CNEA, Candu Energy y Conuar charlan de reactivar la PIAP. Análisis y propuesta de AgendAR

La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de Argentina, Candu Energy Inc. (empresa canadiense) y CONUAR (empresa argentina) están involucradas en una cooperación para el suministro de agua pesada y el desarrollo tecnológico en el ámbito de la energía nuclear, especialmente en el uso de reactores CANDU. Esta colaboración se basaba hasta ahora en un Memorando de Entendimiento (MOU) que busca fortalecer la capacidad argentina en la producción de agua pesada y la transferencia de tecnología, crucial para los reactores CANDU.

El acuerdo entre las 3 empresas para reactivar la PIAP en Neuquén y colaborar en el desarrollo de capacidades tecnológicas, incluye transferencia de tecnología: además de comprar agua pesada, Candu Energy podría replicar la PIAP acá y en Canadá.

Propuesta de AgendAR:

Anticipo inevitable de nuestra propuesta: Cuando algo parece demasiado bueno, generalmente no lo es.

Hay que ir a la historia. Primero, desde 1962 y particularmente desde 1974, los EEUU a declararon la guerra diplomática a todo programa de fabricación de agua pesada en su área de influencia. Lograron que el principal productor, usuario y exportador mundial de agua pesada, Canadá, cerrara sus dos plantas en Bruce, Ontario.

Eran las mayores del mundo, y sumaban 1600 toneladas/año de producto.

¿Cuál es el «affectio societatis» de Canadá para con la Argentina? La provincia nuclear canadiense es Ontario, y no tiene mucha tracción sobre el centro del país, lleno de petróleo y gas, y menos sobre la capital nacional, Ottawa. Pero Ottawa empieza a estar podrida de los matoneos de Trump de transformar a Canadá en su estado 51.

Estas cosas los giles se la toman como de quien viene, pero no así los canadienses.

Tienen sus razones. Desde el siglo XVIII militaron en 4 guerras contra los EEUU. Pudo haber una quinta y peor antes de la crisis económica de 1929. El Ejército y la Marina de los EEUU ya tenían 5 posibles planes de ataque en estudio, y tropas motorizadas acantonadas en las fronteras para tomar Halifax, Toronto, la Columbia Británica, los Grandes Lagos, el estuario del San Lorenzo, y el Canadian Pacific Railway, el ferrocarril que vincula el Atlántico con el Pacífico canadienses.

El objetivo era aislar por mar a Canadá de Gran Bretaña. Con eso los EEUU habrían ganado un combo de carbón, petróleo, gas y recursos hidroeléctricos como no los hay en todas las Américas. De paso, se quedaban con las tierras enormemente fértiles de Manitoba, Saskatchewan y Alberta. El Reino Unido, que todavía trataba a Canadá como una fuente de naturaleza cruda, es decir una colonia, se habría visto en problemas.

Si EEUU se quedaba al menos con el sur de Canadá, se habría vuelto de inmediato el más poderoso imperio económico del mundo. El gran problema era que los canadienses no querían cambiar un amo lejano y distraído por otro mucho más vecino y acuciante. Y aunque tenían un quinto de la población estadounidense, estaban al tanto y preparados para atacar.

La miseria popular posterior al crack económico del ’29 en EEUU forzó a Franklin Roosevelt a serrucharle las patas al proyecto. Luego la resurgencia militar de Alemania y Japón le aconsejaron ponerse a Canadá -y a Gran Bretaña- de aliados y no de enemigos.

Pero hoy, con un Reino Unido empobrecido y sin más palanca que la que le dan sus armas nucleares, hay otras causas de enfrentamiento entre Canadá y EEUU. Paradójicamente, están todas ligadas al cambio climático, que según el presidente Donald Trump no existe.

La principal es la apertura del Pasaje del Norte por la deglaciación del Polo Norte. Eso permite por primera vez la navegación desde el Sudeste Asiático a las costas atlánticas americanas y europeas. y además con barcos de mayor tonelaje que los que admite el canal de Panamá, que se está secando. Y por último, sin las dos o tres semanas de espera frente a las costas hasta recibir la autorización de entrada. El viaje de Shangai a Europa, África y Sudamérica Atlánticas se acorta alrededor de 5000 km.

EEUU quiere controlar el Pasaje del Norte, como modo de cobrale peaje a China, y de estrangularla si se van al choque contra China por la posesión de Taiwan. Pero esas aguas polares están nominalmente bajo control canadiense.

