El próximo titular de la agencia atómica más importante del mundo habló de la negociación con Irán, los desafíos que plantea Corea del Norte y aseguró que Argentina ahora debe avanzar con la construcción de la cuarta central nuclear.
El diplomático Rafael Grossi asumirá el próximo martes 3 de diciembre al frente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). La semana pasada visitó el país y conversó sobre las funciones del OIEA, la negociación que llevará adelante con Irán, los desafíos que plantea Corea del Norte y el futuro del programa nuclear argentino.
Grossi aseguró que su nombramiento es resultado en parte de los logros tecnológicos, económicos y políticos de la industria nuclear argentina. Y a su vez, es una señal que genera entusiasmo entre sus miembros. “Eso permite que el decisor político, en este caso el presidente electo, se interese en el tema, me pregunte y se motive. Yo lo veo muy motivado”, sostuvo en referencia a Alberto Fernández. “Ahora se impone avanzar con la construcción de la próxima central nuclear”, agregó.
–En lo que refiere a las armas nucleares, ¿por qué a algunos países la OIEA les niega la posibilidad de tener esas armas cuando las grandes potencias sí las tienen?
–El orden nuclear mundial está regido por el Tratado de No Proliferación de armas nucleares (TNP), que el año próximo cumplirá 50 años. Entró en vigor en 1970 y fue el resultado de la convicción de que había que darle al tema nuclear una estabilidad sistémica. En un discurso el entonces presidente de EE.UU. Kennedy dijo que en el año 2000 iba a haber 25 países con armas nucleares porque tenían la tecnología para lograrlo. Entonces se estableció un orden. Se decidió que los que ya tenían armas nucleares, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, las mantengan, pero otros países no las puedan tener. Es naturalmente un orden que supone una discriminación, pero era el mejor posible. Desde entonces, la posesión de armas nucleares por parte de Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China es legal. Ese orden se mantiene a través del OIEA porque el tratado establece que quienes firman el acuerdo tienen 180 días para firmar un acuerdo de salvaguardias con ese organismo, el encargado de hacerlas cumplir.
–¿Y qué pasa con los países que se fueron del OIEA, como Corea del Norte?
–El OIEA ha estado presente en Corea del Norte hasta 2009. Ese año los inspectores fueron expulsados cuando Corea del Norte decidió impulsar fuerte un programa nuclear bélico. La idea es que si Estados Unidos y Norcorea llegan a un acuerdo, inmediatamente nosotros vamos a desplegar los inspectores. Tenemos un equipo de inspectores que están en constante estado de alerta, procesando información a partir de tareas de inteligencia. Tenemos una idea bastante acabada de su programa nuclear y cuando las condiciones estén dadas vamos a desplegar los inspectores. Sería un acuerdo ad-hoc.
–¿Cuál es la situación del acuerdo con Irán?
–El acuerdo con Irán está en entredicho porque el acuerdo está vigente, pero Estados Unidos se retiró e Irán ha comenzado a incumplirlo en una especie de secuencia anunciada. Cada 60 días van bajando el grado de cumplimiento. Cuando se firmó este acuerdo, en la época de Obama, estaba basado sobre un quid pro quo. El quid pro quo era el levantamiento de las sanciones económicas e inversiones. Ese acuerdo se firmó el 14 de julio de 2015 y un día después desembarcó una misión comercial alemana con 400 empresarios porque Irán es un mercado muy grande.
–¿Eso quedó suspendido?
–Al imponerse de vuelta las sanciones, todo eso quedó suspendido. El régimen de sanciones no sólo implica que las empresas estadounidenses no puedan negociar con Irán sino que además, por ejemplo, las empresas europeas que negocian con Irán inmediatamente encuentran vedado su acceso a los Estados Unidos. Son sanciones secundarias que son tanto o más efectivas que las sanciones primarias.
El sector nuclear argentino
–En lo que refiere a la promoción del uso pacífico de la energía nuclear, ¿su designación al frente del OIEA puede operar como un incentivo para el programa nuclear argentino?
–Las decisiones de esa naturaleza corresponden al gobierno, pero creo sinceramente que hay entusiasmo en el sector porque el hecho de que un argentino llegue a la cúspide del organismo de la gobernanza nuclear mundial es el resultado también de lo que es el sector, de lo que hemos logrado con 60 años de trabajo. Es un foco que se pone sobre un sector que le ha dado a la Argentina muchos logros, tecnológicos, económicos y también políticos. Eso permite que el decisor político, en este caso el presidente electo, se interese en el tema, me pregunte y se motive. Yo lo veo muy motivado. Espero que eso tenga un efecto positivo y se vea al sector nuclear como algo virtuoso en el esquema nacional argentino.
