Conrado Varotto: “Argentina debe tomar decisiones estrategicas”

Quienes han trabajado al lado de Conrado Franco Varotto coinciden en que, en la historia de las ciencias en el país, será reconocido como padre del desarrollo nuclear y espacial, prócer de una tecnología que puso a la Argentina en la vanguardia del mundo.

Desde los años 70, cuando concibió la idea de fundar Invap (Investigación Aplicada), la mayor empresa tecnológica del país, creada en 1976 a partir de su experiencia en la Universidad de Stanford y del modelo de empresas que se iniciaban en Silicon Valley, Varotto fue el impulsor de proyectos científicos de primer orden, incluido el enriquecimiento de uranio en la planta de Pilcaniyeu, que tanto prestigio y respeto le prodigó a la Argentina en la escena internacional, al introducirla en una elite de países que dominan ese conocimiento.

Luego de quince años como gerente general y técnico de Invap, se abocó al área espacial al frente de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) a la cual hoy, tras 24 años a cargo de la agencia y ya retirado a los 82, continúa asesorando ad honorem con el mismo entusiasmo que puso en los sueños de progreso de su juventud.

Graduado del Instituto Balseiro como doctor en física en el campo de las ciencias de los materiales, descubrió su amor por las ciencias exactas en un colegio jesuita donde se formó con profesores extraordinarios que marcaron su vocación a una edad temprana. Visionario y ambicioso en el más elevado sentido del término, trabajador, apasionado y agradecido con la Argentina que le brindó generosamente todo, recuerda que llegó de Italia en febrero de 1951. “Venía de la provincia de Padova. Y para un chico como yo, que comía los chocolatines que le daban los soldados norteamericanos –cuenta–, llegar a la Argentina, el país de la abundancia, era llegar al paraíso”.

“No me considero un gran científico –asegura con modestia en estas Conversaciones de domingo–. Me considero un tecnólogo con cierta capacidad para juntarme con otros de mi misma calaña y animarnos a hacer locuras… Locuras que finalmente acaban por ser realizables”.

–A 47 años de haber fundado Invap, ¿serían realizables en la Argentina de hoy otros proyectos tan exitosos y competitivos? –Invap es un caso especial. Hay que ir hacia atrás en el tiempo para entenderlo y hacia adelante para saber dónde estamos. Cuando digo hacia adelante, hablo de por lo menos una década, porque cuando se emprenden las ideas locas que pensamos los científicos, se piensa en el futuro. Hay gente que solo puede mirar el presente y comete los errores de las miradas de corto plazo. Acaba de terminar la COP28 [la conferencia del clima] donde se habló de un revival de la energía nuclear porque el mundo la necesita para llegar a 2050. Hubo países que, a pesar de los accidentes nucleares –Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima–, tuvieron la claridad de darse cuenta de que un accidente sirve para mejorar, no para anular todo. Hubo otros que decidieron cerrar las centrales. A nosotros nos pasó algo equivalente. Tuvimos un secretario de planeamiento que llegó a la conclusión de que, con todo el gas que tenía la Argentina y habiendo turbinas, el objetivo era reemplazar la energía de base con gas para evitar los costos y eventuales problemas de la energía nuclear. Yo traté de demostrarle a ese funcionario que había que encontrar un balance, pero no entendió hacia dónde tenía que ir el desarrollo. No lo comprendió él ni sus asesores que cometieron errores graves. Me alejé de tu pregunta porque esto es importante para ubicarnos, ya que el país tiene que tomar grandes decisiones estratégicas.

–¿Hubo un cambio de política hacia un rumbo equivocado? –No diría equivocado, sino errático. Éramos un país con gas, no un país gasífero. A partir de esa decisión, nos quedamos sin gas y con déficit de la balanza energética, incumpliendo contratos de exportación e importando como locos. Y ahora, que tal vez sí somos un país gasífero, quizás volvemos a repetir la historia. Porque por más que el gas sea mejor que los hidrocarburos pesados, el mundo necesita la energía nuclear porque a las de los hidrocarburos les tenemos que poner un límite y las renovables no alcanzan. A mediados de los 80 la Argentina patentó el concepto del reactor Carem [Central Argentina de Elementos Modulares, primer reactor nuclear íntegramente diseñado en la Argentina]. En aquel momento era algo muy nuevo, pero no lo terminamos porque en el camino otra vez se cometieron errores graves.

