La CNEA y Candu Energy firmarán un acuerdo para reactivar la Planta industrial de Agua Pesada

Introducción de AgendAR:

El artículo de Nicolas Deza que prologamos reaviva las brasas de un segundo renacimiento argentino real. Entiéndase por «real» el Programa Nuclear tal como venía hasta 2014 según pactos nacionales y leyes nacionales ignoradas olímpicamente a posteriori. En materia de potencia eléctrica, ese programa tenía prioridad en tres centrales: una CANDU de 700 MWe a instalarse junto a las Atuchas, un modelo de demonstración del CAREM de 32 MWe en el mismo sitio, y una Hulaong-1 china en lugar a pactar con provincias interesadas.

La CANDU y la Hwalong venían con el mismo paquete financiero de CNNC (China National Nuclear Corporation): 75% de los gastos cubiertos, y repago a los 8 años la puesta en línea de ambas obras.

Esto sigue firme en mentes y corazones de casi todos los integrantes de la CNEA, Nucleoeléctrica SA, la empresa estatal rionegrina INVAP y joint ventures adjuntas de capital estatal y privado como CONUAR SA. También en más de 160 privadas metalúrgicas, metalmecánicas, electrónicas y electrónicas involucradas en la terminación y reparación de Atucha II, la extensión de vida de Atucha I.

Hablamos de organizaciones que están esperando que desaparezca la cáfila de farsantes en tren de hacer borrón y cuenta nueva de lo existente durante 75 años en nombre de un programa nuclear imaginario. Éste se basa en reactores igualmente imaginarios (los ACR 300) para abastecer de potencia eléctrica imaginar no a las ciudades e industrias reales del país, sino a Data Centers igualmente imaginarios. Destinados además a producir no bienes y servicios reales, sino bitcoins y otras monedas imaginarias.

Es lo que pasa cuando un programa nuclear serio, el máximo competidor de pequeños reactores del mundo, queda en manos de una gavilla financiera con fobia por los fierros y experta sólo en bicicletas.

Canadá es un socio bajo asedio, y no el más leal a sí mismo ni a sus clientes. Pero aunque se deje colar alguna central experimental pequeña GE Hitachi de 300 MWe, tiene una decena larga de CANDU de entre 600 y 880 MWe a reabrir con extensión a 30 años de vida operativa, y 18.000 MWe nuevos a cumplir probablemente con el nuevo diseño CANDU Monark, de 1000 MWe por unidad.

Toronto, la capital federal canadiense, no tiene una sola central nuclear, y recibe toda la presión diplomática y mediática de los EEUU a favor de la oferta de General Electric. Pero CANDU Energy y Atkins Realis tienen a su favor el renaciente nacionalismo canadiense, y la decisión de Ontario de no volver a generar electricidad de fuentes térmicas. Cosa que logró ya en los ’80.

Pero además está el antecedente de que las CANDU y sus imitaciones indias no han tenido un accidente digno de nota en 67 años en 7 países, cosa que no puede decirse de las General Electric, y menos que menos desde el desastre de 4 de esas centrales en Fukushima, Japón, en 2011. La versión tuneada de las GE de Fukushima son las GE-Hitachi BWRX-300, y EEUU aprieta todas las teclas de Ottawa para ubicar una en Darlington, Ontario.

Pero Ontario es la provincia que inventó el CANDU en 1962, construyó 19 en suelo propio y exportó 30 a 7 países. Uno de ellos, la India, tiene 13 variantes propias, los NPCIL, y 13 más en construcción o planeados, aprobados y financiados. Rumania tiene 4 operativos y 2 en construcción. China le está dando extensión de vida a sus dos CANDU, y uno de ellos ya regresó a línea para 30 años más de servicios.

Como sea, mientras duró la ventolera antinuclear proveniente de los EEUU, Canadá cerró la mitad de su inmensa flota CANDU. Las centrales CANDU fueron la última exportación de alta tecnología local de un país que en sus mejores años (los ’60 y ’70) supo fabricar aviones y satélites, pero que hoy exporta mayormente minerales, petróleo y gas.

EEUU en los últimos 40 años sólo produjo 2 centrales, Vogtle 1 y 2, ambas Westinghouse. Le pasan el trapo a las GE. Pero tardaron el triple del tiempo pactado en montaje, y salieron el cuádruple de lo presupuestado. Y es que se quedaron sin empresa especializadas de construcción nuclear. Gran diferencia con Ontario, que nunca persió su considerable cadena de proveedores industriales de centrales CANDU.

Las CANDU no funcionan sin agua pesada. Desde los ’90, mientras se bancó ser un país teledirigido desde Washington, Canadá se dio el lujo de cerrar una capacidad de producción propia de agua pesada de alrededor de 800 toneladas/año en su complejo de Bruce, ya totalmente chatarreado. Hace ya años que le tienen el ojo echado a la PIAP de Neuquén, la última gran planta de agua pesada del mundo, fuera de las de la India, que producen 584 tonelada año, mayormente para su mercado interno.

De modo que este anuncio de un MOU canadiense-argentino para reflotar la PIAP ha sido el producto del esfuerzo titánico de un grupo de argentinos y canadienses, pero debe tomarse con pinzas. Va a contrapelo de la política del State Department hacia Canadá y hacia la Argentina. Expresa la resistencia interna de ambos países a convertirse respectivamente en el estado 51 de los EEUU, y de la Argentina industrial y profunda a ser el municipio militar y minero más austral de Washington.

Pero ambos países abundan en vendepatrias bien encumbrados, aunque los de ellos son menos ruidosos.

