Un reportaje a Tulio Calderón, Gerente de Proyectos Nucleares en INVAP

Hace más de un año que publicamos por 1° vez el reportaje que el portal Misión Productiva hizo a uno de los hombres claves de INVAP. Y sigue absolumante válido su planteo básico “Si no hay Estados que dirijan las compras de bienes estratégicos para desarrollar sus empresas, éstas van a parar a la competencia extranjera y eso implica perder la oportunidad de desarrollar capacidad productiva».

ooooo

Tulio Calderón es ingeniero nuclear y Gerente de Proyectos Nucleares en INVAP, la empresa estatal de alta tecnología dedicada al diseño, integración y construcción de plantas, equipamientos y dispositivos en áreas de alta complejidad como energía nuclear, tecnología espacial, tecnología industrial y equipamiento médico y científico.

Desde Países Bajos, Calderón se tomó el tiempo para responder sobre diversos temas, y, desde su experiencia en una de las compañías más dinámicas de nuestro país, sobre la estrategia que debe tomar Argentina en el marco de la transición energética y el potencial que tiene Argentina para agregar valor agregado a su producción y posicionarse como un jugador importante a nivel mundial en distintos sectores.

Misión Productiva: En pocas palabras, contanos, ¿Qué es INVAP?

Tulio Calderón: INVAP esencialmente es una empresa que trabaja en varios campos de la tecnología. En un intento de buscar un punto en común entre las cosas que hacemos en defensa, como sistema de radares o reactores nucleares, y las vinculadas con satélites o centros médicos, podríamos decir que la empresa se especializa en la fabricación de bienes de capital asociados a infraestructura en series cortas para abastecer a varios gobiernos en el mundo a través de agencias especializadas en distintas áreas.

MP: ¿Cómo influye la geopolítica en los negocios de la empresa? ¿Cómo es venderle a otros gobiernos?

TC: Buena pregunta, antes dejame decir que en Argentina tenemos muchas razones para estar muy orgullosos de las cosas que se han hecho en el país. En primera instancia pudimos desarrollar capacidades propias, como ocurrió en el caso de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Argentina se metió en el concierto de temas nucleares mucho antes que otros países. El primer reactor que hizo INVAP fue el RA-6, en Bariloche, que se fabricó justamente cuando se abrió la carrera de ingeniería nuclear en el Balseiro, y para ese entonces la CNEA ya tenía en sus espaldas cuatro reactores propios.

A partir de allí pudimos exportar el primer reactor a Perú, por cercanía geográfica y política, y luego a Argelia, por la afinidad en el marco de los Países No Alineados con ninguno de los dos bandos que se enfrentaban en la Guerra Fría. No es extraño que un país que tiene capacidades propias le venda primero a países que tengan cercanía geográfica o política, para finalmente participar en licitaciones internacionales, como hizo Argentina a partir de finales de los ´80. Los mercados muy grandes suelen ser atractivos desde el punto de vista de la competencia, pero los mercados de nicho tienen muchas ventajas ya que hay menos participantes en el mercado y tardás menos tiempo en entrar.

En el tema espacial, el uso de la tecnología como herramienta geopolítica quedó evidenciado cuando, a partir de 1989, Estados Unidos nos dijo que no hagamos más esfuerzos para hacer lanzadores de satélites, sino que hagamos satélites que ellos nos los lanzaban desde su territorio para que Argentina se alinee con Occidente.

Después, ya habiendo atravesado estos casos, en el 2000 trabajamos con el gobierno para llevar adelante una propuesta de hacer radares a nivel local, porque ya teníamos la convicción de que no era un problema técnico sino un problema de definir necesidades propias incorporando una visión de largo plazo. La situación técnica es el menor de los problemas; teniendo el mercado interno y empresas con capacidad, es un tema de tener un tamaño suficiente de unidades para producir que te permitan amortizar el costo del desarrollo de la primera vez , es decir, los gastos no recurrentes los amortizas sobre series más largas y ahí es donde viene el compre estratégico del Estado, algo que ocurre en todos los países. Si no hay Estados que dirijan las compras de bienes estratégicos para desarrollar sus empresas, estas van a parar a la competencia extranjera y eso implica perder la oportunidad de desarrollar capacidad productiva.