–¿Qué es el Carem? –Es un SMR [por las siglas en inglés small modular reactor]: reactores pequeños cuyo concepto de base es la seguridad como factor intrínseco al diseño. Su seguridad viene de la física porque la parte más crítica de un reactor nuclear es la refrigeración. Los grandes accidentes de la historia siempre tuvieron fallas de ese tipo. Y esta clase de reactores soporta condiciones de refrigeración mucho más críticas que las de los reactores normales.

–¿Cuáles fueron los errores que no deben repetirse? –Los típicos errores de “león sordo” [el poderoso que por ser sordo se come al músico]. Teníamos acuerdos firmados con países donde se iban a hacer desarrollos e inversiones privadas y se perdieron. Y mientras seguimos sin tener un Carem en funcionamiento, el mundo avanzó en ese concepto. El nuevo mundo de la energía nuclear posiblemente vaya a ser con este tipo de reactores ¡y nosotros en la Argentina que somos los que lo inventamos, nos quedamos atrás!

–¿Por qué no se siguió esa línea? ¿Cuándo se terminará la construcción de un Carem?
–No puedo afirmar cuándo porque dependerá de este nuevo gobierno, su política de desarrollo e inversiones. El país sencillamente abandonó esa línea y el tiempo pasó. Estamos hablando de los 80… Pero lo bueno es que esta idea vuelve a ser importante ahora en un momento crítico.

–¿La política no escuchó a los técnicos?
–Quiero creer que sí. Ahora el país está muy mal. Lo imagino como un país en guerra y el enemigo es la pobreza, no solo material. Cualquiera que tenga la responsabilidad de manejar el país está obligado a optimizar recursos para derrotar a ese enemigo y en ese camino hay que tomar decisiones dolorosas por la falta de recursos. Pero hay que asumir que la Argentina está en guerra.

–¿De qué manera puede contribuir la ciencia?
–Contamos con un gran bagaje de personal formado que bien organizado para su aprovechamiento, podría ayudar muchísimo porque hoy el cuarto factor de producción es el conocimiento. La aplicación del conocimiento tiene escalas que dependen de los niveles de inversión y ahí está la clave: cómo aprovechar lo ya invertido y cómo identificar a la gente capaz de ver en esas inversiones la posibilidad de hacer cosas importantes.

–¿Podrías mencionar alguna idea?
–La Argentina ya hizo inversiones. Por supuesto que no son suficientes, pero el tema es cómo se pueden diseñar proyectos que pongan a trabajar el sistema para aprovecharlas y, con pocos recursos adicionales, contribuir en forma significativa a la baja de la pobreza. A la vez que combatimos ese flagelo, impedimos que se frene el desarrollo más avanzado porque si no, es pan para hoy y hambre para mañana.

–¿Pensás en algún proyecto concreto?
–Sí, tengo varias ideas, pero no quiero darte un título sin antes reunir a los actores involucrados para analizar la factibilidad. Hace 20 años te lo hubiera dado pero ahora, con un país hundido en el 50% de pobreza, hay que mirar todo con cuidado. ¡Claro que tengo unas cuantas ideas locas!

–¿Es éste un buen momento para retomar la senda del desarrollo ahora que se está rediseñando el Estado?
–Hay aspectos que se pueden revertir sin dinero: volver a la forma en que nació y se desarrolló la actividad espacial en la Argentina. La Conae funcionó durante años desde la Cancillería como una gran herramienta de la política exterior. Si hoy me consultan por los cambios que sugiero, lo primero es volver la Conae a su ámbito natural, que son las Relaciones Exteriores. Por otra parte, siempre estuvo la idea de una agencia espacial regional, no la que inventaron los mexicanos, de la cual no sé por qué la Argentina aceptó formar parte. Espero que ese punto se revea. Cada país diseña su política exterior según los factores que pone en juego. En los Estados Unidos, por ejemplo, la NASA depende del vicepresidente y nosotros tuvimos proyectos muy importantes con ellos. Pero cuando salimos de Cancillería, los objetivos ya no fueron los mismos, la idea se fue desdibujando, la actividad perdió perfil y relevancia. Hay que retomar esa senda que nos vinculó con grandes socios como la NASA y la Agencia Espacial europea porque aplicábamos el concepto de “asociación cooperativa”, es decir: socios en igualdad de condiciones. Si vos sos un socio que puede hacer mil cosas y yo soy un socio que solo puedo hacer una, esa sola cosa que hacemos juntos tiene que tener el mismo nivel que las mil tuyas. Es fundamental trabajar desde esa consigna que nos pone la vara muy alta. Que la NASA haya aceptado volar en un instrumento propio como el Aquarius de 200 millones de dólares, un satélite totalmente argentino, indica una confianza en nuestra calidad.

