Un CEO de las finanzas tiene una mirada no convencional de Argentina

A Sebastián Ceria se lo conoce como el CEO que «pateó el tablero» en el Coloquio de IDEA. En el último encuentro, aseguró que el sector privado «es el que tiene que ceder», y criticó a los que hablan mal del país cuando van al exterior.

Expone algunas ideas interesantes. Discutibles, pero por lo menos no encajan en los discursos que escuchamos hasta el cansancio, el (neo)liberal y el progresista.

Empezamos a reproducir la larga entrevista que le hizo la periodista Luciana Vázquez:

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-Hay temas muy sustanciales para la Argentina. Uno de ellos es cómo despega un país que tiene tantas restricciones y condicionamientos muy difíciles de vencer y de torcer: lo estamos viendo, 40 años de democracia muy trabados a la hora de lograr ese despegue. ¿Cómo se inserta la Argentina en la economía del conocimiento? ¿Cómo ve un inversor argentino en ese sector que reside en Londres, como es su caso, la posibilidad de que Argentina entre a esa economía de tanto valor agregado?

-Quisiera empezar por dos palabras que mencionaste, una que me encanta y la otra que me gusta menos. La primera es “agradecimiento”. Yo soy producto de la universidad pública y gratuita. Todo lo que logré profesionalmente se lo debo a la Universidad de Buenos Aires y le tengo un agradecimiento eterno. Para mí, que me haya dado un Doctorado honoris causa es el honor más grande que recibí en mi vida y el reconocimiento más grande, más allá de los éxitos empresarios y académicos. También hablaste de “un cerebro que se fugó”. La idea de la “fuga de cerebros” se usa mucho en la Argentina. A mí no me gusta hablar de fuga de cerebros porque “fuga” implica que uno está o encarcelado o atrapado y que uno se quiere escapar de algo. En cambio, yo veo a los argentinos que se van al exterior como una diáspora, como gente que quiere mejorarse, que quiere aprender de otras culturas y de otros lugares que son también de excelencia, con distintos objetivos. Cuando me fui, no tenía el objetivo de quedarme a vivir afuera. Tenía el objetivo de volver al país y tratar de llevar muchas de las cosas que aprendí. Otros se van con la idea de quedarse a hacer carrera en el exterior. Tendemos a desaprovechar estos talentos que se van al exterior en parte porque los llamamos “fugados”, no es así: deberíamos aprovecharlos mucho más.

Argentina y el futuro

-¿Qué sería aprovecharlos desde la Argentina?

-Hay muchos países que tienen esta idea de la diáspora. Durante un tiempo, fui coordinador de la Red Raíces (NdelE: la Red Raíces NE-USA, en el noreste de EEU, es parte de la Red de científicos argentinos en el exterior, que trabaja en acciones colectivas junto con el ministerio de Ciencia y Técnica de la Argentina). La Red Raíces evolucionó de ser un programa que intentaba repatriar científicos a convertirse en un programa que estimula la colaboración entre los científicos que están en el exterior y los argentinos haciendo convenios, tratando de recaudar donaciones, recibiendo estudiantes de acá o de allá, o recibiendo profesores, organizando seminarios. En el mundo virtual, esto cambia porque esta idea de que los argentinos pueden ayudar a la distancia es mucho más realista.

-En esta concepción, la palabra “diáspora” tiene un sentido positivo, la idea de que esa influencia y esa posibilidad de volver, aunque sea en forma virtual, se puede seguir aportando a la Argentina desde afuera. Ahora, para un matemático como usted que, además, profundizó su formación hasta el nivel de doctorado, profundamente exigente, que salta al mundo de la empresa, que decide quedarse afuera durante 35 años, que no estás volviendo por el momento y que está desarrollando su vida empresarial en otro territorio global, ¿qué es la Argentina para esa mirada de alguien que reconoce el valor de la Argentina, de la educación que argentina y de sus profesionales y tiene el interés de seguir en contacto pero que no vuelve a desarrollar su vida económica aquí? Puntualmente, ¿qué es la Argentina en ese mapa global de su sector, el mundo financiero cruzado por la generación de datos y de algoritmos de mucha calidad?

-Es un caldo de cultivo ideal. Tanto es así que, en 2016, decidimos abrir un centro de desarrollo en la Argentina. Hoy en Qontigo tenemos 50 personas que trabajan en el país, una combinación de computadores científicos, matemáticos, estadísticos. En la Argentina hay un gran talento, un gran recurso humano y una gran formación. Con nuestra experiencia en el exterior, tratamos de elevar la experiencia de los talentos de aquí para que puedan estar a la altura de las demandas internacionales y puedan ayudarnos a desarrollar nuestra empresa. No soy el único. Hay muchas empresas. Mi hermano, por ejemplo, gestionó…

“A mí no me gusta hablar de fuga de cerebros porque “fuga” implica que uno está o encarcelado o atrapado y que uno se quiere escapar de algo. En cambio, yo veo a los argentinos que se van al exterior como una diáspora, como gente que quiere mejorarse, que quiere aprender de otras culturas y de otros lugares que son también de excelencia, con distintos objetivos”

-Santiago Ceria, el director de la Licenciatura en Ciencias de la Computación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

-Durante mucho tiempo, Santiago fue el director de una empresa de software americana que tuvo, y tiene, un centro de investigación y desarrollo en la Argentina con 300 personas acá. Reconocieron que, en la Argentina, se podía hacer desarrollo de primer nivel. Al mismo tiempo, una posibilidad como esa eleva el nivel de la gente que trabaja acá porque adquiere la experiencia de trabajar con una empresa internacional, con software de última generación. En el caso de mi empresa, vemos a la Argentina como un lugar con muchísimas ventajas desde el punto de vista cultural, del uso horario con respecto a EEUU, de la formación y con respecto, sobre todo, del potencial.

