Nos parece adecuado reproducir este análisis de Antonio Montero, una autoridad argentina en enfermedades infecciosas, frente al alarmismo que difunden algunos medios. Estar infectado por el nuevo coronavirus, no es una sentencia de muerte. Si le sucede, y está en buena salud, tiene de 95 a 97 por ciento chances de sanar.
Pero esto no significa que el nuevo virus no es un peligro global. Se ha extendido con mucha facilidad, en este tiempo de viajes aéreos. Si muta y aumenta la facilidad de contagio -hasta ahora, son raros los casos entre humanos… Un virus con baja letalidad igual puede ser catástrofico si la infección se propaga por millones.
Los virus gripales A estacionales matan entre 200.000 y 600.000 humanos todos los años, sin salir en la tapa de los diarios.
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«El brote del nuevo coronavirus 2019-nCOV, que se inició en Wuhan, China, y hasta el 3 de febrero había causado cerca 17.500 casos en 27 países, “produce una infección respiratoria similar al resfrío común que puede llegar a presentarse como una neumonía viral en casos graves”, según explicó Antonio Montero, especialista en infectología y medicina interna y director científico del Centro de Medicina Tropical y Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
El nuevo virus pertenece a la familia de virus Coronaviridae que infectan peces, pájaros y mamíferos. “Los coronavirus humanos, descubiertos en la década del ‘60, causan infecciones respiratorias indistinguibles del resfrío común en niños y adultos”, explicó Montero, también investigador científico del Consejo de Investigaciones de la UNR (CIUNR).
En los últimos años, esta familia viral ganó atención por el descubrimiento de dos coronavirus animales capaces de infectar humanos y producir epidemias: los llamados SARS-CoV, originalmente huésped de civetas, y el MERS-CoV, huésped de dromedarios. “Ambos son capaces de causar infecciones respiratorias graves en humanos, eventualmente capaces de producir fallo respiratorio y muerte en casos extremos”, destacó Montero. La epidemia de SARS en 2002-2003 presentó una tasa de mortalidad del 10%, mientras que la del MERS, detectada en 2012, llega al 35%.
La situación, en ese aspecto, es más alentadora con el nuevo coronavirus. “No parece ser un patógeno extremadamente letal, como sería el caso del ébola o la fiebre amarilla. Su mortalidad ronda el 2% hasta el momento, solo un poco superior a la de la gripe común. También la tasa de transmisión al personal sanitario es baja, mucho menor que la del SARS-CoV, lo que sugiere una baja eficacia de transmisión interhumana”, indicó. Y añadió: “Por supuesto, siempre existe el riesgo de que posibles mutaciones afecten tanto la severidad de la infección como su transmisibilidad”.
Para evaluar qué tan contagioso es un patógeno se utiliza el índice llamado el número reproductivo básico o R0, que orienta sobre cuántas personas puede contagiar cada infectado por un microorganismo determinado. “En el caso del sarampión, enfermedad muy contagiosa, oscila entre 12 y 18; y en el resfrío común, ronda 7. El R0 del 2019n-co-v parece ser bastante bajo (entre 2 y 3, según algunos autores) lo que también indicaría una limitada transmisibilidad entre humanos”, señaló Montero.
¿Cómo teniendo baja transmisibilidad, puede este virus estar disparando una pandemia explosiva? “La respuesta a esa incómoda pregunta es que existen infectados con una contagiosidad ‘normal’, en quienes el R0 es cercano a 1, pero existen también personas infectadas que eliminan el virus en grandes cantidades y son extremadamente contagiosos para sus contactos. Estos individuos son llamados superdifusores y serían los verdaderos responsables del mantenimiento de la epidemia”, puntualizó Montero.
Origen e interrogantes
El investigador rosarino señaló que 2019-nCoV tiene un 96,3% de identidad de secuencia de nucleótidos en su genoma con el coronavirus de murciélagos BatCoV RaTG13, “por lo que es razonable suponer que mutaciones le han permitido convertirse en patógeno humano. Estudios posteriores lo confirmarán”.
Montero también manifestó que la extrema alarma que fogonean los medios y las fake news de internet “parecen totalmente injustificadas y las medidas de contención de la epidemia deberían ser las habituales para limitar la difusión y el contagio de un patógeno respiratorio de transmisión aérea: identificación de casos y focos y aislamiento respiratorio de los enfermos”.
En cambio, expresó que no se justifican medidas extraordinarias, como aquellas indispensables, por ejemplo, en una epidemia de viruela. El tratamiento es sintomático, y se agregan medidas de sostén en casos extremos, como asistencia respiratoria mecánica. Laboratorios del sector público y privado en varios países están realizando estudios para desarrollar vacunas específicas.
“No es la primera nueva infección que aparece ni será la última. Y ciertamente, no será la que extinga al género humano de la faz de la Tierra”, atemperó.
Contener el virus
Para el especialista rosarino, en el escenario actual la prioridad es contener la epidemia y “de ser posible, eliminar completamente todo contagio interhumano, para lo cual resultarán más útiles las medidas de aislamiento y cuarentena que cualquier solución tecnológica más avanzada”.
En la Edad Media, una aldea típica europea tenía unos 500 habitantes y llegar hasta la siguiente demandaba un par de días de viaje en carreta. “Actualmente un Airbus 380 puede llevar hasta 800 pasajeros y llega a cualquier parte del mundo en menos de 24 horas. La interconexión global aumenta la dispersión de los patógenos, por eso es fundamental que las autoridades sanitarias de todos países trabajen de manera coordinada y tengan protocolos de detección y seguimiento de los casos”, advierte Montero.»