¿Inseguridad en las Atuchas? Respuesta a Runza y Rivas en «Clarín»

Embalse, nuestra mejor planta nuclear, una CANDÚ 6 canadiense. NA-SA quiere hacer varias copias mejoradas, argentinas.

LO QUE MATA ES LA “EMANACIÓN RADIOACTIVO”

Un máster en Defensa, Ricardo Runza, y un politólogo licenciado, Eduardo Rivas, publicaron el 5 de este mes en la página editorial de Clarín que en el AMBA hay peligro de accidente nuclear. La causa: prácticas de seguridad en deterioro de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) en el predio de las Atuchas 1 y 2. «Vamos a brillar, mi amor», como dicen los Redondos.

Sostienen ambos editorialistas: “Sólo en este año ha habido tres señales que indican que la seguridad en este complejo se ha degradado. Un incendio de un barraca, un muerto electrocutado y recientemente ´un problema detectado en la turbina, localizada en un edificio ajeno al reactor´ de Atucha II, según el Presidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), José Luis Antúnez.”

Según Runza y Rivas, estas cosas se ignoran por secretismo militar de NA-SA, firma donde (sic) nadie saca los pies del plato para no perder privilegios: “En el 2022, NA-SA tiene 3009 empleados, con sueldos de las autoridades superiores de $ 866.000, con 150 empleados que cobran entre esa cifra y $ 680.000, con un bono extra (que se cobra en enero) atado a la generación anual de energía y los 16 sueldos por año que contempla el convenio colectivo de trabajo del Sindicato de Luz y Fuerza”, escriben.

Sobre esto de los sueldos, volveré.

Sumando peras de aquí y naranjas lejanas, los autores nos recuerdan el peligro de desastre nuclear de la central ucraniana de Zaporiya, envuelta hoy en una guerra, y aprovechan para rendir homenaje, con peculiar gramática, no a su país pero sí al menos a un argentino: “Mientras esto sucede en el mundo, en este pobre gueto que se ha convertido la Argentina, todo resulta lejano. La cuestión nuclear gira sobre otro eje. Solo por la acción del embajador Rafael Grossi quien es el Presidente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el país cuenta con un rol significativo en el escenario internacional, pero éste no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina, hoy entretenida en sus propias ambiciones”.

Aquí paro la pelota. La agencia vienesa en los países hispanoparlantes se llama OIEA, no AIEA. Pero además Runza y Rivas llaman a Grossi “presidente” del OIEA (no hay ninguno, es el secretario general) y a su propio país, “este pobre gueto”.

No creo que estos autores sean especialmente antisemitas. Pero con 107 muertos en atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA,  para insultar simultáneamente en una sola frase brutal a la colectividad judía y a su propio país hay que tener el cuero muy grueso, y en el caso de un politólogo, no muchas luces en su “business” específico.

Planeta Clarín, por su parte, ya no pide respeto comunitario o credenciales técnicas, ni le teme a nadie o a nada. Ni siquiera a la gramática y la ortografía. De otro modo algún corrector –Clarín echó a casi todos, además de a la mitad de sus periodistas- habría impedido que se publicara, en tinta sobre papel, que en Zaporiya “el riesgo de emanación radiactivo (sic) emerge con fuerza”. O que Nucleoeléctrica se escriba Nuecleoeléctrtica (sic). El viejo GDA (Gran Diario Argentino) se menemizó. En contenido y forma.

Aclaro que desde la entrada en línea de Atucha 1 en 1974, el complejo no generó accidentes nucleares ni radiológicos, aunque desde el ’86 no pasa año sin que algunos ecologistas libres de toda noción de ingeniería y operación de centrales no le prometan al AMBA un Chernobyl (o dos). Ojo, jamás llamaría ecologistas a R&R, Runza y Rivas.

Tampoco técnicos. Aquel RBMK 1000 soviético que fue Chernobyl-4 es bien distinto de nuestras Atucha 1 y 2. Costó alrededor de U$ 200 por kilovatio instalado. Atucha 1 en cambio costó U$ 1.800, y la mitad fue a sistemas de seguridad, cifras en dólares de 1986. Y no sumo las decenas de mejoras de disponibilidad y seguridad que le hicieron la CNEA y después NA-SA a esa máquina a lo largo de décadas.

