Mas detalles sobre el radar britanico instalado en Tierra del Fuego

AgendAR publico el 30 de Junio «Taiana frenó instalación de radar espacial en Tierra del Fuego por vinculación con Gran Bretaña«. Ahora el tema llego al Congreso Nacional

El senador nacional Pablo Daniel Blanco (Juntos por el Cambio-Tierra del Fuego) reclamó explicaciones al gobierno nacional y denunció que en los últimos meses estuvo funcionando en Tolhuin, un radar perteneciente a una empresa de capitales británicos, en un territorio estratégico, a 670 kilómetros de las Islas Malvinas.

“Las instalaciones están en la estancia El Relincho, en el kilómetro 2946 de la ruta 3, y el radar ha venido funcionando en modalidad de prueba. La empresa multinacional invirtió un millón de dólares sin la intervención del Ministerio de Defensa ni de la Cancillería y la ceguera cómplice de la Aduana”, advirtió el legislador.

Blanco explicó que se trata de una estación terrena instalada por la empresa LeoLabs Argentina, a partir de una autorización provisoria que le otorgó la Jefatura de Gabinete el 15 de noviembre de 2022, cuando estaba al frente Juan Manzur, en un trámite que nunca pasó por el Ministerio de Defensa ni por la Cancillería. En el proceso de autorización intervino la Subsecretaría de Telecomunicaciones y Conectividad, que dictó la resolución 8/22.

Varios meses después, el ministro de Defensa, Jorge Taiana, solicitó la suspensión de ese permiso, lo que se concretó el 30 de junio último.

Recordó que el actual jefe de Gabinete y candidato a vicepresidente, Agustín Rossi, deberá ir al Senado el mes que viene para presentar su informe de gestión y “deberá dar explicaciones”.

El ministro de Defensa, Jorge Taiana
El ministro de Defensa, Jorge Taiana

El legislador opositor denunció que la instalación del radar contó con el aval del gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, ya que la provincia facilitó la provisión de energía eléctrica al emprendimiento.

“Tampoco la Inspección General de Justicia (IGJ) hizo observaciones al asentar la radicación en Tierra del Fuego de la filial de una empresa de capitales del Reino Unido y de Irlanda, en una zona tan sensible por su cercanía a Malvinas y a la Antártida”, advirtió.

El senador Pablo Daniel Blanco (Juntos por el Cambio-Tierra del Fuego)
El senador Pablo Daniel Blanco (Juntos por el Cambio-Tierra del Fuego)Archivo

Radar en funcionamiento

El senador Blanco reveló que las propias autoridades de la empresa le confirmaron que el radar estuvo en funcionamiento hasta que la autorización fue suspendida, tras el reclamo del Ministerio de Defensa. Argumentaron que el objetivo del radar era “realizar el seguimiento de la basura espacial”.

Blanco había presentado un pedido de informes al gobierno de Alberto Fernández y representantes de la empresa le pidieron mantener una reunión. Recibió, así, a la directora de LeoLabs Space, Eileen Treanor, quien le entregó un acta de inspección técnica realizada por la Secretaría de Innovación Pública, en la que se deja constancia de “la existencia de una estación terrena con un radar instalado”.

Denuncian el funcionamiento de un radar en Tierra del Fuego
Denuncian el funcionamiento de un radar en Tierra del FuegoTwitter @blancopabloda

La empresa Leolabs se constituyó en la Argentina a partir de una inversión de las empresas Leolabs Space Holdins Limited, con sede en Irlanda, y Leolabs Limited, asentada en Londres, con representación de Pablo Renán Bilbao, segón documentación a la que tuvo acceso el senador Blanco.

“No se encendió ninguna alarma. No les llamó la atención el objeto de la empresa, que era la instalación de un radar con capacidad militar, ni el origen del financiamiento”, insistió.

La suspensión de la habilitación del radar fue ejecutada en un procedimiento de la Secretaría de Innovación Pública, en una inspección que realizó al predio. En el operativo se constató la habilitación de “dos antenas unidimensionales con apuntamiento por fases que iluminan un reflector cada una” y la instalación de un sistema, con dos equipos transmisores NIDAS.

“Cada elemento ilumina un reflector de gran apertura, contando de 512 antenas individuales sin ningún movimiento mecánico, operando en Banda S (2910 -2990 MHz), una potencia de transmisión máxima de 100 W con un ciclo de trabajo de 20%, correspondiente a una potencia pico de 51,2 kW y una potencia media de 10,24 kW”, dice el informe técnico.

