La acuicultura, y sus posibilidades en Argentina

Suenan parecido porque las diferencian sólo dos letras, pero estas marcan un contraste esencial: mientras que la agricultura es el conjunto de actividades económicas y técnicas relacionadas con el tratamiento del suelo y el cultivo de la tierra para la producción de alimentos, la acuicultura busca lo mismo… pero en el agua. Pequeño detalle.

Si bien Santa Fe tiene uno de los suelos más ricos y aptos para tirar una semilla y esperar que crezcan cultivos fuertes y sanos, el agua se presenta como una buena opción para aquellos productores que se quedan sin alternativa de producción, como pasó con la caña de azúcar en el norte provincial, o que directamente apunten a diversificar su producción.

Una industria pujante

“Actualmente, en todo el mundo, más de la mitad del pescado que consumen los seres humanos proviene de la acuicultura”, explicó Raúl Cereseto, presidente de la Fundación Latinoamericana de Sostenibilidad Pesquera (FULASP). “Esto demuestra que este sector tiene una potencialidad enorme, de miles de millones de dólares, y si se la explota como corresponde podría superar ampliamente los empleos directos e indirectos que hoy genera la pesca extractiva”, añadió en Punto Medio, por Radio 2.

Según Cereseto, “en Argentina, el sector hoy tiene sus trabajos más destacados en marcha en las provincias de Neuquén, Río Negro, Misiones y Chaco, aunque también hay importantes siembras en Corrientes, Buenos Aires, Tierra del Fuego y, en menor grado, en Mendoza”.

Allí se siembran especies como Bogas, Carpas, Dorados, Mejillones, Ostras, Truchas, Pacúes, Ranas y Surubíes, producción que entre enero de 2020 y diciembre de 2023 trepó de 2.090 a 9.500 toneladas promedio, mostrando un crecimiento exponencial. Para 2024, se proyecta que la producción crecerá entre un 20 y un 30 % más, ubicando la estimación entre las 12 y las 13 mil toneladas, con el consecuente derrame en otros indicadores como empleo (se prevé una suba del 200 %) y sustitución de importaciones.

Lo producido en aguas no abiertas argentinas (o abiertas, pero encorsetadas dentro de jaulas especiales) se prevé exportarlo por ejemplo a Japón y a Estados Unidos, dos mercados ávidos por la trucha, y se aspira a fortalecer las exportaciones de mejillón de cultivo. Pero también quedará en el país y provocará un ahorro de divisas por la sustitución del salmón chileno por la trucha local. Es decir, un escenario en donde Argentina, que ocupa el cuarto lugar en Latinoamérica en materia de crecimiento detrás de Chile, Brasil y Ecuador, sale ganando.

¿Y en Santa Fe?

Como se ha escrito líneas arriba, la nuestra es una provincia de neto corte agropecuario por las características innatas del suelo, pero esto no es incompatible con la acuicultura: de hecho, en el cultivo de peces hay siembra, cosecha, alimentación, rendimiento y tratamiento de enfermedades, variables con las que la agricultura viene lidiando desde siempre. Y su perfil costero abre grandes posibilidades de cría de especies en aguas dulces.

El estado provincial tiene apuntado el potencial de esta industria y en los últimos años ha dado pasos fundacionales: creó un semillero científico para acompañar las necesidades de reproducción (6 estanques de cría para diversas especies como pacú, sábalo y pejerrey) que permite la variación genética de esas especies, realizar demostraciones productivas y generar experimentación científica-tecnológica, e impulsó unidades demostrativas en San Javier, Monte Vera y otro cercano a la capital, donde se siembran y crían pacúes y sábalos.

En febrero de este año, Las Toscas celebró su primera cosecha de pacú con resultados “muy positivos, y no sólo en cuanto a lo productivo: sobre todo por el interés que la iniciativa generó en el sector privado, donde algunos productores ya se acercaron para ver cómo funciona y empezar a replicarlo”, se entusiasmó Pablo Blanco, secretario de Producción y Medio Ambiente de la Municipalidad de Las Toscas.

“Nosotros apuntamos a que se pueda replicar en otros lugares; no nos olvidemos que esta zona antes era estrictamente cañera, aquí los productores se dedicaban a la caña de azúcar, pero al fundirse los ingenios de Villa Ocampo y el nuestro, muchos productores pequeños quedaron sin alternativa de producción. Por eso estamos buscando a quienes tengan una pequeña porción de tierra, para que puedan incursionar en esta actividad para diversificar la producción”, remarcó.

Cómo funciona la unidad experimental de Las Toscas

“Nosotros tenemos dos estanques de 15 por 18 metros, en los que criamos en una primera etapa 150 alevines de pacú (N. de la R.: así se le dice al pacú en su estado posterior a la larva y previo al juvenil) provenientes de las granjas acuícolas de Monte Vera o San Javier. Y en la segunda siembra que hicimos en los primeros días de marzo ya colocamos 250, todo dentro del mismo volumen de agua. Lo hicimos porque estudiamos junto a la granja acuícola de la provincia que el pacú puede desenvolverse bien en esa cantidad y en ese espacio. Así que la próxima cosecha será superior”, comentó Blanco.

Cuando habla de sembrar pacú, se refiere a que largan los alevines al estanque e inician el proceso de cría y engorde: “En los estanques usamos agua de perforación, que se estudia para descartar cualquier tipo de contaminación, y en nuestra primera experiencia les dimos alimento balanceado junto a desechos blandos de la huerta que funciona en el mismo predio: hojas de lechuga, tomate, repollo o frutilla, lo que terminó ayudando a contrarrestar el sabor que el alimento balanceado les impregna a los peces”.

El tamaño del pacú “de cosecha” es más chico que el de río: en promedio, los de Las Toscas pesaron 1,6 kg, mientras que en el Paraná pueden pesar entre 5 y 7 kilos. “Pero el sabor es el mismo: me tomé el trabajo de comparar con uno de río y es exactamente igual”, aseguró Blanco.

La elección del pacú no es azarosa: “Es un pez rústico y se adapta al estanque: al ser omnívoro come de todo. En Las Toscas se consume mucho pescado y no hay que olvidar que la pesca comercial y deportiva del pacú está prohibida, así que son muy buscados. Pero el sábalo replica esas condiciones y estamos viendo de incursionar con esa especie en otra pileta distinta”.

Blanco también compartió detalles del costo de producción: “Los alevines en el mercado comercial cuestan cada uno alrededor de 150 pesos. Al finalizar la producción, sin contar el costo inicial de movimiento de tierra de estanque (que podés amortizar en tres años de producción), pero sí teniendo en cuenta el alimento y el sueldo de la persona que los alimenta, vos invertís en total unos 1.500 pesos en cada uno. Nosotros vendimos acá el kilo a 4.000 pesos, aunque no buscamos resultados económicos. Si lo vendés en el mercado común, el kilo está cerca de los 6.000 pesos”.

En tiempos en que los puertos santafesinos están trabajando a todo vapor para sacar al exterior el 80% de la producción cerealera nacional, la acuicultura empieza a erguirse y caminar lentamente deseando ser la hermana menor de la agricultura, animarse a entrar con lo suyo al circuito nacional y poder cumplir el propósito de diversificar la producción e inyectar divisas, en tiempos en que ambas cosas son muy necesarias.

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