Cuando Trump dice que quiere anexar a Canadá no está jodiendo, está hablando con el subconciente al aire (según su costumbre) de un runrún geopolítico constante del State Department. Y esta cancillería tiene planes permanentes, sin importar si el presidente es demócrata, republicano o un frontalizado que habla de más.

Hay otra causa menor que empuja a EEUU a querer zamparse todo lo que puedan de Canadá. Mientras existan plantas CANDU en Ontario, a EEUU le será muy difícil vender una Westinghouse o una GE de 300 MWe en el país de la hoja de arce, así como en el Sur Global. Primero, porque las plantas chicas son buenas para países sin industria ni cultura nuclear, o para ubicaciones geográficas tan aisladas que no pueden integrarse a una red nacional. Las últimas CANDU construidas fines de los ’80 Darlington, Ontario, ya andaban por los 850 MWe.

La otra causa es que las CANDU son un 50% más baratas, y sin embargo mejores.

NOSOTROS Y ELLOS

La experiencia de construir con Canadá nuestra única CANDU, Embalse, en Córdoba, fue bastante traumática, y por condiciones de contorno geopolítico. El 21 de mayo de 1974 Indira Gandhi había sorprendido al mundo con la explosión de su bomba nuclear «Smiling Buddha». El plutonio para su construcción había salido de un reactorcito de 40 MW llamado CIRUS, suministrado a la India por Canadá y EEUU, y sin salvaguardas del OIEA.

Henry Kissinger aprovechó la oportunidad para culpar a Canadá y exterminar las exportaciones de centrales CANDU a países medianos como el nuestro. Washington apretó a Ottawa para que su firma nuclear, AECL, incumpliera condiciones contractuales de entrega de componentes críticos y las de transferencia de tecnología.

Causaron tantas demoras que les tuvimos que romper el contrato y terminar la central cordobesa solos. En materia de disponibilidad, Embalse ha sido desde el vamos la mejorcita que tenemos. Nunca sufrió desperfectos que la discapacitaran. Las alemanas sí, y como SIEMENS se borró de garantías, hubo que repararlas a escote de la CNEA y NASA.

La próxima canadiense, una Monark de 1000 MWe, CANDU Energy la quiere construir con ayuda argentina. ¿No es el mundo al revés? Fuera de la India, país con el que Canadá no tiene relaciones nucleares desde 1974, hemos devenido por pura necesidad -tarde o temprano todosnuestros proveedores nos fallutearon- en el tercer país más afilado en centrales nucleares de uranio natural y agua pesada.

Lo cierto es que ellos nos necesitan más que nosotros a ellos. CANDU Energy hoy es una empresa residual, lo que quedó de la vieja AECL que construyó las 17 CANDU todavía operativas, las 8 retiradas de servicio prematuramente, y las 17 que se exportaron.

Mal que les pese, tenemos RRHH de igual calidad que ellos, aunque mucho menores en cantidad, y una cadena de provisión de componentes de centrales de 160 empresas privadas, que logró mantenerse a flote gracias a la terminación de Atucha II y al retubamiento de la cordobesa Embalse.

Canadá dice querer 6000 MWe nucleares nuevos antes de, pero siguiendo las curvas demográficas proyectadas, podrían ser 18.000. Si la rugosa realidad confirma alguno de estos extremos o algún número intermedio, no podrán jamás llenar semejantes vacíos de potencia con centralitas de 300 MWe, ya se trate de las Westinghouse o las GE.

A lo sumo tienen sentido en los Northern Territories, Yukon, Northwest y Nunavut, ese 40% de Canadá hundido en el círculo polar y donde vive el 0,5% dela población. Allí las centrales chicas pueden servir para crear islotes de electricidad en minas de diamantes o de oro. En el Canadá sureño, industrial y con 40 millones de pobladores en red unificada, las necesidades son otras.

Las PWR y BWR serían la primera adquisición en 60 años de Canadá a los EEUU, y de yapa experimentales, todas FOAK, «First of a Kind», ergo sin probar. Canadá vino diseñando, construyendo y exportando CANDUs desde 1962, y sus centrales funcionan bien y sin accidentes en 7 países.