MP: En los últimos años INVAP fue noticia por su dificultad para pagar los sueldos y el achicamiento de su personal. ¿Cómo está hoy la empresa? ¿Logró revertir ese proceso? 

TC: En este momento te diría que no estamos en un proceso de achique; por el contrario, estamos en una época de crecimiento pero con limitaciones a la hora de conseguir la cantidad de recursos que precisamos. Hasta hace 20 años, encontrar gente que hiciera desarrollos en software, electrónica, sistemas, comunicaciones era difícil. Hoy Argentina tiene entre 5.000 y 10.000 personas que se gradúan por año en carreras vinculadas con la informática, la ingeniería y cuestiones industriales. Todas esas personas tienen trabajo, ya que la demanda interna es grande y también hay demanda de empresas extranjeras que buscan talentos en distintas partes del mundo porque muchos de sus productos son virtuales.

Con los mercados de la tecnología de la información creciendo un 10% anual a nivel global, muchísima gente sale a buscar talentos por estos lares. La compleja situación cambiaria en Argentina genera dificultades para retener recursos para trabajos locales, al menos que tengas la posibilidad de pagarlos. Hay una suerte de bendición y maldición a la vez, es decir, hay muchísimo trabajo para cualquiera que quiera entrar en el sector, pero es difícil no competir globalmente.

Tulio Calderón

MP: ¿Cuál es tu opinión sobre el debate en torno a la transición energética? ¿Cuál creés que debería ser la estrategia argentina contemplando tanto la dimensión ambiental como la tecnológica productiva? 

TC: Argentina tiene una diversificación bastante razonable respecto de otros países, pero se enfrenta a limitaciones en torno al costo del capital y a la posibilidad de afrontar inversiones de riesgo, de largo plazo. Es por eso que el crecimiento probablemente siga estando apoyado principalmente en energía térmica, en segundo lugar en renovables, en tercera instancia en hidroeléctrica y finalmente en nuclear. La desventaja del capital se puede compensar con nuestras capacidades industriales.

En el caso de los hidrocarburos, la inversión es capital intensiva, pero en módulos más pequeños en comparación con otras fuentes como la nuclear. Las reservas que tenemos son moderadas, excepto en el caso de Vaca Muerta, donde existen recursos notables, con un excedente interesante de energía en invierno, codiciada en la región, lo cual nos permite tener un gradualismo en las inversiones durante los próximos años.

En el segmento de renovables, como la inversión también es más modular genera cierto atractivo y es probable que a futuro ocupen un cuarto o un tercio de la generación total de energía. Sin embargo, hay que aclarar que para eso deben contar con el respaldo de una producción de base asociada.

En cuanto a los recursos hídricos, el país los viene explotando en buen grado; sólo le quedan dos o tres represas por explotar nomás. Esto te cubre una porción de la generación de energía baja en relación al total aunque renovable.

La parte nuclear cubre menos de un 10% de la matriz energética y depende mucho de la capacidad que tengas de realizar inversiones intensivas en capital. De cara al futuro hay oportunidades para seguir desarrollando este segmento. Argentina tiene la ventaja de que la infraestructura humana e industrial está disponible pero requiere una inversión sostenida durante muchos años para fabricar una unidad de producción de energía nuclear. Cabe remarcar que la energía nuclear tiene el valor de que va a ser parte de la solución occidental (ya lo es en China) en la lucha contra el cambio climático y la descarbonización de la economía en general ya que es neutro en emisiones de carbono. No obstante, es una opción compleja de impulsar en Argentina.

MP: Antes mencionaste cómo está inserta Argentina a nivel global en la carrera tecnológica en el sector nuclear para el desarrollo de reactores modulares pequeños. En ese sentido, el país viene avanzando con el CAREM, con los sobresaltos característicos de nuestra economía. ¿Cómo evalúas esa apuesta y qué pasos creés que deben darse para que Argentina pueda tenerlo tanto como un producto para el desarrollo de la energía a nivel local como para exportar? 