Atucha 1 se eligió por licitación en 1968, tiempos del general (y presidente) Juan C. Onganía, anticomunista rabioso. En aquel concurso el RBMK no habría podido participar «por denominación de origen». Pero de haber podido el CALIN (Comité de Licenciamiento de la CNEA, precursor de la actual ARN) habría bochado la oferta por venir destripada simultáneamente de tres sistemas pasivos de seguridad:
* el recipiente de presión,
* el edificio acorazado de contención,
* y el uso de grafito como opción de moderador, en lugar de agua, o agua pesada, para el caso de las Atuchas.

El grafito, una vez incendiado, no se apaga (ver Windscale y Chernobyl). El agua, en cambio, no se incendia.

Hablando de incendios, el de un galpón de materiales de construcción y telas, cuantimás alejado del edificio del reactor, no es un accidente nuclear ni radiológico. Una electrocución fatal en un playón de conexiones es algo muchísimo peor, sin duda, pero tampoco un asunto nuclear o radiológico.

Esta última desgracia es horriblemente frecuente en la industria de distribución eléctrica, pero –gran diferencia- en un predio nuclear un accidente fatal, incluso por resbalón y caída, tiene prensa asegurada.

Y justamente como la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo, NA-SA comunicó ambos accidentes sobre el pucho en cada ocasión, y aclaró que no son nucleares ni radiológicos. Eso debería ser evidente para un experto en Defensa. Vea, magister, no hay “emanación radioactivo”.

Pero una turbina que vibra y te obliga a poner la central Atucha II en “parada fría” tampoco es un accidente. Estimados, no es siquiera un incidente operativo. Se detiene la turbina para que no se dañe porque cuesta una ponchada de plata, mientras viene gente del proveedor (Siemens) para revisarla.

La turbina no es un componente de seguridad, está lejos de la “isla nuclear” o SSS, o Steam Supply System, aislada del resto de la central por múltiples barreras físicas y por distancia. Es parecida a las muchas turbinas de vapor del centenar largo de centrales de gas natural que hay en nuestro país, que a veces hay que parar por vibraciones. Todo esto también fue comunicado al toque.

Por ello, cuando R&R dicen que “NA-SA es una empresa con los defectos de las empresas estatales argentinas pero sobre la cual no se le ha posado la lupa con el rigor como se trata el caso de Aerolíneas Argentinas. Aquí el secreto prima. Parece vivir en tiempos de dictadura. Nada sale de ella”, están hablando huevadas.

Lo hacen también cuando relatan, con una sintaxis asaz chueca incluso para el GDA, cómo Rafael Grossi llegó a la cumbre del OIEA, “pero éste (¿este qué?) no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina”.

Si Grossi los leyó (¡y si los entendió!), debe estar furioso: ese currículum lo pinta como un paracaidista. Miren, Rafael Grossi no nació de un repollo sino de un estado. Lo conozco desde que era un veinteañero brillante que empezaba su carrera en la DIGAN (Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme de la Cancillería). Esa oficina la fundó en democracia el embajador Adolfo “Chinchín” Saracho para que el Palacio San Martín ayudara a la CNEA y a INVAP a vender tecnología nuclear argentina al mundo, pero pisando –en lo posible- pocos juanetes.

No es fácil, aún si uno baila bien. La CNEA había hecho su primera exportación grande a Perú en 1978, los reactores de investigación y producción de radioisótopos RP-0 y RP-10, para furia de EEUU, que en represalia nos cortó el suministro de uranio altamente enriquecido. Eso iba a dejar parado incluso el reactor RA-3 de Ezeiza, que abastece de radioisótopos de uso oncológico y cardíaco a todo el Cono Sur. No les invadas su autodenominado «patio trasero” a los autodenominados americanos.

Rafael Grossi con cara de astucia y saber del asunto nuclear. Y sabe.

