Está claro para todos que Italia es el país europeo más golpeado por la epidemia provocada por el COVID-19, y uno de los más afectados en el mundo. Los argentinos tenemos un motivo particular para saberlo: la mayoría de los 17 infectados confirmados hasta ahora han sido «importados» de ahí.
Lo que no es tan evidente es el porqué. Se sugirió en las redes sociales que la costumbre italiana de repartir besos y abrazos facilita el contagio. Y se advertía que los argentinos nos parecemos en eso… Pero no es una explicación satisfactoria: el contagio se ha extendido con más fuerza en el norte de Italia, entre los circunspectos lombardos y los austeros genoveses. Si el peligro estuviera en la efusividad, Nápoles estaría despoblada.
En cualquier caso, anoche el primer ministro Giuseppe Conte anunció que toda Italia y sus 60 millones de habitantes quedan bajo cuarentena . Las medidas restrictivas y de aislamiento que fueron puestas en vigor para Lombardía y otras 14 provincias el domingo, ahora se aplicarán al resto de la península. El objetivo es frenar la difusión del virus.
En AgendAR no tenemos información para opinar sobre «por qué Italia«. Pero nos pareció adecuado traducir y resumir un artículo que fue publicado ayer en Foreign Policy, una de las revistas más prestigiosas del hemisferio norte, que hace recaer la responsabilidad en los políticos italianos. El autor también es de allí: el conocido periodista Mattia Ferraresi. Suponemos que la costumbre argentina de hablar mal de nosotros mismos la hemos heredado de ahí…
La situación que enfrenta Italia, y en menor medida Europa, puede ser un anticipo de la que enfrentemos aquí. El nuevo virus CAVID-19 es de baja letalidad -la mayoría de los infectados se recupera en semanas- pero lo hace peligroso la extraordinaria facilidad del contagio. Añadamos a eso un período de incubación más o menos largo, sin síntomas aparentes, ni forma fácil de detectarlo. Sumemos los medios de comunicación modernos, una sociedad hiperconectada…
Como sea, creemos que nuestros dirigentes deben tomar nota de los errores cometidos allí. Escarmentar en cabeza ajena es de sabios.
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«Los políticos de Italia están empeorando la crisis del coronavirus
Líderes disputadores, científicos que buscan publicidad y esfuerzos de contención tardíos muestran que los regímenes autoritarios no son los únicos que manejan mal las crisis de salud pública.
Actualmente, Italia tiene la tasa de infección por coronavirus más grande del mundo después de China, y es el primer país en Occidente que se enfrenta a un brote considerable, con 9.172 casos confirmados y 463 muertes. Hasta ahora, 724 personas se han recuperado después de ser tratadas. El jefe del Partido Demócrata, de centroizquierda, Nicola Zingaretti, ha dado positivo por COVID-19, al igual que el gobernador de la región del Piamonte.
El sábado, en un paso dramático, el gobierno puso a toda la región de Lombardía y otras 14 provincias en el norte del país bajo llave, poniendo en cuarentena a unos 16 millones de personas hasta al menos el 3 de abril en una región que es la potencia económica del país, un movimiento similar a bloquear todas las áreas metropolitanas de Nueva York o Londres.
Las escuelas y universidades permanecerán cerradas hasta principios de abril, y todos los eventos públicos se cancelarán, mientras que los cafés y otros locales estarán abiertos solo de lunes a viernes y hasta las 18 hs. En el resto de Italia, las escuelas permanecerán cerradas hasta el 15 de marzo, aunque la fecha probablemente se extenderá.
El último decreto impone las restricciones más estrictas que cualquier país fuera de China ha tomado en respuesta a la epidemia, pero también está impregnado de señales ambiguas y disposiciones difíciles de interpretar. Por ejemplo, prohíbe a las personas cruzar las fronteras de la zona roja, pero también viajar dentro de ella, con la excepción de aquellos viajeros motivados por «necesidades profesionales comprobadas, casos excepcionales y problemas de salud». No está claro cómo comprobar una necesidad profesional.
Este y otros aspectos vagos del decreto provocaron un intenso debate entre el estado y algunos gobernadores locales, quienes están a cargo de hacer cumplirlo. El gobierno también manejó mal su estrategia de comunicación. Se filtró un borrador preliminar a la prensa mientras el gabinete todavía lo estaba discutiendo, y los informes no confirmados sobre el bloqueo empeoraron el pánico que ya había comenzado. Muchas personas se apresuraron a abandonar la «zona roja», ya sea en tren o en automóvil, antes de que el gobierno anunciara oficialmente el decreto.
Esta extraña combinación de severidad y amateurismo es bastante típica de una nación históricamente cargada de gobiernos volátiles, coaliciones parlamentarias cambiantes, luchas de poder inescrutables y una tendencia autodestructiva a sacrificar su credibilidad internacional en los altares de las disputas domésticas. El gabinete actual, el 66º en los 74 años de Italia como república, encarna perfectamente estos rasgos, un hecho que no augura nada bueno para la respuesta del país al coronavirus.
El objetivo principal de la nueva política draconiana de Italia es garantizar que el sistema de salud del país pueda manejar el flujo de pacientes que necesitan cuidados intensivos. Las unidades de atención aguda en Lombardía, la región con la mayoría de los casos, están actualmente con su capacidad colmada, y en algunos casos, los médicos se ven obligados a elegir a qué pacientes dar prioridad, siguiendo pautas sobre la esperanza de vida que son brutales e inevitables en un estado de emergencia.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que Italia tiene 275 camas de hospital de cuidados agudos por cada 100,000 habitantes, mientras que el promedio en la Unión Europea es de 394. El gobierno italiano tiene un plan para aumentar las camas de cuidados intensivos en un 50%, pero eso requiere tiempo. El gobierno también ha asignado 7.500 millones de euros para apoyar a familias y empresas muy afectadas por la epidemia, lo que tendrá un efecto devastador en la economía de crecimiento más lento en la UE.
«Deberíamos criticar a las personas irresponsables, el virus no es una broma», dijo el ministro de Salud, Roberto Speranza, en referencia a los muchos casos en los que las medidas anteriores para forzar el distanciamiento social para frenar el contagio fueron ampliamente ignoradas. Los informes de personas abarrotando bares, esquiando en complejos turísticos en los Alpes o entrando a las playas en varias ciudades costeras dejaron en claro que las medidas leves no funcionarían.
En las últimas semanas, Italia se convirtió en un estudio de caso de mala gestión de crisis, ya que una emergencia médica de gran magnitud se encontró con un entorno político crónicamente inestable. Los resultados de la mezcla son poco alentadores, pero podrían proporcionar algunas lecciones valiosas. El coronavirus es una amenaza extremadamente grave, pero un clima en el que los políticos utilizan todas las informaciones para obtener ganancias políticas podría empeorar sus efectos.»