El Gobierno de Milei quiere vender acciones de ARSAT

Desde 2016 -AgendAR viene insistiendo en el carácter estratégico de ARSAR: su red de fibra óptica, que cubre el territorio nacional, sus satélites y toda su infraestructura informática y de comunicaciones, pero también la de las empresas de telefonía de línea y celular, así como la de la radio y la TV.

Sin ARSAT, un usuario no tendría ancho de banda en su computadora o celular para abrir siquiera una aplicación de texto en las horas de gran demanda. Cualquier llamada interurbana o interprovincial entre teléfonos sería imposible. Los Wattsapp no llegarían nunca, o funcionarían sólo dentro de áreas limitadas. Las comisarías, puertos de Gendarmería y de Prefectura en fronteras dependerían de radioenlace.

No fueron los dos satélites de telecomunicaciones que ARSAT puso en el cielo en 2014 y 2015 los que cambiaron el desastroso panorama de las comunicaciones locales. Fue la REFEFO, la Red Federal de Fibra Óptica, planificada al toque de fundada la empresa, en 2006, y que entre 2012 y 2015 hizo de la Argentina la mayor compradora e instaladora de cable óptico troncal del mundo. De 2012 a 2014 ARSAT enterró y puso en línea más fibra óptica que Telefónica en 20 años, y del doble de ancho de banda.

La huella geográfica de la telefonía celular privada empezó a expandirse. Donde NO pasaba la fibra, ninguna «telco» (firma privada de telecomunicaciones) te ponía una torre de microondas ni a palos. Pasaba la cuadrilla de ARSAT, enterrando fibra a la vera de las rutas nacionales y provinciales, y al mes o dos se venían al trote las telcos, con sus torres, y anunciaban, triunfales, que estaban invirtiendo para comunicar a los argentinos.

En 25 años no habían hecho un comino. Cuando hizo todo el trabajo pesado, no se iban a perder la venta de celulares y su facturación.

Productores de la llanura chacopampeana se compraban esa maquinaria agrícola colosal, dirigida por GPS, y podía controlar su navegación a la distancia y en su celular desde sus lejanas oficinas. Y sin tener idea de que la causa de ello eran unos mazos gruesos como una pierna humana de fibra óptica, enterrados a dos metros bajo las banquinas ruteras por una empresita NACIONAL desconocida. Una firma que en 2013 no llegaba a 400 empleados, casi todos técnicos e ingenieros del palo. La empresa celular con la que el tipo tiene cuenta se limita a facturar por «la milla final». La infraestructura de transporte nacional de media y larga no la puso jamás, y tampoco el «know-how».

Aparecieron mágicamente las tarifas planas y los abonos, porque con los 40.000 km. de REFEFO repartidos en 6 grandes anillos regionales en nuestros 2,74 millones de km2 de geografía, le da lo mismo a Mengano, que es neuquino, pegarle un tubazo a Fulano en Córdoba o a Zutano en Salta. La

REFEFO funcionó siempre bien por tres causas:

a) Nunca dejó de crecer en kilómetros

b) Siempre que algún intendente o arquitecto la rompía sin querer con alguna obra a vera de huella, se arreglaba sobre el pucho

c) Los gastos de ARSAT para tener en buen estado la REFEFO y para diseñar, construir y poner en órbita los ARSAT 1 y 2 hoy los pagan esos dos satélites. Facturan entre U$ 40 y 50 millones/año. Hoy debían ser 6, pero en 2016 Mauricio Macri detuvo su construcción… y ningún gobierno posterior la retomó. Son las dos vacas lecheras de la firma.

Pero hay vacas y vacas.

No use la regla de tres, no sirve: los ARSAT-3, 4, 5 y 6 iban a ser de diseños evolutivamente distintos, con cada vez más potencia eléctrica y ancho de banda. De haberse respetado ese plan de un nuevo ARSAT cada 2 años, fijado por la ley 27208 de 2015, hoy ya tendríamos en órbita el ARSAT 6, los últimos con un diseño HTS, de gran velocidad y ancho de banda.

