Aportes al debate, reproducimos este interesante artículo de Patricio Giusto, Docente universitario (UNLP/UNDEF).
El presidente Xi Jinping realizó una esperada gira durante tres días a Moscú, que dejó muchas cuestiones para analizar. El mandatario chino y su par Vladimir Putin firmaron dos declaraciones, una muy extensa titulada «Profundización de la Asociación Estratégica Integral de Coordinación para la Nueva Era» y una más breve titulada «Plan de Desarrollo Pre-2030 sobre Prioridades en la Cooperación Económica China-Rusia».
Los textos tienen una clarísima impronta china en cuanto a la terminología, ideas y proyectos contenidos.
Está claro que Rusia tuvo una participación más bien secundaria en la redacción, lo que da la pauta de la nueva realidad en esta relación, cada vez más desbalanceada en favor de China.
Lejos del tono más bien ambivalente y hasta crítico que se vio de parte de Xi hacia Putin en la última cumbre entre ambos en septiembre, esta vez Xi envío señales plenamente positivas al líder ruso, con una reafirmación de la alianza estratégica y una fuerte coincidencia sobre la visión internacional.
Probablemente, esta postura tan «pro-rusa», podríamos decir de Xi, tuvo que ver con que el anfitrión fue Putin.
Pero también cabe destacar otros dos elementos: Xi parece dispuesto a insistir con una salida negociada a la guerra, para lo cual necesita a Putin conforme y perfectamente alineado y, al mismo tiempo, el líder chino quiso enviar una señal inequívoca a EE.UU. de que no va a retroceder en su alianza con Rusia, pese a las renovadas presiones.
El problema es que la reafirmación de la alianza con Rusia y el apoyo tan explícito a Putin, como se vio en esta cumbre, tiende a alejar a China de la posibilidad de lograr una negociación con Ucrania. De hecho, a partir del tenor y contenido de la cumbre en Moscú, se puso en duda la llamada entre Xi y Volodimir Zelenski, que estaba prevista tras la visita a Moscú.
Mientras tanto, EE.UU. respondió a la cumbre Putin-Xi comprometiendo más apoyo militar a Ucrania y criticando con dureza la postura china.
Putin reiteró que el plan de paz de 12 puntos de China podría servir como «base» para una resolución pacífica, una vez que Ucrania y Occidente estén dispuestos a comprometerse. Pero también reiteró que «estamos lejos de ese momento».
Otro dato interesante es que Ucrania, supuesto objetivo primordial del viaje de Xi a Moscú, no fue un tema tan preponderante en las conversaciones. De hecho, ocupó casi el mismo espacio de tratamiento que otros temas, como ser: la delicada situación en la península coreana, las provocaciones de EE.UU. sobre Taiwán y la amenaza que constituye la ascendente alianza del AUKUS, entre otros.
En la cumbre Putin-Xi se reivindicaron valores compartidos que colisionan directamente con la visión de EE.UU. y sus aliados, como ser: visión relativista de los derechos humanos y la democracia, condena a las «revoluciones de color» supuestamente promovidas por EE.UU., apoyo a la multipolaridad y a la mayor representación del «Sur Global», oposición a los bloques de seguridad occidentales, condena a las sanciones económicas unilaterales y defensa de las Naciones Unidas como la fuente exclusiva de toma de decisiones internacionales. De más está decir, cuanto más se reafirmen estos principios y cuántos más adherentes globales sumen, más se profundizará la tensión con EE.UU. y sus aliados.
Hubo también una exaltación del Brics, la Organización de Cooperación de Shanghái y otras plataformas alternativas a las lideradas por EE.UU. Cabe esperar un reimpulso a la ampliación del BRICS, sobre todo a partir de la trascendental visita a fin de mes de Lula da Silva a China.
Respecto a la cooperación en defensa, China mantiene su posición de no involucramiento militar, aunque quedó plasmado el compromiso con Rusia de «brindar un apoyo mutuo con respecto a los asuntos de defensa».
Esto no es novedoso, es un principio que ya era parte de la alianza estratégica antes de la guerra. Lo novedoso sería que China finalmente active ese apoyo en favor de Rusia. La prioridad de Beijing sigue siendo evitarlo a toda costa, por sus graves implicancias en materia de sanciones y afectación de las relaciones con Occidente, en general.
Es más, Xi volvió a marcarle a Putin la «línea roja» que constituye el posible uso de armas nucleares. En esto, paradojalmente China tiene una plena coincidencia con EE.UU.
En cuanto a los nuevos proyectos de cooperación, fue una gran frustración para Putin que finalmente no se firmó el acuerdo referido al mega-proyecto de segundo gasoducto para exportar gas a China vía Mongolia.
Pero probablemente esto suceda dentro de algunos meses. Rusia necesita desesperadamente expandir las exportaciones de gas natural a China e India, a medida que las sanciones económicas han ido reduciendo notablemente las ventas a Europa, con nuevos proveedores.
De todas formas, hubo importantes avances en materia de cooperación comercial, financiera, e infraestructura. Y algo muy relevante desde el punto de vista geopolítico: se firmaron compromisos para seguir mejorando la comunicación marítima a través del Ártico.
Vale resaltar que el Ártico y la Antártida son dos grandes temas en los cuales China y Rusia tienen intereses económicos y geoestratégicos compartidos.
Más allá del curso de la guerra, no hay que perder de vista un elemento fundamental: los intereses geopolíticos de China y Rusia son sólo coincidentes en materia económica (muy coincidentes, por cierto) y respecto a la seguridad regional, sobre todo en relación a Asia Central y Corea del Norte.
En cuanto a la visión del orden internacional, las miradas entre China y Rusia ya eran divergentes antes de la invasión a Ucrania. Y esta guerra, que tanto ha incomodado a China, no hizo más que agudizar esas diferencias.
La Rusia de Putin es un actor disruptivo del orden internacional, algo contrario a los intereses globales de China que, si bien puede ser considerado un actor revisionista en algunos aspectos, es ante todo una superpotencia que busca contribuir al sostenimiento del actual orden económico internacional, del cual se ha beneficiado ampliamente en los últimos 45 años.
Por supuesto, con las aspiraciones lógicas de cualquier superpotencia para imponerle su impronta de acuerdo a sus intereses.
En definitiva: Xi volvió a demostrar lo importante que Rusia es para China. Pero ni ahora ni nunca lo será tanto como el vínculo con Occidente, lo que incluye desde luego a su principal socio comercial, que es EE.UU.
China seguirá sosteniendo y utilizando a Rusia en todo lo que pueda, pero jamás sacrificaría su relación con Occidente. En el marco de ese intrincado dilema, que incluye a múltiples actores con intereses contrapuestos, sigue palpitando la esperanza del fin de la guerra.