Daniel Arias comenta la extensa nota de un medio Pakistani sobre la venta de los cazas JF-17 a nuestro pais.
Es interesante ver cómo nos ven en Pakistán, sitio de origen de al menos el 40% de los U$ 50 millones que nos costaría cada caza JF-17 Thunder. Es un avión mediocre pero nuevo, tirando a caro, y fundamentalmente dotado de una aviónica y un armamento que te los cuento.
¿Y cómo nos ven los pakistaníes? Con esperanzas -creo que erróneas- de que seamos el primer gran comprador externo de ese lindo avión. ¿Pero doce aviones nos hacen un gran comprador? ¿Qué se fumaron, tigres?
Pocos o muchos, los JF-17 vienen a ser exactamente lo contrario de esos F-16 daneses que la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Pentágono, nos quiere meter como sea y por donde nos quepan: viejos, tirando a baratos, aunque con un diseño original excelente, y una aviónica y armamentos obsoletos.
Por ahora la posición de AgendAR, amigos pakistaníes del Express Tribune, es que la Argentina necesita volver a diseñar y construir drones. Respecto de cazas de superioridad aérea, tan caros en todos lados, por el momento recomendamos a nuestros compatriotas esperar y ver si algo se nos pone a tiro en prestaciones, precio y fabricación nacional.
Este gobierno está en eso, patear el problema para adelante, pero las presiones externas e internas se multiplican y el próximo presidente probablemente no quiera o pueda darse ese lujo: tanto el State Department como la cancillería china creen que comprarse 12 avioncitos, que en una guerra entre estados durarían algo menos de 12 horas, es un compromiso matrimonial.
No lo es, y queremos decirle eso mismo a los colegas del Express Tribune de Pakistán. Preferimos mantener la neutralidad argentina, como lo hicieron -y con no poco trabajo- los presidentes Hipólito Yrigoyen y Juan Perón en las dos guerras mundiales del siglo XXI. Podemos o no comprar aviones, pero no una política exterior acompañante.
Queremos también decirles tres cosas más: cuando quieran saber qué cazas necesita la Argentina, no alcanza con preguntarle a un par de académicos en defensa con domicilio en el Reino Unido y a un par de jefes retirados de la Fuerza Aérea Pakistaní. Sería bueno que incluyan también algunos argentinos de ambos dos palos, y si tienen experiencia de vuelo y/o combate, mejor aún. Aquí podemos añadir mucho a su desconcierto, colegas.
La segunda cosa: sus compatriotas aviadores son gente seria que no dice gansadas. Suele pasar con los que volaron en guerra. Pero ojo con los tanquistas, y me refiero a ese par de miembros de “Think Tanks” londinenses que Uds. eligieron, el Dr. Carlos Solar y el Dr. Lukas Fiala, tipos que aquí llamamos opinólogos. Colegas, estos muchachos, sin importar pasaporte, a veces no diferencian un caza de una empanada, ignoran enérgicamente la historia local a la que se refieren, y en ocasiones incurren en barbaridades conceptuales y técnicas.
Carlos Solar sin duda se lleva las palmas cuando explica que para la Fuerza Aérea Argentina sería un gran problema no tener F-16 como sí los tiene la Fuerza Aérea Chilena, porque ambas perderían “inter-operabilidad” en su defensa del Cono Sur.
Amigo (es un decir) Solar, los F-16 chilenos son poco inter-operables sin salir siquiera de su país: la de Chile es una flota formada por 2 modelos distintos de este avión, pero según fuentes de la Fábrica Argentina de Aviones, en realidad y mirando detalles, son 4 modelos. Lo cual constituye un problema de mantenimiento, porque en muchos casos sus componentes y repuestos no son muy intercambiables, lo que explica la baja disponibilidad de esa flota: raramente supera el 50%.
Más sobre inter-operabilidad binacional. Mire, doctor Solar, desde que en 1978 estuvimos a horas de una guerra entre Chile y Argentina, desde que en 1982 el gobierno de Pinochet ayudó al Reino Unido con inteligencia, radares y bases operativas durante nuestra Guerra de Malvinas, no hay mucho “affectio societatis” militar entre nuestros dos países.
Y lo hubo aún menos desde 2022, cuando el candidato José Kast, de la derecha pinochetista chilena, dijo públicamente que está dispuesto a ir a guerra contra Argentina por un territorio marino austral que el gobierno de Piñera decidió reclamar como propio, aunque lo hizo antes de perder la votación presidencial, y para no perderla. Aquí en Argentina esas cosas las tomamos en serio, y nos provocan una vocación de inter-operabilidad con Chile muy a la baja.
En su avisado criterio, doctor Solar, desunidos como estamos con nuestros vecinos: ¿contra quiénes debemos operar conjuntamente? Ahora sólo falta que un nabo de un think-tank fundado en 1831 por el Duque de Wellington nos venga a elegir no sólo las armas, sino los adversarios.
Hasta nuevo aviso, don Solar, nuestra única hipótesis de conflicto es con el Reino Unido. Se mantiene por la ocupación hostil de 11.410 km2 de las islas demasiado famosas, y 1,675 millones de km2 de mar costero de ésas y otras islas del Atlántico Sur, las Sandwich, Orcadas y Georgias.
