiente de presión ya se llevó 52 millones de dólares del proyecto, que es más o menos el 10% del total del presupuesto. IMPSA es la única empresa que tiene calificación como para hacerlo además de CONUAR y es fundamental que en la Argentina se defienda a este tipo de empresas. Si no se daba era muy difícil seguir con el CAREM. Además, perder esta capacidad como país no tendría sentido.

Matías Alonso (Agencia TSS)

Comentario de AgendAR:

Soy caremista de la primera hora. El proyecto CAREM se presentó por primera vez en 1984 y lo conocí con muchas reticencias de su depositario (por default de la CNEA), la firma barilochense INVAP, allá por 1985. Sigo y apoyo al CAREM desde entonces.

La CNEA en 1985 estaba con la mitad de su presupuesto de 1981 en pesos, y luchando contra demasiadas obras inconclusas (Atucha II, la Planta Industrial de Agua Pesada, etc). No tenía un centavo ni recursos humanos como para ocuparse de este proyecto, entonces considerado entre marginal y lunático: iba a contramano de la ideología tayloriana según la cual cuanto más potente la central, más baratos salen el megavatio instalado y el megavatio/hora de electricidad. Ja.

Esa ideología implicó la quiebra de la mayor parte de los grandes oferentes occidentales, con plantas gigantescas de 1200 a 1600 MWe que rara vez logran terminar, o se terminan con sobrecostos enormes, proporcionales a los años de demora elevados a alguna potencia conjetural. El concepto de «big enough» no les entró nunca en el mate a los dueños de entonces del mercado nuclear. Los llevó a fundirse.

Ese problema mundial ya se empezaba a olfatear en los ’80. El CAREM fue la primera respuesta coherente al mismo. INVAP, que en los ’80 estaba económicamente en la lona, lo entendió bien e hizo de esta centralita su proyecto de bandera.

Del CAREM confieso haberme enamorado a primera vista por su tamaño pequeño y su  sobria sencillez conceptual, ese modo elegante de bajar costos y al mismo tiempo aumentar la seguridad operativa. No tuve dudas en dedicarle al CAREM la mayor parte de mi carrera como periodista científico, que empezó justamente en 1985.

Sobre cómo y por qué 38 años después no está construido, testeado y vendido «urbi et orbi», en AgendAR se escribió bastante. Si quiere curiosear, apriete aquí. O también aquí. Contra el CAREM obraron muchas fuerzas externas e internas, pero sobre todo, esa invencible predisposición nacional a pisarnos el poncho.

El CAREM volvió de INVAP a la CNEA en 2006, y comparto lo que dijo el difunto Ing. Héctor «Cacho» Otheguy de ahí en más: si quedaba en INVAP, el CAREM ya estaría construido. Lejos de ello, las obras la CNEA las inició tras muchos rediseños de lo hecho por INVAP con la excavación de cimientos en 2011, no en 2016. Y luego siguieron más años de rediseños del rediseño antes de las primeras coladas de hormigón en 2016.

No puedo juzgar técnicamente la necesidad de tanto cambio. La CNEA dice que eran imprescindibles. La potencia del prototipo subió de un estimado de 25 MWe a 32 MWe, creo que sobre todo en los 12 generadores de vapor, que dejaron de ser haces de túbulos en forma de «U» invertida (lo clásico desde los años ’50), a la compleja e innovadora trama de espirales encamisados que describe la Dra. Pedre.

Esta arquitectura audaz todavía deberá construirse y testearse en forma experimental para quitarle los defectos, antes siquiera de encargar la construcción de otros 11 artefactos similares para integrar el prototipo. Tengo dudas de que 7 MWe más en el prototipo justifiquen una entrada en línea fijada, no sin gran optimismo técnico y sobre todo político, para 2027.

Los gobiernos de Menem, De la Rúa y Macri sabotearon el proyecto de mil modos, algunos muy imaginativos, otros sencillamente delincuenciales e impunes. ¿Por qué creer que ese problema no está por volver? Este gobierno peronista ha terminado apoyando casi distraídamente el desarrollo nuclear, después de un sopor que duró hasta 2021, y ni la continuidad del apoyo ni la del propio gobierno parecen garantizados ante las elecciones presidenciales de 2023.

El «sex appeal» del CAREM era su simplicidad inicial, y fue lo suficientemente fuerte como para que en 1988 Turquía nos ofreciera un «joint venture» para co-producirlo y exportarlo, que el gobierno de Carlos Menem saboteó. Luego, en tiempos de la Alianza, el CAREM atrajo también a empresas nucleares coreanas y japonesas que simplemente querían llevarse la ingeniería básica por chirolas, algo que -ante la negativa de la CNEA- probablemente los coreanos hicieron por izquierda. De algún lado salió el diseño de su SMART de 100 MW, que recibió aprobación regulatoria de Corea en 2012, y que ofrecieron al toque a Arabia Saudita para desalinizar agua, sin siquiera hacer el prototipo.

