Rafael Grossi: “Hasta ahora, los bandos en guerra ejercieron «contención nuclear»

(Publicamos exclusivamente las preguntas de la periodista y las respuestas del Director del OIEA).

-Enfrentamos un escenario geopolítico realmente convulsionado. Lo entrevisté en 2021, en La Repregunta, cuando todavía no había sucedido la invasión rusa a Ucrania y estaba todavía más lejos el ataque terrorista de Hamás contra Israel y la conflictividad que se disparó desde entonces con la guerra de Gaza y los nuevos actores que empezaron a jugar. ¿Hay que volver a pensar si es posible una política de seguridad nuclear sostenible dado este nuevo contexto, mucho más convulsionado?

-Es un debate que se está dando en este momento, justamente porque, como bien señalás, hay un nivel de conflictividad muy grande en el mundo. Tensiones geopolíticas que, como en el caso de la guerra entre Ucrania y Rusia, llegan a esta manifestación sobre la doctrina nuclear. Otros, como el de Oriente Medio. Aunque la violencia allí es una constante, enfrenta en este momento un pico muy alto. Naturalmente, la dimensión nuclear, y no me refiero a la energía nuclear civil sino al posible uso de las armas nucleares o a la utilización de centrales nucleares con fines militares, emerge como algo inevitable. En los últimos días se ha hablado mucho de la doctrina del uso de las armas nucleares a partir de declaraciones del presidente Putin. En Corea del Norte, Kim Jong-un se muestra paseándose en una sala de centrífugas (NdelE: máquinas separadoras y purificadoras de uranio) y anunciando que va a aumentar exponencialmente sus arsenales nucleares. Líderes de países que hoy no tienen armas nucleares declaran abiertamente que podrían ejercer esa opción: dotarse de armas. También están los arsenales nucleares de las potencias que tienen armas nucleares. Hay más países en posesión de armas nucleares pero hay cinco que son poseedores legales de armas nucleares, reconocidos por el Tratado de No Proliferación Nuclear: son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Estos países. Estaba en un proceso muy gradual de reducción de sus arsenales nucleares pero ahora han puesto fin a ese proceso y en muchos casos, hay un rebote de sus arsenales y están empezando a crecer nuevamente. Es decir que la posibilidad y la amenaza del uso del arma nuclear vuelve a aparecer, aunque sea en el plano discursivo: en el plano de la amenaza o en el plano de la amenaza implícita.

-Para aclarar: los cinco miembros del Consejo de Seguridad son Rusia, China, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. ¿Qué otros países tienen armas nucleares, aunque no legalmente en términos internacionales?

-La India, Pakistán, Corea del Norte. Y hay otro caso… Un país cuya política es no negar ni afirmar la presencia de armas nucleares pero en relación al cual existe una fuerte presunción de la existencia de un arsenal nuclear: es el caso de Israel.

-Es decir que Israel no lo ha confirmado pero los datos indicarían que es así.

-Así es.

-Para repasar esa conflictividad en los países más críticos, vinculado con el tema nuclear. Primero, Rusia. Hace unos diez días, el presidente Putin planteó un cambio en la doctrina nuclear: sostuvo que ya no sólo podría reaccionar nuclearmente si fuera atacado por una potencia nuclear sino si una potencia nuclear, por ejemplo, Estados Unidos, apoya un país no nuclear, por ejemplo, Ucrania, y su soberanía se ve particularmente en riesgo. ¿Qué chances hay de que Rusia, que es un miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lleve adelante esa política apoyado por China?