-Esas ventaja y potencial que usted ve en la Argentina, ¿tiene que ver con la Argentina como fuente de recursos humanos argentinos de calidad para ese tipo de sector de la economía o lo está planteando en términos de una posibilidad futura de la Argentina de integrarse en ese desarrollo global?

-Tenemos un problema que se llama el huevo y la gallina. Es constante en muchas de las discusiones que tenemos. A veces lo llaman el problema de la correlación y la causalidad. Yo creo que esto es un proceso de sofisticación y de desarrollo de un sector que lleva su tiempo; es un plan a largo plazo. El edificio Cero+Infinito se hizo como política de Estado a través de tres gobiernos. La Ley de Software y la Ley de Conocimiento también fueron política de Estado durante tres o cuatro gobiernos. Eso da la capacidad de construir algo que evoluciona con el tiempo. Lo que estamos construyendo en la Argentina son capacidades. Veremos cómo evolucionan. Al principio, y en eso Mercado Libre fue una excepción, la Argentina empezó haciendo el outsourcing del resto del mundo pero fue evolucionando: las empresas argentinas de hoy hacen productos. Está el ejemplo de Emiliano Kargieman (fundador y CEO de Satellogic). ¿Qué tiene de bueno? El producto es mucho más escalable; nosotros no tenemos la escala de la India para hacer consultoría, outsourcing y desarrollo de software para otros a super gran escala pero tenemos buena escala para hacer producto, que nos puede ayudar a desarrollarnos. Lo que estamos haciendo es evolucionando a la hora de aportar cada vez más valor agregado.

La Argentina tecnológica

-El ejemplo de Kargieman y Satellogic, que está en un sector como el de satélites que mapean la Tierra, es interesante. Kargieman plantea dos cosas: que Satellogic se desarrolló dentro de una incubadora del Estado, el INVAP, pero que cuando tuvo que construir sus satélites, tuvo que instalar su fábrica en Uruguay porque la cadena logística y las regulaciones de exportación y de importación argentinas son muy restrictivas. Por otro lado, también sostiene que en la Argentina no hay recursos humanos formados como para desarrollar ningún sector de tecnología. Que no hay recursos humanos suficientes para crear no ya 200 sino, ni siquiera, 15 Satellogic. ¿Cuál es tu mirada sobre eso?

-Es un muy buen punto que me encantaría debatir con Emiliano al que no solo respeto muchísimo sino que también admiro como empresario y como alguien que también fue a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Hay distintos temas en esa cuestión. Está el tema logístico, del que no soy experto, es decir cuáles son las facilidades que tiene o no para importar las cosas que él necesita. En eso no puedo opinar mucho. Sí estoy seguro de que, en cuanto a recursos humanos, no es que en Uruguay encontrás recursos humanos que no vas a encontrar a encontrar en la Argentina.

-Pero en términos de cantidad de esos recursos y chances de desarrollo para el país, la cuestión es la posibilidad o no de replicar una empresa como Satellogic. Kargieman sostiene que es casi imposible con el funcionamiento actual.

-Él es un pionero. Si le preguntás a Elon Musk, él dice que no se puede hacer otra Tesla, y me parece muy bien que sea así y lo admiro en ese sentido. Pero no creo que sea así cómo funciona el mundo. No funciona esta idea de la que hablamos de si tú lo construyes, van a venir: esto de “if you build it, they will come”. Hay distintos tipos de emprendedores. Algunos dicen “yo hago el mejor producto y después lo voy a vender”. Hay una interacción con el mercado o con, en este caso, el circuito educativo, que es iterativa. Es decir, la Argentina no se puede permitir el lujo de tener una educación aeroespacial tal en la que se educa a toda esta gente para que espere que venga un Emiliano y abra Satellogic. Esto es una evolución, es decir, Satellogic hace que más gente estudie computación o ciencias del espacio y eso, de a poco, va evolucionando de manera tal que en un momento, que no es hoy, va a haber más posibilidades de generar otras Satellogic.

-¿Pero eso es posible si hay una base de educación matemática tan complicada en la escuela argentina, sobre todo en la escuela secundaria?

-En la Argentina hay una buena base de educación. Te doy mi caso personal de cuando fui a Carnegie Mellon, una universidad de primera línea, a hacer el doctorado. En los doctorados te encontrás con gente de todo el mundo. En EEUU son muy inteligentes y una de las cosas que hacen es atraer a gente de todos lados. A mí me dieron una beca. Había otros becados. Comparando mi formación con la de mis compañeros, mis compañeros se daban cuenta de que había temas que yo ya había estudiado. Y sí porque, independientemente de mi capacidad o no, en la en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, cuando seguís la carrera de Matemáticas, estudiás matemática desde el primer día hasta el último. En EEUU, eso no existe; la especialización matemática es una cosa que pasa al final de la carrera. Yo tenía más álgebra que cualquiera de las álgebra que hubiese tomado cualquier alumno compañero mío.

-En este punto, dos cuestiones. Por un lado, usted está hablando de una experiencia educativa de hace 30 años.

-No, es hoy la misma experiencia educativa.

(Continuará mañana)

VIALa Nación - Luciana Vázquez