Esa simplicidad del módulo CAREM fue copiada también sin disimulos por NuScale, la compleja Unión Transitoria de Empresas (y universidades y laboratorios nacionales) a cargo de esa centralita modular estadounidense. No está ni remotamente en construcción y sin embargo ya generó cantidad de MOUs (Memoranda of Understanding) de parte de Canadá, Bulgaria, República Checa, Polonia, Rumania, Ucrania, Jordania… y siguen las firmas. En Junio de 2021 ya eran 11 países, y hasta una firma privada británica.

NuScale logra ese efecto porque los posibles clientes ven un embale societario y regulatorio que avanza a saltos, traccionado por un tremendo apoyo federal con más del 80% de los costos, y que se mantiene tanto con republicanos como federales, sin importar quién ocupe la Casa Blanca. Y eso sucede pese a que EEUU desde los años ’80 no se venden una central ni a sí mismos, tan grandotas, complejas y caras las volvieron durante los ’70.

Ese apuro por firmar algún MOU decente con la CNEA por el CAREM sencillamente no está sucediendo. Al menos, no desde que Menem logró espantar del proyecto a la TAEK, la Comisión Atómica Turca. El mundo nuclear no nos está tomando en serio por las desconcertantes demoras en llegar a un prototipo en línea, y la pérdida a espuertas de recursos humanos.

La gerencia CAREM, como dice la Dra. Pedre, es bastante joven. Pero eso sucede porque los ingenieros más veteranos se van a la actividad privada o a otros países debido a los salarios bajísimos y la frustración de un proyecto que vive muriéndose en el huevo. Lo que no ha calado aquí, y está resultando comercialmente letal, es el concepto de «good enough».

Guiándose por la idea de que la simplicidad inicial era la base del atractivo de esta central, todo lo que hizo más complejo y caro el diseño lo estamos pagando con atrasos. Y los atrasos, en el mundo nucleoeléctrico contemporáneo, espantan a gobiernos e inversores privados más o menos como la lepra a los campesinos medioevales.

Los atrasos quebraron y se comieron firmas gigantes que se comían el mundo, como Westinghouse, General Electric y la francesa Areva. Los oferentes que siguen en pie son Rosatom, la coreana Kaeri y las empresas nucleares chinas como CNNC y CGN. Y no sólo por tener buenos fierros, sino porque no se atrasan.

Con la excavación de cimientos empezada en 2011, el CAREM podría -debería- haber entrado en línea el año pasado. Eso, tomando por normal que un prototipo, incluso uno reducido como éste, da mucho más trabajo de cepillar detalles y hacer cambios, incluso en fase de montaje. Y ojo, hablamos de una miniatura de 32 MW, no de un módulo de escala comercial, con los muchos cambios de ingeniería que ese salto de potencia implica. En el CAREM el módulo base podría ser de 100 a 150 MWe. No me quiero imaginar cuánta reingeniería falta para llegar hasta ahí desde un prototipo que entre cambios de los honestos y zancadillas de los no tanto, no termina de construirse jamás.

Por último, pido permiso para desacordar con algunos de los «sitings» y propósitos del CAREM, según la visión de la Dra. Pedre. ¿Proponer un reactor nuclear a Villa La Angostura? Está en Neuquén, colindando con los parques nacionales Nahuel Huapi y Los Alerces. Río Negro todavía se siente propietaria del CAREM por ser sede de INVAP, y su constitución permite expresamente construir ese reactor. Neuquén, por el contrario, no viene manifestando mayor entusiasmo por lo nuclear.

Puedo imaginarme el repudio de toda esa gente linda y ecologista de «la Villa», como principio de una cascada ulterior de repudios municipales. Los americanos tienen una expresión idiomática excelente: «to paint yourself into a wall», pintar el piso sin una estrategia de salida hacia una puerta, y quedar acorralado contra una pared. Hacerle ofertas a La Angostura es eso.

La necesidad insatisfecha básica de las ciudades de la costa y la estepa patagónica es el agua potable. El agua de napa es mayormente salada en casi toda la estepa, con al menos la mitad de carga de cloruro de sodio (y otras sales) que el agua de mar. A la Angostura, colindante con el río homónimo y con el tremendo lago Nahuel Huapi, le sobra agua potable. No así a Puerto Madryn, Rawson, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly, Caleta Olivia, Puerto Deseado y Puerto San Julián.

Deseado, con una hora diaria de agua distribuida por la municipalidad en los ’90, pasó a una hora cada 2 y luego cada 4 días, hasta que puso una planta de potabilización por ósmosis inversa. Es carísima, como cualquiera de su tipo en el ancho mundo, por su consumo eléctrico. Pero más cara es la falta de agua, y máxime si se tiene alguna industria.