-Todavía son movimientos retóricos y obedecen al agravamiento del conflicto. Hay todo un debate acerca de la admisibilidad de que ciertos sistemas de armamento provistos por países occidentales, en particular Estados Unidos y Europa, a Ucrania puedan ser utilizados libremente contra objetivos dentro de la Federación de Rusia. Ante esa posibilidad, el presidente ruso dice: si esto es así, estamos prácticamente en una guerra directa y se puede considerar que los aliados de Ucrania están directamente en una guerra con la Federación de Rusia. Este tipo de especulación, como en un juego de billar donde ataques de unos unidos a otros que sí tienen armas nucleares generan una reacción, no es únicamente propio de Rusia. Hay documentos de otros países, que no puedo citar, donde ese escenario también está previsto. No estoy banalizando lo que ha dicho Putin, es algo serio, pero también es una forma de marcar una línea roja, aunque no sabemos si se pasa, si reaccionará o no. Muchas veces, los líderes marcan líneas rojas y después, esas líneas rojas no lo son tanto.

-Funciona como una estrategia disuasoria.

-Efectivamente. Es como decir: tengan mucho cuidado con lo que hacen porque nosotros no vamos a descartar el uso del arma nuclear. Esta es la situación que se está planteando en este momento.

-En el caso de Irán, desde diciembre del año pasado, la OIEA viene denunciando una expansión exponencial de la cantidad de uranio enriquecido, a niveles preocupantes en términos de la posibilidad de fabricar una bomba atómica: 60 por ciento, y para las bombas se necesita 90 por ciento. Esa marcha no se aminoró.

-Exactamente.

-¿Eso suma un elemento de preocupación en el conflicto de Medio Oriente?

-Genera una preocupación muy grande, Luciana. Hace un par de semanas, durante el segmento de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas, retomé contacto con el gobierno iraní. Estuve con el canciller iraní. Es muy probable que esté viajando a Teherán dentro de muy pocos días para encontrarme con el nuevo Presidente (Masoud) Pezeshkian. Aquí hay dos órdenes de cosas. Por un lado, el programa nuclear de Irán, que si bien no tiene hoy armas nucleares, sí tiene unos desarrollos tecnológicos y producción de material sumamente inquietantes. Porque ningún país que no tenga armas nucleares enriquece uranio a estos niveles. Hay una pregunta válida en la comunidad internacional: ¿para qué están enriqueciendo uranio a estos niveles tan altos? Por otro lado, hay una cuestión concomitante: también estoy conversando con los países firmantes del acuerdo de 2015. Fue un acuerdo entre Irán y las potencias occidentales, coordinado por la Unión Europea. Primero fue abandonado por el entonces presidente (Donald) Trump y después, también por Irán. A partir de ahí, se dio un piedra libre e Irán empezó a desarrollar su programa nuclear de una manera más y más incontrolada. Hay un debate planteado en el sentido de qué es lo que va a suceder: los iraníes están en un compás de espera, así me lo han dicho. Porque una cosa va a ser trabajar con una administración (Kamala) Harris y otra, trabajar con una administración Trump II. Todo eso está planteando un interrogante muy grande acerca de si se podrá volver a poner el genio dentro de la botella, es decir, si el programa nuclear de Irán puede ingresar a una forma más controlada a través de las inspecciones del organismo que yo dirijo. O si nos mantendremos en esta latencia de un conflicto que en cualquier momento puede derivar en el uso de de la violencia de las fuerza armada en esta región, que se superpone con la situación en Gaza. Hay una altísima volatilidad en este momento.

-Usted describe señales de alarma en relación a este comportamiento de Irán. A la hora de mencionar el caso de Israel y su falta de transparencia sobre su política nuclear, esa alarma no se muestra tan marcada en su respuesta. La pregunta aquí es: cuando Israel, que es una democracia liberal en medio de autocracias en Medio Oriente, tiene una política nuclear no tan transparente, ¿cómo reacciona la OIEA? Claramente hay una enorme preocupación respecto de Irán. ¿Cómo reacciona la OIEA respecto de esta falta de transparencia de Israel y su política nuclear?