No se puede decir lo mismo de los diseños nucleares estadounidenses. Ostentan una fundición de núcleo en Three Mile Island 1 en 1987, una planta de Babcock & Wilson, seguida por 3 fundiciones y un incendio masivo de combustibles, eventos mucho más espectaculares y dañinos. Los protagonizaron 4 unidades GE-MK 1 en Fukushima, Japón, en 2011.

Pero Trump les recordó a los canadienses que es mejor no comprarle nada a un vecino que quiere comprarte el país, como quien compra una estancia. En lugares nada nucleares de Canadá, como la Columbia Británica, los supermercados y negocios ponen carteles de «Made in USA» en las mercancías, para que los clientes las boicoteen sin infracción de los acuerdos de libre comercio. Y la población los evita con particular alegría.

El gobernador de Ontario la tiene difícil. Decide qué tipo de centrales pone y adónde. Firmó con GE-Hitachi la compra de 4 centralitas de 300 MW para los complejos nucleares de Bruce y Darlington, por un total de 1300 MWe.

Pero eso fue una agachada ante los EEUU y no es nada frente a lo que quiere instalar: otras 5400 MWe nuevas, todas CANDU, en los mismos sitios. Si la actual rampa del nacionalismo habitualmente tibio de los canadienses persiste, hoy se le pueden apostar algunas fichas al renacimiento de su tecnología nuclear nativa, y a que vengan aquí a ver qué se llevan.

Máxime cuando además de pretender 5400 MWe CANDU, tienen 8 otros CANDUs viejos cerrados, mayormente al cuete, y que restan 3181 MWe a devolver a la red. Y eso sin contar los retubamientos a hacer a viejos clientes, como China, Corea y Rumania.

En suma, Bruce Energy y su empresa matriz, Atkins Realis, están sobredemandados en provisión de partes y RRHH calificados. Durante el «apagón nuclear» de los ’90, causado en parte por los ecologistas y por presiones del State Deparment (extraño casorios), cerraron decenas de empresas proveedoras y mandaron a jubilación a miles de ingenieros y técnicos expertos en construcción y montaje.

Caso insólito, AECL, estatal y de bandera, que construyó 44 CANDU en 7 países, se vendió por sólo U$ 11 millones como división nuclear de Lavalin, una constructora privada de shoppings, hoteles e infraesctructura. Lavalin luego fue comprada por la vieja petrolera Atkins, y pasó a llamarse Atkins Realis. CANDU Energy es una subempresa de una subempresa.

No estamos hablando con los patrones, y estos se dedican a demasiadas cosas y no saben muy bien qué corno quieren, ahora que les explicaron el átomo. ¿Comprar yanqui o comprar local? Como sea, Trump les está dando una ayudita en la dirección correcta. Y los tipos están forrados.

Canadá no es el primer país en hacer «sepukku» industrial y tecnológico para complacer al State Department. Pero tuvieron que hacerlo. A una larga ringla de Secretarios de Estado, las centrales CANDU les estaban desordenando el gallinero. Por un lado, al carecer de recipiente de presión y de paradas de recambio de combustible, tienen un «uptime», tiempo libre de paradas, mucho mejor que las PWR y BWR yanquis.

Queman uranio natural, más barato que el enriquecido, y como hay uranio en casi todos los países, la autoprovisión está asegurada. Además, al carecer de recipiente de presión, una pieza de forja carísima, son un 50% más baratas. Y estadísticamente vienen siendoi las más seguras del mercado mundial.

Económica y políticamente, en los ’60 y ’70 las CANDU estaban robándole mercado a los EEUU, y desacatando la «fatwah» del State Department sobre el combo uranio natural + agua pesada. Todo lo cual resultó intolerable.

Y no sin consecuencias. Quien haya conocido el mapa de empresas nucleares canadienses desde los 60 a los 80 hoy no reconoce ningún nombre. Las gigantes estatales o provinciales como AECL, Ontario Hydro y Québec Hydro, fundieron. Y su cadena de proveedores han venido siendo reemplazadas a la que te criaste por decenas de start-ups. El canadiense es un programa nuclear fragmentado.

Y lo que desapareció definitivamente es la capacidad nacional de producir agua pesada. En el complejo de Bruce tenían 1600 toneladas garantizadas por año, pero «cuesta abajo en su rodada», sus propios dueños las demolieron. ¿Alguno dijo «sepukku»?

De modo que hoy, cuando tratan de salir de la tumba que se cavaron por obedientes, los canadienses se vienen aquí pidiendo agua por señas. Agua pesada, se entiende.

