Tres científicas argentinas fueron galardonadas con el Premio Ben Barres que otorga “eLife”, una organización fundada en 2011 por el Instituto Médico Howard Hughes, de Estados Unidos, la Sociedad Max Planck, de Alemania, y el Wellcome Trust, del Reino Unido. Por su origen internacional, no se trata de una respuesta a las críticas a los Premios Houssay, recientemente otorgados, a los que se acusó de no ser justos con las mujeres. Pero podría serlo.
Las investigadoras son Vanesa Gottifredi, que investiga en el área del cáncer en la Fundación Instituto Leloir (FIL); Noelia Weisstaub, del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCYT), en Buenos Aires, y Antonia Marín-Burgin, del Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires (IBioBA), quienes estudian aspectos neurobiológicos de la memoria y el aprendizaje.
La distinción concede fondos para investigación y tiene como objetivo “crear un ambiente más inclusivo en las ciencias”, dando visibilidad y generando oportunidades de colaboración a científicos que hayan obtenido resultados relevantes y pertenezcan a grupos subrepresentados, como mujeres, personas que integran minorías étnicas o científicos de países donde los recursos son limitados.
El premio lleva el nombre de quien fuera “un excelente neurocientífico que luchó mucho por la igualdad de derechos de género en la ciencia”, explica Marín-Burgin, quien se doctoró en ciencias biológicas en la UBA en 2000 e hizo su posdoctorado en la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos.
“Es un honor que me hayan seleccionado, incluso más siendo que es el primer año que se entrega”, dice Weisstaub. Otros ocho galardonados trabajan en Colombia, Chile, India, Portugal, Estados Unidos y Líbano.
Uno de los requisitos para postular al premio es haber publicado un avance científico relevante en “eLife”, una revista de acceso abierto y altos estándares de calidad cuyo editor en jefe fue, hasta hace pocos meses, el premio Nobel Randy Schekman.
Es el caso de las tres premiadas. En 2016, Gottifredi, investigadora del CONICET y jefa del Laboratorio de Ciclo Celular y Estabilidad Genómica de la FIL, publicó junto a su equipo un estudio que describió el rol de una proteína “guardiana”, llamada p21, que monitorea de cerca el proceso de duplicación del material genético, asegurándose que sea lo más idéntico posible a la molécula de ADN original y evitando así fallas cuya acumulación puede dar lugar a células cancerígenas.
En 2018, Weisstaub y su equipo revelaron que un neurotransmisor, la serotonina, y un receptor especifico en la corteza prefrontal, son claves para la “memoria episódica”: aquella que se relaciona con el recuerdo de eventos únicos de nuestra vida que nos informan sobre “el qué, el dónde y el cuándo”. Por ejemplo, “llegar a algún aeropuerto en Brasil puede hacer que uno recuerde un viaje de vacaciones en la playa o cuando fue a ver el Mundial 2014”, dice la bióloga que hizo su doctorado (con honores) en la Universidad de Columbia, Nueva York, Estados Unidos. Su actual lugar de trabajo, el INCYT, depende del CONICET, de la Universidad Favaloro y de la Fundación INECO.
En 2015 Marín-Burgin y su grupo describieron un mecanismo biológico clave sobre el funcionamiento de la memoria y el aprendizaje. Arrojaron luz en un proceso que ocurre en la neurogénesis o nacimiento de neuronas nuevas en el giro dentado del hipocampo, región del cerebro esencial para la formación de diversos tipos de memoria. “Realizando pruebas en ratones (cuya biología es similar a la humana) observamos que las neuronas jóvenes que se forman en el giro dentado son mucho más excitables que las maduras localizadas en el resto del cerebro”, explica y agrega que el hallazgo podría servir para inspirar, en el futuro, posibles estrategias de reparación de circuitos neuronales afectados por diferentes patologías del sistema nervioso.
“Que la revista eLife siga avalando nuestra investigación y considere que amerita un aporte económico es un aliciente que nos estimula a seguir construyendo el proyecto científico de Argentina, aun cuando tengamos que usar los recursos para cubrir los gastos corrientes frente a los pulverizados subsidios locales”, afirmó Gottifredi, una química salteña que se doctoró en biología humana en la Universidad de Roma “La Sapienza” y en 2017 fue distinguida por la Fundación Alexander von Humboldt de Alemania con el premio Friedrich Wilhelm Bessel.
Gottifredi añade: “Hemos creado una escuela que sostiene la formación de buenos doctores en ciencia, que son nada menos que personas especializadas en el diagnóstico y resolución de problemas. Espero, no solo por mis colegas y por mí, sino principalmente por el país, que la desfinanciación de la investigación termine y podamos contribuir con nuestro trabajo al desarrollo y el posicionamiento de Argentina en el mundo”.
“Dada la situación tan crítica de la ciencia en nuestro país yo propuse utilizar los fondos del premio para comprar insumos que nos permitirán realizar experimentos que tenemos planeados desde hace largo tiempo y que no podemos realizar por el costo que tiene”, subraya Weisstaub.
Marin-Burgin destinará parte de los fondos del premio para presentar los resultados de sus investigaciones en un congreso internacional. “Espero que la ciencia y la tecnología vuelvan a ser una política de Estado que se mantenga independientemente de los gobiernos que pasen. Los investigadores generamos conocimientos para impulsar el desarrollo de nuestro país en todas las áreas. Los países desarrollados se dieron cuenta de eso hace tiempo, por eso destinan un porcentaje importante de su PBI a sus sistemas científicos”, afirma.