-Uno lo podría catalogar como decimos en la Argentina: de eso no se habla. En el caso de Israel, ellos definen su política nuclear como de opacidad: “opacity” es la terminología que ellos mismos han utilizado para definir la cuestión. Si analizamos históricamente, todas las crisis de no proliferación que hemos tenido, con la excepción de Corea del Norte, han sido en esa región. Recapitulemos: Irak, Siria, Libia y el propio Irán. Son países de Medio Oriente que han buscado o han procurado, en algún momento dado, tener armas nucleares para contar con una posibilidad de contrarrestar lo que ven como la influencia o el poderío israelí. En el caso de Irán, es como una especie de tensión permanente que existe. En los otros casos, ya sabemos cómo terminaron. Irak terminó trágicamente con Sadam Hussein colgado y todo el programa nuclear desmantelado. Libia, lo mismo con Kadafi, que terminó en un desagüe y el programa nuclear también desmantelado. Siria lo desmanteló. Estamos trabajando con Siria y con el presidente Bashar al-Assad desde hace muy poco. Estamos avanzando. Espero que lo logremos. Siria tenía un reactor que aparentemente fue bombardeado por Israel en 2007. Toda esta crisis actual no es casual: hay que fijarse en dónde han tenido lugar. Por eso la cuestión de Irán es tan crucial: tenemos que lograr llegar a un modus vivendi, a un acuerdo razonable con Irán. Es realmente importante y es uno de los puntos de quiebre en la agenda internacional. Por eso hubo ese acuerdo en 2015, que fue abandonado. Ahora hay toda una intención de ver si se puede volver a algún tipo de acuerdo, el mismo acuerdo anterior reformulado u otro acuerdo diferente. Son cosas que estamos empezando a discutir. Por eso hablé con el canciller iraní en Nueva York hace un par de semanas y ahora voy a ir a Teherán para hablar con el nuevo Presidente. Teníamos un diálogo con el anterior Presidente, que murió en un accidente hace pocos meses.

-En las discusiones de la OIEA y en Naciones Unidas, estos países de Medio Oriente, como por ejemplo Irán, a los que los inspectores de la OIEA no pueden acceder, ¿plantean una cuestión de doble vara? ¿Por qué se exige el ingreso de inspectores de la OIEA a Irán y no a Israel?

-Lo plantean constantemente, constantemente.

-¿Y cuál es la respuesta de la gobernanza internacional?

-La respuesta es que en el caso de Israel, como también en el de India y de Pakistán, ellos directamente optaron por no firmar el Tratado de No Proliferación: por eso no están en una posición de ilegalidad. Ellos dijeron: este juego no lo juego, no voy a entrar en ese orden. Sus líderes pensaron que probablemente podrían necesitar el arma nuclear. Y ese fue el caso en particular en el subcontinente asiático. India hace su primer ensayo nuclear en 1974. Lo sigue Pakistán. Hoy son dos potencias que tiene armas nucleares, pero están por fuera del orden internacional nuclear. Israel, también. En los debates, que son debates circulares porque se reiteran constantemente, los países árabes y algunos otros países más también hablan de esta doble vara. La respuesta de India, Pakistán o Israel es que no han violado ningún acuerdo, que no han entrado en ningún compromiso internacional.

¿Pero Irán entró también presionado por las sanciones?

-No. Irán es miembro del Tratado de No Proliferación desde hace muchos años, ya desde la época del Sha. Tenían un programa nuclear civil. Luego ya durante el régimen revolucionario post 1979, un poco más adelante, empezó con ciertos desarrollos que sugerían que podían tratarse de desarrollos bélicos. El consenso de la inteligencia internacional y de nuestros propios inspectores es que Irán no tiene armas nucleares. No las tiene. Decir otra cosa sería confundir a la audiencia. Sin embargo, sí tiene una serie de desarrollos tecnológicos que apuntan implícitamente en esa dirección. Y esto trae malos recuerdos porque es lo que sucedió también con Corea del Norte: cruzó la línea roja en 2006. Hoy tiene un arsenal de cincuenta o sesenta ojivas nucleares.

-Usted estuvo en Nueva York en los días en que se llevó adelante la Asamblea General de Naciones Unidas y se dio esa gran conversación por parte de los líderes mundiales en torno al Pacto para el Futuro.

-Así es.