Mire, lector/a, si Ud. sustituyera por agua común las 500 toneladas de agua pesada de Embalse, o las 400 de Atucha I, o las 700 de Atucha II, las máquinas se pararían inmediatamente por extinción de fisión nuclear autosostenida. El uranio natural es poco reactivo, y el agua pesada, con deuterio en lugar de hidrógeno, le da una patadita extra de neutrones térmicos. Ése es el modo de que su magro contenido de uranio 235 (apenas el 0,71%) genere una reacción en cadena sostenida y controlada.

Nosotros tenemos una planta de sólo 200 toneladas/año, la mentada PIAP. Por presiones de vaya a saber qué embajadas, Alfonsín y Menem atrasaron 14 años su inaguración, luego pasó más tiempo cerrada que en operaciones gracias a De la Rúa, Duhalde, los cinco presidentes de puerta giratoria cuyos nombres uno no busca siquiera en Wikipedia, y luego Macri, el Beto Fernández y esta cosa actual.

Se puede decir que Canadá copió la historia nucleoeléctrica del resto de Occidente, en su conjunto más similar a Cancha Rayada que a Maipú, una lenta y estúpida tragedia que nos incluye. Pero aunque nos patearon la escalera las misma cancillerías, incluida la propia, los canadienses se rompieron más huesos que nosotros, porque cayeron desde bastante más alto.

La publicación de las dos reuniones ya sucedidas entre la cúpula anterior y la actual de la CNEA y de Nucleoeléctrica Argentina con CANDU Energy no despeinó a los medios, pese a que la dio Nicolás Deza. Nicolás conoce el paño, sabe qué puertas tocar y no macanea. La indiferencia de otros medios viene del mucho ruido político de fondo, y del escepticismo generalizado sobre todo plan tecnológico de esta administración nacional.

A la del Beto Fernández tampoco se le podía creer ni el saludo. Casi finalizando su presidencia, y ante la insistencia infatigable de Adriana Serquis, presidenta de la CNEA, firmó con ENSI, la empresa estatal neuquina de servicios petroleros y propietaria del 49% de la PIAP, que la planta se pusiera nuevamente en marcha con fondos propios en 25 meses. Onda, salía con fritas en 2023.

Pero Neuquén es un emirato petrolero con elecciones, y en general sus autoridades son unánimemente ignorantes de para qué sirven la PIAP o el agua pesada. Sergio Massa, delfín de Fernández y exmilitante de Alsogaray, presidió aquella reunión con una cara de culo que le llegaba a las rodillas. Puso la cara, pero jamás un mango. Hoy trabaja para Greylock Capital Managements, fondo buitre acreedor de la Argentina. Regresó a la querencia.

Por las dudas nadie se atreve a proclarmar «PIAP IS BACK!» Visto y considerando todo, AgendAR prefirió atajarse y averiguar más.

De parte de CANDU Energy, creemos que el pedido de ayuda viene en serio. Nuestra PIAP se quedó virtualmente sin ingenieros, y viene siendo mantenida desde 2017 pese al clima, la corrosión y la indiferencia de su copropietario con el esfuerzo de unos 90 técnicos calificados que se atrincheraron en ella y cobran cuando pueden. No obstante, es excelente.

Siempre que la CNEA la recauchutó y se la dejó trabajar, produjo agua pesada de mejor pureza que las gigantescas y difuntas plantas canadienses de Bruce, un 99,97 inalcanzable para otras instalaciones con sistema Girdler, de sulfuro de hidrógeno. Nuestra PIAP, con una capacidad teórica de 200 toneladas/año, es mucho menor en módulo y con una tecnología química distinta. El nombre de la nuestra es «proceso isotérmico de amoníaco-hidrógeno» y su producto es realmente el mejor del mundo.

La PIAP mantuvo en marcha nuestro exiguo parque nuclear de sólo 3 centrales. Y además exportó su producto a EEUU, Canadá, la India, Alemania, Noruega, y siguen las firmas.

La demanda mundial de agua pesada es inelástica, porque faltan plantas nuevas y se requiere plata y tiempo para nuevas. Tan inelástica es que cuando Macri cerró la PIAP, el precio de la tonelada de producto saltó de U$ 300.000 la tonelada a U$ un millón, dijo en 2018 el presidente de la Asociación de Profesionales de la CNEA, APCNEAN, doctor en física Andrés Kreiner.