–¿Por qué razón pasó a otra cartera?
–Por ninguna razón. Por los clásicos problemas argentinos que anteponen las personas a los intereses del país. Una historia que prefiero no contar porque hubo falta de conocimientos, por personas con poder de decisión que sin saber del tema se dejaron asesorar por otras que tampoco sabían. No comprendían el tema ni su importancia y la Conae pagó el pato. Cuando la sacaron de Cancillería, tuvo más recursos, pero condicionados y no se usaban de manera óptima. Yo tendría que haber reaccionado de otra manera, no debí ser tan dócil y paciente…, pero ahora sería un grave error que la actividad espacial no vuelva a su ámbito donde hay dos visiones fundamentales: la visión global para proyectos de esta relevancia y la visión para hacer proyectos conjuntos con los grandes entes del mundo. Y, por supuesto, volver a la idea de la agencia espacial regional como en Europa. ¡Éste es el momento de regresar!

–¿Hacia dónde debería apuntar el desarrollo en este momento crítico?
–Comencé diciéndote que me imagino la Argentina de acá a 10 años. Yo hablo siempre desde el futuro. No sé si Dios me concederá el tiempo, pero supongamos que sí, que la Argentina ha resuelto prácticamente todos sus problemas y lo hizo porque el factor del conocimiento fue decisivo. Hoy hay una confusión cuando la gente habla de conocimiento y tecnología, que no es lo que piensan los chicos con un celular. En la tecnología está todo: están los “fierros”, como los llamamos nosotros, y después, todo lo que no son fierros: el campo digital, el software, la IA. ¿Pero si no tenés los fierros, de qué te sirve el resto? ¿Para qué lo usás? Entre la tecnología de nuestra época, que era analógica, y la actual, que es digital, puede haber muchas confusiones respecto de hacia dónde debe apuntar el desarrollo. Un ejemplo: la biología tiene unas perspectivas impresionantes al punto de que ya se habla de la transmutación biológica cuando antes pensábamos que solo se conseguía por el método físico. ¡Eso es una revolución!

–Sin dar un título… volvamos al desarrollo y “las ideas locas”.
–Vamos a la parte nuclear. Me imagino cambiando las leyes argentinas para volver a pensar en Gastre y ofrecer al mundo el negocio de los kilowatts limpios: voy a un país, le instalo los Carem y le doy energía en poco tiempo. Siempre lo imaginé como un gran negocio para la Argentina porque hay países reacios a tener material nuclear permanente en su territorio. Nosotros en este momento tenemos las cosas difíciles para el desarrollo nuclear porque las leyes sobre todo provinciales del Chubut, nos complican los proyectos. ¡Ahí tenés un ejemplo típico para cuando preguntás por qué las cosas no resultan! Por la falta de visión. Es la no-visión y así se lo dije al gobernador de turno: ¡vos no tenés visión de futuro!

–¿En qué consiste el proyecto de Gastre?
–La Conae hizo un estudio para hacer un repositorio de materiales nucleares de larga data en Gastre, elegido como sitio ideal por la seguridad que brindan sus características geológicas e hidrológicas extremadamente estables. Eso desató una serie de problemas que suspendieron los avances. Pero supongamos que desarrollamos los Carem, vamos a los países, les instalamos los reactores y les vendemos los kilowatts-hora (incluido el costo de inversión, instalación y desmantelamiento). Cuando desmantelamos la central, nos llevamos los combustibles y los traemos a tratar en la Argentina. Los acondicionamos en Gastre y lanzamos al mismo tiempo un gran proyecto de desarrollo de transmutación. La cantidad de spin off que tendríamos es increíble porque el tipo de tecnología y la cantidad de gente que trabaja alrededor de un proyecto así, es extraordinario. No sé si todavía lo logro ni si estaré para verlo. Pero en un plazo razonable, convertiríamos a Chubut en una provincia tecnológica creando un gran negocio para la Argentina.

