Aún no sabemos cuál fue el daño en Irán ni qué pasó con el uranio enriquecido

Cenital publica, entre otras cosas, RADAR donde aparecen interesantes artículo sobre la realidad global. En esta entrega que reproducimos aquí preguntan» qué daño tuvo finalmente Irán y dónde está el uranio enriquecido; examinamos el resultado de la cumbre de la OTAN; auscultamos el (lento) avance de la transición energética global y repasamos brevemente una encuesta en Europa sobre alineamientos geopolíticos».  

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¿Qué quedó del programa nuclear de Irán?

Ahora que el cese al fuego entre Israel e Irán parece estar funcionando, la pregunta que dominó la semana fue: ¿cuál fue el daño sobre las instalaciones nucleares? ¿Pueden Benjamín Netanyahu y Donald Trump estar tranquilos de que destruyeron buena parte del programa nuclear? Aún queda mucho por conocer y estamos lejos de tener una estimación independiente y objetiva, idealmente de la OIEA. 

Hasta acá tenemos dos versiones. 

  • Por un lado, la CIA estima que a Irán le podría llevar “años” reconstruir las facilidades que fueron destruidas. Fox News también abonó esta versión. 
  • Por otro lado, distintos medios como CNN, el New York Times, o Reuters, dieron a conocer una estimación clasificada de cinco páginas elaborada por la Defense Intelligence Agency (DAI). El reporte indica que el ataque retrasó el programa nuclear de Irán entre uno y dos meses en el escenario más optimista y menos de un año en el más pesimista. 

Cercano a esta segunda estimación se encuentra el Jefe de la OIEA, Rafael Grossi, quien en una entrevista con CBS News ayer sugirió que Irán podría montar unas cuantas cascadas de centrífugas “en cuestión de meses” o “incluso en menos tiempo”.

¿De dónde sale la métrica para hablar de meses? De una línea de base histórica. Como explica Jeffrey Lewis, director del Programa de No-proliferación del Este de Asia del James Martin Center for Nonproliferation Studies, Irán ha podido, históricamente, instalar entra una y dos cascadas de centrífugas por semana (una cascada es un conjunto de centrífugas, más o menos 170). El cálculo de Lewis es que Irán podría instalar una planta de reemplazo similar a la de Fordow en menos de tres meses y comenzar nuevamente a enriquecer uranio.

Más allá de la reconstrucción nuclear de Irán, hay dos interrogantes más:

  • ¿Dónde están los casi 400 kilos de uranio enriquecido? No lo sabemos. Es difícil pensar que desaparecieron en los ataques de EE. UU. Se pueden haber perdido una parte, pero cuesta pensar que se perdió todo. Lo más probable es que estén escondidos y a salvo en algún lugar desconocido. De ser así, la amenaza nuclear de Irán seguirá siendo un problema sin resolver para el gobierno de Israel y la comunidad internacional en general.
  • En su entrevista, Lewis señala que también es probable que Irán tenga instalaciones nucleares de las cuales desconocemos su existencia o solo tengamos sospechas leves o infundadas.

Mi conclusión parcial:

Capacidades e intenciones no son sinónimos. La OIEA puede medir cuántas centrífugas giran, pero no puede leer la mente de Teherán. Técnicamente, tener uranio enriquecido al 60 % no tiene sentido civil alguno: ese grado de pureza solo abre camino a una cosa, y no es generar electricidad.

De allí a concluir que, si un bombardeo dañó instalaciones, también se han desinflado las ganas de construir una bomba, hay un salto de fe que ni la mejor inteligencia puede justificar. Más bien, podríamos estar ante un curioso fenómeno de retroceso tecnológico con un avance simultáneo de la voluntad estratégica: las máquinas paradas, pero la ambición intacta.

Si creías que el último episodio de “Israel-Irán: el conflicto final” había cerrado el telón, mejor tómate esto como un simple descanso: la próxima temporada podría traer más giros de guión.