-En esas conversaciones, ¿cuánto peso tuvo este cambio geopolítico y el impacto que tienen las políticas nucleares? Porque por un lado está el uso bélico, pero aún en el uso nuclear no bélico, por ejemplo, para generación de energía eléctrica, hay riesgos dado el cambio geopolítico. La central nuclear de Zaporiyia en Ucrania, que provee energía eléctrica, es un ejemplo claro de eso: cómo un territorio que estaba en paz, cuando entra en una guerra, si tiene una central nuclear, se convierte en un riesgo nuclear. ¿Hubo conversaciones en torno al Pato para el Futuro que hayan involucrado estas cuestiones?

-No las hubo y eso es bastante curioso. Toda la dimensión nuclear y lo que estamos conversando vos y yo hoy es como un terreno aparte que está reservado a la OIEA y nuestro trabajo con estos países. Entre los inspiradores de este Pacto del Futuro, el secretario general (António) Guterres, y los países que lo negociaron y lo aprobaron están mirando más a otra parte de la agenda internacional: al desarrollo, a los derechos humanos, a la plataforma digital. Hay referencias: la palabra nuclear aparece aquí y allá, sobre todo en su dimensión virtuosa porque ahora existe un gran consenso internacional acerca de la importancia de la energía nuclear en el marco del calentamiento global. Los países no tienen tantas herramientas eficaces para combatirlo y al mismo tiempo, seguir dando la energía necesaria en sus economías. Pero estas cuestiones estratégicas que estamos conversando no entraron dentro de ese documento.

-Para usted, como experto dueño de una perspectiva global y al mismo tiempo, con una mirada muy específica sobre cada país, este cambio de contexto geopolítico tan abrupto y dramático que se viene sosteniendo y se viene agravando desde la invasión a Ucrania, ¿empieza a tener un peso en la discusión pacífica del uso de la energía nuclear para producir energía eléctrica cuando puede quedar atrapado en zonas de guerra?

-Ése es un debate muy interesante. Yo también estoy sentado en las mesas energéticas internacionales, por ejemplo, en las famosas Cops. El año pasado se dijo: la energía nuclear tiene que ser acelerada. Yo veo una preocupación no en cuanto a lo intrínseco de la energía nuclear, que tiene un buen récord de seguridad. La preocupación tiene que ver con que no se utilice militarmente. Los anglosajones tienen esta palabra: “weaponization”, transformar una instalación industrial pacífica, como puede ser una central nuclear, en un arma o en algo que puede tener una impronta militar. Por eso nosotros hemos concitado tanto apoyo en nuestra operación permanente en Zaporiyia. Nos instalamos allí. Yo fui en 2022. Tenemos expertos del organismo que están allí constantemente informando de lo que pasa. El presidente Zelenski me pidió que hiciera lo mismo en todas las otras centrales de Ucrania dentro del territorio bajo control legítimo ucraniano. Ucrania es un país muy nuclear: el 50 por ciento de su energía es de origen nuclear. Tienen quince reactores, menos seis porque los seis de Zaporiyia están bajo control ruso.

-Precisamente, es un ejemplo clarísimo:centrales nucleares para la paz y para la generación de energía no contaminante se convierten en blancos militares que, si son usados de esa manera, pueden producir un impacto bélico nuclear insospechado. En este nuevo contexto, ¿cambió la conversación sobre la expansión de la energía nuclear como proveedora en energía eléctrica? ¿Empieza a cambiar?

-No, pero hay una gran preocupación. Si nos fijamos en lo que viene sucediendo, y pese a que ha habido muchos momentos de gran peligro y gran riesgo en Zaporiyia, existe una cierta contención o restricción de los beligerantes con relación a la planta, que podría estar siendo bombardeada. Sin embargo, hubo intentos de bombardeo, que fueron frenados. En este momento, la guerra en Ucrania es una guerra de drones: hemos tenido bastantes episodios de drones con cargas explosivas convencionales, que preocupan aquí y allá. Pero no se ha llegado a esta línea. Y eso porque en gran medida, para muchos países, la energía nuclear es indispensable, incluido Rusia. Rusia tiene treinta reactores nucleares en funcionamiento y sigue construyendo. Rusia es el vendedor de reactores nucleares líder en el mundo. Es el mayor exportador hoy por hoy. Y te voy a sorprender con esto que te voy a decir: Rusia tiene el dominio del mercado de combustible nuclear… ¿sabés dónde? En Estados Unidos.