–Hay quienes lo llaman “basurero nuclear”.
–Es la forma despectiva de referirse al repositorio por parte de quienes descalifican el proyecto. Hay que tener en claro que siempre que se modifica la naturaleza, se paga un precio y la única solución para dejar todo intacto es volver a las cavernas. Hay mucha incomprensión y confusión de los “ambientalistas” con relación al tema nuclear.

–¿Qué sería un plazo razonable? Años, décadas…

–Si se consiguen inversores en un tiempo corto. El problema ni siquiera es ése. Es la legislación provincial. Ahí está el obstáculo. Tenemos muchas regulaciones que están para complicarnos la vida inútilmente. Se llegó al extremo de pueblos que sacaron normas propias y llegaron al absurdo de que, si tenían que tratar una persona con radioisótopos, las regulaciones interpretadas al pie de la letra se lo impedían, pero en esos casos se hacen los tontos para no toparse con su propio absurdo. Tal vez nosotros no hemos podido explicar el tema con claridad, pero la población y los políticos no lo comprendieron. Y volviendo a lo espacial, en la Argentina lamentablemente tenemos una vista muy corta respecto de la importancia del espacio. Hay que ver lo que están haciendo los países desarrollados y los que quieren desarrollarse en serio.

–Un tema recurrente al mencionar el espacio es la base china en Neuquén y los cuestionamientos respecto de una finalidad militar, actual o futura. ¿Qué hay de cierto en esos dichos?
–Cuando se largan las misiones del Deep Space [espacio profundo], de la Luna hacia arriba, se precisan antenas muy importantes para poder comunicarse. Dado que la Tierra rota, se necesita una capacidad de conexión total, independientemente de dónde estés. Se buscan tres puntos del planeta que permitan a la misión mantener contacto con el espacio profundo. La ESA [Agencia Espacial Europea por su sigla inglés European Space Agency] ubicó dos antenas en el hemisferio norte y una en el hemisferio sur. Las alternativas para esa posición eran Chile y la Argentina. Con la Conae participamos de esos estudios para que se tomara la decisión de poner la estación ESA en Malargüe, Mendoza. A la agencia China se le presentó el mismo problema: la necesidad de una gran antena en el hemisferio sur y por la experiencia de los europeos, decidieron ubicarla en nuestro país. Los chilenos hicieron fuerza para que se decidieran por ellos y es anecdótico que nos decían: ¡che si ustedes ya tienen a los europeos, dejen que los chinos vengan con nosotros! Finalmente, Neuquén se interesó y se firmó un acuerdo donde la provincia cedía en comodato un terreno a la Conae, que es la que aloja a las facilidades chinas en una zona desolada porque esas antenas necesitan limpieza del espectro electromagnético en un radio de muchos kilómetros. No pueden tener ruidos cuando operan porque son ondas de señales enviadas desde naves que están muy lejos en el espacio profundo.

–¿Por qué China despierta suspicacias en otras potencias si no hay nada secreto?
–No hay nada secreto. Los argumentos respecto de que es una base militar corresponden a la forma en que está organizada la actividad espacial en China.

–Que no deja de ser la base militar de una potencia ¿por qué se dice que a los políticos se les niega una visita?
–¡No existe tal cosa! Hay un acuerdo con la Conae por el cual en ambas bases tenemos derecho a usar parte del tiempo de la estación si hay gente interesada. Pero la verdad es que nosotros, que queremos usarla para la radioastronomía, no hemos ocupado el tiempo de esas estaciones. Es un problema nuestro que no las usemos.

–¿Por qué las sospechas solo surgen respecto de la estación china y nada se dice de la europea?
–No hay diferencia. El caso europeo está operado por la agencia Telespazio. Si alguien quiere visitar la estación, tampoco puede entrar por su cuenta. Pero si llama a Conae, le organizan la visita. Eso sí, tienen que tener un motivo específico. Macri viajó a Pekín durante su gobierno y les solicitó a los chinos que firmaran una carta porque subsistía la idea de algo escondido. Pero si durante su gobierno nadie pudo descubrir nada, ¿de dónde sale la sospecha?

–¿Viste la película Oppenheimer?
–No la vi, pero obviamente conozco la cuestión. Uno de los primeros libros en torno a la bomba atómica es Más brillante que mil soles, del alemán Robert Jungk, en los 50, cuando todos esos físicos atómicos estaban vivos. Sobre el tema del uso militar de la energía nuclear se han escrito libros y novelas hasta el hartazgo.