Saracho dejó la DIGAN en 1988 y, con una idea fija, rumbeó de embajador a Turquía, país al que entusiasmó en asociarse con INVAP para producir la central compacta CAREM «en vaquita». La idea era venderla de a decenas al menos a 20 países clientes de la considerable industria turca. Este tucumano, Chinchín, sí que bailaba.

Imposible que no pisara algunos juanetes. El negocio del CAREM con Turquía podría habernos ganado  muchos miles de millones de dólares y un cambio enorme de perfil de país. Pero los difuntos Carlos Menem y Guido Di Tella cajonearon todo, a pedido de cierto organismo que no quiero llamar por su nombre, pero empieza con “State” y termina con “Department”. Es difícil que la Argentina nuclear logre dar pie con átomo sin que a estos muchachos les duelan los juanetes y griten “foul”: tienen los pies muy largos.

Mientras Grossi, diplomático formado un año entero en temas atómicos por la CNEA e INVAP, como todos los “Saracho boys” de aquella DIGAN de los ‘80, iba abriéndose paso ascendente en la jerarquía del OIEA en Viena, INVAP fue haciéndolo en el mercado mundial de los reactores multipropósito.

Las dos cosas ocurrieron juntas, y la primera habría sido muy difícil sin la segunda. Estos reactores de INVAP se diseñan a medida del cliente y en general incluyen instalaciones de investigación en materiales, para formación de recursos humanos y para producir radioisótopos, con más de algunos de estos ítems y menos de los otros, según cada comprador.

Los reactores multipropósito cuestan algunos centenares de millones de dólares y son un nicho: el mercado atómico más fuerte y el que garantiza continuidad de pedidos es el de las centrales de potencia, máquinas que sólo producen electricidad. Y dentro de las máquinas de potencia, hoy parece prometedor el nicho de las SMR, las centrales chicas modulares por diseño, como el CAREM. Y como observan con acidez Runza y Rivas, esta centralita de potencia nuestra sigue muy incompleta.

Pero nuestra trayectoria en reactores multipropósito ha sido bastante triunfal. Ganándoles en todas las licitaciones a EEUU, Francia, Canadá, la URSS, (luego Rusia), China y Corea, siempre por calidad de oferta y jamás por precio o financiación, INVAP, estimados Runza y Rivas, la firma criolla INVAP le vendió reactores a Argelia, Egipto, Australia, Holanda y Arabia Saudita, amén de plantas de radioisótopos a Cuba y la India. Mejor empresa del mundo en lo suyo, de lo cual Uds. parecen no tener idea. Y estatal además (¡como Aerolíneas!), cosa que quizás los desconcierta. El estado no les gusta. Al menos, el argentino.

A todo esto Grossi tomó la dirección del Nuclear Suppliers Group (NSG) para que el OIEA, en las áreas grises de una tecnología que nació dual y de mal modo en 1945, tuviera una lista de componentes, materiales y servicios de venta permitida y otra de venta prohibida, todo actualizado a tiempo real. Esto implica negociaciones infinitas por artículos industriales muy poco nucleares, pero en general es bueno para el mundo y también para nuestro país.

Olvidate de dirigir el NSG si no representás a un país con una oferta nuclear potente. Y resulta que entre 1978 y la actualidad, la Argentina se transformó en más que eso. Y dado el carácter dual de lo nuclear, un magister en Defensa seguro que eso lo sabe bien. Bueno, uno creería.

La diplomacia nuclear nació antes que Grossi y que la DIGAN de Saracho, estimables R&R. Nació con la propia CNEA, en 1950. Por default curricular de la Cancillería, hasta que no apareció esta dirección, la CNEA debió encargarse de su propia diplomacia ante el OIEA, las Naciones Unidas y la multitud de organismos multilaterales relacionados con lo atómico.

Y no podía no hacerlo, porque siempre fuimos un poco sorprendentes. En las sesiones científicas inaugurales del OIEA, en 1957, la delegación de la CNEA presentó de golpe 13 radioisótopos nuevos descubiertos aquí, el país del trigo, el gotán y los bifes de chorizo. Fue como entrar a la fiesta atómica en alpargatas, pero llevando del brazo a Marilyn Monroe.

