El Gobierno analiza dos ofrecimientos para la compra de submarinos. En AgendAR hablamos de ceguera

  • La Armada Argentina actualmente no tiene ningún submarino operativo para el control de nuestro mar. Tampoco para entrenar a los submarinistas: deben practicar en los de un país hermano, el Perú.
  • Frente a esta situación, el gobierno está evaluando ofertas francesas y alemanas -un submarino nuevo costaría entre 400 millones y 500 millones de dólares y su construcción demoraría varios años- y, en adición, la compra de uno usado a Brasil.
  • Desde AgendAR expresamos nuestra opinión, y apuntamos a una ceguera increíble de las autoridades responsables.
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Mariano de Vedia, el experto (??) de La Nación para estos temas, empieza la nota que reproducimos recordando que el ARA San Juan se hundió el 15 de noviembre de 2017, con sus 44 tripulantes a bordo, a la altura del golfo San Jorge
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Ahora, tomada la decisión de avanzar en la compra de un submarino para la Armada, el Gobierno analiza dos ofertas recibidas para recuperar la capacidad operativa perdida hace cinco años, con el trágico hundimiento del ARA San Juan,
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Fuentes navales confirmaron que las propuestas de las empresas Thyssen, de Alemania, y Naval Group, de Francia, superaron ya las etapas de evaluación de la Armada y del Ministerio de Defensa e ingresaron en áreas del Ministerio de Economía y otras esferas que reportan al presidente Alberto Fernández
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Se trata de una inversión estimada entre 400 millones y 500 millones de dólares, aunque no se descarta que la negociación derive en la adquisición de más de un submarino. Sin embargo, todos son conscientes de que la profundidad de la crisis económica y social condiciona la ejecución de “una decisión estratégica”, interpretan en ámbitos navales.
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“El número deseable para cubrir la extensión completa de la plataforma marítima argentina es de cuatro submarinos, pero no debería sorprender que finalmente se opte por tres, por dos o por uno”, se sinceró una fuente consultada por este diario.
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El ministro de Defensa, Jorge Taiana, visitó en julio pasado las plantas de ambas empresas –Thyssen y Naval Group- y en ese momento declaró que “si un país está sin submarinos, no cumple adecuadamente con la obligación de controlar su propio espacio marítimo”.
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Mientras la empresa Thyssen ofreció a la Argentina una versión modernizada del submarino clase 209, la compañía francesa Naval Group propuso el modelo Scorpene, que presenta una dimensión mayor. En cualquier caso, se trataría de desarrollos a largo plazo, estimados en diez años, por lo que la llegada de las embarcaciones estratégicas no sería inminente.
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“La inversión está destinada a recuperar la capacidad operativa submarina, que hoy es nula y se intenta suplir con otros medios que intervienen en el control de los espacios marítimos. Pero, hasta que la posible operación se concrete, la Argentina no puede darse el lujo de perder el adiestramiento de los marinos, que hoy se realiza en el submarino Salta –no apto para operar en aguas profundas- y en una capacitación que ofrece la Marina de Guerra de Perú”, confió un vocero naval.
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En ese cuadro de situación surge la posibilidad de que la Argentina compre adicionalmente un submarino ya usado –probablemente a Brasil- para destinarlo a la formación y el adiestramiento de sus submarinistas. En la actualidad, dos o tres oficiales y entre ocho y diez suboficiales por año se capacitan en instalaciones de la Escuela de Submarinistas del Perú, para complementar la formación teórica que reciben en la Armada Argentina.
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La premisa, se indicó, es “no perder el expertise de ir a inmersión y controlar el submarino”. El adiestramiento de los marinos es fundamental y a eso apuntaría la posibilidad de incorporar una unidad usada.
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Entre nada y algo
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“Cualquiera de las dos ofertas –la de Thyssen, que construye los submarinos clase 209, y la de Naval Group, que diseñó los Scorpene que compró Chile- cumple con los requerimientos de la Armada. Entre nada y algo, siempre algo es mucho más”, dijo un oficial naval.
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Más allá de las funciones prácticas, la puesta en el agua de submarinos constituye una potente señal con fines disuasorios en el mar. En la Armada recuerdan que una de las primeras medidas que Lula anunció al asumir como presidente de Brasil fue la construcción de un Scorpene y de una base naval.
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Llegado el momento se evaluarán las modalidades de compra más apropiadas y se verá si la Argentina opta por una transacción de Estado a Estado, o a través de un acuerdo de financiamiento con bancos.
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Según se pudo saber, más relegados quedaron otros ofrecimientos que habría recibido el gobierno de Alberto Fernández desde Rusia y China. En la Armada prefieren pisar sobre seguro y recurrir a sistemas de submarinos más familiarizados con las unidades que en su momento sirvieron a la Argentina.»