–Más allá de la ficción, está la realidad de las guerras y la seria amenaza de Putin. ¿Ha superado la humanidad el peligro de un conflicto nuclear?
–La Argentina, que siempre se opuso a formar parte del TNP [Tratado de no proliferación de armas nucleares], finalmente encontró un motivo para aceptar y entró, aunque a mi criterio ese acuerdo solo se hizo para evitar que los que no tienen “el caño”, lo tengan. Hay una segunda parte que dice “y los que lo tienen, que lo vayan dejando”. La primera parte se hizo cumplir. La segunda, nunca funcionó. Mientras las grandes potencias nucleares se mantenían como tales y gastaban montos siderales en mantener su arsenal de ataque y defensa, la famosa deterrence [disuasión] funcionó, es decir: “Sé que si te ataco desaparecemos los dos. Y sé que si me atacás, también desaparecemos los dos”. Eso sucedía cuando estaban los dos grandes, aunque no eran los únicos: OTAN versus la Unión Soviética, y China que no era lo que es hoy. Cuando colapsa la URSS, se produce un problema serio. Algunos países que la formaban quedaron con armamentos como paraísos nucleares. Ahí vinieron los acuerdos para hacer que esas armas fueran devueltas o desmanteladas. ¡Si Ucrania hubiese permanecido con el arsenal que tenía cuando se separó de la URSS, hoy sería la tercera potencia nuclear del mundo! Ahí se dio el Memorándum de Budapest (crucial para entender lo que el mundo está viendo ahora), donde los ucranianos en forma muy ingenua aceptaron desarmarse. Yo viví de cerca el proceso de Ucrania por el gran desarrollo espacial que ellos tenían. Fue realmente muy ingenuo aceptar los términos del memorándum, con tres garantes –USA, el Reino Unido y la Federación Rusa–, cuando les dicen: a cambio de desarmarse, les damos las garantías de integridad territorial. ¡Y los ucranianos lo creyeron!

–¿Hay entonces una hipótesis latente de conflicto nuclear?
–¡Rusia, siendo garante de la integridad territorial de Ucrania, tomó Crimea, invadió el Donbass y quiso meterse en Kiev! Si uno se pone a pensar en ese escenario que traés a la conversación –el mundo bajo la amenaza nuclear–, nadie lo creyó posible porque todo se hizo para que el poder quedara en manos de los mismos jugadores que jugaban a la deterrence. Ahora nos encontramos frente a una situación compleja donde se suma otro gran jugador, China. No sé si la humanidad es capaz de evitar una guerra nuclear. Vemos que suceden cosas absurdas: Inglaterra trata de mandarle ayuda a Ucrania y Berlín, que en ese momento no permitía que los aviones del Reino Unido sobrevolaran el territorio alemán, hoy es el principal soporte de Ucrania. ¿Qué quiero decir? Que los políticos van aprendiendo sobre la marcha sobre situaciones que ni siquiera se les ocurre prever… Para tu pregunta no tengo respuesta, solo preocupaciones.

–¿En la Argentina hay gente que esté pensando estos temas?
–Hay gente que se preocupa y piensa todos los temas. La cuestión es qué políticas de estado se tomarán al respecto. Hasta que Sarney visita Pilcaniyeu, nuestra principal hipótesis de conflicto era Brasil. Visita “Pilca” y de allí surge el Mercosur. Hoy estamos pensando en otra cosa. Y lo que sí me parece relevante es definir, antes que nada, si vamos a un sistema de defensa regional o si seguimos manteniendo un esquema de país por país. Estas son las cosas más básicas y creo que no se están debatiendo.

–¿Dónde se encuentra la Argentina en el gran mapa geopolítico?
–Cuando llegué en el 51, no había villas de emergencia. Era otro país. Si en esa época, los países que estaban completamente destruidos como Alemania e Italia pudieron salir y llegar a donde están hoy, eso indica que nosotros, que estábamos muy por arriba de ellos, cometimos errores de todos los colores para estar donde estamos setenta años después. Yo quisiera que Argentina les dé a los nacidos en su tierra, las oportunidades que me dio a mí hace tiempo siendo un extranjero. Lo importante ahora es que aceptemos que esos errores históricos explican el dramático punto de partida de nuestra conversación: que hoy la Argentina es un país en guerra.

Cecilia Scalisi

VIALa Nación