¿Entienden qué burradas que escribieron? En el OIEA somos un país nuclear fundacionalmente exitoso, no un individuo superdotado para la diplomacia. Grossi llegó a Viena afianzándose en argentinos ya muy afincados en el organismo, sólidos como roca en lo técnico y diplomático: el capitán (RE) Roberto Ornstein en tratados de salvaguardias, el Dr. Dan Beninson y el ing. Abel González en radioprotección, todos gambeteadores, firuleteros y con pique, muy Maradonas y Messis en lo suyo. Como terminó por serlo, y por su talento personal, el propio Rafael. Pero hay mucho experto criollo en el funcionariado nuclear de las Naciones Unidas: allá por los ’80, los argentos eran el mayor grupo nacional dentro del equipo volante de inspectores de instalaciones atómicas del organismo. ¿Se enteran?

Ya estrella en ascenso, Grossi pasó a dirigir las negociaciones del desarme nuclear de Irán, y tras años de trabajo agotador logró un acuerdo en 2015, el JCPOA... que el presidente Trump deshizo al toque de un codazo. Pero aquel prestigio a Grossi no se lo saca nadie, y con él ganó las elecciones para dirigir el OIEA a fines de 2019.

¿Ahora les cae la ficha, R&R? Nada de esto habría sucedido sin el estado argentino, o sin el apoyo de la élite política argentina. Al menos, de la no colaboracionista.

Lectores: R&R eluden esas clasificaciones porque, según saben de tecnología, historia, diplomacia nuclear y redacción, no dan para élite. Al magister en Defensa lo define mejor su trabajo contra INVAP, cuando esta firma quedó en 2002 al frente de la radarización del espacio aéreo argentino.

Los lobbistas de Raytheon, Thompson, Indra (y siguen las firmas) estaban furiosos con INVAP, pero se jodieron solitas. Al estrangularse unas a otras en juicios interminables por acusaciones de coima, sólo lograron hacer fracasar dos licitaciones consecutivas, la de Menem y la de De la Rúa.

INVAP fue el modo en que el presidente Eduardo Duhalde salió del laberinto técnico y por necesidad: con el dólar alto, el país estaba colapsado de turistas en avión y había que radarizar a escape las rutas y terminales o comprarse incidentes y accidentes aéreos. La primer propuesta de radar 2D de aeropuerto de INVAP, el INKAN, cotizó a 1/3 de las ofertas anteriores de los oferentes de la OTAN, para iguales prestaciones.

Pero, entrevistado en algunas monografías sobre radarización que debían presentar mis alumnos en los Talleres Federales de Periodismo Científico de 2007, Runza objetaba a INVAP como una empresa sin definición tecnológica, advenediza en el campo del control aeroespacial. Mi primer conocimiento de sus ideas, no de su persona, fue ése.

Y al menos en 2002, Runza habría tenido razón. En 2007, ya no. Hoy INVAP (que también es estatal) tiene radarizadas las rutas aéreas y los aeropuertos del país, unificó con un diseño argentino el caos técnico anterior a 2014 de los radares de alerta de tormentas del Sistema Meteorológico Nacional, y viene desplegando sus unidades militares de alerta temprana, móviles y fijas, en fronteras, costas, camiones, vehículos todoterreno, naves y aeronaves.

En materia militar le puso el radar 2D al rompehielos ARA Irízar, además ya tiene un prototipo de radar de apertura sintética volando en un Pucará Fénix de la Fuerza Aérea: ése es nuestro primer y minúsculo AWACS de bajo presupuesto. Habrá más. Y en 2021 y tras mucho penar en un mercado mundial muy caníbal, INVAP logró su primera exportación (dos radares 3D a Nigeria).

Un Pucará con un minúsculo “pod” de radar SAR de INVAP bajo el fuselaje. Parece una bomba sin aletas, pero adentro del carenado hay una pantalla de barrido lateral que puede sacar imágenes casi fotográficas de lo que hay en el aire, suelo y mar a distancias considerables, sin importar si que sea de noche, de día, o llueva o brille el sol.