Comentario de AgendAR:

Esta nota se llevó una hora larga de análisis de la primera reunión presencial completa de este portal en dos años. La pregunta sin contestación es: ¿son o se hacen?
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Mariano de Vedia es ventrílocuo crónico y acrítico de altos oficiales que baipasean al MinDef. Su titular, el Dr. Jorge Taiana, es citado por declaraciones anteriores: es un estadista fogueado. No nos consta que al menos él esté pensando en compras llave en mano. No le da por ese lado, y además en este final de mandato el gobierno está alineado más bien en evitar que la inflación escale a híper.  
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Y no entendemos que la Armada pueda siquiera pensar en importar submarinos costeros alemanes o franceses, o unidades de segunda mano brasileñas, pero lo hace sin parar. Y eso cuando tiene en reparación inconclusa un submarino TR-1700 probablemente mejor, o al menos oceánico y no costero.
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El trabajo se discontinuó en 2017 por decisión del peor multiministro del gobierno anterior, Jorge Aguad: tras el hundimiento del ARA San Juan, del cual siempre adujo no tener arte ni parte, decidió no continuar con la reparación -ya avanzada- de último tercio de vida de su unidad gemela, el ARA Santa Cruz.
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Cuestión de coherencia: un par de años antes, como ministro de Telecomunicaciones, nos había dejado sin los satélites ARSAT 3 y 4. Cuando llegó a Defensa, nos dejó sin submarinos. We all live with no Yellow Submarine! Ni amarillo ni de ningún otro color.
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Si se terminara el trabajo en el Astillero Alte. Storni, parte del complejo CINAR, el Santa Cruz volvería a entrenar a nuestros submarinistas durante al menos 5 o 6 años más. Y podríamos dejarnos de mendigar y dar vergüenza regional mangueando «training» a los amigos y hermanos peruanos.
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¿Qué nos vienen a bardear, señores almirantes, con comprar un Scorpène (U$ 800 millones, 10 años para la entrega)? Un único sub, con tanto mar, no sirve para nada, lo dicen Uds. mismos. Y el FONDEF, que tiene que cubrir la reposición y modernización de las tres fuerzas armadas, este año logró recaudar unos U$ 500 millones. ¿Los señores almirantes piensan dejar sin renovar equipos al Ejército y la Aviación durante un año y medio? ¿Qué les pasa?
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¿Qué nos vienen a bardear con que no hay más remedio que comprarles el SB Tupí -hecho fruta- a los brasileños, y ponerle U$ 40 o 50 millones para resucitarlo un poco, cuando tienen un fierro excelente como demostró ser el Santa Cruz esperando volver al mar por mucha menos plata que ésa?
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Hay imbecilidades peores: que en la enorme nave del Storni sigan sin terminar el ARA Santiago del Estero y el ARA Santa Fe, otros dos TR-1700, y así desde 1994.
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¿Por qué obstinarse en construir estos submarinos de otro siglo y de otro milenio? Porque ya los tenemos pagados, porque resultaron excelentes y porque son oceánicos. Seguramente habría que rehacerlos de sensores, computadoras y de armamento, asuntos que han evolucionado enormemente desde los ’80.
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Pero eso se puede hacer. Los cascos de presión de estas dos naves siguen abiertos. Ergo, es factible entrar y reemplazar cantidad de sistemas y subsistemas sin tener que hacer cirugía de la brava. Y para eso hay que decirle a los muchachos de ThyssenKrupp que vengan al Storni a analizar el estado del astillero: Menem, al cerrarlo, vendió cantidad de máquinas-herramienta de precisión al costo del kg. de fierro, y no creo que hayan regresado solas.
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Resucitar el astillero en equipos ya sería toda una historia. Luego querríamos que los alemanes se sienten a la mesa de diseño con nuestros ingenieros y contadores, y decidamos qué se va, qué se queda y qué se pone en los TR-1700, y se hace un cronograma para todo, incluidos los pagos, con cargo al FONDEF.
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Lo que no hay que decirles a los de Thyssen es que les vamos a comprar un Tipo 209 cero kilómetro, porque van a decirnos que está descatalogado hace rato. ¿Un 214, entonces? Van a suspirar piadosamente: «Eso es para chicos de la OTAN, y no para todos. A los turcos, por ejemplo, nos prohibieron vendérselo. Y son OTAN».