Pese a que hoy cada año importamos 30 toneladas de agua pesada, seguimos teniendo al cuete la mayor productora del mundo. La PIAP sobrevivió a desguace pese las presiones estadounidenses, británicas, soviéticas, rusas, belgas y holandesas. Todos estos países no tragan la tecnología CANDU, «porque es proliferativa».

Lo que es una imbecilidad total, sobre todo en boca de países con considerables arsenales nuclares propios o prestados. En realidad quieren erradicar las plantas CANDU porque te hacen independiente del uranio enriquecido. Si tus acreedores o amos geopolíticos se chiflan con vos por algún tema de deuda externa, o de pesca ilegal, o de desacato a la línea de la OTAN, no te entregan más enriquecido, te dejan en apagón, y a cantarle a Gardel.

Las plantas de uranio enriquecido, que usan agua común, son un modo de ejercer poder diplomático sobre el comprador. Si Putin se enoja en serio con los EEUU y les corta el suministro de enriquecido, 94 centrales nucleares yanquis empiezan a apagarse. Y el país también. El 20% de su producción eléctrica es nuclear.

De esos aprietes estamos exentos. Así se probó en 1981, cuando los EEUU nos rompieron contratos de provisión de enriquecido firmados en los ’50. Y el Sistema Nacional de Interconexión, muy pendiente entonces de Atucha 1, ni se enteró.

El plutonio militar no se fabrica en centrales nucleoeléctricas en ningún país del mundo. Se «cocina» en reactores plutonígenos diseñado «ad hoc». Son chicos, infernalmente más sencillos, más baratos y fáciles de esconder, o al menos de proteger bajo roca, como se está viendo en Irán.

Se los llama «production facilities» en el lenguaje milico. Con una irradiación levísima del uranio natural, que es mayormente isótopo 238, inerte, logran transmutarlo en plutonio 239 casi puro. Ése es el isótopo militarmente útil. Las «production facilities» no producen electricidad.

Los isótopos 240 y 242 del plutonio, que absorbieron exceso de neutrones, son hiperreactivos e imposibles de manejar. Si uno tratara de fabricar plutonio 239 militar en Atucha 2, habría que sacar las barras de uranio natural del núcleo de la central en menos de un día, «medio crudo». En cambio, se lo deja un año y medio, porque la idea es cocinarlo al taco, y exprimir a fondo el escaso uranio 235 que tienen, hasta que la acumulación de productos de fisión lo impida.

Usar una CANDU para propósitos armamentistas es físicamente posible, pero política y económicamente una burrada. Es como hacer compras en los pasillos del supermercado con una locomotora de vapor. No vas a llegar a los anaqueles. Y vas a llamar la atención, especialmente del OIEA, y preparate para una visita del US Marine Corps.

Hoy los canadienses nos necesitan, y ya no como clientes.

En CANDU Energy parecen dispuestos a poner la tarasca necesaria para reactivar la PIAP, y llevarse la tecnología a su país para clonar varias más PIAP más, y además comprarnos agua pesada. Y visto que retubamos Embalse sin ayuda canadiense para que llegue a una vida operativa de 60 años, no verían mal que les diéramos una manito para hacer el mismo «levántate y anda» con sus 8 centrales cerradas.

No hay otros países con centrales CANDU que puedan hacer lo mismo, salvo China, y Corea si las apuran. En contrapartida por delegarnos trabajo, los canadienses podrían darnos una mano más financiera que técnica para que construyamos un par de CANDU 6 de 700 MWe, o un Monark 1000 MWe.

Es la idea correcta en el momento incorrecto.

DESCRIPCIÓN DEL GAULEITER ATÓMICO

Por parte de la Argentina, puede desconfiarse más en estas tratativas. El gauleiter a cargo del Programa Nuclear, Demián Reidel, atravesó la carrera de física nuclear del Instituto Balseiro como tipo brillante, pero lo que sabe de ingeniería nuclear, y de los 71 años de historia atómica criolla, cabe en el reverso de una estampilla.

Ojo, el tipo es una luz, magister en matemáticas de la Universidad de Harvard y doctor en Economía de la de Chicago. Pero dedicó sus matemáticas y su vida a Goldman Sachs y JP Morgan Chase, como capo de bicicletas financieras en mercados emergentes (en mi barrio, países a exprimir).