Nada de esto le hace gracia a Su Graciosa Majestad, contra la cual en 1982 fuimos a guerra con cazas de ataque sin radar, y por ende imposibilitados de operar con muy mala meteorología o de noche. Allá en las islas se estaba bajo la guía de un único y vetusto Westinghouse AN/TPS-43 de vigilancia aérea en Puerto Argentino. Que por ser de origen OTAN, la Task Force a veces interfería, bloqueaba o engañaba sin sudar la camiseta.

Y aún así les hundimos 6 barcos.

Más de un mercachifle frustrado de chatarra militar gringa y otras viudas de la OTAN, con y sin gorra, se tragan con lágrimas esa piedrita: hoy tenemos algunos buenos radares propios. No todos los necesarios, por supuesto.

Hay incluso un par realmente revolucionario: los de apertura sintética (SAR) en órbita en los dos satélites SAOCOM de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). Y sumando el debe y el haber, en dos décadas nos volvimos un modesto oferente en el mercado mundial de radares.

No se debe confiar mucho en la grandeza argentina, pero menos aún en la modestia. No sólo el chiquitaje de la mentada alianza militar atlántica tomó nota de nuestros radares, sino el águila en la cima de ese tótem. Y el magister Runza, claro está. Según destrata hoy a NA-SA, el enojo contra el átomo al parecer le dura. Y con buena razón: INVAP nació de la CNEA, y nuclear.

La presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, con el blindaje térmico del CAREM en IMPSA, Mendoza, antes de la llegada del componente a obra, en Lima, provincia de Buenos Aires.

Entiendo que él y Rivas desprecien, casi de pasada, al CAREM como un proyecto eterno. Y tienen toda la razón, R&R, lo es. El CAREM se presentó por primera vez en 1984. Pero ya conté cómo nuestro presidente más genuflexo destruyó una “joint venture” INVAP-TAEK para venderlo “urbi et orbi”. Me falta relatar lo que hizo después nuestro presidente más mamerto.

En 1998 la CNEA tuvo presupuesto y una ley para construir el CAREM (la 25160). Pero entre 2000 y 2002 el ingeniero Jorge Lapeña, presidente de la CNEA impuesto por Fernando de la Rúa, agotó esa partida pidiendo sucesivos estudios de factibilidad del reactor. Como los informes siempre eran elogiosos, pedía otros. En 2002 dejó su cargo tras haberse patinado entero el modesto fondo de construcción del CAREM fijado por la ley en consultorías sucesivas, eso sí, todas favorables. Misión cumplida.

Los eximo de contarles otras penurias y zancadillas. La obra del CAREM se inició con la excavación de cimientos recién en 2011, pero en 2016 el presidente Mauricio Macri, esa síntesis semiparlante de Menem y De la Rúa, la paró a su propio modo: al toque de asumir puso a la CNEA a pan y agua al reducir a la mitad los fondos de 2015 y dejarlos clavados en pesos. Y en 2018 dejó directamente sin un mango la obra del CAREM.

De suyo, esta centralita tiene tres dificultades técnicas considerables todavía a resolver en su prototipo de 32 megavatios: el diseño muy innovador y complejo de sus 12 generadores de vapor, el del recipiente de presión y el de las barras de control. Tanta novedad toda junta nos dará bastante trabajo. Pero si hasta ahora el CAREM es un proyecto eterno no es por falta de “cocina” técnica sino porque le sobran enemigos externos e internos, y de yapa, grandotes. R&R, siempre hay lugar en la cola (de los otros).

Si la imitación es el mejor homenaje, el CAREM tiene ya cinco homenajes en EEUU, Corea y otros países rápidos de cascos que prácticamente lo fotocopiaron gratis. El peligroso en serio (para nosotros) es sin duda NuScale, un clon estadounidense interesantísimo del CAREM: viene con un embale institucional, financiero y comercial que da miedo.

NuScale tiene todo: aprobaciones regulatorias, subsidios federales, financistas privados, laboratorios nacionales, “siting” inicial en el de Idaho, constructuras poderosas asociadas y una cancillería competente que le logró más de una decena de memorandos de entendimiento de posibles compradores internacionales.