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Fuera de ello, un solo sub no sirve de nada, y porque es costero, y sobre todo porque no tenemos la plata.
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Pero sobre todo, porque lo prioritario para la Argentina es recuperar y reequipar el astillero, y estabilizar sus recursos humanos. Estamos lejísimos de ello, pero lo básico y principal es que nuestros ingenieros navales especializados en submarinos puedan vivir de su profesión, y que vean navegando las obras que empezaron, y a los egresados de la Escuela de Submarinistas aprender su oficio a bordo de las mismas. Porque ése astillero también lo tenemos comprado desde fines de los ’70, y a Thyssenkrupp, no a la francesa Naval Group.
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¿Se puede hacer todo esto en diez años? Ante todo, ¿por qué 10 años? Porque sería el tiempo que le tomaría a Naval Group construirnos y entregarnos un Scorpene pelado de armas, es decir inútil (si se habla de sólo U$ 500 millones, es que falta el armamento).
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Las esperas son largas: así de dura es la vida de quien no fabrica nada y compra todo afuera. En esos tremendos astilleros franceses en Toulon todavía no tienen los submarinos en anaqueles de supermercado. De modo que incluso si se compran sin armas, uno no sale con la nave subida al changuito, tras pasar por la caja y dar tarjetazo.
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Si volviéramos a usar nuestro astillero (no va a suceder, al parecer nadie quiere que suceda) en 2025 podríamos tener al Santa Cruz de regreso en el mar, y en 2032 podríamos estar botando el Santiago para sus pruebas iniciales, y terminando el Santa Fe. Es decir que más o menos por la misma plata y en el mismo tiempo en que los señores almirantes estiman podrían recibir un submarino costero cero kilómetro, tendríamos tres oceánicos, dos de ellos nuevos. Y sobre todo y ante todo, tendríamos un astillero.
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¿Suena lógico? Sí, porque es lógico. Y olvídense de los franceses, salvo para dar rienda suelta a esa otra pasión argentina adjunta a la importación: el turismo militar. Olvídense de la bella Toulon, porque toda nuestra ingeniería de submarinos es alemana desde hace casi 50 años. ¿Hay que tirar todo ese capital de know-how a la basura?
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No por casualidad, es la misma pregunta que hoy enfrenta a distintos bandos del Programa Nuclear Argentino. Desde 1984, cuando terminamos solos Embalse, en Córdoba, quedó bien establecido que podemos perfectamente construir centrales nucleares de uranio natural y agua pesada tipo CANDÚ sin los canadienses (sus diseñadores).
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Hoy, se compre o no la central china Hualong-1 de uranio enriquecido, ¿hay que renunciar a que NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina SA) siga construyendo clones potenciados, modernizados y mejores de Embalse? Sería tirar medio siglo acumulado de know-how en uranio natural a la basura.
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Argentina (cierta Argentina) es una gran empezadora. No es muy buena terminando cosas, sin embargo. Y si termina alguna bien, fija que tratará de no repetirla.
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¿Por qué emperrarse con los TR-1700? Por todo lo dicho antes, pero sobre todo por su alcance, son submarinos oceánicos, y como tales, constituyen armas de contrabloqueo. Ayuda-memoria a los señores almirantes: los ingleses nos bloquearon 2 veces en el siglo XIX, entre 1806 y 1807, cuando el Virreinato, y luego entre 1845 y 1850 en tiempos de Rosas. El costo económico para la naciente Confederación Argentina fue enorme.
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Salvo que reinventemos un poco nuestra geografía y nuestra producción, siempre seremos un país fácil de bloquear. Con la geografía con la que este país nació y quedó, el 80% de lo que producimos sale por el Plata.
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Todos los submarinos alemanes que tuvimos han mostrado ser acústica y magnéticamente difíciles de detectar, como el viejo San Luis, un tipo 209 testeado en Malvinas por la Royal Navy, que todavía debe seguir buscándolo.