-Qué interesante.

-Estado Unidos adquiere la mayor parte del combustible nuclear, el uranio enriquecido, de Rusia. Viene de contratos pre bélicos determinados,por una cuestión simplemente de oferta y demanda del mercado y de cómo funcionaba.

-¿Se sostuvo esa provisión en medio de la guerra en Ucrania?

-Sí, se ha sostenido a diferencia de lo que sucede con el gas, por ejemplo: se ha cortado el suministro de gas, no así lo nuclear. ¿Y por qué es esto? ¿Por una cuestión filantrópica? Evidentemente, no. Es porque no existe hoy por hoy una capacidad de producción de combustible nuclear que permita que la flota de reactores nucleares en Estados Unidos y en otros países siga funcionando.

-¿Pero por qué Rusia no frena ese suministro? Sería una manera de impactar claramente en un aliado de Ucrania.

-Efectivamente. Pero en primer lugar, para Rusia y para Rosatom (NdelE: Consorcio ruso de energía nuclear), el mercado exterior es muy importante. Una guerra, y esta guerra en particular, tiene algunos pliegues que pueden sorprender a primera vista. Y éste es uno de ellos. Otro dato: en la Unión Europea hay cuarenta y un reactores rusos.

-Quiero pasar a otro tema que impacta directamente en la Argentina y en América Latina. Desde hace unos años, se discute la presencia de China y de Rusia en distintos sectores críticos de nuestra región. El análisis ha estado contenido dentro de lo que se llama el “soft power”, una manera de estar comercialmente presente a través de inversiones, de desarrollos y de financiamientos. El tema era la presencia de Rosatom en la Argentina o las inversiones y el financiamiento chino en el sector nuclear en la Argentina con Atucha III, por ejemplo, lo que ya generaba polémica. ¿Cambia la discusión ahora que se empieza a ver que los desarrollos civiles pueden convertirse en desarrollos estratégico militares? Estados Unidos y la general Laura Richardson, jefe del Comando Sur, han insistido mucho con la preocupación por la presencia china y rusa en América Latina. El contexto actual, ¿le suma un argumento a esa preocupación?

-Sí, le suma un argumento, pero en la realidad eso no está pasando. En este momento, tenemos unos 350 gigabytes de potencia nuclear instalada en el mundo. Estamos yendo hacia el doble. En el caso de nuestra región o de otras regiones en el mundo, hay una cierta discusión pero es más de carácter geopolítico que otra cosa. Estas son cuestiones de carácter político más que tecnológico: tener un reactor chino o ruso o indio no implica una dependencia política. Pongo otro ejemplo: Turquía, que es un país de la OTAN, le ha comprado cuatro reactores a Rusia y está construyendo cuatro reactores nucleares. Hay que desmitificar. Es legítima la discusión política. No es mi terreno. Es la decisión soberana de los países y de los gobiernos decidir que no quieren acercarse tanto a China, por ejemplo, o a Rusia o que se quieren acercar a unos u otros. Es una decisión política. No es que a través de la tecnología nuclear se dé una cuestión de dominación. Sí genera un relacionamiento muy profundo. Una central nuclear implica una relación de casi cien años por la duración de los reactores. Entonces no es un tema banal. Por algo esta General y otras personas evocan el tema, y lo hacen con sus argumentos. Desde la OIEA, tratamos de despolitizar lo que no es politizable. Hay cosas que son politizadas, pero la elección de un vendedor para un reactor no implica, intrínsecamente, una cuestión política.