Desde que ese mesadinerista con pergaminos llegó, el Programa Nuclear (que venía bien encaminado hacia cosas concretas, pero boqueando por inopia), ahora en cambio está de muerte. Lo que sí funciona a pleno es la máquina de anunciar triunfos y sacar conejos de la galera de las nuevas autoridades.

El constante bombo Nac & Pop de Reidel mide credibilidad en números negativos. Éste es un gobierno insospechable de todo entusiamo por la industria, la educación, la ciencia y la tecnología nacionales. AgendAR sospecha que la renuencia de otros medios a repetir la sobria noticia del colega Deza sobre el posible resucitamiento de la PIAP se debe a antecedentes y contexto, y a que viene de una estridente caterva de vendehumos financieros, verso para la gilada y coso.

Por lo demás, un memorando de entendimiento no es una cita «hot» con Scarlet Johansson. Es un cafecito, nomás, como diría Héctor «Cacho» Otheguy, el recientemente fallecido gerente general de INVAP.

Un MOU no compromete a nadie a hacer nada. De MOUS nucleares está tapizado el camino hacia la nada. Pregúntenle a New Scale, firma estadounidense que se fue a quiebra de U$ 14.000 millones. Y lo hizo con 11 MOUS firmados con otros tantos países, y con una copia ingeniosa de nuestro CAREM, que a diferencia del CAREM no salió jamás de planos.

Como adhesión de AgendAR a los anuncios demasiado gloriosos, Scarlett misma nos llamó, y suscribe. De cafecitos, nada.

Amores reales son los contratos firmados. Pero desde Macri en adelante, los que firma Argentina con el exterior en materia nuclear los hemos incumplido todos. Especialmente los de 2 centrales nuevas, una de ellas una CANDU con financiación China, ratificado en el Congreso Nacional por las cancillerías de ambos países, y suspendido definitivamente en 2018, «porque el país estaba en default».

Lo poco elegante es que eso lo hayan dicho quienes a fuerza de deudas y fugas, habían empujado al default.

Lo que hay que entender, sin embargo, es que el plan de liquidar la PIAP es muy anterior a Macri, y éste la cerró al toque de asumir, cuando estaba reparada a nuevo y lista para fabricar la carga de Atucha III CANDU.

La capacidad de posible venganza económica de este país sobre el nuestro es absolutamente inmedible, pero aún no se ha ejercido.

Como medida de la resistencia estadounidense contra la PIAP, la decisión de construirla es de 1981, pero fue tal el boicot económico contra la instalación que la CNEA logró inaugurarla recién en 1994, a 14 años de la licitación y el acuerdo con Sulzer Brothers, de Suiza. Es una obra que se podría haber terminado en 4 años, con toda la furia por U$ 300 millones.

Hoy vale mucho más, en el orden de los miles de millones. ignoramos cuánto, porque por default de Canadá se ha vuelto la mejor, además de la mayor y la única. En 2000 Domingo Cavallo la cerró, y la volvió a cerrar también con De la Rúa. Eduardo Duhalde se olvidó de reabrirla, pero no así Néstor Kirchner y luego su esposa, Cristina Fernández. Fueron redescubridores del átomo,y no tanto por peronistas como por el efecto piantavotos de los apagones.

Como sea, sus viejos méritos nucleares serán viejos. Pero no se los saca nadie.

Macri cerró la PIAP en 2017, y Alberto Fernández, si existió alguna vez como presidente, probablemente no se haya enterado de que la PIAP existe. Su delfín «in absentia», Sergio Massa, sólo la usó para sacarse la foto.

No es una casualidad que, tras la repetida amenaza de los EEUU de anexión de Canadá como estado Nro. 51, el programa CANDU canadiense esté tratando de renacer. Están hartos del vecino del Sur. Y tampoco es casualidad que nos estén pidiendo ayuda.

En conclusión, los canadienses todavía tienen activas 19 plantas CANDU y quieren reabrir 8 más, que fueron cerrando desde los ’90, la década de la hegemonía cultural, geopolítica y militar de EEUU sobre sus enemigos y sus aliados..

Como no son idiotas, reservaron la carga de agua pesada de esa flota de 10 máquinas clausuradas, y obviamente quieren renovar la que se va gastando también en las 19 operativas.

Pero necesitan ampliar su programa nucleoeléctrico y más aún, exportarlo. Para ello, necesitan plantas nuevas de agua pesada con nuestra tecnología.

