La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) informó la falta de presupuesto para continuar con las obras de los proyectos Carem y RA-10, dos reactores nucleares cuya construcción se inició en 2014 y 2016, respectivamente, y que ahora quedan al borde de la parálisis. Se trata de tecnologías con un potencial económico y estratégico considerable en la medida en que podrían exportarse y generar un notable ingreso de divisas.
Argentina está a la vanguardia en este rubro de fabricación, cuyas aplicaciones son casi infinitas en el campo de la salud, la industria, la ciencia y la tecnología. En definitiva, si el Gobierno promoviera su desarrollo podría participar de un negocio rentable, sobre todo en un contexto de recambio de matriz energética como el que el mundo afronta. La sensación de oportunidad perdida aumenta por un motivo geopolítico adicional: mientras otras naciones iniciarán el desarrollo de reactores similares hacia 2030, Argentina podría tenerlos listos entre 2025 y 2028. Como “no hay plata” para el desarrollo de conocimiento autóctono, las deudas no se pagan, se pierden puestos de trabajo y los cerebros se fugan.
Cuando los funcionarios de la gestión actual distinguen de manera injusta y arbitraria “la ciencia que sirve” de la “ciencia que no sirve” para justificar recortes presupuestarios, en verdad están recurriendo a un artilugio discursivo porque en la práctica la desfinancian en bloque, sin distinción alguna. En diálogo con Página|12, la presidenta de CNEA, Adriana Serquis, explica cuál es la situación de ambas obras. “En la actualidad, no se encuentran detenidas, ya que no hubo ninguna orden y pararlas es demasiado difícil de un día para otro. Sin embargo, hay deudas gigantes que se acumulan porque prácticamente no estamos recibiendo ningún pago. Dependemos de la Secretaría de Energía y tenemos una previsión presupuestaria que no se está cumpliendo por parte del Estado. Por lo tanto, no podemos prever lo que va a ocurrir y estamos en la peor de las situaciones”. Y remata: “No queremos que las obras se paren, pero dependemos del presupuesto del Estado Nacional. Hasta ahora ni siquiera responden al pedido de reuniones”.
La situación de ambos proyectos es distinta: mientras que el RA-10 está prácticamente terminado, al Carem todavía le falta. Para poder cumplir con las metas de construcción del primer trimestre y que la situación se destrabe, el Estado debería desembolsar 9 millones de dólares; mientras que para cubrir el año completo, la cifra debería incrementarse a 50 millones de dólares. Para tener referencia, el proyecto Carem ya lleva invertidos 650 millones de dólares y requeriría algo así como 200 millones más para concluir; cuando un proyecto de la misma envergadura en Estados Unidos cuesta 1400 millones de dólares. En relación a las ganancias que se podrían obtener, la venta de un reactor de la magnitud del Carem podría significar un ingreso de 4 mil millones de dólares; mientras que el RA-10, de ponerse en marcha, podría significar ingresos de 90 millones de dólares al año. En efecto, Argentina tiene a mano una oportunidad muy clara que no debería dejar pasar gracias al diseño y fabricación de iniciativas tecnológicas con capacidad exportadora.
A fines de marzo, la CNEA publicó un comunicado en el que detallaba la “situación presupuestaria crítica”. En el documento, las autoridades que lo firman explicaban que, del mismo modo que sucedió con toda la administración pública, el Gobierno prorrogó el presupuesto de 2023 para 2024. Con lo cual, con la inflación reinante tendrán resto para funcionar hasta mayo o junio, al igual que otros actores de relevancia para la vida intelectual del país, como las universidades públicas. En el texto, además de aludir a la situación salarial de los trabajadores, se destacaba: “A la fecha son muchos los compromisos asumidos con muchos proveedores a los cuales no se les han podido efectivizar los pagos correspondientes de varios meses. Es así que, ante la falta de flujo y continuidad en los pagos, muchos proveedores se han visto en la obligación de comenzar a no prestar servicios”.
El Carem, la envidia del mundo
El Carem (Central Argentina de Elementos Modulares) es el primer reactor nuclear de potencia diseñado y desarrollado integralmente en Argentina. Gracias a este avance, el país se convertiría en referencia internacional en el rubro y podría poner en valor la nucleoelectricidad como energía limpia. Actualmente son muy pocas las naciones que fabrican sus reactores modulares de potencia media y baja. De hecho, se trata de un prototipo que, de llegar a buen puerto, podría abrir la puerta para la puesta en marcha de ejemplares comerciales.
La obra, ubicada en Lima (Buenos Aires, lindante con el complejo Atucha) se inició en 2014 y posee una superficie de 18.500 m2. En su mayor parte, está ocupada por el módulo nuclear, esto es, la infraestructura de contención del reactor, la sala de control y los sistemas de seguridad. Una vez en funcionamiento podría servir para el abastecimiento eléctrico en zonas alejadas de centros urbanos y en parques fabriles, así como también para objetivos diversos que serán centrales en los próximos años, como la desalinización del agua de mar y la producción de hidrógeno.