Cumbre de la OTAN: a los pies de Trump

El 25 de junio pasado tuvo lugar la cumbre de la OTAN en un contexto global cargado de intensidad geopolítica. Las fricciones entre Trump y el norte global se mostraron días antes del 25, cuando en la cumbre del G7 Trump señaló sus diferencias con el bloque (un funcionario canadiense se refirió a la organización del encuentro como “preparando la alfombra roja para Godzilla”). Pero la cumbre de La Haya parece haber sido una obra unipersonal en la que casi todo giró en torno a Trump. ¿Qué cosas nos dejó el encuentro de la OTAN más allá de la auto-humillación a la que se sometió su secretario general Mark Rutte llamando “daddy” a Donald Trump?

Una declaración sin principios. Como señala Andrew Corbett del King ‘s College, en todas las declaraciones de la OTAN desde 2022, el grupo invocaba su adhesión al derecho internacional y a los propósitos de la Carta de la ONU. No fue el caso en esta ocasión. Nadie quiso irritar a Trump con reglas y principios del derecho internacional. Esto ya se pudo ver durante el ataque de Estados Unidos a Irán y en la gimnasia con que los líderes europeos evitaron cuestionar la acción de Trump. “Estados Unidos está actuando para aliviar (la) amenaza”, dijo Keir Starmer. El ataque es un paso “en la dirección correcta”, señaló Emmanuel Macron. Israel está haciendo “el trabajo sucio”, observó Friedrich Merz. ¿Legalidad? A donde vamos, no necesitamos legalidad sino tener “las cartas”, como le gusta decir a Trump.

Sin solución para la guerra en Ucrania. La cumbre de la OTAN no fue para estudiar la supervivencia de Ucrania sino para asegurar la supervivencia de la OTAN misma. El comunicado destaca la amenaza a largo plazo que presenta Rusia y la necesidad de apoyar a Ucrania, no hay una hoja de ruta, ni una negociación en marcha, ni siquiera una condena a Moscú. Parece claro que Trump juega al desgaste de Ucrania y a la necesidad de aceptar la realidad en el terreno; esto es que Ucrania acepte perder cerca del 10% de su territorio. 

Una Europa más comprometida con el gasto militar. Los miembros de la OTAN acordaron elevar el gasto militar al 3.5% del PBI, además de un 1.5% en infraestructura de uso dual, un rubro que seguramente traiga mucha contabilidad creativa. Se espera, entonces, que hacia 2035 todos los miembros de la OTAN gasten el 5% del PBI en defensa, algo que España se negó a aceptar. Claramente, Europa dio una señal costosa en términos de cuánto valora la alianza y cuánto valora la presencia de Estados Unidos en la agrupación. De hecho, algunos hablan de un acuerdo “5 x 5”: Europa aumenta el presupuesto a un 5% del PBI y Estados Unidos mantiene su compromiso con el Artículo 5 de la OTAN, que establece que el ataque a un miembro será interpretado como un ataque a toda la alianza.

Un respiro parcial. Europa aseguró, al menos por ahora, la continuidad de la alianza transatlántica. Pero la relación con Washington no se despliega sobre una sola dimensión, la estratégica, sino sobre otras dos dimensiones que no dan señal de convergencia: la guerra comercial, inspirada en el nacionalismo económico, y la divergencia entre valores liberales y antiliberales presente a ambos lados del Atlántico.

SONAR

Clima: entre la transición, la seguridad energética y la seguridad nacional

La semana pasada se dio a conocer el Statistical Review of World Energy que publica el Energy Institute anualmente desde 1952. En este SONAR, me gustaría repasar los principales números del informe para luego hacer una reflexión acerca de hacia dónde vamos en materia de transición energética.

Siendo estrictos, la transición no comenzó. En 2024, el petróleo, el carbón, el gas, nuclear, hidro, eólica y solar, todas las fuentes registraron incrementos. El mundo aún está en modo “acumulación” antes que “transición”. Sí, las renovables crecen a un ritmo mayor que los combustibles fósiles, pero el petróleo aún satisface el 34% de la demanda total de energía y todos los fósiles juntos rondan el 80% del consumo global. 

Las emisiones de carbono aumentaron 1%. El número uno en emisiones sigue siendo China, dando cuenta de un tercio del total de emisiones. Junto con la India representan el 62% del incremento de emisiones a nivel global. Se habla, sin embargo, de que China estaría llegando a su pico de demanda de petróleo. En Estados Unidos y en Europa, en cambio, las emisiones bajaron.