TC: Probablemente lo primero que hay que tener es un plan energético a nivel nacional y ver qué parte de esa matriz energética va a ser nuclear. Tenemos una central muy vieja como Atucha 1, que tiene una esperanza de vida relativamente corta y con poca potencia. Si la matriz energética nuclear decide ampliar la potencia, lo segundo es decidir qué comprar. Desde ya podes comprar “llave en mano”, donde uno compra y se queda con la producción de energía como único retorno de la inversión. Pero en Argentina nos formamos para primero producir nosotros y luego exportar. Si decidís hacer un proyecto propio tenés dos retornos interesantes: por un lado la capacidad de extensión de vida y realizar continuas mejoras, y por otro la capacidad de exportación industrial. Este es el caso del CAREM, donde si hacemos un reactor propio y lo usamos, llenando con 3, 4 ó 5 reactores una capacidad de 1.000 MW, después te queda la oportunidad de exportar eso. Además, la energía nuclear genera externalidades positivas en varias cadenas de valor. Creo que el CAREM es claramente una de las mejores opciones que tenemos para avanzar en nucleoelectricidad frente al modelo de compra “llave en mano” o la fabricación de reactores que se diseñaron en los años 60 y hoy en día están esencialmente ya llegando al fin de su vida útil.

MP: Entonces, en el debate sobre el Hualong y el CANDU, interpretando lo que planteabas, ¿tu preferencia sería avanzar con fuerza por el CAREM en términos de cómo aportar nueva potencia nuclear?

TC: Sí, correcto, creo que es una apuesta que tiene muchísimo mayor retorno, tanto económico, como de valor. Un reactor por vez los países no lo hacen; los países planean en meter cuatro o cinco rectores juntos. Crear una central nuclear implica desarrollar una base de infraestructura de cierta complejidad que necesita una base humana y de servicios local. Te permite tener un sitio nuclear, que son escasos en el mundo ya que necesitás localizarlo cerca de una fuente de agua, cerca de algún centro fuerte en formación de técnicos y con un nivel de vida de calidad, entre otros factores a considerar previamente. Son polos de desarrollo tecnológico. Es una inversión estratégica y muy diferente a la de un parque eólico o una central térmica que pueden funcionar en módulos aislados con menos base de infraestructura. Tenemos la infraestructura para desarrollar la opción nuclear, que genera muchísima energía eléctrica de base, lo cual te hace crecer el sistema y al mismo tiempo te lo estabiliza.

MP: Mencionaste el tema eólico. Si bien no es la principal unidad de negocio de INVAP, la empresa ha participado, por ejemplo, en el Plan Renovar desarrollando turbinas. Con la reciente capitalización de IMPSA, que también tuvo sus desarrollos en el sector construyendo parques eólicos importantes principalmente en Brasil, ¿creés que surge una posibilidad de trabajo conjunto y de desarrollo de aerogenerador nacional?

TC:  A priori yo te diría que no, porque es un negocio que se está tornando grande, con plazos de inversión relativamente largos y donde el costo de capital, nuevamente, es el principal factor limitante. El Plan Renovar creo que pidió 40% de contenido doméstico, al cual se llega rápidamente con las bases, las torres, más algunos componentes estáticos de metalmecánica. La segunda cosa interesante que tiene un desarrollo como eI de IMPSA es la de los generadores propios más las palas, por lo cual podes llegar de repente a un 70/80% de contenido local. El tema es que la mínima escala económica que necesitan las empresas para decidir invertir en energía eólica está pasando a ser bastante más grande que la que era hace unos 10 o 15 años.

Por otra parte, al tratarse de inversiones intensivas en capital, se requiere una capacidad financiera sólida. Además, hay un nivel elevado de competitividad y globalización y, si competimos por precio, lo que vamos a localizar acá son esencialmente las cosas pesadas; la parte civil, la parte de metalmecánica y quizás las palas que es una parte interesante en la cual IMPSA tiene una base e INVAP estuvo haciendo desarrollos. Pero en la integración, en el diseño hay un gasto no recurrente que es grande para amortizar.