Sumando esos y los anteriores, ARSAT estaría facturando alrededor de U$ 500 a 700 millones/año por venta de servicios de «broadcasting» a cadenas de TV desde Ushuaia hasta la tundra canadiense. Y seguiría haciendo, pero mucho mejor, lo que hace desde 2006: dándole servicio gratis de internet, interactivo pero que tolera latencia, a las escuelas, municipios, hospitales y centros de telemedicina, y también las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas del país.

ARSAT construyó el sistema nervioso del estado. Es la REFEFO.

Incluso reducida a dos satélites preliminares, que promedian sin novedad su expectativa de vida de 15 años, la empresa se autosustenta. No hay maldita la excusa para venderla, salvo que como empresa pública, es un desmentido existencial al slogan del estado es ineficiente. Hay una telco multinacional, CLARO, de Carlos Slim, el vigésimo del mundo en el orden de los multibillionarios, dueño de la corporación América Móvil.

Con la REFEFO, la telco celular de Slim, CLARO, empezaría a llegar de golpe a todo el interior profundo, donde no tiene señal.

Todos los usuarios de la REFEFO, el 90% de lo cuales no tiene idea siquiera de su existencia, empezarían a pagarle peaje ahora por el uso de la misma a Slim. Por tamaño y ancho debanda, es una red óptica sin equivalente en América Latina. Y viene dotada además del mejor datacenter del país.

A Slim el desarrollo de ingeniería satelital argentina no le importa, ni va a hacerlo ahora. Los satélites ARSAT 1 Y 2 los dejará envejecer y morir sin reposición. El SG-1, equivalente del ARSAT 6, INVAP lo retomó por su cuenta tras el triunfo electoral de Mauricio Macri. Cuando asumió Alberto Fernández, no hizo nada por proseguir el programa satelital de ARSAT.

INVAP seguirá buscando un socio para terminarlo. Si a Slim le interesa, engrosará la constelación ARSAT con alguna satélites de diseño y construcción estadounidense o europeo. Los geoestacionarios de telecomunicacion son aparatos bastante extraordinarios, más espacionaves que satélites. «Vuelan» a 36.500 km. de la Tierra sin apartarse de la vertical de un punto fijo del ecuador terrestre. Son las torres retransmisoras más altas de la historia. Fuimos el 8vo país de la Tierra en acceder a esta tecnología.

Si los ARSAT-1 y 2 saldrán de servicio en 2028 y 2029, Slim siempre puede vender los sitios orbitales que ocupan. Valen mucho más que los satélites en sí. Uno de tales sitios acaban de permitir, por ejemplo, televisar los recitales de Paul McCartney en River a los EEUU y Canadá. La posición 82o Oeste, que permite vender «broadcasting» en las Tres Américas, desde Nunavut hasta la Base Marambio, es codiciada desde los ’90 por varias potencias, el Reino Unido a la cabeza. En términos inmobiliarios, es algo que ya no existe: el equivalente de un lote de varias manzanas sobre barranca hacia Avenida Libertador en Retiro.

¿Tener ahí un satélites de ingeniería propia, de altísimo ancho de banda como el SG-1, cuánto vale, qué visibilidad y que autoridad continental nos confiere? Eso se perderá definitivamente.

Una última reflexión sobre el datacenter de ARSAT. En 2012 era el mejor de la Argentina, por su «uptime» del 99,75%, que en criollo significa que labura al 100% de su capacidad 24×365 y se cae sólo el 0,25% del año, es decir dos horas y 21 minutos. Tiene más back-up de generadores diésel, por si se cae la red eléctrica, y más sistemas de refrigeración de respaldo para disipar el calor de los servidores, que una central nuclear.

Fue diseñado para capear catástrofes. Podía arder o inundarse el país, que «el DATA» de ARSAT seguía trabajando. En su momento, hacerlo costó U$ 14 millones. Almacena la información estratégica de centenares de empresas privadas, pero además la de centenares de municipios, provincias y empresas públicas. Y están los datos claves del estado nacional en la llamada «Sala Cofre», casi inaccesible y con capas y capas de blindaje informático contra hackeos.

Hoy un datacenter de esta categoría, con tanto tiburón de la City hambriento de servers para minar criptomonedas, ¿cuánto vale?