“El Carem es el reactor modular más importante y avanzado, entre las más de 60 experiencias internacionales. Es realmente la envidia del mundo, lo advertimos en los viajes de venta de tecnología y mercado que realizamos en diversas giras. La demanda de energía pasa a ocupar un lugar central, como bien demostró la guerra de Ucrania”, apunta el exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Daniel Filmus. Y continúa: “Si su construcción se frena, realmente se pierde un tren de capacidad de exportación enorme. En 2007, como ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, inauguramos en Australia la exportación tecnológica más importante que hizo nuestro país por 400 millones de dólares para el reactor nuclear OPAL, empleado para fines de salud”.
El caso del Carem es particular porque se financia a partir de un fideicomiso. Según un decreto de comienzos de marzo todos los fideicomisos requieren de una autorización del Ministerio de Economía, previa auditoría de la gestión de fondos. Al momento, según Serquis, la situación vinculada al reactor se está revisando, pero mientras tanto el banco que funciona como intermediario no autoriza los pagos. Como la obra no se detuvo, la deuda con los contratistas se sigue incrementando y en el presente asciende a 7 mil millones de pesos.
Otro de los problemas adicionales es el de las fuentes de trabajo en peligro. Para el proyecto de este reactor, se realizaron alrededor de 160 contratos con compañías que se encargan de las diversas partes del proceso. De todos, el acuerdo de mayor relevancia es con Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA), que se ocupa de la obra civil. Serquis puntualiza al respecto: “Como viene el asunto, se decidió que una parte de la obra no se continuara. Como resultado, se despidieron 69 trabajadores. El jueves pasado hubo una citación del juez que pidió Uocra y se dictó una conciliación obligatoria. En los próximos días veremos cómo sigue”.
Un multipropósito casi listo
El RA-10 (Reactor Nuclear Argentino Multipropósito) es una tecnología que podría tener un impacto considerable en diversas áreas. Se localiza en el Centro Atómico Ezeiza y su construcción se inició en 2016 con el objetivo de asegurar el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico. Así lo explica la especialista: “La producción de radioisótopos alimenta todos los centros de medicina nuclear del país; son insumos fundamentales para el diagnóstico y el tratamiento de cáncer. Con el RA-10 la provisión de radioisótopos que en el presente no alcanza, podría multiplicar por diez las capacidades ya instaladas, tanto para satisfacer el mercado local como internacional”, sostiene.
Como es multipropósito, la tecnología persigue otros fines vinculados al silicio dopado, que permitiría obtener ganancias de entre 10 y 20 millones de dólares anuales; y ser útil, por otra parte, en la irradiación de combustibles nucleares. Este último constituye un hecho clave en la medida en que la energía nuclear es considerada parte fundamental de la transición energética que el mundo —con resultados altamente dispares— está comenzando a realizar.
Sobre la situación del RA-10, Serquis —que presentó la renuncia el 10 de diciembre y aún no fue aceptada— puntualiza: “El ciento por ciento de la obra civil está finalizada. En este momento, nuestra principal contratista es Invap y hay otros actores menores que tienen que ver con la instalación de componentes y termodinámica. Tenemos una deuda muy grande con Invap. De hecho, pertenezco al directorio y realizamos una reunión de emergencia para ver cómo solicitar préstamos con el objetivo de realizar el pago de salarios a los trabajadores. En efecto, también están en riesgo estas fuentes laborales de compañías subcontratistas porque algunas líneas podrían ser detenidas”.
Soberanía vs. dependencia
La puesta en marcha de ambos reactores podría ser un auténtico punto de inflexión en la historia nuclear argentina. El argumento del déficit fiscal que desde Economía utilizan como comodín para justificar decisiones que podrían ser distintas, choca de frente con el impulso del desarrollo nuclear y la construcción de centrales propias. El mismo dilema de décadas pasadas se reflota en pleno 2024: ¿un país subdesarrollado necesita producir su propia tecnología o alcanza con comprarla en el exterior? Por el momento, no parece haber fondos para la tecnología propia pero sí para comprar aviones de combate como gesto frente a las potencias que monitorean la sumisión local.
Tanto el Carem como el RA-10 están íntegramente desarrolladas por científicos y científicas locales; conocimiento autóctono que genera valor agregado. Cerebros formados en disciplinas híper específicas valoradas en todo el mundo. “Si las obras se paralizan, todos nuestros científicos e ingenieros serán tentados por otros países y la mayoría se irán. Es otro hecho que no se puede pasar por alto”, subraya Filmus.
Finalizar la construcción de los reactores, por tanto, es indispensable para alimentar la soberanía en energía nuclear. Desde aquí, Serquis manifiesta una esperanza: “Sería excelente que el Estado argentino pueda seguir siendo el dueño mayoritario, sin descuidar la posibilidad de conseguir mayores inversiones de afuera. Sostenemos la misma postura que le manifestamos al gobierno anterior, para eso realizamos acuerdos de entendimiento con diferentes actores. Hay muchos países interesados en nuestros productos con valor agregado”.
La historia reciente muestra que los deseos deben ser acompañados de voluntad política. De otro modo, si nadie frota y enuncia con firmeza sus deseos, el genio no sale de la lámpara.
Pablo Esteban