Habiendo dicho todo esto, el recurso eólico en Argentina, particularmente en la Patagonia, es excelente; tiene un factor de utilización de arriba del 40%, mientras que en Europa es del 23%. Como el 70% de las máquinas las podemos hacer en moneda local, si logramos realizar las inversiones necesarias, podemos recuperar en pesos pagando la energía. Ahí se abre la oportunidad no solamente para INVAP o IMPSA, sino para todos los integradores que permiten tener alguna cadena de suministros locales y alguna de afuera.

MP: Pasando al tema satelital, ¿Cuál crees que debe ser la estrategia del país? ¿apostar a avanzar en el desarrollo de proveedores? ¿vender servicios satelitales? ¿mayor exportación de satélites a países de la región? 

TC:  Es interesante la pregunta porque los satélites y todo lo que es espacial atravesó una revolución en los últimos 30 años y está teniendo cada vez más impacto en nuestras vidas. Nuestra principal fortaleza hoy es que tenemos un sistema de comunicaciones cada vez más avanzado. En Argentina somos un jugador de nicho por las inversiones que se hicieron en los 2000 a través de ARSAT. Es más, ahora estamos haciendo un satélite en conjunto con Turquía para brindar comunicaciones geoestacionarias. Se trata de mercados de nicho, donde podemos hacer un diferencial competitivo bastante interesante.

Después tenés los temas de posicionamiento global, el GPS, que lo damos por descartado porque lo hacen los países más grandes. Necesitas infraestructura de largo plazo y la mayor parte del crecimiento viene por el lado de las aplicaciones y los datos, por lo cual cuando uno se mete en tema espacial no solamente está haciendo el segmento espacial en sí, sino un montón de segmentos de aplicaciones terrestres que son relevantes.

Después, un tema importante es la observación de la tierra, que históricamente era para clima y recursos a nivel nacional, pero hoy en día se está microsegmentando. Se están encontrando nichos de aplicación mucho más amplios. Ahí es donde pasan cosas más notables, porque hay muchos jugadores sobre todo en Occidente que están apostando a tener constelaciones y satélites chicos, tratando de encontrar productos que les sirvan a muchos usuarios. A la larga van a quedar pocas constelaciones que funcionen por un tema de mantenimiento. Es caro mantener las cosas en órbita. Las aplicaciones suelen ser de nicho: en defensa, seguimiento agropecuario, seguimiento de tráfico, etc.

En Argentina contamos con una parte interesante que es el desarrollo técnico para el soporte del programa nacional. Está surgiendo una estructura de capacidades interesantes en el país. Ya existen emprendedores que están armando empresas, argentinos en otros países y que tienen alguna rama acá y están empezando a jugar en nichos con alguna observación de la tierra, óptica entre satélites y esto se está globalizando rápidamente. Así que creo que Argentina tiene la posibilidad de seguir haciendo satélites de punta, a través de aplicaciones como los radares para detección de humedad, bancadas por las inversiones del Estado, con jugadores de nicho haciendo satélites de comunicación estacionaria, con la industria local de buena intensidad tecnológica y con algunas aplicaciones de observación de la tierra. Es un mercado interesante porque enseguida se acopla; vos podes sumar los datos que capturás en el espacio con los datos que capturás desde el segmento aéreo por aviones no tripulados, por ejemplo, y con lo que tomás en estaciones terrestres. Entre estas tres fuentes de conocimiento, podes tener sistemas nacionales de información con mapas de cobertura de un país completo que te permiten rastrear tanto procesos lentos como los de agricultura, como procesos rápidos, por ejemplo emergencias climáticas, tráfico o eventos meteorológicos puntuales, como inundaciones. Esto generalmente solo lo hacen los Estados.

MP: INVAP es un caso exitoso, en términos mazzucatianos, de Estado emprendedor que logró, junto a otras instituciones, impulsar complejos productivos y proveedores en sectores que usan tecnología de punta como el nuclear y el satelital ¿Cuál creés que es el principal motivo de su éxito y por qué tantas otras experiencias de empresas estatales con proyectos de este tipo no lo tuvieron?