AgendAR insiste:

Estos son radares AESA, cuyas capacidades generalmente son múltiples y exceden  la detección. Son armas electrónicas, probablemente aptas para interferir, por su  sofisticación más que por su potencia (al menos, la declarada), los equipos de comunicaciones, posicionamiento y navegación de satélites y otros objetos orbitales.

En la categoría «otros objetos orbitales» son de interés los FOBS, o Fracto Orbital Bombing Systems, que pueden disimularse brevemente como satélites… pero son misiles. La idea de los FOBS apareció brevemente en los ’70: estás frente a un enemigo pero le disparás en direcciones divergentes de su posición, incluso 180 grados divergentes.

El proyectil supera el límite de Kármán, a unos 100 km. de altura, que deja el 99,99997 de la masa atmosférica debajo. Vuela allí por inercia balística, sin prácticamente ningún efecto de frenado aerodinámico porque el medio ambiente es de alto vacío, y efectúa un vuelo orbital casi completo. Pero no llega a terminarlo, porque hace reentrada, y cae sobre su blanco en vuelo hipersónico evasivo y zigzagueante, de intercepción muy difícil. Pero además, viene desde radiales inesperados. Al enemigo le puede llegar incluso por retaguardia.

Los FOBS eran un concepto para el cual ni la ciencia de materiales ni la electrónica de los ’70 tenían respuesta y se abandonó rápidamente. Pero la tecnología avanzó no poco desde entonces. Hay decenas de países tratando de refinar distintos sistemas de misiles hipersónicos, y muchos de ellos logran su alcance con motores scramjet, que «respiran» el poco oxígeno estratosférico (lo que los exime de cargar oxidantes a bordo), alcanzan una velocidad terminal superior a Mach 7 (7 veces la velocidad del sonido) y caen zigzagueando desde alturas generalmente suborbitales.

Dentro de esta nueva frontera misilística se han puesto de moda los «gliders», con su capacidad de planeo hipersónico y su aspecto vagamente parecido a una tabla de surf, para poder hacer piruetas intra-atmosféricas más cerradas y resistir los momentos angulares de torsión. Lo casi inexplicable es que no ardan por la temperatura o se partan en pedazos por las fuerzas G.

Un FOBS es un ligeramente parecido a un glider, pero alcanza alturas orbitales, goza de una larga etapa vuelo inercial sin propulsión, obtiene de esto un alcance mucho mayor, adquiere la capacidad de llegar al blanco desde cualquier dirección, y en su caída alcanza una velocidad terminal fulminante. Por supuesto, la fricción atmosférica y las fuerzas G generadas por las maniobras evasivas ponen al límite sus materiales y electrónica.

Las diferencias entre un FOBS y un viejo misil intercontinental de vuelo balístico son notables. Estos tienen vuelos sub-orbitales y sus trayectorias son balísticas, es decir están predeterminadas por fuerzas calculables de inercia, así como de resistencia aerodinámica en la reentrada. La bomba voladora V-2 alemana fue el primer misil balístico, y en caída terminal era hipersónica e inatajable.

Hoy no lo sería. La computadora de un radar de tiro a un proyectil balístico puede mandarle un anti-misil para atajarlo «al paso» y por proa, algo que estalle en un punto predeterminado de la parábola de caída, un lugar por donde el misil balístico tendrá que pasar sí o sí. Pero los gliders y FOBS, para los sistemas de defensa antimisil, son endiabladamente más complicados.

El momento para detectar un FOBS, diferenciarlo de un satélite común, e interferir electrónicamente sus sensores y equipos de comunicaciones y posicionamiento es la etapa intermedia, la de «coasting», la de vuelo serenamente inercial y newtoniano.

Con esto a la vista, la información de que el radar de Leolabs en Tierra del Fuego es un AESA es un dato interesante.

Los radares AESA tienen antenas fijas pero formadas por centenares, y a veces miles, de elementos radiantes interconectados. Muestran muchas capacidades nuevas que los diferencian de los radares comunes, y uno de ellas es que son ofensivos, capaces de generar haces de microondas muy precisos, independientes entre sí y de oscilaciones relampagueantes, capaces de seguir decenas de blancos a la vez.

Con estos haces y la frecuencia correcta pueden interferir otros radares, o altímetros-radar, o los «data links», los enlaces encriptados ultrarrápidos, con los que un satélite puede comunicarse con otros dentro de una constelación, o con estaciones terrestres de TC3: telemetría, comunicaciones, comando y control.