Comodoro, Rada Tilly y Caleta Olivia, con su necesidad cada vez más desesperada de agua hicieron desaparecer literalmente el lago Musters, de 43 kilómetros de largo por 13 de ancho. Lindo, aquel lago. Y aguantador. Duró ahí desde la deglaciación, hace 18.000 años, pero desapareció en los últimos 20 y lo que queda en su lugar es un desierto de médanos grises que se vienen tragando, una tras otra, las estancias ubicadas en las que antes eran orillas.

Las centrales nucleoeléctricas a la orilla del mar tienen ventajas sobre las que están sobre aguas interiores: su enfriamiento está garantizado por la temperatura del mar, mucho menos sensible al recalentamiento global. En estas olas de calor y sequía que no terminan de suceder, parte de las 56 centrales nucleares de Francia hoy están apagadas porque ríos como el Ródano y el Loira están a temperaturas jamás vistas ni previstas, se han casi secado, y el calor de los reactores a potencia plena destruiría la vida acuática aguas abajo.

El poderoso Paraná estuvo caminable por el fondo desde 2020, y recién ahora se va recuperando. Ese río nuestro es un coloso: resulta incomparablemente más caudaloso que cualquier río europeo, y las Atuchas I y II se refrigeran con agua sacada de las profundidades a pie de barranca, que llegan a insólitos 80 metros.

Pero después de que se terminen Atucha III y el prototipo del CAREM, dudo de que sea prudente seguir apostando con obra nuclear nueva contra los cambios globales de temperaturas y precipitaciones en ese sitio. Y es que esos cambios están desatados y no les conocemos los límites. Los considerados normales en los ’80 hoy no rigen más, para asombro y consternación generales.

Lo mismo vale para el Embalse de Río Tercero, cuyo lago artificial refrigera la central eléctrica llamada Embalse. Por disponibilidad, es la mejor que tenemos. El lago es extenso pero no profundo, y el calor sumado de los veranos mediterráneos y de una segunda central podrían ahogarlo de una floración de algas.

Pero el mar, lectores, es otra historia. Tenemos mucha costa atlántica continental: 4725 km. según el Instituto Geográfico Militar, 5087 km. según el Servicio de Hidrografía Naval de la Armada, y 6816 km. según el CONICET. Si tan brutal discrepancia geográfica da una medida del desinterés nacional por lo marítimo, estamos fritos.

Pero en materia nucleoeléctrica, lo más a prueba que hay de recalentamiento o sequía es el mar. Tampoco tenemos países vecinos que vayan a armar escándalo por un proyecto nuclear autóctono que según ellos, los amenaza (como ha pasado con Paraguay, cuando se hablaba de poner un CAREM en Formosa). Pero a todo esto, el Atlántico es el único cuerpo de agua propio donde la Argentina no tiene ninguna central nuclear, ni siquiera planificada.

Estoy de acuerdo totalmente con la Dra. Pedre en que el CAREM comercial hay que venderlo como aparato de co-generación: su oferta de electricidad, incluso en una central multimodular, promete ser bastante inelástica. A cualquier central nuclear le cuesta  trabajo seguir la curva de demanda eléctrica, que en redes con poca industria puede tener variaciones estacionales y diarias enormes.

Co-generación significa tener el reactor andando a potencia nominal, es decir al 100%, algo para lo cual todas las centrales nucleares están diseñadas. Pero en co-generación, cuando la red local afloja en su demanda, se puede usar el excedente eléctrico para fabricar algo imprescindible para la gente del lugar.

Creo que la propuesta invencible, con la que agarran viaje sin pestañear gobernadores, intendentes, concejales, periodistas y vecinos de la costa patagónica obligados a vivir con algunas pocas horas de suministro diario, la más blindada contra los autodenominados ecologistas, es ofrecer agua potable. A un precio también potable.

No veo todavía al CAREM como proveedor de agua caliente industrial, ni mucho menos como fuente para fabricar hidrógeno verde baratito. Ése por ahora es un artículo imaginario, para el cual no existe precio porque tampoco existe un mercado local o internacional, ni medios técnicamente satisfactorios de almacenamiento y transporte terrestre marítimo.

El CAREM puede producir electricidad disponible 24×7 y agua, pura y simple agua pura. Imprescindible siempre, cada vez más escasa por el «boom» demográfico e industrial de las ciudades costeras patagónicas, y hoy, más demandada que nunca.

Agua. Nada más. Nada menos.

Es lo que le ofreció Corea a Arabia Saudita con el SMART que los coreanos copiaron aquí del CAREM mientras andábamos, para variar, en la total pavada.

Al menos, copiémosle esa idea a los coreanos. No la patentaron.

Daniel E. Arias

VIASocompa