TC: A grandes rasgos, creo que el factor más importante es que en INVAP no tenemos subsidios del Estado y no tenemos aportes de capital ni continuos ni eventuales. Entonces tenemos que mantenernos como una empresa privada, vivimos de lo que vendemos.  Eso hace que tengamos que adaptarnos a ciclos de crecimiento y ciclos de achique. En los ´90 pasamos de ser 1.500 a 300 personas en la empresa, pero conservamos el corazón tecnológico y con algo de diversificación salimos de lo que era el mercado nuclear doméstico para desarrollar un trabajo con quizás tres patas: un poco más de juego nuclear local, una exportación a Egipto y el inicio del programa espacial argentino. Así mantuvimos un lento crecimiento durante mucho tiempo. Fue un crecimiento relativamente sano en el sentido de que crecimos solamente cuando era necesario y tratamos de mantener el crecimiento de nuestra cadena de valor de proveedores. Como INVAP le vende a gobiernos, nuestro mercado está atado a los ciclos presupuestarios de nuestros clientes, entonces como los proyectos de inversión en un satélite, en un sistema de radar o en un reactor suelen ser de entre 5 y 10 años, tenés que tener la capacidad de gestionar recursos internos y en tu cadena de proveedores, que son variables. Entonces, es importante la idea de mantenerse chico, muy proactivo y con capacidad de adaptación a nuestros clientes.

Paralelamente, hemos pegado saltos de diversificación, no muy largos, pero basados en capacidades propias sin tener que entrar en fusiones, adquisiciones o licencias. Incorporando algunas cosas típicas de espacial, como guías de control térmico o comunicaciones, pudimos pasar de hacer reactores a hacer satélites, lo que nos permitió entrar en otra vertical de bienes estratégicos para gobierno.

Adicionalmente, después pasamos de hacer radares para satélites a radares para uso terrestre, que es un mercado más bien de defensa y seguridad, donde el salto fue todavía más chico porque tuvimos que incorporar algunas otras tecnologías y eso mismo nos permitió pasar también a mercados industriales.

Esta diversificación que requería tener un montón de tecnologías adentro y en la cadena de proveedores a través del sistema científico y tecnológico, nos permitió ir haciendo proyectos en un país mediano como Argentina, donde podes hacer 1, 2 ó 3 satélites pero después tenés que esperar 10 años para construir otro, por lo cual necesariamente tenés que salir a exportar. En ese sentido, aprendimos que al exportar no vende solamente INVAP sino que exporta el país, entonces hay un círculo virtuoso en el cual cuando exportas y un país confió en vos, otro país también comienza a confiar en vos.

En resumen, creo que son tres los factores que hicieron fuerte a INVAP: su dinámica esencialmente de industria privada, su capacidad tecnológica para migrar a nichos verticales adyacentes y su capacidad de exportación.

MP: ¿Pensás que el “modelo INVAP” puede ser replicable en algún otro sector? ¿Argentina tiene capacidad de crear empresas de alta tecnología en otro sector? 

TC: Sin dudas, ya lo hizo. El Estado fue un actor relevante en el crecimiento de IMPSA durante una buena parte de su vida y sobre todo en el sector nuclear donde hubo mucho de metalmecánica. IMPSA logró salir a exportar muchos productos, como grúas, sistemas para energía hidráulica y turbinas, que contaron con un importante desarrollo tecnológico y diseño de origen nacional. También tenés el caso de Techint, que es un jugador relevante con capacidad de exportación, con el aporte de Siderca como proveedor especializado en un bien diferenciado como tubos sin costura.

Por otra parte, en el campo de tecnología de información, la inversión estatal en formación de centenares de miles de personas en informática en las últimas dos o tres décadas es lo que nos permite hoy en día tener las empresas grandes del rubro, como los unicornios que facturan miles de millones y exportan servicios en la región. Después, Argentina es un importante jugador en la industria farmacéutica o en lo que son equipamiento  y servicios para el agro.

INVAP es uno de los casos con más visibilidad por el tipo de cosas que hacemos pero la expansión de la base exportadora de alto valor agregado tiene un muy buen potencial en el país.

VIAMisión Productiva - Andrés Tavosnanska y Martín Alfie