Alrededor del cambio de milenio, el giro de la Tierra empezó a desviarse, y nadie sabía muy bien por qué.
Durante décadas, los científicos habían observado cómo la posición media del eje de rotación de nuestro planeta, la varilla imaginaria alrededor de la cual gira, se alejaba suavemente del Polo Norte geográfico y se dirigía con rumbo Sur hacia Canadá. Pero, de repente, dio un giro brusco y empezó a dirigirse hacia el Este.
Con el tiempo, los investigadores llegaron a una sorprendente conclusión sobre lo que había ocurrido. El derretimiento acelerado de las capas de hielo polares y de los glaciares de montaña había cambiado la forma en que la masa se distribuía por el planeta lo suficiente como para influir en su giro.
Ahora, algunos de los mismos científicos han identificado otro factor que ha tenido el mismo tipo de efecto: cantidades colosales de agua bombeada del suelo para cultivos y hogares.
Recuerda Ki-Weon Seo, el geofísico coreano que dirigió la investigación detrás del último descubrimiento, su extrañeza cuando sus cálculos mostraron una fuerte relación entre la extracción de agua subterránea y la deriva del eje de la Tierra. Fue una gran sorpresa, Seo, de la Universidad Nacional de Seúl.
Los hidrólogos llevan tiempo advirtiendo de las consecuencias de la sobreexplotación de las aguas subterráneas, sobre todo a medida que el agua de los acuíferos subterráneos se convierte en un recurso cada vez más vital en zonas afectadas por la sequía. El caso de libro es el Oeste de los EEUU, que desde hace 5 décadas se va transformando en un desierto estricto, y donde la lluvia ya no repone las napas, generalmente profundas. Cuando se bombea agua del subsuelo, pero sin reposición, la tierra puede hundirse, con daños para viviendas e infraestructura, pero además se aplastan volumétricamente las rocas porosas subterráneas capaces de volver a almacenar las cada vez más raras y escasas lluvias.
Entre 1960 y 2000, la sobreexplotación de aguas subterráneas se multiplicó hasta llegar a unos 270 mil millones de litros al año, según calculan los científicos. Desde entonces, los satélites que miden las variaciones de la gravedad terrestre han revelado la asombrosa magnitud de la disminución de las reservas de agua subterránea en determinadas regiones, como la India y el Valle Central de California.
«No me sorprende que tenga un efecto» en el giro de la Tierra, dijo Matthew Rodell, científico de la Tierra en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA. Pero «es impresionante que (los coreanos) hayan sido capaces de deducirlo de los datos», dijo el Dr. Rodell, refiriéndose a los autores de la nueva investigación, publicada este mes en la revista Geophysical Research Letters. «Y que las observaciones que tienen del movimiento polar sean lo suficientemente precisas como para ver ese efecto».
El eje de la Tierra no se ha movido lo suficiente como para afectar a las estaciones, que vienen determinadas por la inclinación del planeta. Pero los patrones finos y las variaciones en el giro del planeta importan enormemente a los sistemas de navegación por satélite que guían aviones, misiles y aplicaciones de mapas. Esto ha motivado a los investigadores a intentar comprender por qué se mueve el eje y hacia dónde podría dirigirse.
No se siente, pero la rotación de nuestro planeta no es ni mucho menos tan suave como la del globo terráqueo que está sobre tu mesa.
Al desplazarse por el espacio, la Tierra se tambalea como un frisbee mal lanzado. Esto se debe en parte a que se abomba en el ecuador y en parte a que las masas de aire giran constantemente en la atmósfera y el agua se mueve en los océanos, traccionada en vertical por la gravedad lunar y la solar, y en horizontal a lo largo y ancho del mapa oceánico debido al vaivén de las corrientes de marea locales, y a las más organizadas y direccionales corrientes globales de circulación termohalina.
Esa constante redistribución de masas hace que el planeta se bambolee ligeramente hacia un lado y hacia otro, como un camión cargado de bidones de agua que ruedan a los tumbos por la caja.
Además, el eje se desvía por causas más profundas.
Una de las principales es que la corteza y el manto de la Tierra se están recuperando tras haber estado cubiertos durante milenios por gigantescas capas de hielo, rebotando como un colchón del que se desprende el cuerpo de una persona que se levanta. El hielo se derritió y ahora está en el mar, bastante más cerca, en vertical, del eje terrestre. Esto ha ido cambiando constantemente el equilibrio de masas alrededor del planeta.
Más recientemente, el equilibrio también se ha visto alterado por factores más estrechamente relacionados con la actividad humana y el clima global. Entre ellos figuran el deshielo de los glaciares de montaña y de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, los cambios en la humedad del suelo y el embalsamiento de agua tras las presas.
El llenado del mayor embalse artificial del planeta, que transformó en un lago al Río Amarillo de China, o Yang-tsé Kiang, atrasó la rotación terrestre en 0,06 milésimas de segundo, por el mismo principio físico (la conservación del momento angular) que hace que una patinadora sobre hielo gire más despacio cuando abre los brazos y desplaza parte de su masa hacia afuera de su eje de giro.
Estamos hablando de 39 mil millones de millones de kilogramos de agua que, de no existir la Represa de las Tres Gargantas, deberían estar en el Mar de la China, por la escorrentía naturalmente rápida del Yang-tsé Kiang. Pero que ahora, con la represa interpuesta, están atascados en un lago monstruoso a una altura promedio de 175 metros sobre el océano.
Sólo que la masa de agua de este embalse es asimétrica respecto del eje Norte-Sur de la Tierra, no está contrapesada por una carga similar de agua a similar altura sobre el mar pero en las antípodas de China, es decir el continente norteamericano. Es como si la bailarina desplegara no dos brazos sino un solo: se frenaría algo menos, pero además se bambolearía un poco.
Otro factor importante, según el estudio del Dr. Seo y sus colegas, es el agotamiento de las aguas subterráneas. En cuanto al efecto sobre el eje de la Tierra, el bombeo de agua del subsuelo fue el segundo en magnitud, entre 1993 y 2010, sólo superado por el ajuste de la corteza del planeta tras el glaciar, según el estudio.
Otras fuerzas también podrían estar tirando del eje de la Tierra en su nueva dirección, pero aún no se entienden completamente, dijo Clark R. Wilson, geofísico de la Universidad de Texas en Austin y otro autor del estudio. «Es posible, por ejemplo, que haya algo en el núcleo fluido de la Tierra que también esté contribuyendo», dijo.
Aun así, el último descubrimiento apunta a nuevas posibilidades de utilizar la información sobre el giro de la Tierra para estudiar el clima, dijo el Dr. Wilson.
Dado que los científicos han recopilado datos muy precisos sobre la posición del eje de la Tierra durante gran parte del siglo XX, podrían utilizarlos para comprender los cambios en el uso de las aguas subterráneas y superficiales que tuvieron lugar antes de que se dispusiera de los datos más modernos y fiables.
El Dr. Seo afirma que ya ha empezado a explorar esta posibilidad.
Todo lo dicho confirma que los humanos hemos iniciado un nuevo período no sólo de la climatología y la organización de la biosfera, sino de la geología y la mecánica orbital terrestre. Estamos en el Antropoceno. Estamos cambiando cosas muy fundamentales, y además gigantescas.
Raymond Zhong