Pregunta más jodida aún: ¿cuánto vale eliminar la información de la Sala Cofre? Después de todo, alguien debe haber pagado una fortuna para eliminar los datos económicos en soporte papel en el incendio intencional de Iron Mountain, en Barracas, con 10 bomberos y rescatistas muertos y 7 heridos de gravedad.

Se están vendiendo activos tan valiosos, estratégicos y soberanos que no tienen precio.

Hace 10 meses lo sintetizamos en esta nota:

ARSAT no puede privatizarse porque su infraestructura de comunicaciones no tiene precio.

Ahora, el actual presidente de ARSAT anuncia una privatización parcial.

Le concedemos el resto del artículo a la prensa «de circunstancias». Es lo que hay.

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Después de quedar fuera de la Ley Bases como empresa sujeta a privatización, el futuro de la compañía estatal de telecomunicaciones ARSAT pasa por salir a la Bolsa en 2025, aunque aún no está previsto el porcentaje de acciones que se pondrían a la venta.

“En este momento estamos en un proceso de reordenamiento y puesta en valor de los activos, con la idea de que ingrese capital privado a la compañía y la modalidad va a ser salir a la Bolsa”, dijo el presidente de Arsat, Mariano Greco, en las Jornadas Internacionales organizadas por la Asociación Argentina TIC, Video & Conectividad (ATVC) y la Cámara de Productores y Programadores de Señales Audiovisuales (Cappsa).

Según el funcionario, a la fecha Arsat fue “más un vehículo de políticas que una empresa” y hoy el desafío es complementarse con la industria. “Es una empresa consolidada en términos tecnológicos, pero a la que le falta fundamentalmente expandirse y abrirse, y en esa apertura la idea es salir a la Bolsa. Pondremos en juego el porcentaje de acciones que sea más conveniente para la valoración de la empresa”, agregó.

Actualmente, la empresa está íntegramente en manos del Estado, pero el 49% de las acciones se podría vender (el 51% restante corresponde a las acciones Clase A reservadas al sector público). Sin embargo, Greco no adelantó si saldrían necesariamente con ese porcentaje a la venta.

El trabajo actual consiste en armar un plan de negocios y poner en valor los activos de Arsat, entre los que figuran alrededor de 40.000 kilómetros de fibra óptica, dos satélites, un data center, espectro 4G y un bloque de 100 MHz de 5G que le fue cedido gratuitamente por 20 años en la subasta del año pasado, en la que Telecom y Claro pagaron US$350 millones cada una, y Telefónica, US$175 millones.

Consultado al respecto del uso que le darán al espectro, Greco dijo que aún no lo tienen definido y que es materia de discusión con el secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, Darío Genua; y con Martín Ozores, presidente del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom).

“Necesitamos una lectura de qué va a hacer Arsat con el espectro”, dijo por su parte, Roberto Nobile, CEO de Telecom, en otro de los paneles del evento, mientras que la Mesa Tic Argentina hará pública una nota que le mandaron la semana pasada a Genua con un conjunto de propuestas y lineamientos vinculados al rol de Arsat.

Según el escrito, las empresas dicen que “Arsat debe enfocarse en complementar al sector privado, centrándose en el rol de proveedor de infraestructura” y que “esta orientación estratégica es esencial para evitar conflictos de intereses y para maximizar los beneficios para el sector en su conjunto”.

En tanto, con respecto a sus prestaciones, sumaron que “es fundamental que no se involucre en la provisión de servicios de última milla, ya que esto la pondría en competencia directa con los proveedores que son sus clientes”.

Por último, proponen que Arsat sea una entidad 100% estatal y que tenga acceso a los fondos del Fondo de Servicio Universal para proyectos que complementen los servicios de empresas privadas, “que contribuyen a la universalización de los servicios en operación desde hace años”.

Firmaron la nota a Genua las empresas DirecTV, Telecom y Telefónica, y las cámaras ATVC, IDA, Cabase, Cacpy, Catip, Cicomra, Red Intercable, Cappi, Fecosur y Catel.

María Julieta Rumi

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PS: Me encantó la definición del presidente actual de ARSAT, Mariano Greco, un técnico del Data Center, según la cual a la empresa «le falta fundamentalmente expandirse y abrirse». En otra línea de negocios y en otro tiempo, habría sido un buen slogan para Jack el Destripador.

Daniel E. Arias

VIALa Nación