Que se lleven una copia o muchas copias de la PIAP a Ontario a cambio de unos dólares para ayudarnos a poner nuevamente la nuestra en marcha, es casi inevitable. El problema puede ser que se lleven sin regreso una gran parte de nuestros RRHH en ingeniería química, que cada vez son menos.

Sin embargo, es un riesgo que vale la pena correr. Según el ing.nuclear Tulio Calderón, de INVAP, para volver a una tajada global del 20% de potencia nuclear en la torta eléctrica, en el mundo faltan unos 100.000 ingenieros especializados nuevos. Su formación de grado y de magister exige hasta unos 10 años de carrera, experiencia en instalaciones reales, pasantías en el exterior y más de U$ 500.000 por cabeza (eso, en Argentina, afuera es todo mucho más caro).

Del resto de nuestro viejo Plan Nuclear, salvo por la terminación del reactor RA-10 en Ezeiza, una máquina de hacer radioisótopos y plata, el presidente de nuestro presidente cumple órdenes de no dejar que resucite nada. Aunque lo hace al modo cirquero y triunfalista que caracteriza su gestión. Pero eso ya está sucediendo más discretamente por hambreamiento desde 2016.

Sólo que ahora es un «a los botes» general. Ése es el marco geopolítico de la noticia: hay chamuyo con Canadá. Para contratos, que son amores, se tiene que ir la actual murga presidencial. Luego, se verá.

Por ahora, sólo tenemos a nuestro favor a Donald Trump. Como anda sin filtro y cada vez más bocón, aterroriza a Canadá y tal vez lo obligue a no ser de ningún modo el estado 51 de nadie.

QUÉ HACER, como dijo uno.

Nuestros artículos nucleares ahora terminan siempre con una propuesta. Ahí les va:

El único modo de retener los RRHH nucleares argentinos es la construcción «en flota», es decir cada una con entre 2 y 4 unidades, de nuevas centrales CANDU en el predio de las Atuchas. Puede estar también en otras provincias argentinas, si se curan de antinuclearismo, y con preferencia por las que tienen costa marina, donde no falta agua de refrigeración.

Eso hoy implica asociarse. Si no es con Canadá, será con con China. O con Corea, en otro marco geopolítico. Hoy por hoy, es un país ocupado.

Cosa que se sabe poco en Argentina, somos exportadores de TODOS los componentes tubulares de superaleaciones con que se arma una CANDU. Y una CANDU está básicamente hecha de tubos y de caños. Podemos canjear inversiones por especies. De ingeniería nos arreglamos solos.

Obviamente, tenemos que terminar al proyecto CAREM de 32 MWe, pero más como demostrador tecnológico que como prototipo. Es una centralita sin bombas de circulación, con refrigeración totalmente pasiva. Va a ser difícil escalarlo a potencia comercial con cuatro módulos de 100 o 125 MWe por unidad. Se va a necesitar bastante reingeniería, especialmente del recipiente de vapor.

Pero los demostradores tecnológicos sirven para probar aciertos y errores, y saber cómo seguir. Y como dijo en este portal el Dr. Carlos Aráoz, dejar proyectos inconclusos, máxime de uno que viene progresando por milímetros desde 1984, da una imagen pésima del Programa Nuclear como proveedor o como socio.

Nada de esto es posible con el actual gobierno y sus cortesanos.

El otro cambio de las condiciones marco para asociarse con Canadá es, además, pagarle lo que realmente valen a nuestros ingenieros, físicos, químicos, termohidráulicos, de seguridad informática y control, y los de montaje. Hoy, pese a sus pergaminos y kilometraje real en obra, están bajo la línea de pobreza. Sus pares canadienses, en comparación, ganan fortunas. Y son pocos para el programa nuclear que se propone Canadá, o al menos CANDU Energy.

Fuera de estos cambios, toda oportunidad con Canadá sería irreal, o termina en desplume de nuestros recursos humanos. El problema es que una cosa es el interés de CANDU Energy y otro de las mineras canadienses, que quieren llevarse uranio argentino sin valor agregado, ni límites (hay sólo 30.000 toneladas). El negocio nuclear no es vender materia prima. Es vender tecnología

El resultado de vender tecnología es recuperar industria y empleo calificado y bien pago. El resultado de vender naturaleza cruda es devenir en una semicolonia más bien estúpida. El actual gobierno argentino va de cabeza por eso, y Canadá es LA potencia minera.

La vieja historia del elefante y la hormiga.

Daniel E. Arias