El lanzador satelital que desarrolla la Universidad Nacional de Cuyo

La Universidad Nacional de Cuyo creó el programa Proyecto Universitario de Lanzadores Espaciales (PULE), con el que se apoyará la creación de un vehículo espacial que pueda lanzar satélites de hasta 4 kilos de peso en órbitas a 100 kilómetros de altura. Buscan desarrollar un vehículo económico y descartable con un modelo de innovación abierta.

Desde hace años crece de manera sostenida la cantidad de pequeños satélites que orbitan la Tierra. Se trata de nano satélites con diversos propósitos (desde realizar experimentos hasta tomar imágenes o dar servicios de comunicaciones) que se lanzan a baja altura. Muchos no tienen propulsión propia, por lo que duran pocos meses operativos, pero tienen un costo tan bajo que han abierto el acceso al espacio a muchos actores nuevos.

Miles de satélites pequeños se han lanzado en las últimas décadas a partir de iniciativas de países, empresas, universidades y hasta asociaciones de radioaficionados. Pero toda esta variedad de clientes deben recurrir a unos pocos países que cuentan con lanzadores satelitales, usualmente pensados para llevar cargas muy pesadas y a grandes alturas. Así es como este segmento emergente en el acceso al espacio comenzó a demandar opciones de menores costos.

Con esta demanda en mente, la UNCuyo creó el PULE. En ese marco se aspira a desarrollar un vehículo espacial que pueda lanzar satélites de hasta cuatro kilos de peso a 100 kilómetros de altura. El proyecto es visto también como una continuidad de la experiencia lograda con el desarrollo del Gradicom II, un cohete fabricado por el Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas para la Defensa (CITEDEF). El prototipo, de 7,7 metros de largo, llegó a los 100 kilómetros de altura en el año 2011.

En el sector aeroespacial, la Argentina ha estado históricamente a la vanguardia en América Latina en el desarrollo de motores de cohete y sistemas teledirigidos. Sin embargo, la naturaleza dual de estas tecnologías llevó a la interrupción de diversos proyectos por presiones internacionales.

Ezequiel Pawelko, ingeniero en Telecomunicaciones e integrante del Grupo Asesor para el Desarrollo de Tecnologías Espaciales (GTA) que impulsa el proyecto, le dice: “La idea es que sea un vehículo genérico de varias etapas y pueda servir para lanzamientos desde tierra, mar o desde una aeronave que se sitúe a gran altura y pueda transportar cargas pequeñas. Está pensado para pico o nanosatélites, y consideramos que es algo que se necesita tanto en el mercado privado como en investigación y educación”.

Se espera que el vehículo espacial pueda transportar cargas útiles de hasta cuatro kilos y utilice combustible sólido basado en HTPB (siglas en inglés de polibutadieno terminado en hidróxilo), aunque hay restricciones internacionales muy fuertes para su fabricación y es por eso que también se están llevando investigaciones en el Departamento de Química de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la UNCuyo sobre otros tipos de combustibles sólidos para motores cohete.

Este tipo de barreras también hicieron que se eligieran combustibles líquidos para el proyecto Tronador, de la CONAE.

Otra de las premisas del PULE es usar un modelo de innovación abierta y que esa disponibilidad de los datos también permita que otros actores puedan verificar que no se están violando acuerdos contra de la proliferación de armamento.

El proyecto fue presentado en abril de este año en la Feria Internacional Del Aire y el Espacio (FIDAE), la más importante de América Latina en este sector, que se hace en Chile, y allí tuvo una gran repercusión entre el público y posibles inversores. De momento, el proyecto cuenta con financiamiento de la UNCuyo y se están tramitando fondos bajo la figura de proyecto estratégico con el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Inicialmente, se estima que las pruebas de lanzamiento se harían en Chamical, en la provincia de La Rioja, pero todavía no hay fecha fijada ya que la velocidad del desarrollo dependerá del financiamiento. Se espera que sea un vehículo económico y descartable, es decir, que no habría recuperación de sus partes para reutilizar en otros lanzamientos.

Cada vez que un satélite se pone en órbita es necesario que cumpla con los requisitos del lanzador para no poner en riesgo a los demás satélites, ya que usualmente se usan los 2000 kilos de carga que puede llevar un vehículo espacial pequeño. “La ventaja sería poder tener un vehículo soberano que pueda lanzar cargas, la que sea, sin restricciones”, explicó Pawelko.

Y agregó: “Queremos crear un programa de lanzadores espaciales desde lo universitario y apuntar a que sea un proyecto abierto y colaborativo, que no está saliendo a competir con algo en particular”.

Matías Alonso

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