No es una novedad: la marca de autos favorita del presidente Alberto Fernández es Toyota. El Jefe de Estado eligió manejar un Corolla el día de su asunción y definió a la marca japonesa como “la mosca blanca de la industria” en una de las primeras entrevistas periodísticas que concedió.
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Y casi desde su génesis política, los funcionarios del nuevo gobierno quieren calcar en todo el mercado automotriz local un caso exitoso: el modelo de la camioneta Hilux, producida por la japonesa Toyota y exportada de Argentina al mundo.
En las últimas semanas, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, mantuvo reuniones con el sindicato de mecánicos (SMATA) y directivos de las terminales para avanzar en una idea: que cada empresa fabrique en sus instalaciones un modelo de auto apto para colocar en mercados extranjeros.
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Ahora, Fernández y su equipo habrían bautizado, informalmente, “Plan Toyota” al programa. La idea básica es que cada fábrica de autos de la Argentina cuente con “su propia Hilux”. Es decir, un modelo con una alta integración de piezas locales (la pick-up de Toyota hoy llega al 42%, cuando la media del sector apenas roza el 18%). También deberá ser un producto que tenga una alta demanda en mercados de exportación (la Hilux es el vehículo que más vende la Argentina en el exterior).
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El principal objetivo de aumentar las exportaciones y la integración de piezas locales. No se plantea convertir a la Argentina en una “potencia automotriz”. El fin último del Gobierno es frenar la fuga de dólares. Porque fabricar autos con muchas piezas importadas y que después no generan divisas por exportación es la principal causa del déficit en la balanza comercial de la industria automotriz nacional. “No hay dólares”, repiten una y otra vez los funcionarios del Ejecutivo.
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La propuesta guarda muchas similitudes con el Plan 2030 que las propias automotrices, autopartistas y sindicatos le presentaron al entonces recién asumido presidente Fernández y que AgendAR publicó el 19 diciembre de 2019.
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