Todo esto vale para los FOBS también, incluso si por características de vuelo se disimulan brevemente entre satélites comunes. En suma, las antenas en la estancia El Relincho no son únicamente detectores, probablemente también son armas de guerra electrónica antisatélite y anti-FOBS.

Si los rusos tienen cosas parecidas a ésta que nos encajaron en Tierra del Fuego, seguramente la están empleando para interferir de algún modo la constelación satelital Starlink, que ya supera los 4000 satélites en órbita baja, y sumando. Con ella, Elon Musk provee de observación, telefonía celular y servicios IP desde comienzos de la guerra a las fuerzas armadas ucranianas. Si Musk ha perdido satélites por acción rusa, no nos enteraremos hasta dentro de años. Si nos enteramos.

Los radares de Leolabs no tienen como misión la detección de basura espacial, aunque seguramente pueden hacerlo «de taquito», al menos con objetos en órbita de cierto tamaño (el de una pelota de fútbol o mayor), por su longitud de onda relativamente larga, de entre 7,5 y 15 centímetros, con frecuencia de entre 2 y 4 gigaherz. Si ésa es la única que tiene, asunto que deberían comprobar nuestros expertos en radarística.

En realidad, las constelaciones de uso dual como Starlink, destinada por Musk a llegar a los 30 o 40.000 satélites, van a ser una causa enorme de la multiplicación de la basura espacial, incluso microscópica.

Son demasiados objetos en orbitas demasiado bajas y a velocidades relativas demasiado grandes como para no generar tortazos, intencionales o casuales. Y cada piña en órbita genera decenas de miles de esquirlas que se diseminan en abanico a velocidades de 8 kilómetros por segundo y más, y pueden alcanzar tiempos de residencia orbital larguísimos. Y aunque sean minúsculos y pesen apenas unos gramos, tienen la capacidad de discapacitar o destruir otros satélites, especialmente sus partes más débiles (placas fotovoltaicas, antenas) por su enorme energía cinética.

El síndrome de Kessler, predicho por Donald Kessler, de la NASA, en 1978, dice que la chatarra orbital en órbita baja (entre 200 y 1000 km. de altura) va a generar nueva chatarra orbital en crecimiento exponencial. Los tipos como Musk van a hacer verdad alegremente este vaticinio. Si los EEUU quisieran parar el síndrome de Kessler, deberían poner en vereda a Musk. Antes se va a congelar el infierno (ver Ucrania).

El costo del síndrome de Kessler lo vamos a pagar los países espaciales emergentes, con tasas de aseguramiento impagables cada vez que tengamos que poner algo en órbita. Circular por ahí terminará por ser como bailar en una galería de tiro. Con esto queda dicho que en AgendAR estamos contra la basura espacial y de quienes la generan, pero en el caso de Leolabs tratamos de no ser totalmente imbéciles.

Estos equipos no están al servicio de la Humanidad, ni de la industria espacial en general, ni del Reino Unido en particular. Ésas son unas cretinadas angelicales. Están al servicio de un club mucho mayor y con más plata, la OTAN, y obviamente de los EEUU, el director de esa orquesta.

Dado que son pueden ser simultáneamente equipos de detección pero también armas anti-satélite y anti-FOBS, los argentinos que permitieron que estos radares se instalaran en territorio argentino nos volvieron aliados involuntarios de la OTAN, es decir co-beligerantes y blanco de ataque no sé si legítimo, pero al menos nada improbable.

Eso en caso de que la guerra de Ucrania escale a mayores. Asunto que hoy, al menos, empieza a parecer tan inevitable como obvio. Va a suceder, sólo ignoramos hasta qué punto. Añado que la última vez que un presidente particularmente genuflexo y vendepatria nos metió como comparsas en una guerra petrolera de la OTAN, en 1991, nos ligamos dos bombazos en Buenos Aires, y 107 muertos, casi todos argentinos.

Irigoyen y Perón la pasaron mal y resistieron presiones terribles para conservar la neutralidad argentina en las dos guerras mundiales del siglo XX. No sé qué dirían de los tipos que hoy nos están empujando nuevamente, y de yapa por engaño, a meter la cabeza en la picadora de carne de otra guerra ajena.

Son basura, pero no espacial.

PS: Reiteramos el sombrerazo a Taiana. Había un argentino en el arco.

PS2: Hay desmantelar esas antenas y sus equipos anexos YA. Pero antes de devolver todo en una bolsita a Leolabs, deberíamos examinar bien esas cosas. Deben estar llena de avances técnicos valiosos. Y aquí no somos tan malos haciendo radares.

Daniel E. Arias

 

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