El reactor nuclear Carem, desarrollado por la Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina, fue reconocido en el Foro de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) que tuvo lugar en Washington, como uno de los proyectos más avanzados para aumentar la participación de la energía nuclear en la matriz energética global y facilitar que los estados cumplan sus metas de reducción de emisiones de carbono para el 2050.
El CAREM(Central Argentina de Elementos Modulares) es un proyecto cuyo desarrollo comenzó en la década de 80 del siglo pasado, y cuyo prototipo comenzó a construirse durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner en el complejo de Atucha en el partido bonaerense de Zárate.
Su diseño es incluido en la actualidad dentro de la categoría conocida en la industria nuclear como «SMR», sigla en inglés de «Reactor Modular Pequeño», un tipo de central de generación eléctrica que se caracteriza por ser más económica y rápida de poner en funcionamiento que las centrales tradicionales, además de incorporar sistemas de seguridad autónomos.
La intensificación de las discusiones en los foros internacionales sobre los mecanismos más eficientes para reducir las emisiones de carbono fijó el interés de los principales actores de la industria nuclear en los SMR, que se erigen como una alternativa accesible, especialmente para los países en vías de desarrollo.
(Nota de AgendAR: Y también para los desarrollados. Freeman Dyson ya advertía hace 30 años que las grandes centrales nucleares eran una etapa necesaria, pero requerían inversiones demasiado grandes para adaptarse a los constantes cambios tecnológicos. «Son dinosaurios», resumió.
La observación era buena especialmente para los EEUU, con centrales tan complicadas y caras que no se terminaban de construir, o entraban en servicio lastradas por sobrecostos originados en años de demoras. Por algo, hace 40 años que los autodenominados americanos no se venden una central ni a sí mismos. Sin embargo, hoy Rusia, Corea, China y la India no parecen tener ese problema con sus máquinas grandes: se terminan en tiempo y forma, como lo hacía en los ’70 y ’80 la firma francesa EDF con las 58 centrales que construyó en Francia.
No hay secretos en estos éxitos: en los cuatro países mencionados los diseñadores/constructores son firmas estatales, y la estandarización de modelos y componentes permite que decenas de máquinas sean clones. Si a eso se le suman recursos humanos abundantes y expertos que hace décadas sólo se especializan en construcción nuclear, se entiende por qué Rusia hoy es el mayor exportador mundial de centrales, y por qué hoy hay 15 plantas en construcción simultánea en China y 8 en la India, y cómo ha hecho Corea para construir máquinas gigantes -de 1400 MWe- en 4 años y medio, en lugar de los 6 que necesitan sus competidores asiáticos, o de los 16 años en obra (y más) en que se enriedan los proveedores estadounidenses o de la UE. Continuidad en planes, diseños estandarizados, buenos recursos humanos y cadena de proveedores calificados: ésas son las 4 claves. Así de simple.
Por supuesto, es más fácil estandarizar los componentes de SMRs que de centrales gigantes, y aprovechar su tamaño reducido para transportar en barco, tren y/o camión componentes pre-ensamblados desde fábrica hasta los sitios de instalación definitiva de las centrales. Es más rápido y sencillo que montarlas trabajosamente pieza por pieza «in situ». Éste es uno de los aspectos «sexy» de los SMRs.
La larga vida operativa de las plantas de potencia contemporáneas, sin importar si chicas, medianas o grandes, supone desde 60 hasta 100 años en línea entregando potencia. Esto disuelve con elegancia la alta inversión inicial: su vida económica se parece a la de las buenas represas hidroeléctricas. Quedan. Y dan potencia de base, 24×7 casi todo el año.
Y la relativa simplicidad de algunos diseños nuevos (el CAREM ni siquiera tiene bombas para hacer circular el agua que refrigera el núcleo), es puro ingenio: baja costos y al mismo tiempo aumenta la seguridad operativa: de enfriar el núcleo se encarga la convección, un fenómeno físico que no falla, aún con la central en apagón.
Si la imitación es el mejor homenaje, nuestro CAREM ya tiene 5 homenajes en 3 países. Y dos de ellos, (entre los cuales está NuScale), están en la patria adoptiva del recordado Freeman Dyson. Pero por ahora, esos SMR estadounidenses son reactores de papel o de Power Point. El nuestro -tocamos madera- está nuevamente en obra y avanzando a trancos. Pero no de dinosaurio.
Dicho esto, AgendAR se calla la boca y le devuelve la palabra a Julio Mosle, que hizo este muy buen reportaje).