NuScale tiene hasta resuelta la venta futura de la electricidad del prototipo a UAMPS, la red de cooperativas de Utah, Arizona, California, Idaho, Nevada, New Mexico y Wyoming. Lo que no tienen es una obra. Físicamente, NuScale no existe.

Nuestro CAREM, al menos, volvió a avanzar bastante desde agosto de 2021, su obra civil es un laberinto impenetrable de varillas de acero y murallas ciclópeas de concreto ultradenso. Se lo puede recorrer y tocar. La obra hierve de actividad. Y no es imposible que debido a tan excesiva materialidad, para los autodenominados americanos, los que quizás dan miedo (al menos, un poco) seamos nosotros. Conviene matarnos mientras somos chiquitos.

En eso estuvieron siempre, pero somos bastante resistentes. Una larga serie de sabandijas y de brutos sacó a la CNEA de su dependencia fundacional de Presidencia de la Nación en 1994, y del centro gravitatorio del Programa Nuclear Argentino desde entonces. El papel más relevante hoy le cayó a NA-SA, por défault antes que por voluntad. Sucede que esa firma factura. No cuelga de un presupuesto que te sostiene como la soga al ahorcado, el problema de la CNEA desde 1982.

En 2021 el CAREM volvió a avanzar en obra civil: algunas paredes de recintos auxiliares pero muy reforzadas en varillas de acero, a espera de recibir hasta 6 tipos distintos de hormigonado, según densidad y fluidez. El edificio de contención es circular, parcialmente subterráneo y de una solidez apabullante.

Aunque a NA-SA le pagan sólo a U$ 46 el MW/h, eso le da caja y fondos de obra. La experiencia de obra se la dio la historia. Desde 2021 la empresa recuperó la dirigencia que terminó Atucha II, abandonada 27 años, contra viento, marea y pronósticos fúnebres de “expertos”. También logró retomar al menos 150 de los 200 ingenieros nucleares que entre 2014 y 2018 le dieron 30 años más de vida a la central nuclear cordobesa de Embalse, y que Macri echó a la calle a pocos días de reinagurada la máquina… no fueran a repetir la hazaña.

Dije que volvería sobre el tema de los sueldos. Entiendo que a R&R y al GDA les parezca mal pagar salarios de entre U$ 3000 y 2300 (a dólar “blue”) a los ingenieros a cargo de algo más de 1000 megavatios nucleares cercanos al AMBA. Es que formar ingenieros atómicos insume 10 años de academia, mínimo, sin contar años de posgrados locales o en el exterior, y de experiencia de obra. Ingenieros nucleares, no nos sobran.

No le sobran al mundo. En el Hemisferio Norte, por cargos equivalentes a los que Uds. denuncian, indignados, en la Unidad de Gestión de NA-SA, se paga el doble y el triple, según país. Y esos ingenieros nucleares fuera de Argentina saben que no los premiarán con un despido colectivo tras una obra exitosa, y precisamente debido a que fue exitosa.

Si con la feroz demanda mundial de hoy los ingenieros atómicos de NA-SA se van en tropel a EEUU o a la UE, como hace añares sucede con los de CNEA, que ganan muy mal… ¿Uds. duermen sin frazada, estimados? ¿A 119 km. de las Atuchas? ¿No los intimida la perspectiva de un “emanación radioactivo” oriundo de “Nuecleoeléctrtica” que deje patas para arriba a “este pobre gueto”?

Hoy la CNEA le dio la obra civil del CAREM a NA-SA, para que salga rápido. Y NA-SA a su vez administra otros dos asuntos: uno, es el de la cuarta central, la Hualong-1 de la China National Nuclear Corporation. Como es venta “llave en mano” y máquina de uranio enriquecido, me entusiasma poco. Pero al Sr. Anthony Blinken, hoy al frente del State Department, La Hualong-1 lo entusiasma mucho menos: ese fierro viene de China.

Y a EEUU una planta nuclear de ese origen en Argentina, país donde la Gran Democracia del Norte no logra vender ningún fierro nuclear desde los ‘50, le resultaría una derrota icónica.