Y por supuesto, en nuestra hipótesis entran inevitablemente los aliados “de facto” y «de jure» del Reino Unido: Chile al Oeste, y la hoy extensísima OTAN al Noreste. En nuestro modo taimado de ver las cosas, siempre dijimos que el Reino Unido en las Malvinas es un mero testaferro de poderes mucho mayores.
Mal le habría ido en guerra convencional (no nuclear) a Su Graciosa Majestad sin el apoyo de EEUU, que les suministró misiles aire-aire, logística e inteligencia mientras duraron los tiros. Mal también le habría ido sin la cobertura diplomática estadounidense luego de ellos.
Sin Washington para cortar el bacalao en las Naciones Unidas y en el Organismo Internacional de Energía Atómica, el Reino Unido, que llevó armas antisubmarinas nucleares WE-177 a Malvinas, por si las moscas, habría sido expulsado como estado garante del Tratado de Tlatelolco. Y ni Argentina ni Brasil hubieran firmado el TNP, o Tratado de No Proliferación.
El tratado de Tlatelolco, doctor Solar, impide no sólo el uso sino el ingreso y despliegue de armamento nuclear en América Latina y el Caribe.
Supongo que lo que querría el Dr. Solar es que las aeronáuticas militares del Cono Sur fueran interoperables contra las armadas de Rusia y China. Mire, estimado, con Rusia no tenemos problemas. Con China hay un diferendo pesquero a resolver en el millón de km2 de la Zona Económica Exclusiva que nos quedó en la posguerra. Pero es un asunto mucho menor y más negociable que el entuerto territorial que mantenemos con Su Graciosa Majestad desde 1833. Doctor Solar, vaya a elegirle aliados, enemigos y equipamiento a Andorra o a Mongolia. Se nos ocurren otros lugares, pero somos gente educada.
Me distraje, oh colegas del Express Tribune: prometí tres consejos y me atrasé con el tercero. Miren, es cosa de no ignorar la historia de nuestros países. Pakistán, nacido oficialmente en 1948, es un país relativamente nuevo. La Argentina no es demasiado más vieja, ya se tome como fecha de inicio independiente el año 1816 o 1852, el de la Constitución que nos sacó de la condición de rejunte de provincias y regiones y nos dio más empaque de país.
Pero pese al carácter casi novedoso de nuestros países, algún recorrido conjunto hemos tenido. En Argentina hemos tenido una industria de defensa de la gran siete, antes de ser derrotados en Malvinas y entregarla al más estúpido abandono.
Según nuestros antecedentes en construcción aeronáutica, que datan de 1927, deberíamos ser nosotros los que le ofrecen aviones argentinos a Pakistán. Es más, en 1951, cuando el Pulqui II hizo su espectacular debut público en el Aeroparque de Buenos Aires, Pakistán estuvo entre los primeros posibles clientes, y con un pedido nada chico: de 200 aviones. Otros dicen 100. Por favor, cotejen ese dato.
Tenía su lógica: el país de Uds. nació prácticamente en guerra con la India, y en una situación de grave inferioridad en armamento. Y el Pulqui II en 1951 era ligeramente mejor que el MiG 15, el caza que parte de Extremo Oriente se apresuró a comprar. También fue marginalmente mejor que el Sabre F-86 que Uds. debieron comprar para enfrentar los Vampire y Gnat británicos de la India en los cielos sobre Lahore.
Sobre cómo terminamos por no construir el Pulqui II y cómo (cosa mucho peor y más sórdida) se destruyó la planta de fabricación de turbinas Rolls Royce Derwent V y Nene II de Córdoba, aquí se ha escrito mucho. Podemos recomendarles bibliografía muy variada, con puntos de vista muy encontrados, y muy encendidos.
Pero haciéndola corta, nos interesaría volver a construir turbinas, al principio bajo licencia: empezaríamos con casi 70 años de demora una carrera en la que en 1956 volvimos, por una decisión secreta del gobierno de la autodenominada Revolución Libertadora, al casillero cero.
Sin esa decisión, en realidad sin aquel golpe de estado, es probable que Kurt Tank se hubiera quedado diseñando cazas en el Instituto Aerotécnico de Córdoba, en lugar de mudarse a la India para no caer preso. Y no es improbable que la Argentina se hubiera dotado de una fuerza de 100 o 200 Pulqui II, y en unos años habría podido hasta vender una partida de ellos a Pakistán.
Uds. no eran los únicos interesados, ojo al piojo, y la construcción de cazas, incluso de primera generación, es incomparablemente más artesanal y lenta que la de automóviles. No nos habría dado el cuero para tanta gente haciendo cola.
Es que había pedidos de fabricación de Pulquis bajo licencia por parte de Holanda, que había sobrevivido a la 2da Guerra, y con la fábrica Fokker demolida al ras, estaba sin aviones. También hubo un pedido secreto para fabricación bajo licencia por parte de la Lockheed de EEUU. Este fabricante no había podido diseñar un monomotor decente durante todo el conflicto, y tampoco para la guerra de Corea.