Pero los TR-1700 de yapa tienen una velocidad en inmersión (26 nudos) y un alcance que los vuelve armas muy desequilibrantes, por sorpresivas. Pueden reventar un bloqueo por retaguardia, llegando al Río de la Plata, Quequén, White o San Antonio desde otros mares y por distintas rutas.

Esto a los 209 viejos o viejísimos (como el Tupí) les queda fuera de capacidades, por su autonomía más acotada. Lo mismo para los Scorpène. Sin embargo le damos la razón en algo a los almirantes: poner una nueva base y un submarino en el mar es siempre un gesto asertivo, como el de Lula en 2008, cuando hizo construir su primer Scorpène, el Riachuelo, en los astilleros de Ilha de Madeira.

¿Comprar una nave «llave en mano», el industrialista Lula? Esqueça isso, carinho!

Si tu misión es volver muy costoso un bloqueo naval, pensá en grande y pagá lo menos que puedas. Operá desde mar adentro con tus naves y que, como norma, rara vez se sepa adónde están. Obligá al enemigo a destinar destructores a buscarlas por medio planeta, y a temer por sus propios puertos y amarraderos, y a protejerlos. Volvete peligroso por ubicuidad, capacidades y sigilo. Es un buen modo de evitar constantes prepeos y eventuales guerras.

Cierta tranquilidad diplomática: eso es lo que te darían tres TR-1700 en el mar, y difíciles de encontrar. Fierros de los ’70, pero de una ingeniería tan notable que -como lo demostró de un modo terrible el naufragio del San Juan- con la tripulación probablemente ya muerta y la nave cayendo hacia el talud continental, el casco de presión se negó a implotar hasta que llegó a los 600 metros de profundidad. Por eso los restos desprendidos del casco externo quedaron bastante agrupados alrededor del casco de presión.

Con tres TR-1700 navegando de aquí a diez años, en AgendAR nos conformamos. El paso siguiente será entonces robotizar las armas de guerra naval, lo que implica multiplicarse en fierros y reducirse en tripulaciones, desarrollar redes furtivas de hidrofonía en el fondo de la Plataforma Submarina, y flotillas de drones semiautónomos, tanto de superficie como sumergidos, que multipliquen las capacidades de nuestros TR-1700. Y a eso sumarle más satélites de radar de apertura sintética, como los 2 SAOCOM que ya tenemos en vuelo, pero en banda X, de definición casi fotográfica. Mucho trabajo para INVAP y nuestros astilleros.

Puedo imaginar el escepticismo del lector, y lo comparto no poco. ¿Pensar en estas cosas al borde de una híper? Es que creo que la Argentina va a seguir y hay que ver con qué industrias, con qué armas y con qué industrias de armas. Pero ojo, al Mar Negro «el futuro ya llegó hace rato», como dicen Los Redondos. Es mirando ese futuro que uno entiende la estupidez sublime de comprar un submarino nuevo. Armas carísimas y tripuladas, como los pesados tanques y los portentosos cruceros, que atravesaron más de un siglo sin perder vigencia, en la guerra de Ucrania se han vuelto tumbas móviles. Se las liquida cada vez más a distancia, y con sistemas cada vez más informatizados, autónomos y baratos.

Hemos examinado con asombro esta «noticia» de un ofrecimiento francés y otro alemán. Obviamente fue fabricada por la Armada en base a ignorar un astillero y tres submarinos comprados y pagados. Bueno, finalmente los señores almirantes alguna cosa fabrican.

Lo que nos preguntamos es por qué somos el único portal que contrapone propuestas industriales a tanta hueca pavada, y por qué nadie se toma siquiera la molestia de refutarnos.

Volvemos a la pregunta inicial: «¿Son o se hacen?». Se contesta fácil: ambas cosas.

La idea de que Argentina recobre algo de su vieja soberanía marítima no le cierra a ninguno de nuestros acreedores, y por ende tampoco a nuestra sumisa clase dirigente.

Por eso, cuando pinta el tema submarinos y en AgendAR decimos «comprar no, fabricar sí», nos quedamos hablando solos, como quien menta la soga en casa del ahorcado.

Y es que no se trata de cualquier casa: el verdugo es parte de la familia.

Daniel E. Arias

VIALa Nación - Mariano de Vedia