Habiendo comenzado su desarrollo hace casi cuatro décadas y con su construcción reactivada en 2020, el Carem está hoy a la vanguardia de su categoría, en una lista conformada por proveedores nucleares con mayor disponibilidad de recursos.
La presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, participó del Foro de la OIEA que tuvo lugar a finales de octubre en Washington, en el que entre otras actividades intervino en la conferencia «En Foco: Foro Internacional de la Industria sobre la Cadena de Suministro SMR», una mesa que compartió con el director Ejecutivo de Urenco (Reino Unido); el director del Proyecto Nuwardtm-EDF (Francia), el presidente y director Ejecutivo de NuScale (EEUU) y el exsecretario Adjunto de Energía de Centrus Energy Corporation (EEUU); todos desarrolladores de SMR en el mundo.
De regreso en Argentina, Serquis afirmó que «cuando uno mira el listado de todos los proyectos SMR que hoy están en distintas fases de desarrollo en el mundo se da cuenta que muchos están en fase de diseño, otros en el diseño avanzado, algunos están gestionando licencias, pero los únicos que ya están en construcción son el CAREM, un proyecto de China y un reactor ruso embarcado que fue concebido originalmente para propulsión naval«.
La funcionaria detalló que «al día de hoy el Carem presenta un avance mayor al 60 por ciento, hay varios componentes finalizados, tenemos un nuevo cronograma que contempla el tiempo que el proyecto estuvo parado durante la presidencia de Mauricio Macri, y estamos integrando a toda la cadena de valor metalmecánica en el proceso, calificando a pequeñas y medianas empresas argentinas como proveedoras de este proyecto nuclear«.
Y destacó que «en foros como el que organizó la OIEA en Washington queda en evidencia que Argentina es un actor relevante dentro de un club muy chico de países capaces de exportar tecnología nuclear; es cierto que el proyecto Carem lleva invertidos 600 millones de dólares, pero en un reactor similar la compañía estadounidense NuScale ya puso 1.500 millones y todavía no está siquiera construyendo, y que además hay empresas del sector y gobiernos que pueden ofrecer líneas de financiamiento a sus potenciales clientes que hoy Argentina no podría equiparar».
Desde su perspectiva, lo específico que puede ofrecer Argentina es la formación del recurso humano para el potencial operador y en la transferencia de tecnología.
«Varios países que entienden el potencial de los SMR como alternativa para diversificar su matriz energética se acercaron a nosotros durante este foro de la misma manera que ya lo habían hecho otros antes, porque además el Carem es un proyecto que pueden visitar y ver avanzar más allá de los modelos por computadora o las presentaciones digitales», agregó.
«Todo el mundo comparte el consenso en que la energía nuclear es parte de la solución para la descarbonización y que sin la energía nuclear no se van a alcanzar las metas propuestas para mitigar el cambio climático», explicó.
A modo de ejemplo mencionó que Estados Unidos anunció una ayuda de 40 mil millones de dólares a Polonia para la construcción de reactores-
«Hay una demanda global de la que el Carem tiene todo para ser parte clave de la respuesta», completó Serquis.
Durante su visita al prototipo del Carem a mediados de octubre pasado, el director de la OIEA, Rafael Grossi, había dicho que «existe una enorme demanda internacional por los reactores pequeños modulares, que implican una inversión inicial menor y que pueden integrarse a una red o instalarse en lugares aislados, se estima que en los próximos años va a haber una inversión de 300 billones de dólares en el sector y todos los días distintos países de África y América Latina expresan un interés muy marcado en proyectos de estas características».
«Tal como sucedió décadas atrás con los reactores convencionales, el mercado internacional se vuelca hacia una máquina que esté probada y funcionando, y en ese sentido Argentina viene trabajando hace décadas. Esto está a las puertas de tener en marcha el Carem y usarlo como base de una versión comercial con enormes posibilidades», consideró.
El diplomático señaló que «hay una fuerte competencia global en los últimos años con proyectos de Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia, China y algunos otros países. Pero el gran diferencial del proyecto argentino es su grado de avance.
Por eso, en la conversación con el presidente Alberto Fernández se enfatizó la necesidad de hacer realidad este proyecto porque va a haber una demanda muy grande que le abre a la Argentina un gran campo de potencialidades».
El prototipo del Carem, que se construye junto a las centrales Atucha I y II, podrá generar 32 Megavatios de Eléctricos de Energía (MWe), potencia capaz de abastecer a una población de 120.000 habitantes, aunque su principal objetivo es el de validar el diseño y la ingeniería de los futuros módulos comerciales, cuya potencia estará en el orden de los 120 MWe.