Pero además la actual dirección de NA-SA se niega a ser una simple operadora boba de centrales alemanas, canadienses o chinas: con el regreso de José Luis Antúnez volvió al rol de diseñadora-constructora, y su objetivo más profundo es poner no una sino varias máquinas de uranio natural y tubos de presión (como Embalse) en nuestro país. De operadora boba a diseñadora hay esa diferencia conceptual, la que separa a choferes de constructores de autos.

El fierro con el que sueña NA-SA se parecería mucho a Embalse, que es una CANDÚ 6 canadiense. Pero tendría muchas innovaciones y mejoras criollas, algunas de las cuales se incorporaron entre 2014 y 2018 a la segunda vida de Embalse. Otras implicarían rediseño desde fojas cero.

José Luis Antúnez, el hombre que terminó Atucha II, hoy a cargo de NA-SA. Su objetivo: construir muchas centrales como Embalse, pero argentinas. No le faltan opositores.

La tecnología CANDU de base la tenemos comprada desde 1974: Embalse la terminó la CNEA sin canadienses, porque se piraron del contrato, el combustible se hace aquí en CONUAR (que exporta componentes al programa nuclear de la India) y somos dueños de la PIAP en Neuquén, hoy la mayor planta de agua pesada del mundo. Se juntan medio siglo de aprendizaje tecnológico y de inversión en RRHH y planta para uranio natural. Para hacer clones Nac & Pop de Embalse, tenemos la mesa servida.

Pero hay quienes quieren patear la mesa, justamente por bien servida. EEUU militó contra las CANDÚ desde tiempos de Henry Kissinger: no quiere un mercado de agua pesada, sustancia que consideran proliferante.

Tampoco quiere países inmunes a extorsiones por apagón nuclear si no hacés lo que te mandan. ¿O acaso en 1978 EEUU no nos dejó sin uranio enriquecido -algo que no producimos- por el crimen de venderle dos reactores a Perú? Como a toda la generación del viejo Jorge Sabato, para centrales de potencia nos sigue gustando el uranio natural. No nos pueden dejar sin combustible: lo hacemos nosotros. Y con las CANDU, también el 85% de los componentes. Y también el agua pesada.  

Por algo los autodenominados americanos ya lograron, por presión y/o rosca, muchos atrasos y cierres de la PIAP, y tras haber intimidado y patoteado desde 1974 a la clientela natural de la candiense AECL para que no le compren más (si lo sabremos), aquella firma estatal canadiense, creadora de 49 CANDU en 7 países, vendió su división de centrales de potencia a Lavalin, una firma de construcción, en 2011: años y años sin ventas. No creo que hayan descorchado champagne secretamente sólo los autodenominados americanos: también los rusos y los chinos.

Quedan 4 países donde las CANDÚ son una opción viva porque en su geología no sobra el uranio, pero estas maravillosas plantas canadienses pueden quemar también torio, 4 veces más abundante en la corteza terrestre. Pueden incluso usar las veces que quieras cócteles de torio y uranio reciclado. Tres de esos países son China, Corea e India, y éste último es el más activo. La India tiene un diseño CANDÚ propio y 16 centrales operativas, 7 en construcción y 8 planificadas.

El cuarto país con pretensiones CANDÚ vuelve a ser Argentina, desde agosto de 2021, y desde entonces NA-SA amarroca cada chirolita que gana para diseñar los componentes de su quinta central. Que si Tata Dios nos guiña un ojo, no será europea, yanqui o china. India a su CANDÚ la llama IPHWR (Indian Pressured Heavy Water Reactor). Antúnez al modelo argentino lo llama “Proyecto Nacional”. Más cortito.

Ahora juguemos al TEG diplomático, lector. Si Ud. fuera el mentado Tony Blinken y tuviera que eliminar el CAREM como competidor del NuScale, y de paso y cañazo sepultar de una maldita vez –al menos en Occidente- la tecnología CANDÚ, ¿no basurearía a NA-SA inventando problemas de seguridad nuclear? ¿Y no echaría mano para ello de un diario propenso a operetas de prensa? ¿Y de “expertos” locales?

Sí, concuerdo, debe haberlos mejores.

Daniel E. Arias