-El presidente Javier Milei estuvo en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York hace pocas semanas. Hizo un discurso muy crítico de las instituciones de gobernanza internacional. Planteó algunas cuestiones de doble vara. Está la presencia de Rusia en el Consejo de Seguridad como miembro permanente o el liderazgo del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que es rotativo, en manos de países autocráticos, donde, por ejemplo, los derechos de las mujeres están completamente abolidos. Usted mencionó el reclamo por la doble vara en materia nuclear en términos de cómo se mira a Irán y cómo se mide Israel. Dado el cambio de contexto brutal que se da desde febrero de 2022, con la invasión rusa y todos los otros conflictos que cada vez son más intensos en Medio Oriente, ¿qué grado de efectividad tienen hoy organizaciones globales como la OIEA o Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad a la hora de poder vigilar, controlar y limitar la proliferación nuclear bélica negativa? Organizaciones que han sido creadas hace 70 años, 50 años, en otros contextos, por ejemplo, pos Segunda Guerra Mundial, cuando se quería ir hacia una negociación de paz. ¿Cuánto puede hacer la OIEA para realmente controlar y evitar que la proliferación nuclear avance por el camino incorrecto?

-El organismo hace y hace mucho, inclusive hace más de aquello para lo cual fue creado. El hecho inédito de que un organismo internacional esté operando de manera independiente en un territorio ocupado, en una zona de combate, como sucede en Zaporiyia… O como Kursk, porque también tuve que ir personalmente a Rusia por la posibilidad de que una central rusa fuera atacada en el marco de la incursión militar ucraniana: este tipo de ejemplos muestra una cierta reivindicación del multilateralismo. Hablamos del discurso del presidente Milei y otros planteos que en realidad no son nuevos. Esto ha sucedido también en el pasado, con un planteo legítimo: en el fondo, ¿cuál es la influencia de estos organismos? Existe un debate sobre la capacidad de estos organismos de influir en una realidad internacional tan conflictiva y tan áspera. En el caso de la OIEA, tenemos un récord bastante bueno, aunque por supuesto se puede hacer mucho más. Pero en un contexto de crecimiento de la energía nuclear, con más de cuatrocientos reactores en el mundo, de no existir un régimen de control de inspectores desplegados por todo el mundo, controlando que no haya un desvío de material pacífico a usos bélicos, estaríamos en un mundo con quince, dieciséis o diecisiete países dotados de armas nucleares. Y seguramente, con casos de uso de armas nucleares en más de una ocasión. De todas maneras, la pregunta acerca del multilateralismo en este mundo es válida.

-En las Naciones Unidas, la canciller Diana Mondino planteó la decisión argentina de no asociarse al Pacto para el Futuro. Dijo textualmente: “Argentina quiere tener alas para su desarrollo sin estar sujeto a un peso indebido de decisiones ajenas a nuestras metas”. Una organización como la que usted preside requiere de la participación voluntaria de los países. ¿Ve con preocupación que una democracia consolidada como la Argentina empiece a hacer estos cuestionamientos y plantee su soberanía como algo a ser protegido ante esta gobernanza internacional? Eso podría impactar eventualmente, si se sigue en este camino, con resistencias a controles en ciertos ámbitos.

-Son ámbitos diferentes. Una cosa es participar, como lo hace la Argentina y otros países de nuestra región, en un régimen técnico, lo que es absolutamente necesario. Cuando uno tiene un instrumento tecnológico tan importante y serio como la energía nuclear, tiene que participar de esquemas de estandarización internacional. No se trata de gobernanza internacional porque yo no le digo a la Argentina o a Rusia o a Bangladesh lo que tiene que hacer con su política nuclear. Nosotros establecemos los denominadores mínimos comunes y los controles que deben existir. Esto es una cosa. Otra cosa es el debate acerca de aspectos vinculados con la visión del mundo, aspectos culturales, los derechos de las personas. Ahí sí es donde se ve un debate muy grande en el sistema internacional acerca de la injerencia del sistema de Naciones Unidas. Eso también se ve en la Unión Europea de manera mucho más concreta. Yo vivo en Austria, mi organismo tiene su sede en Austria. Estamos viendo cómo, en los procesos electorales en Europa, se da también un poco esa vuelta hacia el soberanismo y la reducción de la injerencia internacional. Es un debate como el de platónicos y aristotélicos, va y viene en la vida internacional, en la línea de la historia internacional.