El mundo se está electrificando. El ritmo es más lento del deseado, pero en 2024 la demanda de electricidad creció 4%, por encima del total de demanda de energía. El “pero”: la mitad de este crecimiento viene de China, que duplicó su stock de energía solar en dos años. Hoy las tasas chinas no son de crecimiento, son de renovables: en 2024 agregó el doble de lo que agregaron Estados Unidos, Europa y la India juntos.

La producción de gas sigue creciendo. Estados Unidos, Rusia, Irán y China dieron cuenta del 53% de la producción global. China pasó de ser el sexto productor en 2015 al cuarto el año pasado. Lo que produce satisface el 56% de su demanda doméstica.

China sigue siendo adicta al carbón. El mundo consume más carbón que en 1960; pero el grueso de esta demanda es china (67% de la demanda global), seguida por la India. Esto coloca a China en los extremos del marrón y del verde: demanda más carbón que el resto del mundo combinado, pero también produce más renovables y vende más autos eléctricos que el resto del mundo. El jueves pasado, Xiaomi lanzó la pre-venta del YU7, un auto eléctrico deportivo. En 3 minutos vendió 200 mil autos.

El renacer nuclear viene lento. El sector nuclear aumentó 3% para satisfacer poco más del 5% de la demanda global de energía. No está mal si consideramos que la generación proveniente de la energía solar y eólica aumentó del 13 al 15%, un punto menos. El “pero”: dos tercios del incremento vino de Francia y Japón, que volvieron a poner plantas en servicio. 

Los minerales crecen y bajan. La minería de tierras raras creció un 3.2%. China dio cuenta del 74% de la producción global y del 48% de las reservas mundiales. La producción de litio creció 16%. Aunque Chile concentra el 23% del mercado mundial, la producción en la Argentina creció 109%. El “pero”: los precios globales cayeron en 2024: el carbonato de litio cayó 69%, el grafito 26% y el cobalto 23%. Aún se aprecia volatilidad y dificultades en encontrar un equilibrio entre anticipación de demanda y capacidad productiva.

¿Qué significa esta tendencia?

Hasta acá el ritmo global. ¿Cómo poner estos números en el contexto más amplio de la política mundial? El dato más significativo es la erosión de un orden global y el aumento de la fricción geopolítica que reconfigura las preferencias políticas en las principales capitales del mundo. Hoy tenemos guerras con misiles y guerras con tarifas. También está la guerra cultural. Venimos de la guerra contra el terrorismo. Y antes contra las drogas. Claro que nada está resuelto, pero seguimos haciendo guerras, simbólicas y materiales. 

“Siempre fue así”, me dirán. Sí, la guerra integra el repertorio que los humanos tenemos para hacernos daño más o menos desde que dejamos de ir de un lado a otro y comenzamos a quedarnos quietos unos 10 mil años atrás. Lo importante, sin embargo, es la variación. El año 2005 fue el año con menos muertes por conflicto desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, según datos del Uppsala Conflict Data Program. Pero el año pasado, hubo 61 conflictos en donde al menos uno de los actores era estatal, el mayor número desde 1946.

Agreguemos a este cuadro otras disrupciones globales, incluyendo la pandemia o eventos climáticos, y lo que tenemos es que el sistema de energía global ha tenido que enfrentar disrupción de la cadena de suministros, escasez de aprovisionamiento, precios récord de energía y volatilidad de los mercados globales. ¿El resultado? La preocupación por la transición energética, impulsada por el cambio climático, pasó a estar más asociada con la necesidad de garantizar seguridad energética a través de mayores niveles de independencia y resiliencia frente al conflicto y la incertidumbre global. 

El resultado, al menos hasta acá, es que, año tras año, las grandes potencias evitaron importar combustibles al reemplazarlos con renovables. China evitó importar cerca de 87 exajulios en los últimos cinco años, una cantidad mayor que el consumo energético total de Europa en 2024. Europa y Estados Unidos también se beneficiaron en este tiempo: Europa dejó de importar unos 63 exajulios y Estados Unidos unos 34.