Desatendimos a ambos posibles clientes estúpidamente, vaya a saber por qué mal consejo. El embajador Spruille Braden podría decirnos algo al respecto, si no estuviera tan muerto. Tal vez todavía tenga información el embajador Marc Stanley, indudablemente muy vivo.
Más allá de la fama de gran diseñador adquirida en la Alemania nazi por Tank, el Pulqui II, aunque bastante derivado de su interceptor Ta-183, era un caza interesante por sus adaptaciones a un país enorme, casi despoblado y con pocas pistas decentes: tenía un tren de aterrizaje brutalmente resistente, un fuselaje lo suficientemente ancho como para acomodar una turbina radial, y mucha autonomía: el quinto prototipo logró un alcance de 3000 km. en vuelo “ferry”.
Esto le daba una capacidad de ataque a tierra o de escolta a distancia imposibles para interceptores puros como el MiG 15 o el F-86 Sabre. Fue posiblemente el único jet monomotor con una cierta capacidad multirrol de los años ’50, pese a que su motor no era ninguna maravilla. En plan de política-ficción, no habría sido imposible que los duelos aéreos sobre Lahore en la guerra de 1965 hubieran sido protagonizados por Sabres indios y Pulquis pakistaníes.
Yendo a los bifes, como decimos aquí cuando llamamos a la realidad, entendemos que las turbinas del JF-17 que el binomio Pakistán-China nos ofrece son las rusas Klimov RD-33. Amigos del Tribune Express, preferiríamos las turbinas chinas Taishan WS-13, que llegan a casi 100 kilonewton de empuje y parecen algo mejores en economía de combustible y vida útil. Además, eso es algo que deberíamos negociar con China, porque Pakistán por ahora no se ocupa de motores.
Por motivos públicos, en este momento resulta imposible negociar con Rusia por los Klimov RD-33 para cualquier democracia sudamericana. Los riesgos de golpe de estado serían altísimos. Pero creemos que el Taishan es, como muchas plantas de potencia chinas de hoy, una versión mejorada de algo cuyo diseño nació en Rusia. Esperamos sepan comprender.
AgendAR tiene el berretín de reconstruir la industria argentina de defensa. Éste es un portal que defiende la industria argentina en general, en todas sus ramas. Pero la de defensa es una industria muy industrializante: genera unas cadenas muy largas de proveedores calificados que a su vez crean empleo bien pago y realimentan la enseñanza de ingenierías en nuestras universidades.
Y entre todas las industrias de defensa, la que genera la cadena industrial y educativa más interesante por ahora es la aeroespacial. Por eso somos unos terribles manyaorejas de INVAP y de la FAdeA. Hemos buscado la traducción al urdu de “manyaorejas”, pero sin éxito. Deberíamos hablar más seguido, colegas, y con menos intermediarios.
Si alguna vez llegamos a tener alguna injerencia en las compras militares argentinas -no parece nada inminente- la barra de AgendAR es perfectamente capaz de recomendar la compra del JF-17, pero si viene acompañada de la instalación de una fábrica de turbinas Taishan WS-13. Nos interesan más esos motores que el caza en sí, que en realidad nos parece muy atractivo. Pero no tanto por la célula como por el radar AESA y por los misiles aire-aire acompañantes de largo alcance PL-15.
Con INVAP y FAdeA como punta de lanza aeroespacial del país, estamos seguros de aprovechar toda la transferencia de tecnología que consientan en darnos en materia de turbinas y de misiles, y resolver lo que no quieran darnos a la larga, y por ingeniería inversa.
Nos interesa sobremanera la Taishan WS-13 no porque sea la mejor turbina aeronáutica del mundo, ni la más duradera (que no lo es), sino como planta motriz inicial de posibles drones argentinos. Uno era el BAAV (Blanco Aéreo de Alta Velocidad) que venía diseñando INVAP en 2015 como parte del programa SARA, Sistema Aéreo Robótico Argentino. El BAAV era una posible semilla de misil crucero.
Hace años que venimos diciendo que hoy las guerras se ganan más con drones que con aviones. Se probó en Malvinas, con los AM39 Exocet, que son robots aéreos, y se prueba hoy todos los días en Ucrania, con sangrienta monotonía. Los robots aéreos tienen más futuro que los Barones Rojos. Estos seguirán siendo imprescindibles, pero más como directores de drones que como combatientes: pastores no de ovejas, sino de lobos.
Por eso si les compramos el JF-17, posiblemente pidamos modelos bipostos, de los de aprendizaje. Sólo que en el asiento de atrás sentaremos no a un alumno avanzado sino al tipo verdaderamente importante, el que dirige los drones de combate que van 50 o 100 km. al frente, a través del radar AESA y el data-link. No queremos guerra ninguna, solo recuperar capacidad de disuasión para mantener nuestra paz y nuestros territorios. Pero para disuadir y mantener la paz, debemos estar preparados no para guerras pasadas, sino para las del futuro.
Esperamos noticias de Uds., colegas.
Daniel E. Arias