-Desde la asunción de la nueva administración del presidente Milei, la Argentina ha fijado como política el ajuste y el déficit cero. Ha impactado en distintos desarrollos como el desarrollo del reactor Carem 25, un tipo de reactor muy exportable de uranio enriquecido y agua liviana, que son los que consume el mundo. Es un sector de exportación con potencial para la Argentina y ahora está frenado. Con su mirada de experto, ¿cuál es su análisis?

-Pese a ser argentino y con un corazón bien argentino, como funcionario internacional, no debo opinar sobre las políticas nacionales, ni de Argentina ni de otros países. Pero sí puedo decir una cosa, que es importante, porque he trabajado con el sector nuclear argentino toda la vida. La presencia de la Argentina en la conferencia general de la OIEA, que fue justo la semana antes de la Asamblea General, fue realmente notable. Estuvo la canciller Mondino, a quien tuve el honor de recibir. La Argentina desplegó los stands de INVAP, de la Comisión Nacional de Energía Atómica. El espacio que ocupa la Argentina internacionalmente en tecnología nuclear es notable. Me tocó el honor de asistir a una presentación organizada por el Reino de los Países Bajos donde se hablaba de un reactor argentino: el reactor Pallas que se está construyendo en los Países Bajos. Es un reactor de investigación, muy grande. El equivalente del RA10 que se está terminando en la Argentina. Se basa más en el reactor que hizo INVAP en Australia, otro ejemplo maravilloso donde la Argentina ganó licitaciones frente a Francia y Corea del Sur. Creo que la potencia y la capacidad del sector nuclear argentino internacionalmente va más allá de la propia coyuntura. Estoy seguro que la Argentina encontrará vías prácticas de conciliar su disciplina fiscal con los desarrollos nucleares, que son importantes y que, además, tienen una virtud comercial importantísima. INVAP, exportando en Holanda y INVAP exportando en Australia, Estoy seguro de que la Argentina sabrá encontrar la vía media.

-Ni bien asumió, el presidente Milei planteó que estaba muy interesado en que un argentino de su prestigio y conocimiento fuera canciller de la Argentina. Finalmente fue elegida Diana Mondino. Sin embargo, en las últimas semanas volvieron los rumores del interés del Presidente. ¿Le interesaría? ¿Estaría dispuesto a escuchar una propuesta como esa?

-No, en absoluto. En primer lugar, respeto muchísimo al presidente Milei, a quien conozco personalmente; y a la canciller Diana Mondino. Tengo una tarea internacional de una enorme responsabilidad en Oriente Medio, entre China y Japón, en Irán, en Ucrania. Mi mejor aporte es ser un argentino que hace una contribución efectiva a la paz y a la seguridad en el mundo. Ese es mi aporte.

-Me surge una última pregunta. En esta escalada de Irán con el uranio enriquecido y en el contexto de América Latina, una Venezuela donde se intensifica la discrecionalidad de la dictadura de Maduro, ¿los lazos entre Irán y Venezuela acarrean preocupaciones nucleares?

-En absoluto. Venezuela no tiene energía nuclear. Tiene algunas instalaciones, sobre todo vinculadas a la salud, la oncología y la radioterapia, que estamos tratando de apoyar. Debido a las grandes dificultades que tiene Venezuela en cuanto a su relacionamiento externo, todo su sistema oncológico está realmente muy deteriorado. Y no, no existe ninguna actividad allí. Por supuesto, tenemos inspectores que van a Venezuela y lo poco que hay ahí es inspeccionado, pero no existe en Venezuela ningún proyecto, ninguna actividad, ninguna instalación que sea relevante o que represente una preocupación en materia de proliferación.

Luciana Vázquez

VIALa Nación