¿Cuál es el otro lado de la moneda? Que la competencia estratégica y la conflictividad geopolítica están desviando la atención lejos del imperativo climático. Tomando datos del primer semestre de 2025, Fernando Martín Espejo, del Global Trade Alert, señala que algo se está quebrando en el consenso verde de Occidente. Los datos del New Industrial Policy Observatory (NIPO) muestran que, en lo que va de 2025, las economías occidentales han pisado el freno en políticas industriales orientadas a la transición climática. Donde antes dominaban términos como “hidrógeno”, “eólica” o “vehículos eléctricos”, hoy mandan otros dos: seguridad nacional y geopolítica.

Las cifras son elocuentes: sólo 34 medidas industriales verdes en Occidente entre enero y junio de 2025, casi la mitad de las 62 registradas en el mismo período de 2024. Mientras tanto, el volumen total de políticas industriales se mantiene alto. No es que los gobiernos hagan menos política industrial; simplemente están redireccionando prioridades.

La tendencia es clara: en 2023-2024, sólo el 22% de las políticas industriales en Occidente se justificaban por motivos geopolíticos o de seguridad. Hoy, esa proporción se disparó al 54 %. En cambio, las medidas motivadas por objetivos climáticos cayeron al 15 %, superadas incluso por las enfocadas en competitividad económica.

No todo el mundo está en la misma página. Los países no occidentales, aunque también sienten el tirón de la seguridad nacional, no han recortado tanto sus políticas climáticas. Más bien al contrario: pasaron de dedicar un 13 % a objetivos verdes a un 20 %. Para ellos, la transición verde sigue siendo una oportunidad estratégica.

¿El riesgo? Una agenda climática mundial cada vez más fragmentada. Si cada país prioriza sus intereses geopolíticos, los proyectos verdes pierden escala, se diluye la coordinación y la transición energética global podría ralentizarse. En suma, el clima empieza a perder terreno en el tablero industrial occidental. Y eso, en un mundo cada vez más geopolítico, es una señal preocupante.

ESCRITORIO

Trump’s European Revolution es un policy brief del European Council on Foreign Relations (ECFR) de la semana pasada, basado en una encuesta a 16.440 europeos (mayo 2025, 12 países) que examina cómo la reelección de Donald Trump está redefiniendo no solo la política estadounidense, sino también las identidades políticas y las actitudes geopolíticas en Europa .

Entre los hallazgos más notables:

  • Transformación de los partidos políticos. La extrema derecha europea se ve cada vez más como la vanguardia de un proyecto “revolucionario” alineado con Trump, mientras que partidos tradicionalmente centristas se reinventan como nuevos “soberanistas” europeos dispuestos a defender su autonomía frente a Washington .
  • De proyecto de paz a proyecto de guerra. Una mayoría significativa de encuestados apoya aumentar el gasto en defensa, reintroducir la conscripción y desarrollar disuasivos nucleares propios; y aún estarían dispuestos a seguir apoyando a Ucrania si Estados Unidos los abandona .
  • Paradojas europeas. Aunque casi todos ven la elección de Trump como “mala” para Estados Unidos, sus propios países y la paz mundial (mayorías absolutas en Dinamarca, Alemania, Portugal, España, Suiza y Reino Unido) , mantienen una relativa confianza en la fiabilidad de las garantías de seguridad estadounidenses y en que Estados Unidos volverá tras el mandato de Trump. Al mismo tiempo, dudan de que Europa pueda alcanzar la autonomía estratégica a tiempo y optan por “comprar tiempo” mediante apoyo a Ucrania como sustituto de tropas estadounidenses. 
  • La diagonal partidaria. Si mirás el gráfico de abajo, vas a ver una diagonal que organiza a los partidos a partir de dos dimensiones: creencias de que el sistema político de Estados Unidos (no) funciona bien y creencias de que Trump (no) es bueno para sus ciudadanos. Hay dos cuadrantes casi vacíos: pensar que el sistema está roto pero Trump es bueno para los ciudadanos y pensar que el sistema funciona y Trump es malo para los ciudadanos. Los partidos de derecha extrema creen, básicamente, que todo está bien en Estados Unidos, tanto el sistema como su liderazgo. Los partidos, en cambio, coinciden en señalar lo disfuncional que es el sistema político como su líder. 

Federico Merke

VIACenital