Aunque dentro de la producción ganadera argentina conviven todos los modelos y la base de alimentación sigue siendo predominantemente pastoril, no es menos cierto que la producción de carne se vende en mercados que premian poco y nada la calidad. En la exportación, China absorbe 80% de los envíos a bajos precios. En el plano interno, los argentinos tienden a consumir animales pequeños y parejos, terminados en un feed lot.
La realidad es que estas tendencias globales parecen ir a contrapelo de lo que propone un investigador del INTA en un informe vastamente difundido desde esa institución: Martín Giletta, especialista en agronegocios y alimentos, y jefe del Departamento de Economía y Estadísticas del INTA Manfredi, Córdoba, afirma que “Argentina debe apuntar a tener una ganadería de segmentos y posicionarse con cortes de carne con calidad y valor diferenciado que, puede ser de entre un 20 y un 30 % más”.
Son frecuentes este tipo de desacoples entre el discurso del INTA y las acciones que finalmente toman los sucesivos secretarios de Agricultura. Marca a las claras que son muy pocos los funcionarios políticos que le asignan importancia a la opinión fundamentada de los técnicos del propio Estado.
Así las cosas, el INTA difunde un texto que dice que “la Argentina se destaca por su potencial para producir carne bovina de calidad diferencial con trazabilidad y garantías ambientales que dé respuesta a las exigencias de los mercados internacionales. Desde el INTA aseguran que se trata de una oportunidad para el país y acompañan al sector ganadero en la planificación desde el campo con ese enfoque comercial”.
Pero el secretario Bahillo y los funcionarios que tienen a su cargo la política de ganados y carnes parecen estar mirando completamente para otro lado. Es triste.
De todos modos, está muy bien que el INTA siga machacando. “Europa se perfila hacia nuevas exigencias de la información confiable del producto y del proceso. Es decir, comprarán carne de calidad con trazabilidad y garantías ambientales”, dijo Giletta. Luego explicó, “el mercado europeo ya accede a los cortes de carne argentina de mayor calidad y valor, mediante la cuota Hilton. Esto ya es un segmento y un mercado maduro para la Argentina”.
Pero consideró que “las nuevas generaciones de europeos van a seguir consumiendo esa carne, que ya valoran y conocen, pero con una capa de exigencia mayor. Ya no buscarán sólo atributos puros de calidad, como terneza, sabor y color, sino que exigirán aspectos vinculados a la disponibilidad de información y de trazabilidad del proceso productivo, con sello ambiental y un balance de carbono”.
El investigador del INTA también advirtió que “si bien hoy en mercados como el de China se impone el volumen, en poco tiempo los mercados asiáticos van a exigir lo mismo que los europeos”.
En este escenario, Giletta se mostró optimista y aseguró: “La regulación ambiental es una oportunidad para la Argentina, más que una amenaza”, al tiempo que reconoció que “están dadas las condiciones para que el país crezca en calidad, alineado a las demandas del mercado y a las tendencias de consumo”.
En ese sentido, dijo que nota a los ganaderos mucho más conscientes de esto que los funcionarios. Dijo que los ve “anticipándose, entendiendo el contexto y acercándose al INTA en busca de asesoramiento y queriendo hacer mediciones de sus establecimientos”.
“Es importante entender que se está produciendo una carne cada vez más apetecida en el mundo, con características diferenciales y exigencias mayores. Esto te obliga a mejorar los procesos. Ese es el gran desafío: pasar de una gestión muy intuitiva y rudimentaria a una más profesionalizada”, agregó el especialista.
“Estamos frente a un punto de inflexión en el consumo de carne bovina que hoy representa menos de la mitad del consumo total de carnes en la Argentina”, sentenció Giletta. Para el especialista, esto se explica, en parte, por un factor económico dado por el precio y la capacidad de compra de los consumidores que optan por carnes más baratas como el cerdo o el pollo. Pero, además, hay un marcado cambio en las preferencias de las nuevas generaciones de consumidores.
“Hay quienes optan por comer más sano, lo que implica reducir el consumo de carne roja, sumado a una nueva tendencia de consumidores, llamados flexitarianos, que deciden por un periodo de tiempo no consumir proteína animal, así como los extremos liderados por los vegetarianos y veganos”, explicó y agregó: “Esto pasa en el mundo y también está pasando en la Argentina”.
En esta misma línea, aseguró que “son tendencias y no tiene sentido discutirlas, sino, por el contrario, hay que anticiparse y tomarlas como una oportunidad”.
“No sabemos de acá a 20 años qué grado de participación tendrán en el mercado las proteínas alternativas vegetales o sintéticas. Lo que sí sabemos es que habrá pocos países oferentes de carne bovina tradicional. En ese contexto, estarán los que ofrecerán volumen, como Brasil, y los que oferten calidad diferencial con alto precio, como Argentina, Australia o Estados Unidos”, vaticinó.
Ningún político ni funcionario parece haber leído estas reflexiones.