Aún si el asunto se resuelve a favor de reabrir la PIAP, habrá que discutir con los canadienses quién se queda con su primer «batch» de producción. Atkins Realis, la firma de ingeniería a cargo de construir las CANDU, necesitará al menos 1000 toneladas para su primer Monark. Nosotros necesitamos 600 toneladas para Atucha III CANDU, y casi 30 más por año para mantener en marcha las dos Atuchas y Embalse.

Pero la PIAP, aunque da un producto de una pureza mayor que la que tenían las plantas canadienses, tiene una capacidad teórica de 200 toneladas/año. Ojo, en la práctica nunca fueron más de 180, ya que tuvo el honor de ser clausurada por Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Mauricio Macri y ni hablar del presidente actual. Con tanto «stop and go», la enorme instalación rara vez pudo alcanzar su punto óptimo de funcionamiento.

Habrá que negociar bastante. Ellos se están llevando cantidad de cerebros nucleares argentinos, y vienen (de la mano de Eurnekián) por nuestro uranio. Algo van a tener que dar a cambio. Nosotros podemos transferir a los canadienses nuestra tecnología de amoníaco, superior a la que tenían ellos de sulfuro de hidrógeno, tal vez cobrando en ampliación de planta. Eso se verá.

Para citar al Eternauta, versión original de 1957, este acuerdo, por más que no sea más que una declaración de intenciones, le va a caer como un tiro en la rodilla a los cascarudos, manos, gurbos, hombres robot y Ellos infusos en al menos tres cancillerías, incluido el Palacio San Martín. Pero la energía nuclear está renaciendo en todo el mundo, la Argentina es la mayor potencia mundial en reactores de investigación, y proveedor internacional de componentes CANDU.

Y estas plantas de uranio natural y agua pesada rivalizan incluso con las 26 grandes PWR chinas, que son de tres marcas bien distintas y requieren enriquecido. Justamente porque funcionan con uranio natural, las CANDU son el tipo de máquina nucleoeléctrica que más se está construyendo en el mundo.

Daniel E. Arias

La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) firmará esta semana con la empresa canadiense Candu Energy un acuerdo para reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada en Neuquén. Se trata de un memorando de entendimiento (MoU) en el que la contraparte canadiense asegurará el financiamiento para reactivar la planta.

El memorando establece algunos lineamientos generales de una negociación que avanzará en los próximos meses para arribar a contratos definitivos. La planta es propiedad de CNEA y está operada por la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), una sociedad conformada entre la CNEA y la provincia de Neuquén, que tiene la mayoría accionaria.

Según el acuerdo que las partes suscribirán el jueves en Buenos Aires, Candu Energy se compromete a conseguir el financiamiento para reactivar la planta, que por su capacidad de producción es la más grande del planeta y es única en América. A cambio, la CNEA pagará con la producción y entrega del agua pesada.

La PIAP tiene una capacidad nominal para producir 200 toneladas de agua pesada por año, distribuida en dos líneas de producción de 100 toneladas cada una. No esta definido aún si la intención es reactivar una sola linea o toda la producción.

«Las líneas comparten equipos en ciertas etapas del proceso. Cada línea tiene una capacidad de diseño de 100 toneladas año, lo que te da 200 en total. Sin embargo, se toma un valor de 80 toneladas anuales por línea en función de los datos históricos de producción real«, apuntó una fuente conocedora del sector.

Demanda de agua pesada

Ubicada en la localidad de Arroyito, sobre el margen izquierdo del Río Limay, la PIAP dejó de operar en 2017 y se encuentra desde entonces en estado de conservación mínima por falta de demanda doméstica e internacional. Sin embargo, Candu Energy proyecta que se necesitarán miles de toneladas de agua pesada si en Canadá se avanza en la construcción de nuevas centrales de diseño CANDU.

El agua pesada es el nombre coloquial del óxido de deuterio. Los reactores CANDU utilizan uranio natural como combustible y agua pesada como moderador de la reacción en cadena y refrigerante.

Como este insumo prácticamente no se agota durante la vida útil de la central nuclear y las empresas operadoras suelen tener algún stock de agua pesada en caso de pérdidas marginales, la demanda suele estar atada a la aparición de nuevos proyectos nucleares.

En paralelo, la industria electrónica también será otra fuente de demanda de óxido de deuterio. Los mercados que demandan deuterio para usos no nucleares incluyen la fabricación de semiconductores, pantallas OLED y fibra óptica, así como los sectores de ciencias biológicas y ambientales.

Los planes de Candu

Candu Energy, la compañía canadiense dueña de los derechos comerciales de la tecnología CANDU y que forma parte del holding Atkins Realis, esta avanzando en el diseño de un reactor de 1000 MW de potencia, el CANDU Monark.

Como cada reactor Monark demandaría 1000 toneladas de agua pesada, la empresa busca asegurar la provisión del producto en caso de que se construyan reactores de este tipo. La provincia de Ontario proyecta que necesitaría 18.000 MW de energía nuclear para cumplir con los objetivos canadienses de descarbonización.

El problema es que hoy no existen fuentes de producción de agua pesada a la escala industrial necesaria para un relanzamiento de la línea CANDU. Las plantas productoras que existían en Canadá fueron discontinuadas y utilizaban una tecnología considerada por la empresa como muy poco competitiva. En el plano internacional, la India es la principal productora de agua pesada del mundo, pero la empresa canadiense busca alternativas.

Es en esa ecuación en la que se inscribe el interés de Candu Energy en reactivar la PIAP, cristalizado en una visita al país que realizó el año pasado el CEO y presidente de la compañía, Gary Rose. «La tecnología de agua pesada que teníamos en Ontario no estaba a la altura de los estándares modernos. La planta argentina sí lo está. Por lo tanto, necesitamos determinar cómo puedo suministrar suficiente agua pesada para una flota de nuevos CANDU», explicó Rose.

Nicolás Deza

VIAEconoJournal