–Usted ha sido clave desde la embajada de Austria para articular con el OIEA, ¿qué perfil debería tener el nuevo embajador para garantizar esa continuidad?
–La diplomacia profesional argentina tiene buenos cuadros técnicos, buenos multilateralistas, algunos de ellos con experiencia en lo nuclear. Espero que mi sucesor o sucesora sea una persona de ese perfil porque la negociación con la Junta de Gobernadores de la OIEA es un tema delicado.
–La OIEA tiene la función de promover el Protocolo Adicional a los Acuerdos de Salvaguardias. Ese protocolo genera temor en el país y su firma ha sido resistida en una acción coordinada con Brasil. ¿Su designación en la OIEA puede acelerar la firma de ese protocolo por parte de la Argentina?
–Creo que hay que hacer una gran labor de información sobre lo que es el Protocolo Adicional. Quisiera saber cuánta gente leyó el protocolo adicional. Hay demasiado mito en torno a eso. Lo que permite el protocolo es ampliar el arco de inspección de la OIEA en un país dado. Es una medida voluntaria y fue negociado por Argentina y Brasil como miembros de la Junta de Gobernadores. El tema es definir en qué momento y de qué manera a los dos países les conviene suscribir este acuerdo. Hablo de desmitificación porque existen algunas personas que piensan que suscribir el Protocolo Adicional limitaría las capacidades nucleares argentinas y eso es fácticamente incorrecto. Por supuesto el gobierno argentino definirá en qué momento. Jamás el director general puede presionar a un país en ningún sentido. Argentina y Brasil están dialogando sobre este tema porque lo importante es que siempre caminen juntos en lo nuclear, que no se quiebre esa alianza que hay en lo nuclear.
–Algunas fuentes en el sector nuclear local afirman que el Protocolo Adicional habilitaría a las potencias a conocer los principales secretos nucleares del país
–Los que dicen eso no tienen ni idea de lo que están hablando. Los únicos que pueden venir a mirar son los inspectores del OIEA. Si no creemos en los inspectores del OIEA no creemos en el multilateralismo. Además, el Protocolo Adicional tiene medidas de acceso controlado que permiten a un país proteger secretos industriales o aspectos que considera que deben ser restringidos. Me hace acordar a lo que se decía sobre el TNP en los años 70. Se decía que el TNP era el fin del programa nuclear argentino y fue todo lo contrario. El sector nuclear argentino explotó porque nos convertimos en un gran exportador. ¿O alguien piensa que hubiéramos podido venderle un reactor nuclear a Australia o a Holanda si hubiésemos sido un país que no seguía las reglas? Se trata de defender el interés nacional con inteligencia.
–¿Cómo ve el sector argentino nuclear en la actualidad?
El sector nuclear argentino es importante, no va a desaparecer y está destinado a crecer. La energía nuclear es una fuente de energía de base muy segura y barata. Creo que el camino hacia la cuarta y quinta central es necesario. El gobierno deberá retomar ahora las negociaciones, negociaciones que nunca se interrumpieron. El programa había sido definido en el gobierno de Cristina Kirchner y en el gobierno de Cambiemos continuó con una redefinición hacia una sola central en lugar de dos. Ahora se impone avanzar con la construcción de la próxima central nuclear.
–El gobierno de Macri evaluó instalar Atucha III en Río Negro y se llevó de esa provincia una ley que prohíbe la energía nuclear. Más allá de la impericia política que demostraron los funcionarios, hay temor en la población, ¿el OIEA lleva adelante alguna tarea para reducir esos temores?
–Uno de los grandes desafíos de la Agencia es hacer esa tarea de comunicación. El sector nuclear en general tiene una opacidad obsoleta. Estamos en el siglo XXI, todos tenemos derecho a saber y hay que informar. El OIEA tiene que tener una política mucho más agresiva de explicación. También los países. Los que son muy buenos en eso son los franceses, que tienen el 85 por ciento de su electricidad nuclear y donde el nivel de aceptabilidad social es altísimo. El gobierno francés tiene una política de difusión a nivel de las comunidades locales muy eficiente. Argentina puede seguir ese camino y la OIEA lo va a hacer.